13. El contrato
—Sígueme, te mostraré el contrato —dijo él con convicción y neutralidad.

Heinz la agarró por la mano y la guio por el penthouse. La llevó al despacho. Buscó en su escritorio persona en uno de los cajones y le entregó el documento. Ella empezó a leerlo y hacía gestos al descubrir las cláusulas que estaban allí redactadas.

—La parte A denominada con Heinz Dietrich que, al ser menor, contará con un representante legal, hasta cumplir la mayoría de edad. La parte B llamada Harada Ha-na. Con número de identificación personal… Establecen este mutuo acuerdo de sus voluntades en plenitud de sus facultades mentales, sin ser coaccionados por ningún motivo a cumplir las siguientes pautas —dijo ella, leyendo solo la introducción del documento. Luego saltó varias cosas más y pasó a lo impórtate—. Cláusula una: La parte B debe darle un solo beso a la parte A…

—Pero como no podías dármelo, el interés de mora ha causado estragos desde entonces. Cláusula dos: Al no cumplirlo, la parte B deberá un beso a
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