Los verdaderos Edwards se adueñaron de la fiesta y los falsos, con la justificación de llevarse a Grace al hospital, casi que salieron huyendo. A nadie le interesó. La alta sociedad llena de intereses, tenía la memoria bien corta, así como alguna vez se olvidaron del pobre Henry metido en una de las habitaciones de su mansión como un mendigo, esta vez, ya hicieron a un lado a la familia secundaria de los Edwards, el verdadero cabeza de familia estaba de regreso y más millonario que nunca. Elsa observaba a su hermana del brazo de Henry, saludando a todos sofisticada y elevada. Le daba mucha gracia como Eva llegaba después a la casa, quitándose los tacones sin nada de elegancia y sentándose como quiera en el primer mueble que viera, tirando la finura por el suelo. Haciendo que le saltara el tic en el ojo a la anciana Sra. Bishop que se había quedado con ellos y ya era más familia que tutora, solo que ya por su edad no le gustaba asistir a ninguno de estos eventos dramáticos. ¿Y e
— Tú eres la única mujer para mí, Helen, déjame ser tu hombre… hacerte mía, dime que sí, mi vida… dame una oportunidad de seducirte y pedir tu mano, quiero que seas mi esposa… Helen - George alternaba entre susurrarle contra los labios y besarla.Helen respiraba agitada y su corazón latía desbocado, debajo de su falda, sensaciones placenteras se formaban entre sus piernas, sus bragas mojadas en fluidos de deseos.Tanto fue el asalto de George, que la inexperta de Helen terminó cediendo finalmente.— Bien George, la última… oportunidad – le respondió mientras él la besaba en la delicada línea de la mandíbula.— ¡¿En serio?! – George casi ni se lo creía. Subió la cabeza con los ojos relucientes de alegría, él que era un palo tieso con todos.— Si me vuelves a mentir, a engañar… — Helen le advertía.— No lo haré mi amor, nunca lo haré Helen, te daré toda mi vida para demostrártelo, no fallaré – sonreía y la besaba, la abrazaba y susurraba palabras de amor sobre su cabello.¡Al fin, al f
— ¡Sra. Drulog, Sra. Drulog! ¡¿Pero qué diantres de insubordinación es esta?! Albert salió del cuarto poniéndose la bata de dormir sobre el pijama, después de cansarse de tocar una y otra vez la campana del servicio.¿Dónde carajos estaban todos? Su humor de perros, sin casi dormir y con miles de preocupaciones en la cabeza, para que ahora también la servidumbre hiciera lo que le viniese en ganas.— ¿Dónde están todos? ¡Los voy a despedir por incapa…!!— pero los insultos del hombre enojado se quedaron atascados, ante la escena que encontró en el salón principal.Albert palideció al ver a Henry tomando el café de la mañana muy tranquilo y hablando con esa mujer, la tal Eva, sentados en sus sillones, como si esta fuera su casa, aunque en realidad, sí que lo era.— Buenos días “tío” – Henry de repente lo miró y le habló entre dientes. Sus gestos tranquilos e indiferentes, daban más miedo que si estuviese alterado reclamándole.Albert antes de responder miró a su alrededor y se dio cue
— Mi querida familia, parece que lo único que los mantiene unidos, es la maldad y el ser cómplices de tantas atrocidades.— ¿Dónde está… mi hijo? – de repente Grace se dio cuenta de que su hijo no estaba en la sala y se temió la peor — ¿Qué le hi… ciste a mi hijo, desgra… ciado? ¡¡Qué le hicis…te!!Se abalanzó con su cuerpo maltrecho sobre Henry, la adrenalina corriendo por sus venas, pero fue enseguida retenida por las doncellas de Eva.— ¡Suélten… me, que me suel…ten les digo, maldit4s! – hablaba entrecortado por la rabia y la falta de aire, con una voz áspera y ronca.— Tu hijo intentó escapar en la madrugada de la casa, los iba a dejar a ustedes para que enfrentaran las consecuencias como la rata que es.Henry le respondió y era la verdad, en la madrugada, sus hombres que vigilaban al esquivo de Robert Edwards le dieron la alerta.Henry lo dejó pensar que se había escapado, tenía planes para él muy interesantes.— ¿Qué le harás? ¡Te voy a denunciar a la poli… cía! ¡Devuélvemelo!
