Isabel abrió los ojos, parpadeó un par de veces para acostumbrarse a la claridad en la habitación; las paredes blancas le indicaron que no estaba en la casa de Julián. Ella jamás olvidaría cómo olía una habitación de hospital.—¿Qué sucedió? —preguntó al notar la figura de Julián parado cerca del ventanal.—Te desmayaste —respondió el hombre volviendo junto a ella—, ¿cómo te sientes?—Bien, yo… No sé cómo manejar la noticia que me has dado —susurró.—Eso no es relevante, me preocupas tú, Isabel.—Pero mamá…—Ella no volverá a separarnos, te lo puedo prometer. No quiero renunciar a esta segunda oportunidad que tenemos, Isabel —Julián se dejó caer sobre la silla, tomó la mano delgada y temblorosa de la muchacha, le dejó y beso y habló:—Estos cuatro años han sido un verdadero infierno para mí, no hubo día que no dejara de pensarte, te soñaba todas las noches, Isabel, perdóname por no saber insistir, por no ser necio y marcharme sin saber qué fue de ti.Isabel tragó el nudo que se formó
Pruebas Diego abrió los ojos, se dio cuenta de lo tarde que era al girar el rostro y ver la hora en el reloj sobre la mesa.El abogado se puso de pie como un rayo y se olvidó del sueño de anoche, por el momento tenía que ocuparse de lograr hablar con Julián. Quizá el hombre se negara a ayudar a encontrar la punta del hilo a todo ese enredo. Después de todo, lo buscó porque estaba necesitando de él.Mientras tanto, Julián preparó un rico y nutritivo desayuno, hoy pensaba llevar a Isabel a Milán, quería mostrarle un poco de Italia antes de volver a España para enfrentarse con Arturo. Tenía toda la intención de contarle la verdad, para poder ser feliz con Isabel.Sin embargo, ya no esperaría a que su ex mejor amigo aceptara o no creerle, él iba a cumplir y volvería Italia donde tenía su nueva vida, una nueva vida que esperaba vivir al lado de Isabel. Pero sus intenciones murieron en el momento que el timbre de la puerta sonó, él no esperaba visitas, había dejado claro en la oficina que
Para un listo, un listo y medioCarolina miró en completo silencio a Paula, ella no se atrevía a preguntar por el contenido de esos papeles, pero por su rostro pálido, Carolina podía jurar que no eran buenas noticias; sin embargo, Alejandro no tuvo ningún reparo en preguntar:—¿Era lo que buscábamos?Paula apartó la mirada de los trozos de papel, miró a Alejandro y asintió.—Es lo que buscábamos —dijo casi ahogándose con sus palabras.Paula sintió culpa al preguntarse si las iniciales en esos papeles eran de Arturo, culpa, porque su marido podía ser arrogante, insufrible y despiadado cuando quería, pero no era un asesino.¡No lo era!Esas iniciales debían pertenecer a alguien más, a otro de los tantos hombres que Pía Zambrano tuvo de amante, eso era… eso tenía que ser.—¿Mamá?Paula intentó sonreír, fue una mueca, pero lo intentó.—Llévate a los niños a darse un baño, Carolina, por favor —pidió.La asistente asintió, quería preguntarle si estaba todo bien; sin embargo, era evidente qu
Aléjate de Arturo Diego y Carolina miraron a Paula con seriedad.—No irás a ninguna parte, no puedo permitirlo, si Arturo se llega a enterar de que te he dejado hacer esto, va a matarme —dijo Diego.El hombre se mesó el cabello con frustración.—No va a enterarse si nadie le va con el chisme, así que quita esa cara y reza por que todo salga bien, de esto depende la libertad de Arturo y no daré marcha atrás —aseguró Paula con determinación.—Puedo hacerlo yo, Paula, no tienes por qué arriesgarte —intervino Carolina.—Te lo agradezco, Caro, pero ya has hecho mucho por mí y no quiero arriesgarte o ponerte en el ojo del huracán. Esto inició por mi llegada a la vida de Arturo y soy yo quien tiene que ponerle un, estate quieto a Sofía Montecarlo.Carolina miró a Diego, como si pidiera ayuda para convencerla, pero el abogado negó, sabía que detener a Paula Madrigal era misión imposible.—¿Dónde vas a reunirte con ella? —preguntó Diego resignado.—No la he llamado, pero cuando tenga la direc
