Al cerrar la puerta del auto, me ajusté el cinturón de seguridad. Con cada segundo que pasaba, el aire parecía más difícil de respirar. Me sentí asfixiada. Mis manos temblaban mientras intentaba introducir la llave. Cuando al fin lo logré, sujeté el volante con ambas manos y cogí una bocanada de aire.Xavier me había engañado todo el tiempo. Nunca tuvo intenciones de ayudarme a recuperar lo que me pertenecía, eso ya lo sabía. Pero descubrir que él siempre había sido el albacea de mis bienes fue como un balde de agua fría. Mi destino, y el de Elena, siempre estuvo en sus manos. Él solo había jugado conmigo. Las lágrimas me quemaron las mejillas al caer.El zumbido de mi teléfono dentro de mi bolso me sacó del trance."Me desocupé antes. Llego en cinco minutos."Era mejor esperar a Devon; no estaba en condiciones de conducir.—¡Rubí! —la voz de Cristhian llegó junto a un par de golpecitos en la ventanilla. ¡Genial! Justo lo que necesitaba: Cristhian y sus cuestionamientos. Intenté bajar
RyanDevon se había vuelto muy cercano a Rubí. No era la primera vez que se encerraban en su despacho a hacer Dios sabe qué. A decir verdad, me preocupaba que Devon se enamorara solo, porque era más que obvio que Rubí estaba loca por Cristhian.En cuanto entré a la habitación de Dyana sentí el contraste de temperaturas; la habitación estaba tibia, a diferencia del resto del departamento, que estaba un poco más frío.—¿Quieres ir al grupo Vandervert? —Dyana estaba sentada en la cama que llevábamos compartiendo un par de meses. A su lado, un rollo de lana. Estaba concentrada en un video en su celular mientras movía dos agujas grandes entrecruzadas. La forma en que fruncía el ceño era adorable.—¿Qué harás ahí? —preguntó sin quitar la mirada del enredo de hilo que tenía entre manos. Me senté en el borde de la cama. Ella dejó su proyecto de crochet a un lado—. ¿Vas a ver a tu hermano? —preguntó mirándome expectante.—Ya sabes que no, Cristhian y yo...—Lo sé, lo sé, se han distanciado —Dy
Ryan—¿Sarah Blake? ¿Tu esposa? —Cristhian asintió.—Es increíble, lo sé —dijo Cristhian, como si tratara de llenar el silencio que se había extendido mientras yo analizaba lo que acababa de escuchar.Por supuesto que era increíble, más que increíble; era una m*****a locura, pero al mismo tiempo tenía todo el sentido del mundo. Rubí me fue muy familiar desde que la conocí, había una conexión intensa y extraña entre nosotros que no se podía explicar, no del tipo romántico, sino fraternal. Y, por supuesto, ella era Sarah, la niña pequeña que creció en mi casa, con la que jugaba a escondidas porque estaba prohibido socializar con la hija de la sirvienta. Aquella niña famélica a la que solía llevarle golosinas en secreto porque me preocupaba que pudiera morir de hambre, aquella por la que lloraba cuando era maltratada (una de las razones por las que me alejé de mi "familia perfecta"). Se me escapó una risita al pensar en la ironía de todo.Tenía una mezcla agridulce de emociones. Estaba fe
CristhianMe sentía aliviado de haber compartido el secreto de Rubí. También fue tranquilizador saber que Ryan no sabía nada. Él se había vuelto muy cercano a Rubí; vivían en el mismo departamento, y no me hubiese gustado ser el último en enterarse de algo que tenía que ver más conmigo que con Ryan o Devon. Me recliné en la silla y me di la vuelta. Admiré la vista de la ciudad; era una vista borrosa, cubierta por nubes grises que no se parecían a cómo me sentía en ese momento. Haber visto a Ryan me había hecho bien para el alma; había sido reconfortante. Pero tenía que seguir trabajando. Con todo lo de la demanda de Xavier Xanders, me había distraído demasiado y había echado al olvido contratos importantes del grupo Vandervert. No podía simplemente detenerme; Percy se encargaría de la demanda.Un pedazo de tela colgado en una de las sillas de visitantes llamó mi atención. Me levanté para mirar más de cerca. ¡Ah! Esto es de Ryan, lo he visto llegar con ella puesta. Lo llamaré, pensé. B
