109. Ellos cuatro

Hee-sook envuelta en una toalla que apenas cubría su figura alta y esbelta. Sus piernas largas y torneadas brillaban con las gotas de agua que aún no se habían secado. Era consciente de su propia belleza, de cómo sus movimientos parecían hipnotizar a cualquiera que la viera. Pero lo que más le intrigaba no era Heinz, su prometido. Era Hield Dietrich.

Sonrió ligeramente, en una curva apenas perceptible en sus labios llenos. Había algo excitante en la idea de tentar al hermano menor, de jugar con él como un gato con un ratón. No era amor lo que sentía por él, sino una atracción peligrosa, casi lúdica. Lo había observado durante la cena, había notado cómo evitaba mirarla directamente, pero también cómo sus ojos se desviaban hacia ella cuando creía que no lo notaba. Era inocente, sí, pero esa misma pureza lo hacía más interesante.

Hee-sook dejó que su cabello húmedo cayera sobre sus hombros, dejando que las puntas mojadas rozaran su espalda. Sus pensamientos eran claros, directos. Hield e
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