Ha-na era una novia abandonada, dejada en el altar por un hombre que nunca la quiso. Y ahora, otro hombre, uno que apenas conocía, le exigía algo que no estaba dispuesta a dar. Se sentía traicionada, humillada, como si todos los hombres en su vida se hubieran confabulado para destruirla.El vestido blanco, que alguna vez había sido símbolo de una promesa de amor, ahora se sentía como una carga. Cada paso que daba hacía que el satén y la tela pesada se pegaran a su piel húmeda por el sudor. El calor era insoportable, pero Ha-na apenas podía concentrarse en eso. Su mente estaba nublada por pensamientos de desesperación y confusión. "¿Cómo fue que llegué aquí?", se repetía una y otra vez, sin poder encontrar una respuesta clara.El sol quemaba su rostro, y al salir a la calle, notó cómo las miradas de los transeúntes se clavaban en ella. Una mujer en un vestido de novia, descalza y claramente angustiada, era una imagen que no pasaba desapercibida. Pero Ha-na no tenía la energía para preo
—Está bien —comentó Heinz—. Colócate de pie. Yo lo compraré por ti.Ha-na se levantó y obtuvo uno de chocolate. Se quedaron unos minutos hasta terminar. Pero los pies le ardían y caminar de regreso la lastimaría más.Heinz se dio cuenta. Le ofreció el paraguas. Entonces, se encorvó y la cargó como princesa por la calle, mientras la sombrilla los ocultaba un poco.Ha-na observó el rostro firme y serio de Heinz. Debido a su mala experiencia al ser abandonada, su estado de trance y su rabia, no había detallado que era atractivo y hermoso. Sin embargo, eso no le importaba. Se supone que le debía millones de besos a ese chico. Debía darle uno cada día. Además, esos labios ya habían tocado los suyos. Se sonrojó al recordarlo como la había sujetado y apretado en el salón de bodas. Al llegar de nuevo al pentohuse, él la sentó en el sillón y le quitó las medias veladas. Se sintió extraña al estar allí, después de lo que había sido un tan caótico. Todo parecía surrealista, desde el momento en q
Heinz estaba sentado en la sala, con su mente ocupada en sus propios pensamientos. Había una línea muy delgada entre el control que ejercía y el perderla para siempre. Ella se resistía y eso lo atraía aún más hacia ella. En su juventud parecía ser más susceptible, pero estaba en un momento de crisis y eso la hacía estar más a la defensiva.Mientras esperaba que saliera del baño, recordó los años en los que había pensado en este momento, en el día en que finalmente la tendría de nuevo en su vida. No había sido fácil seguir sus movimientos desde la distancia, asegurándose de que todo encajara para este encuentro. Y ahora que la tenía tan cerca, sabía que no podía dejar que las cosas se salieran de control.Tenía que ser cuidadoso. No podía forzarla, ni cometer el error de presionarla demasiado. Aunque el contrato le daba todo el poder, entendía que la verdadera batalla estaba en ganarse su voluntad, no en hacer cumplir las cláusulas de un viejo acuerdo.Ha-na salió del baño, el vapor aú
Era frustrante, porque, aunque lo odiaba, aunque sentía una rabia profunda por todo lo que representaba, había algo más allí, algo que no podía controlar. Se sentía atrapada entre el odio y algo más, una curiosidad oscura, una atracción que no podía negar, aunque quisiera. Pero ese pensamiento la asustaba, la enfurecía. No quería que Heinz tuviera ese poder sobre ella, no quería sentir nada por él, pero su cuerpo no parecía estar de acuerdo.¿Qué iba a hacer ahora? Se preguntó mientras el cansancio comenzaba a adormecer su cuerpo. No tenía respuestas, solo más preguntas. Su vida, que antes parecía tan clara, ahora era un caos absoluto. Y lo peor de todo es que Heinz parecía estar en el centro de ese caos, como una constante en su vida que no podía evitar.Así, se dejó llevar por el sueño, pero incluso allí, no pudo escapar de los recuerdos. Revivía el beso una y otra vez; la forma en que sus labios se encontraron con los de Heinz, la intensidad de ese momento. No podía escapar de él,
