Le estaba dejando claras sus intenciones, y dejo la decisión sobre la mesa.Él no planeaba casarse con una chica como ella y mucho menos iniciar una relación. No quería nada duradero, parecía saber lo que quería y a qué tipo de mujer, ella no entraba en esos estándares.—¿Entonces solamente tienes citas? —se armó de valor para preguntar por fin.Él asintió. La miró a los ojos fijamente.—Exactamente.—Me parece... interesante —respondió sin revelar sus verdaderos pensamientos.El resto de la noche charlaron sobre ellos, y ella estuvo encantada de aprender más sobre él. De hecho Cecile y Nikolo fueron un rato con ellos a charlar en lo que no habían tantos clientes y rieron bastante sobre sus anécdotas. Encontró agradable la velada a pesar de lo agridulce de las respuesta de Alistaír. Después se dieron cuenta de que era muy tarde, se despidieron y fueron al automóvil para regresar al hotel.Cuando llegaron al frente del hotel, Esmeralda se giró. Era ridículo, pero se sentía asustada, má
Alistaír observaba la vista de la isla desde su edificio, el corporativo Stavrakis. Se imagino lo que su padre sintió en días pasados, cuando sucedía al abuelo Tassos, quién creo la empresa en una época tan lejana, en el año setenta, sin la misma tecnología que había en el presente. Se preguntó si su abuelo estaría feliz de lo que había logrado, ahora era un anciano bastante tranquilo, vivía en Londres con la abuela Eunice, que era mitad griega y mitad británica. Se habían ido luego de treinta años de trabajo duro, de lograr lo impensable, lo que muchos se burlaron diciendo que jamás lo lograría. Y ahí estaba él, en la cima de lo imposible. Entonces su padre fue quien llevo las riendas unos catorce años más.Se había unido a la empresa luego de que su padre cayera enfermo, tenía problemas del corazón producto de tanto estrés y de tanto trabajo. Él tomó su lugar, y seis años después estaba completamente agusto con lo que consiguió. Tenía estabilidad, algo de fama, compañía femenina, un
«¡Pues que le den!», pensó enfurecida.—Hola, Esmeralda —su voz era muy fría—. ¿Cómo dormiste?Ella alzo su barbilla.—Perfectamente, como puedes mirar.Su boca se curvo en una media sonrisa, aunque no había nada amigable en aquel gesto, todo lo contrario, la instaba a huir rápidamente antes de que la bomba termine de estallar. Pero como la estúpida que era, siguió dirigiéndole una mirada retadora, que se atreviera a hacerle lo mismo, ya verían quién ganaba.—Haz lo que te he dicho, Zamira, cariño —dijo Alistaír con dulzura. La recepcionista se puso colorada y asintió con efusividad, lanzándole a Esme una mirada de súplica.Luego él la tomó del brazo y ella se estremeció mientras la guiaba fuera del lugar, en donde estaba el carro de Alistaír. Con suma rapidez y sin darle tiempo a protestar, la metió dentro en el asiento del copiloto. Fue hacia el otro lado del auto y se metió, no dijo nada mientras arrancaba y se dirigían a rumbo desconocido. Pasó un rato en silencio antes de decir:
El corazón le latió a un ritmo extraño, se quedó sin habla por unos segundos, pensando rápidamente lo que debería de decir.Ella tragó saliva y a toda velocidad comenzó a pensar en lo que le diría. ¿Estaría bien si aceptaba? ¿Estaría bien si le decía que sí y se dejaba llevar por el momento de pasión? Mirando los ojos de Alistaír, se dijo que sí, al demonio lo demás, en ese momento lo deseaba, estaba muy segura de lo que quería. Lo que sucediera después daba igual si al hombre que deseaba lo tenía de frente, vuelto loco por ella también.Él se paró y la levantó en brazos, caminando hacia la casa con paso firme. Subió las escolares a una velocidad impresionante y fue a la última habitación del pasillo. La depositó suavemente en el piso, mirándola con tal intensidad que el labio inferior le tembló.—Alistaír, yo…—Shhh —le puso un dedo en los labios para hacerla callar, y en el fondo ella lo agradeció porque no estaba segura de lo que iba a decir. Por alguna razón, esa noche estaba marc
