—¡Me caso! —dije en cuanto abrí la puerta para que mi mejor amiga entrara.
Nos encontrábamos en mi apartamento, mi jefe y futuro suegro me había dado el día libre. Jane llegó al instante que la llamé y aquí estábamos. —¡¡¡Oh, por Dios!!! ¿Cómo es que te casas? ¿Con quién? ¿Cuándo? —exclamó, casi gritando— Que yo sepa no tienes novio, hasta llegué a pensar que eras lesbiana y querías conmigo. Rodé los ojos al tiempo que me tumbaba en el sofá a la par de Jane, mientras le respondía: —Aún no sé cuando, mi jefe no me lo ha dicho. Jane frunció el ceño. —Espera, ¿qué? ¿Tu jefe? —afirmé— ¿Me estás diciendo que te casas con tu jefe, el que de seguro es viejo y panzón? ¿Sabes? Hubiese preferido que fueras lesbiana. La fulminé con la mirada, reprendiéndola. —¡Jane! ¿Cómo puede decir que me prefieres lesbiana? Tan lindos y hermosos que son esas cosas satánicas llamados hombres. —Pero Emma, ¿habiendo tantos chicos guapos, preferiste al panzón de tu jefe? —¡No, Jane! Y mi jefe no es un panzón como tu dices, para su edad parece demasiado joven, se conserva muy bien, ¡y no, no voy a casarme con él! Y es cierto, mi jefe a sus 60 años estaba como cualquier joven de 25 quisiera estar. Y cualquiera lo quisiera de Sugar Daddy, sin incluirme a mí. —¿Entonces? —Con... con su hijo —Jane abrió los ojos como chica teniendo su primera vez y tapó su boca con una de sus manos que se habían abierto por la impresión. —Emma, ¿estás bien? —pasó su mano por mi frente, cerciorándose de que no tuviera fiebre. —Sí, Jane, estoy bien. —¡Pero Emma! Tú misma me has dicho que ese tipo es un idiota y que lo detestas, ¿cómo es que ahora vas a casarte con él? ¿Has ido al médico? Rodé los ojos. —Ese es el punto, Jane, por eso me caso con él —sonreí. Vuelve a fruncir el ceño. —¿Estás diciéndome que te casas con él porque lo detestas? ¿Podrías explicarte, por favor? ¡Nada de eso tiene sentido! —Mira, el muy idiota de seguro no sabe que seré yo su esposa... —¿Cómo que no sabe? Emma, no te entiendo. —¡No interrumpas! Su padre, mi jefe, me ha pedido que me case con él, o sea con su hijo. Mañana a las 4pm, el chofer de mi jefe me recogerá e iré a conocerlo… Aunque ya lo conozco. —Emma, en serio, me estás enredando —me miró con reproche. —Me caso por contrato por seis lindos y pequeños meses, y el idiota ese no sabe que yo seré su esposa —sonreí macabramente— Cuando lo sepa, de seguro va a pegar el grito al cielo, ¿y qué mejor venganza para lo que me hizo pasar esa vez, que darle de su propia medicina? Jane sonrió malvadamente cuando por fin lo ha entendido. —Oh, Emma, eres una genia, venga esos cinco —sonreí y chocamos palmas— Pero... ¿estás segura de poder soportarlo todos los días? Y mira que por lo que me has contado, no ha de ser fåcil soportar a un idiota como ese. Sacudí la cabeza. —Umm, corrección querida amiga, será él quien tenga que soportarme —le guiñé un ojo y sonreímos malvadas. *** La casa o más bien mansión de los Russell es hermosa, de un color blanco perla con paredes de ladrillo. Posee ventanas también blancas y enfrente, una fuente desprendía grandes chorros de agua dándole un toque muy refinado. Este era el cielo de Dios. —Señorita, por aquí por favor —Gerald, el chófer, me conduce a la puerta y entramos. —¡Qué bueno que ya estás aquí! —el señor Russell se me acercó y me ofreció su brazo, el cual tomé encantada. Miré por toda la sala buscando a los demás pero no había nadie más que el señor Russell y algunos empleados. Mi jefe pareció darse cuenta. —No, no hay nadie más aquí. Quise que primero se conozcan mi hijo y tú para que vayan interactuando, ya luego te presentaré a toda la familia. —Claro. —Pero vamos, que te mostraré el lugar —afirmé levemente, mientras mi jefe me muestra el lugar. Mis ojos recorrieron aquella sala y no podía dejar de sorprenderme; el recibidor era precioso y podía darme cuenta que del otro lado había una chimenea. Habían varios cuartos más arriba, el piso era de un color mármol brillante, que le daba un espectacular lujo al lugar, tenía unas columnas blancas de cerámica que sostenían el