—Nada, solo salí a dar un paseo y de casualidad la vi por aquí —respondió Heinz con una calma pasmosa, pero ambos sabían que no era cierto. Su tono era tan natural que casi podría haberle creído si no fuera por el contexto. Era obvio que él la había estado buscando.Ha-na presionó los labios, sintiendo que una pequeña chispa de furia comenzaba a encenderse dentro de ella. No podía soportar lo manipulador que parecía, cómo siempre aparecía en los momentos en los que menos lo quería. Además, ¿qué clase de "paseo" era en medio de una tormenta?—No puedo permitir que mi amante se moje y se enferme —agregó Heinz con suavidad, ofreciéndole un pañuelo para que se limpiara las lágrimas que ella ni siquiera se había dado cuenta de que aún caían en su cara—. Tú eres mi flor.El término "amante" la sacudió como un latigazo. Sus músculos se tensaron, y sintió un fuego ardiente en su pecho. No era su amante. Nunca lo sería. Se sentía usada, como si todo este tiempo él la hubiera visto como un obje
Ha-na apretó los labios con fuerza al escuchar las palabras de Heinz. El tono de su voz, tan frío y calculador, le revolvía el estómago. "Un beso o diez mil dólares", repetía en su mente. ¿Cómo podía ser tan insensible? Para él, todo parecía una transacción, un juego de poder. No importaba lo que ella sentía, lo que pensaba. "Ya te lo dije, eres mía… Tú, me perteneces." Esas palabras la hacían hervir por dentro.—Yo no soy de nadie. No soy un objeto —respondió Ha-na, cargada de ira, pero al mismo tiempo sentía una sensación de impotencia. No podía soportar la idea de ser controlada por alguien más, como si su vida fuera un simple contrato para él, algo que podía comprar con dinero.Ha-na se levantó de la banca bruscamente. El sonido de sus tacones resonaba en la acera mojada. Detuvo un taxi, con movimientos rápidos y decididos, aunque en su interior todo era un caos. No miró hacia atrás, ni siquiera cuando sintió que Heinz se movía detrás de ella. Sentía su presencia como una sombra c
Heinz se dejó caer en el sillón con un suspiro controlado, pero su mente no dejaba de girar, analizando, calculando, esperando. La pantalla de su celular brillaba a un lado, con la cuenta regresiva marcando los minutos. El silencio en su penthouse era abrumador, interrumpido solo por el suave golpeteo de la lluvia en las ventanas. El sonido del agua le relajaba habitualmente, pero hoy era diferente. Cada gota que caía aumentaba su tensión.Se inclinó hacia atrás, mirando el techo, y luego volvió la vista hacia la puerta, que había dejado medio abierta de manera deliberada. Esperaba verla entrar en cualquier momento, ver su rostro serio y decidido, la dureza en sus ojos. Ha-na era obstinada, terca hasta el extremo, y por eso le gustaba. Esa terquedad la hacía más fascinante, más desafiante. Sin embargo, esa misma calidad ahora lo frustraba. ¿Por qué no podía simplemente ceder?El reloj marcaba las once de la noche y, aunque aún quedaba tiempo, experimentó un creciente malestar en el est
Ha-na despertó de golpe cuando el sonido del despertador rompió el silencio en su habitación. Eran las once y media de la noche, y la habitación seguía envuelta en sombras, pero algo dentro de ella la impulsaba a moverse. Una extraña mezcla de ansiedad y urgencia comenzó a crecer en su pecho. ¿Por qué se sentía así? No era solo el temor de infligir el contrato y tener que pagarle a Heinz, era algo más profundo, algo que no podía explicar con palabras.Se levantó apresuradamente de la cama, con el corazón acelerado y las manos temblorosas. Tenía que llegar a tiempo. Aunque se había prometido no hacerlo, algo en su interior la empujaba a salir corriendo. El tiempo parecía estar en su contra, y cada segundo que pasaba hacía que su ansiedad aumentara. Se vistió con rapidez, sin detenerse a pensar demasiado en lo que hacía. ¿Por qué le importaba tanto llegar antes de la medianoche?Al salir de su casa y detener un taxi, su corazón latía descontrolado. Al abrir la puerta del coche, reconoció