ALARICLa tensión en la habitación era palpable. Dámaso tamborileaba los dedos sobre la mesa con impaciencia, mientras que Dara cruzaba los brazos con el ceño fruncido. Mikhail, por su parte, se mantenía impasible, observando la puerta con frialdad. Yo respiré hondo antes de hablar.—Cuando Charles llegue, quiero que mantengan la calma —dije, asegurándome de que mi tono fuera lo suficientemente firme para que lo tomaran en serio—. No es suficiente acabar con el líder de los cazadores. Si queremos que esta guerra termine, debemos destruir la organización por completo.Dara soltó una risa sarcástica.—¿Y cómo se supone que lo hagamos? ¿Invitándolos a cenar y pidiéndoles amablemente que se retiren?—Dara… —advirtió Mikhail.—Lo que quiero decir es que nos estamos uniendo al enemigo. En ese momento, la puerta se abrió y Charles Argent hizo su entrada. Alto y de porte elegante, caminó con calma hasta la mesa, mostrando una sonrisa educada.—Mis disculpas por la tardanza —dijo mientras se
IGORLa casa estaba más ruidosa de lo normal. Bajé las escaleras con el ceño fruncido, sintiendo un ligero malestar por el bullicio que retumbaba en los pasillos. Nunca me había importado demasiado lo que mi padre hacía con sus negocios, pero esta vez parecía diferente. Vi a Liana moviéndose de un lado a otro, organizando detalles como si se tratara de un evento de suma importancia.—¿Qué demonios pasa aquí? —pregunté con fastidio, deteniéndome en la entrada de la sala.Liana levantó la vista de unos papeles y me dirigió una mirada seria.—Papá tiene invitados especiales para la cena —respondió—. Quiere que todos estemos presentes, incluyendo a ti.Bufé. Sabía exactamente qué significaba eso: reuniones largas y tediosas con personas que hablaban en círculos sobre cosas que no me interesaban.—No pienso estar en esos dichosos negocios —espeté cruzándome de brazos—. Son aburridos.Liana suspiró, dejando los papeles sobre la mesa con un golpe seco.—No puedes faltar, Igor. No esta vez —
ESTHEREl aire dentro de la casa de Alaric se sentía pesado, cargado de una extraña familiaridad que me inquietaba. No era solo la decoración, ni la forma en que las sombras jugaban en las paredes con la luz tenue de los candelabros, sino algo más profundo, como si un eco de recuerdos olvidados intentara abrirse paso en mi mente. No me gustaba. No me gustaba nada.Las miradas fijas sobre mí tampoco ayudaban. Todos los presentes parecían analizar cada uno de mis movimientos, como si trataran de descifrar un enigma oculto en mi rostro. Fingí no notarlo, manteniendo mi postura erguida y mi expresión impasible, pero el desasosiego era real. No entendía por qué me observaban con tanta atención, y menos aún por qué sentía este repentino malestar en mi pecho.Mientras intentaba encontrar una razón lógica para mi incomodidad, la voz de mi padre interrumpió mis pensamientos.—Es admirable, realmente admirable—dijo con tono afable, dirigiéndose a Alaric. —Criar a un hijo solo no es algo que m
ALARICDesde la puerta, observé en silencio cómo Charles y sus nietas, Chloe y Chelsy, intentaban despertar a Esther. Sus rostros estaban tensos, la preocupación marcando cada uno de sus movimientos. Susurraban su nombre con insistencia, tocándole el rostro, sacudiéndola suavemente, como si temieran que cualquier gesto brusco pudiera romperla.No aparté la vista de ella. Aún podía sentir el peso de su cuerpo en mis brazos, el impacto de la caída reverberando en los míos. Fue una cuestión de instinto. La sensación de que algo no estaba bien me hizo salir al jardín, justo a tiempo para ver su silueta desplomarse desde la azotea. No pensé, solo actué. Salté para atraparla y, aunque logré amortiguar su caída, el golpe contra el suelo la dejó inconsciente.—Esto no debió pasar —murmuré para mí mismo.Mis pensamientos fueron interrumpidos por Liana, quien se acercó con el ceño fruncido. —Es impresionante —dijo con voz baja, casi como si hablara consigo misma.Giré la cabeza hacia ella. Sa