Cuando Alistaír fue a besarla ella sintió lo salado de su orgasmo, el sabor le gustó en sus labios. Alistaír le apretó las nalgas y la atrajo hacia él, ella pudo sentir la dureza de su miembro que se notaba que estaba muy excitado Y eso la hizo sentir empoderada, ser capaz de volverlo loco. Entonces supo lo que se avecinaba, sabía que ya el momento de convertirse en uno había llegado. Esmeralda no pudo con la emoción que sintió en el pecho, la emoción de saber que iba a entregarse a él y que iba a darle su primera vez.–No me dejes embarazada, que no estoy tomando nada—advirtió ella con nerviosismo.–No te preocupes, jamás me arriesgaría a una cosa así —le aseguró él—. Te deseo tanto, que me duele.– ¿Y a mí también me va a doler? —le preguntó Esmeralda.Alistaír la miró divertido.–¿Por qué te iba doler?–Porque… es la primera vez…–¿Voy a ser el primero? —se extrañó Alistaír. Esmeralda se sonrojó y asintió–No te preocupes. Tendré cuidado —le prometió él mirándola con una ternura ge
La había llamado hechicera, pero él era un mago por lo que estaba haciéndole sentir. Tenía la piel resbaladiza por el sudor y, con la voz entrecortada ante sus movimientos cada vez más rápidos y desesperados. Se movía dentro de ella con una rapidez exquisita, tocaba sus terminaciones nerviosas y la hacía temblar.Estaba tan excitada que no podía creer que hubiera pasado mucho tiempo sin experimentar aquello, él la sujetaba de las caderas y la penetraba más y más profundo, su sexo estaba palpitando y al mismo tiempo estaba muy húmedo.Alistaír succiono sus pechos con los labios y fue ahí que ella perdió la cordura, se dejó arrastrar hacia el placer, dejo de pensar y únicamente se entregó al gozo, las penetraciones se hacían cada vez más exquisitas.Rodeo la cintura de Alistaír con sus piernas y lo atrajo hacia sí misma, él gimió mientras seguía dándole batalla a sus pechos. Entonces con una mano puso las de ella por encima de su cabeza y con la otra acarició su botón de carne al mismo
Algo que Esmeralda sabía al despertar, eran dos cosas. La primera, era que estaba muy, muy dolorida, aunque ya sabía porqué. Y lo segundo, que alguien la estaba sujetando de la cintura y que se sentía muy, muy bien; claramente ya sabía quién era. Sonrío satisfecha con los ojos aún cerrados y suspiró de felicidad, recordaba vagamente haberse dormido a eso de las tres de la mañana luego de su tercer orgasmo, cuando ya no pudo más y su cuerpo le suplico dormir.Se estiró cuál gatito y gimió de placer, era una manera extraordinaria de despertar. Poco a poco, comenzó a abrir sus ojos. Se sobresaltó al darse cuenta de que un par de ojos ámbar la estaban observando con una ceja levantada.—Lo tuyo no es ser sutil, ¿Verdad, cariño?Ella se tapó la boca con las manos y soltó una pequeña risa. Él sí que estaba guapo, al despertar prácticamente estaba intacto del día anterior, no como ella que seguro tenía los pelos como loca y estaba con ojeras fruto de la noche tan… activa, que tuvieron.Sus
Esme se mordió los labios, pensándolo. ¿A qué les llevaba eso? Pasear como dos amigos o dos amantes, le daba miedo que al pasar más tiempo juntos su corazón no fuera capaz de soportarlo.En la cama era diferente, casi no tenía que pensar y se convencía fácilmente de que era pasión pura y nada más, no habían sentimientos.Pero si pasaran tiempo juntos y a ella le resultase difícil diferenciar ambas cosas... Entonces pensó nuevamente, la parte racional de ella: «Has venido por nuevas experiencias, disfruta, y luego regresa a casa sin arrepentimientos».Asintió.—Me encantaríaEntonces terminaron el desayuno a toda prisa, el fue a arreglarse y ella se quedó sentada en el comedor. De repente apareció Mirska para levantar los platos.A Esme se le ocurrió una idea, estúpida, pero no podía más con la incertidumbre. Así que cuando fue a retirar el plato de ella, la tomo del brazo y en voz baja le preguntó en inglés:—¿Puedo preguntarle algo?La señora abrió sus ojos sorprendida y comenzó a ne