tejado, unos candelabros que colgaban de ellos pero solo era decoración. ¡Oh, por Dios! Todo mi apartamento cabía aquí. Seguimos caminando, mientras el señor Russell me indicaba que contenía cada cuarto hasta que nos detuvimos en uno en específico, el despacho. —He aquí el despacho, debemos entrar, dentro está mi hijo y tu futuro esposo. Tuve que contenerme una carcajada por lo de "tu futuro esposo", este momento lo ameritaba, pero debía mantenerme lo más seria posible. Aunque cuando mi jefe me presentó ante él, me permití al menos sonreír por la cara de "¿wtf?" que había puesto. ¡Santa virgen! Empezaba a creer que valía la pena tanto sacrificio. —Nicolas, ella es Emma Benedict, la mujer que dentro de poco será tu esposa. El señor Russell se hizo a un lado y hace un ademán con la mano, señalándome de arriba a abajo. La cara de Nicolas era de "¿en serio esta es la mujer con la que me casaré?". Sus ojos se abrieron como platos y lo vi tragar grueso. ¿Cómo es posible que sus ojos se abran tanto? —Los dejo solos para que se vayan conociendo —habló el viejo Russell. Sin ninguna palabra más, mi jefe se marchó, dejándome a solas con este niño mimado, quien me miraba con aprensión. Yo lo hice de manera desafiante. —¡¿Tú?! —exclamó cuando al fin logró pronunciar alguna palabra. Le sonreí más que triunfante— ¡¿Qué m****a?! —Sí, querido, yo —respondí como lo más obvio. —¿Qué estás haciendo aquí? —¿No es obvio? Seré tu esposa. —¡Já!, permíteme reírme, por favor, ¿mi esposa tú? ¡Estás loca! ¡Jamás lo serás, nunca! Mi padre no permitirá que la estúpida, pobretona e inútil que me tiró café encima se case conmigo —sonrió con suficiencia. *** Nicolas Nunca pensé que tendría que casarme por obligación, solo por el simple hecho de que mi queridísimo abuelo puso la estúpida condición de que si quería heredar todos sus bienes y patrimonios, tendría que casarme antes de cumplir los 30 años. Así que aquí estaba, en el despacho de mi padre, esperando que entrara por la puerta la mujer con la que me casaría, alguien que mi padre había buscado. No sabía de dónde, cómo, ni quién era y para ser honesto, prefería no saberlo. Quería huir de todo esto, de toda esta farsa, pero no podía, ya que si lo hacía, mi familia y yo nos quedaríamos en la ruina, prácticamente en la calle y realmente no pensaba ni quería pasar por eso. Pensaba dejarle las cosas claras a mi futura esposa desde el primer momento, esto solo sería un paripé de vista ante la gente y mi familia, ella no será ni significará nada en mi vida. Nunca creía que pudiera volver a amar. Desde la traición de Valery, mi ex-novia, juré que no habrá nadie más en mi vida y me encargaré de que así sea. Las mujeres sólo podían servir por un rato, para que nos satisficieran, ya que si les dabas tu amor y fidelidad, terminarían por traicionarte. ¡Já! y pobre de las que se me cruzaran… ¡No!, pobre de aquella chica la cual pretendía ser mi esposa, la que de seguro lo hacía por ambición, por mis millones, por el dinero. ¿Qué otra explicación habría para que pretenda casarse conmigo sin amor, o peor aún, sin conocerme? Pobre de ella, no viviría para contarlo. Escuché cómo la puerta del despacho de mi padre se abría y despejé mi mente de todos esos pensamientos que me atormentaban. Vi cómo mi padre entró y justo detrás de él estaba una jóven, la cual no logré divisar bien. Imaginé que sería ella mi esposa. Es que no podía ser cierto, ella no. Pero estaba seguro de que en cuanto le dijera a mi padre de que ella fue la inútil que me manchó la ropa recién estrenada, la iba a despedir. Ella parecía estar burlándose de mí, como si todo esto fuera un circo para ella o yo fuera el payaso más bien. ¿Por qué tenía que ser tan insoportable? —Oh, se me olvidaba lo mimado que es, pero descuide, ante los ojos de su padre soy la imagen a la perfección —dijo muy segura. —Dígame señorita… —la miré de reojo y esbocé una risa sarcástica— ¿por qué pretende casarse conmigo sin amor? ¿Es por el dinero? Dígame, ¿cuánto le pagó mi padre? Puedo darle más de lo que él le ofrece, el doble, el triple si así lo quiere... Dime cuánto y te lo doy, así nos libramos de toda esta m*****a farsa. ¡Dime! —No quiero su cochino dinero y no, no me caso con usted por eso —alzó la barbilla. —Buen chiste señorita "perfección", buen chiste. ¡Oh, claro!, ahora lo entiendo —ella frunció el ceño— No me diga, ¿acaso se ha enamorado de mí? iJá!, lo sabía, nadie puede resistirse a mis encantos... Ella empezó a reír y no entendí cuál era el chiste, porque no encontraba otra explicación lógica para que ella estuviera aquí, dispuesta a participar en esta farsa.