Ahora sí que la había liado. Precisamente se quedaba sin respiración al estar cerca de él, a quien crítico durante un buen rato con Narin sin haberle visto nunca. ¿Qué clase de hipócrita era? Su abuela, quién le había enseñado modales y valores, estaría seriamente decepcionada de ella que estaba cuchicheando y mal hablando de alguien a quien no conocía de nada.La suave brisa del mar, repentinamente le hizo estremecer y rodearse con los brazos para conseguir algo de calidez.—Parece que estás un poco sorprendida, Esmeralda —apuntó Alistaír, con una mirada intensa, fija en sus ojos—. Y estás temblando de frío. ¿Por qué no vas de vuelta conmigo al hotel? Podrías enfermarte, además está oscuro aquí fuera y no me gustaría que algo malo te sucediera.Al oír su nombre en los labios de Alistaír, sintió un ligero temblor en el cuerpo diferente al que acababa de tener por el frío. La verdad era que no podía hacer nada contra eso, él le gustaba mucho.Conseguía reacciones en su cuerpo que nunca
Con eso en mente, se dió un baño rápido, nada más para quitarse la sensación de estar pegajosa por el mar y la arena. Al salir se seco y nada más uso un top lila con una falda negra que llegaba arriba de las rodillas. Se puso unos zapatos cerrados negros y cepillo su cabello, no quiso maquillarse.Al mirar su reflejo en el espejo, le gustó lo que vió. Tenía unos ojos azules como su abuela Sadie, pero la cabellera castaña y piel apiñonada como su madre. Los buenos genes de su familia siempre fueron de niña motivo de pláticas tipo “ella está destinada a grandes cosas”, “romperá muchos corazones”, “tendrá tantos pretendientes que habrá una fila”. Hasta ahora el único corazón roto era el suyo, vaya ironía.Trato de no seguir pensando en el pasado y se concentro en el presente, estaba a punto de salir en una cita con un hombre guapísimo que le aceleraba el pulso y era conocido por ser frío, arrogante y un canalla.Pues bien, ella también era llamada de mucha maneras en su círculo del traba
Llegaron a un restaurante que por la fachada no se esperaba para nada, no era inmenso ni tan elegante, sino pequeño y ciertamente con un estilo casero que le gusto al instante. Alistaír estacionó en el pequeño estacionamiento que había en el lugar, se bajó y abrió la puerta de Esmeralda. Le ofreció el brazo, que ella acepto encantada, así fue como caminaron al lugar. Entrando lo primero que se sintió fue el aroma de comida recién hecha, sonaba una canción que no conocía pero que era relajante y tranquila, como música de jazz.Todo el mundo los miró al pasar y Esmeralda fue consciente del interés que estaban despertando. Aquél era un punto más en la lista de las cualidades del hombre que la acompañaba: era imposible no mirar una primera o segunda vez. Un hombre alto, con barba y moreno fue directamente a recibirlos con una amplia sonrisa, se veía complacido de su llegada.—¡Alistaír, mi gran amigo! —se dieron uno de esos abrazos masculinos con palmadas en las espaldas. Esmeralda se so
Le estaba dejando claras sus intenciones, y dejo la decisión sobre la mesa.Él no planeaba casarse con una chica como ella y mucho menos iniciar una relación. No quería nada duradero, parecía saber lo que quería y a qué tipo de mujer, ella no entraba en esos estándares.—¿Entonces solamente tienes citas? —se armó de valor para preguntar por fin.Él asintió. La miró a los ojos fijamente.—Exactamente.—Me parece... interesante —respondió sin revelar sus verdaderos pensamientos.El resto de la noche charlaron sobre ellos, y ella estuvo encantada de aprender más sobre él. De hecho Cecile y Nikolo fueron un rato con ellos a charlar en lo que no habían tantos clientes y rieron bastante sobre sus anécdotas. Encontró agradable la velada a pesar de lo agridulce de las respuesta de Alistaír. Después se dieron cuenta de que era muy tarde, se despidieron y fueron al automóvil para regresar al hotel.Cuando llegaron al frente del hotel, Esmeralda se giró. Era ridículo, pero se sentía asustada, má