— ¿Entonces qué opinas de estos zapatos negros y blancos, Alejandra? Son mejores que los zapatos negros, ¿cierto? Es que el negro no es un color que le guste a todo el mundo. Eva le dijo con sarcasmo y Alejandra estaba sudando frío y las manos le temblaban de nerviosismo. Ya no era la señorita elevada y despectiva de hace unos segundos. — ¡Respóndeme! – Eva exclamó de repente sobresaltándola y las mujeres presentes se dieron cuenta de que algo no andaba bien. Aunque era muy obvio, para cualquiera con ojos en la cara, que estas dos no eran las mejores amigas del universo. A nadie le importaba un comino Alejandra, aquí la manda más era Eva. Esa es la impunidad que daba el dinero. — Sí, sí, el blanco y negro es mejor – respondió en voz baja y levantó los ojos para mirar a Eva, suplicante - ¿Qué?, ¿qué, quieres? La pregunta era obvia, qué deseas a cambio de no revelar un secreto que pondría mi vida patas arriba. — Mmm, no sé querida, la verdad me gustan mucho los zapatos y no me
La chica se levantó llorando y se fue corriendo a su habitación. Nadie dijo ni pío de esta escena que no entendieron, pero era obvio que la cara de Alejandra Edwards estaba por el suelo. — Oh, lamento este desagradable incidente, ¿por dónde íbamos? – Eva se volvió a sentar con clase, como la dama de la casa Edwards. — Cierto, esta sería la última vez que nos vemos, las empresas de sus familias están siendo auditadas ahora mismo, de manera sorpresiva y presiento, que mucha suciedad saldrá a flote. — Mi esposo les quiere comprar sus acciones, ahora que no se han devaluado, pueden aceptar o esperamos a comprarlas cuando estén por el suelo. Cuando Eva soltó esa bomba, todas se quedaron asombradas y reaccionaron de diferentes maneras, pero sobre todo, con enojo. Encima de la mesita del centro, la Sra. Bishop colocó las carpetas con los contratos. — Ahí están las propuestas, tienen 48 horas para darnos la respuesta. Este era el objetivo de la reunión, se pueden ir de mi casa – y con l
Se debatió por un segundo en irse corriendo de la escena más humillante de su vida, pero sus ojos se cruzaron por debajo de la gorra con los fríos y penetrantes de Henry y supo, que muchas opciones no le quedaban. Tenía que haber asesinado a ese malnacido cuando lo tuvo en sus manos. Albert se acercó sudando más que un cerdo en un horno y tomó una libretita que le pasó una de las secretarias. La atmósfera estaba como en pausa y con la vestimenta, y la gorra, aun la mayoría no lo había reconocido como el jefe al cual le reían todas las gracias, hasta hace a penas unos días. — ¡Quítate la gorra, es una falta de respeto que un empleado esté así delante de sus superiores y del director! — ¡Solo te faltan unos lentes oscuros para parecer un maleante! - uno de los directivos lo requirió. Con palidez, Albert se retiró la gorra y quedó ante la mirada asombrada de todos los presentes. — Ah, tío, pero si eras tú – Henry le dijo burlón — Caballeros, estamos haciendo un experimento socia
— Henry, esto es tan vergonzoso, de verdad cada vez te vuelves más pervertido.Eva estaba con un tono rosado por todo su cuerpo, con el torso pegado sobre la mesa, inclinada hacia delante y las nalgas empinadas.Sus senos caían desnudos sobre la madera, con los botones del frente del vestido abiertos, porque Henry se había encargado de chupárselos y toquetearlos con ganas.Ahora las dos manos de Eva se dirigían atrás, abriéndose las nalgas, de espaldas a su esposo, con la falda del vestido recogida en la cintura.Sus piernas enfundadas en unas medias negras abiertas, sostenidas por un liguero a su cintura y sus bragas, ya las tenía su calenturiento esposo en las manos.— Ábrete un poco más, déjame ver bien mi postre - le ordenó ronco, observando el rosado coño delante de él, que Eva separaba con sus dedos, abriendo los labios mayores.La pequeña entrada humedecida, latía en deseos de ser profanada.Eva decía que estaba avergonzada, pero bien que le gustaban estos juegos lujuriosos con