IGOR El aire frío de la pista de hockey aún se pegaba a mi piel mientras caminaba por los pasillos del gimnasio. Había terminado el entrenamiento, el sudor aún pegado a mi espalda a pesar de la ducha rápida que me di. Mi equipo de hockey había dejado la cancha y ahora el equipo femenino estaba practicando. Pero había algo que no cuadraba.No vi a Chelsy. Y tampoco vi a Chloe entre las porristas.Algo dentro de mí me dijo que algo no estaba bien. Tomé mi mochila y caminé por los pasillos con la esperanza de encontrar a alguna de ellas. Entonces, la vi. Chloe estaba apoyada contra los casilleros, mirando al suelo con los brazos cruzados, su expresión perdida en pensamientos oscuros. Me acerqué, sintiendo un nudo de preocupación formarse en mi pecho.—Hey —dije suavemente—. ¿Estás bien?Ella levantó la vista, sus ojos azules estaban apagados, como si una tormenta se formara detrás de ellos. Dudó por un segundo antes de responder.—Aquí no —susurró—. ¿Podemos ir a mi auto?Asentí sin du
SELENE El aire frío de la noche envolvía el estacionamiento desierto. Me abracé a mí misma, fingiendo estar vulnerable, como si realmente me sintiera abandonada. En mi mente, todo estaba calculado; Alaric podía creer que se había librado de mí, pero yo no era alguien a quien se pudiera olvidar tan fácilmente.Un par de faros iluminaron la entrada del estacionamiento, y mi corazón dio un vuelco. Charles. Sabía que vendría. Él no era del tipo que dejaba a una dama sola en la oscuridad. Me aseguré de que mi expresión fuera la correcta: labios fruncidos, mirada perdida en la distancia, los brazos rodeando mi cuerpo como si estuviera indefensa.—Selina —su voz resonó con preocupación mientras se acercaba—. ¿Qué haces aquí sola?Suspiré dramáticamente y bajé la mirada, dejando que un temblor recorriera mi voz.—Alaric me dejó… —hice una pausa, como si estuviera avergonzada—. Se fue y no tengo cómo regresar. Pedí un taxi, pero aún no llega.Charles frunció el ceño y sacó su teléfono.—No de
ESTHERNo me gustaba esta casa. Desde la primera vez que puse un paso aquí, el sitio me causaba escalofríos. Todo en ella era imponente, lleno de historia y de recuerdos que no eran míos. Pero hoy no me importaba. Tenía una razón para estar aquí, y no me iría sin respuestas.Toqué la puerta con firmeza. Liana apareció al instante, como si hubiera estado esperando mi llegada. —Señorita Esther —saludó con voz neutra—. ¿Necesitas algo?—Busco a Igor —solté sin rodeos—. Encontré su auto en el bosque y quiero saber por qué estaba ahí.Liana parpadeó, pero no mostró sorpresa. Solo inclinó la cabeza levemente.—Eso es imposible. El auto de Igor fue robado en la universidad —respondió con seguridad—. Alaric estaba a punto de ir a la policía a poner la denuncia.Fruncí el ceño. Algo no cuadraba.—Lo encontré yo misma. Estaba abandonado en el bosque, sin señales de lucha, sin ningún daño. ¿Y me dices que fue un robo? —arqueé una ceja, desafiándola.Liana cruzó los brazos.—Es lo que sabemos ha
ALARIC El enojo me carcome por dentro mientras bajo las escaleras con pasos pesados. Mi pecho sube y baja con respiraciones profundas, tratando de contener la furia que me dejó el encuentro con Esther. Esa maldita mujer... ¿Cómo es posible que una cazadora, una enemiga natural de los míos, me provoque tanto? No es solo su parecido con Elena, eso sería demasiado simple. Es algo más profundo, algo que se aferra a mi piel y a mi alma, algo que no debería estar ahí.Al llegar al vestíbulo, me encuentro con Liana. Su mirada sagaz se clava en mí como si ya supiera lo que ha pasado.—¿Qué pasó en tu habitación? —pregunta con un tono que me irrita aún más.—Nada que deba importarte. Esther es una maldita cazadora y no quiero tener nada que ver con ella —gruño, pasándome las manos por el cabello en un intento inútil de calmarme.Liana no parece convencida y cruza los brazos sobre su pecho.—No puedes huir de ella, Alaric —afirma con seguridad.—Si quiero, puedo hacerlo —le espeto. Pero inclu