16. La atención

—Está bien —comentó Heinz—. Colócate de pie. Yo lo compraré por ti.

Ha-na se levantó y obtuvo uno de chocolate. Se quedaron unos minutos hasta terminar. Pero los pies le ardían y caminar de regreso la lastimaría más.

Heinz se dio cuenta. Le ofreció el paraguas. Entonces, se encorvó y la cargó como princesa por la calle, mientras la sombrilla los ocultaba un poco.

Ha-na observó el rostro firme y serio de Heinz. Debido a su mala experiencia al ser abandonada, su estado de trance y su rabia, no había detallado que era atractivo y hermoso. Sin embargo, eso no le importaba. Se supone que le debía millones de besos a ese chico. Debía darle uno cada día. Además, esos labios ya habían tocado los suyos. Se sonrojó al recordarlo como la había sujetado y apretado en el salón de bodas. Al llegar de nuevo al pentohuse, él la sentó en el sillón y le quitó las medias veladas. Se sintió extraña al estar allí, después de lo que había sido un tan caótico. Todo parecía surrealista, desde el momento en q
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