Recordando el pasado «Sofía de Montecarlo, queda usted arrestada por el asesinato de Pía Zambrano» «Sofía de Montecarlo, queda usted arrestada» «Queda usted arrestada» Aquellas palabras fueron el clic que Paula necesitó para sentirse libre, fue el dique que rompió la adrenalina que corría por cada rincón de su cuerpo. Paula se tambaleó de uno a otro lado. —¡Paula! —Diego corrió a su lado y la sostuvo en sus brazos para evitar que cayera al piso. —Estoy bien —mintió. Paula estaba de todo menos bien. Había sentido miedo, un miedo feroz al saber que Sofía tenía intenciones de asesinarla como lo hizo con Pía. —Necesitamos las pruebas para procesar la demanda —dijo el oficial acercándose a ellos. Diego asintió. —Carolina —llamó a la asistente. La mujer volvió sobre sus pasos, cogió la grabación que había hecho y se la entregó al oficial. —Aquí está todo lo que necesita —dijo. El oficial asintió. —¡Llévensela! —gritó a sus hombres. —¡Vas a pagarme por esto, Paula Madrigal, te
¿Vas a castigarme? Arturo suspiró, no sabía cuántas veces lo había hecho ya esa mañana, Diego había solicitado verlo a tempranas horas y el guardia lo llevaba de camino a la sala de interrogación y no al área de visita, lo que no le daba buena espina. —¿Diego? El abogado se puso de pie, su rostro no era el de un hombre feliz por liberar a su amigo, pero no tenía nada que ver con el caso, sino con sus recuerdos, no había podido dejar de pensar en la mujer del antifaz. —El juez ha ordenado tu libertad esta mañana —dijo con una ligera sonrisa que no llegó a sus ojos, pero Arturo estaba eufórico con la noticia que no se percató. —¿Qué? —Se ha demostrado tu inocencia, Arturo, la demanda en tu contra no procede, porque la culpable está detrás de las rejas —eso logró captar la atención del magnate. —¿La culpable? —Sí, quién mandó matar a Pía, fue Sofía, tu madre… Arturo sintió que las piernas se le convirtieron en gelatina… —¿Bromeas? Diego negó. —Y hay mucho más, te lo contaré en
La chica del antifaz«Es hora que tú y yo hablemos sobre Lucas…» «Es hora que tú y yo hablemos sobre Lucas…» Carolina se quedó de piedra al escuchar las palabras de Diego, por un momento tuvo la intención de volver a su casa, cerrar la puerta y no volver a salir jamás, pero era consciente que ya no podía seguir evitando la verdad.—Sube —escuchó la voz del abogado de nuevo.Carolina se armó de valor, haló la manija de la puerta del auto y subió. Su cuerpo era un manojo de nervios, sin embargo, se obligó a permanecer quieta, mientras Diego ponía el auto en marcha y se alejaba de la casa.Lucas y María estaban dormidos, así que, si hoy moría, no iban a enterarse de quién era su asesino, porque no esperaba que Diego Álvarez se tomara con calma la noticia. Lucas no era un bebé y ellos se habían vuelto a ver un año después.Carolina iba sumergida en sus pensamientos que no sé dio cuenta del momento que Diego estacionó el auto frente a un parque y tenía la puerta abierta para ella.—Baja
¡Por fin!Arturo miró a Paula salir de la piscina, su esposa ahora parecía una sirena y él se sentía hechizado por ella.—¿Vas a mirarme toda la noche? —preguntó Paula, dejando ver su cuerpo con poquita ropa. Su brasier luchaba por mantener sus pechos redondos dentro de sus copas, debido al embarazo, la talla de Paula parecía haber aumentado y su bikini… ¡Ni siquiera podía llamarse bikini!, pensó Arturo mirando el pedazo de tela y el vientre de su esposa que empezaba a marcarse cada día más, las curvas de su cintura empezaban a perderse y Arturo sintió que no podía tener mejor cuerpo que ahora. ¡Amaba esa curva en el vientre de Paula!—Puedo verte todo el día, toda la noche, toda la semana y todo el año —refutó deslizando los lentes de sol sobre su nariz. Lentes que ya no necesitaba usar, pero que le servían para disimular que no había apartado la mirada de su esposa durante toda la tarde.—Estás loco.—Por ti, solamente por ti —dijo en un suspiro.Paula se sentó a la orilla de la tum