—¿Qué le pasó? —preguntó uno de los paramédicos.—No lo sé... —miré el auto, tratando de organizar mis ideas. Me temblaban las manos—. Estaba encerrado en el auto y... había mucho humo. Él estaba inconsciente. No le he encontrado el pulso... he intentado darle reanimación cardiopulmonar... —Me cubrí el rostro con ambas manos al sentir que mi expresión se deformaba por el llanto.La impotencia me consumía mientras los dos uniformados atendían a Ryan. En cuestión de minutos, estábamos dentro de la ambulancia camino al hospital. La imagen de mi hermano tendido en la camilla, inconsciente, con un tubo atravesando su boca, era desgarradora. Cada bíp del monitor me recordaba que seguía vivo, pero la incertidumbre era un peso que aplastaba mi pecho.Pensé en llamar a alguien, en buscar ayuda. Mi primer impulso fue marcarle a papá, pero me detuve. No lo había visto desde el funeral de mamá. En aquella ocasión, ni siquiera me dirigió la palabra. Si la muerte de mamá no había mermado su orgullo
Sarah—Ha sido Xavier —dijo Devon con toda seguridad. Yo lo sabía, pero no quería admitirlo.—No sabemos si ha sido un accidente. Tal vez mi auto se averió y...—Y empezó a despedir gases tóxicos mientras las puertas y ventanillas se trababan —me interrumpió.Me crucé de brazos; no supe qué argumentar. No quería aceptar que Xavier había intentado matarme, porque eso significaba que tenía que tener miedo, y yo no quería tener miedo. Quería mudarme al departamento que había rentado, decorar el lugar a mi gusto, conseguir un nuevo empleo lejos de Cristhian y vivir una vida normal mientras inventaba excusas para ver a Zackary. Los últimos días lo había planeado todo en mi cabeza, pero saber que Xavier me quería muerta le daba un giro total a mis planes, lo ponía todo de cabeza.—¿Qué debo hacer? —fue lo único que pude preguntar. No sabía qué debía hacer, cuál debía ser mi siguiente paso.—Tienes dos opciones. —Devon hizo una pausa, como si organizara las ideas en su cabeza—. Número uno: i
En algún momento debí haber perdido la noción de lo que pasaba. Un instante estaba en el hospital enfrentando las acusaciones de Cristhian y, al siguiente, en el departamento de Devon, acurrucada, hecha un ovillo envuelta en sábanas. Sentía mi rostro hinchado de tanto llorar. Escuché un par de golpecitos en la puerta antes de que esta se abriera. Devon apareció en el dintel, preocupado. —¿Cómo te sientes? —preguntó mientras caminaba hacia la cama. Llevaba una taza humeante en las manos, que colocó sobre la mesita de noche—. Te he preparado un poco de té. Dyana me ha dicho que es bueno para calmar los nervios. —Se llevó las manos a los bolsillos. —Gracias —me senté en el borde de la cama—. Por todo —agregué. Intenté coger la taza, pero me di cuenta de que no tenía fuerzas ni siquiera para levantarla. Usé ambas manos. La sensación caliente en mi piel fue agradable. Devon se sentó a mi lado. —No quiero presionarte, pero... ¿has pensado en qué harás? —Sí —dije decidida. Lo que h
RichardNo había salido de casa desde la muerte de Melissa. No tenía noción del tiempo. A veces, encerrado por horas en mi despacho, ni siquiera sabía si era de día o de noche. Las botellas de whisky se fueron acabando una tras otra. La casa se llenó de telarañas, sombras y fantasmas que me acosaban sin parar. Incluso en mis sueños los escuchaba susurrar: “Ha sido tu culpa”, “Tú la has matado”. Llegaron a convencerme de que aquello era verdad. Yo había matado a Melissa. Xavier Xanders lo había hecho, sí, pero él quería vengarse de mí. Melissa nunca estuvo de acuerdo con lo que le habíamos hecho a Xavier, y terminó pagando con su vida.Aquella noche rebusqué en la caja de medicamentos que Melissa guardaba en su armario del baño. Las pastillas se me quedaron atoradas en la garganta. Las pasé bebiendo un trago de vodka directo de la botella, pero no aliviaron el dolor que sentía en el pecho. Las punzadas en el corazón que me invadían cada vez que yo respiraba y Melissa no. Ya no soportab