Alistaír observaba la vista de la isla desde su edificio, el corporativo Stavrakis. Se imagino lo que su padre sintió en días pasados, cuando sucedía al abuelo Tassos, quién creo la empresa en una época tan lejana, en el año setenta, sin la misma tecnología que había en el presente. Se preguntó si su abuelo estaría feliz de lo que había logrado, ahora era un anciano bastante tranquilo, vivía en Londres con la abuela Eunice, que era mitad griega y mitad británica. Se habían ido luego de treinta años de trabajo duro, de lograr lo impensable, lo que muchos se burlaron diciendo que jamás lo lograría. Y ahí estaba él, en la cima de lo imposible. Entonces su padre fue quien llevo las riendas unos catorce años más.Se había unido a la empresa luego de que su padre cayera enfermo, tenía problemas del corazón producto de tanto estrés y de tanto trabajo. Él tomó su lugar, y seis años después estaba completamente agusto con lo que consiguió. Tenía estabilidad, algo de fama, compañía femenina, un
«¡Pues que le den!», pensó enfurecida.—Hola, Esmeralda —su voz era muy fría—. ¿Cómo dormiste?Ella alzo su barbilla.—Perfectamente, como puedes mirar.Su boca se curvo en una media sonrisa, aunque no había nada amigable en aquel gesto, todo lo contrario, la instaba a huir rápidamente antes de que la bomba termine de estallar. Pero como la estúpida que era, siguió dirigiéndole una mirada retadora, que se atreviera a hacerle lo mismo, ya verían quién ganaba.—Haz lo que te he dicho, Zamira, cariño —dijo Alistaír con dulzura. La recepcionista se puso colorada y asintió con efusividad, lanzándole a Esme una mirada de súplica.Luego él la tomó del brazo y ella se estremeció mientras la guiaba fuera del lugar, en donde estaba el carro de Alistaír. Con suma rapidez y sin darle tiempo a protestar, la metió dentro en el asiento del copiloto. Fue hacia el otro lado del auto y se metió, no dijo nada mientras arrancaba y se dirigían a rumbo desconocido. Pasó un rato en silencio antes de decir:
El corazón le latió a un ritmo extraño, se quedó sin habla por unos segundos, pensando rápidamente lo que debería de decir.Ella tragó saliva y a toda velocidad comenzó a pensar en lo que le diría. ¿Estaría bien si aceptaba? ¿Estaría bien si le decía que sí y se dejaba llevar por el momento de pasión? Mirando los ojos de Alistaír, se dijo que sí, al demonio lo demás, en ese momento lo deseaba, estaba muy segura de lo que quería. Lo que sucediera después daba igual si al hombre que deseaba lo tenía de frente, vuelto loco por ella también.Él se paró y la levantó en brazos, caminando hacia la casa con paso firme. Subió las escolares a una velocidad impresionante y fue a la última habitación del pasillo. La depositó suavemente en el piso, mirándola con tal intensidad que el labio inferior le tembló.—Alistaír, yo…—Shhh —le puso un dedo en los labios para hacerla callar, y en el fondo ella lo agradeció porque no estaba segura de lo que iba a decir. Por alguna razón, esa noche estaba marc
Cuando Alistaír fue a besarla ella sintió lo salado de su orgasmo, el sabor le gustó en sus labios. Alistaír le apretó las nalgas y la atrajo hacia él, ella pudo sentir la dureza de su miembro que se notaba que estaba muy excitado Y eso la hizo sentir empoderada, ser capaz de volverlo loco. Entonces supo lo que se avecinaba, sabía que ya el momento de convertirse en uno había llegado. Esmeralda no pudo con la emoción que sintió en el pecho, la emoción de saber que iba a entregarse a él y que iba a darle su primera vez.–No me dejes embarazada, que no estoy tomando nada—advirtió ella con nerviosismo.–No te preocupes, jamás me arriesgaría a una cosa así —le aseguró él—. Te deseo tanto, que me duele.– ¿Y a mí también me va a doler? —le preguntó Esmeralda.Alistaír la miró divertido.–¿Por qué te iba doler?–Porque… es la primera vez…–¿Voy a ser el primero? —se extrañó Alistaír. Esmeralda se sonrojó y asintió–No te preocupes. Tendré cuidado —le prometió él mirándola con una ternura ge