148. Ramo caído

—Hay algo que debo decirte —dijo Ha-na con expresión sería—. Tú me tienes prisionera con ese contrato de besos. Quiero terminar ese acuerdo que tenemos. Ya lo he pagado con creces.

—¿Qué dices Ha-na? Pensé que tú también lo querías —dijo Heinz, manteniendo su diestra en la espalda donde tenía el ramo de flores.

—Acaso… Acaso… ¿No recuerdas lo que te dije por llamada aquella vez? Ese fue el motivo por el que te alejaste de mí —dijo Ha-na con firmeza. Yo no quiero besarte. No quería firmar ese tonto contrato. Solo debía darte un beso y ya te he dado muchos. Ya he pagado mi deuda con creces. No deseo estar con ningún hombre. Te odio a ti y los odio a todos. Solo me usas como tu objeto de placer y tu máquina de besos. Yo nunca he sentido nada por ti.

—Te equivocas —dijo Heinz, con cierto temblor en su cuerpo—. Desde que te conocí siempre me has gustado. Desde que era un niño. Esperé todos estos para estar contigo. —Le enseñó el ramo de flores—. He estado enamorado de ti y solo quería ayud
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