—¡¿Terminaste?! —espeté irritado. —Permítame reírme, por favor… —dijo copiando mis palabras— ¿Yo enamorada de usted? Buen chiste, señor... mimado. La fulminé con la mirada, estaba harto de que me dijera "señor mimado" porque no era un mimado y mucho menos un niño. —No quiere mi dinero, como si fuera a creerle —rodé los ojos. —Piense lo que quiera —no había perdido la sonrisa— Además, le conviene que me case con usted o si no lo pierden todo —maldita sea, lo sabe— Y ya le he dicho que no quiero su dinero —continuó diciendo. Sí, claro. —Todas las de su tipo son iguales, siempre quieren lo mismo, ¿por qué usted no? Si al final, todas son igual de zo... —no logré terminar la frase, ya que siento su palma en mi mejilla— ¡Ahh! Eso sí que dolió. —¡Imbécil! —dijo molesta y yo solo me froté la mejilla porque créanme, golpea fuerte. —No debería ofenderse con la verdad —levantó su mano, intentando darme otra bofetada, pero esta vez logré detenerla en el aire— Espera, ¡no otra vez! —¡S
Los aplausos de los invitados se hicieron presentes, mientras nos colocábamos los anillos. No podía dejar de ver el mío, era hermoso, tenía un diamante en el medio lo cual lo hacía brillar. Luego firmamos los papeles y los aplausos no dejaron de sonar, mientras los invitados se nos acercaron a felicitarnos. Pobres, creían que esto era real. —Estoy feliz, al fin te casaste, amiga —habló una Jane melancólica. ¿Pero qué le pasaba? —Esto es un contrato, Jane y lo sabes, dentro de seis meses acabará. —¿Quién sabe lo que pueda pasar? —me guiñó un ojo. —Nada. No pasara nada, Jane y deja de leer tantos libros y de ver tantas novelas baratas y tontas, por favor, o te volverás loca. —Tú dirás lo que quieras, pero ya verás que tengo razón —sonrió ampliamente—. Cuando tengan hijos, no te olvides de mí para su madrina. Abrí mi boca para hablar, pero fui interrumpida por mi suegra. —De nuevo bienvenida a la familia, hija —habló con los ojos llorosos, a lo que yo afirmé con una sonrisa de
6:32 am marca el reloj y yo ya estaba despierta, acostumbraba a despertar más temprano, pero me di el gusto de no hacerlo. Aparté las sábanas que cubrían mi cuerpo y me puse en pie. Lavé mi rostro, mis dientes y en pijama bajé hacia la cocina, encontrándome con una Rosa somnolienta. —Buenos días, señora Emma. ¿Qué desea desayunar? —saludó al instante en que me ve. —Buenos días, Rosa... Y trátame de tú, por favor. —Disculpe, pero usted es la señora de la casa y mi deber es tratarla con respeto. —Solo soy la esposa, Rosa. Son ellos los del billete, no yo. Y si así fuera, no existe ninguna diferencia, todos somos iguales. Dime Emma, ¿de acuerdo? —enarqué una ceja y ella sonrió. —De acuerdo se... Emma. —Así está mejor —sonreí—. ¿Me puedes dar un jugo, por favor? —Claro, ahora mismo se lo hago —miró detrás de mí—. ¿Y el señor Russell? —¿Quién? ¿Nicolas? —ella asintió—. Ah, mi querido esposo aún duerme, ya bajará luego. —De acuerdo. Eh... —sabía que quería decirme o preguntarme alg
Las horas de trabajo terminaban y preparé mis cosas para regresar a casa.Tomé mi cartera y salí a tomar el ascensor privado que mi jefe indicó, cuando sentí que alguien me tomaba del brazo. ¿Qué mier...? Iba a golpear a quien sea que me tomó del brazo, pero me detuve al ver que se trataba de nada más y nada menos que de Nicolas Russell.—¿Qué?Él se aclaró la garganta y me soltó el brazo.—Iremos juntos a casa, Emma —dijo serio.—No necesito que frente a mí finjas ser el marido modelo —alcé una ceja, aburrida de su cara de cera.¿No podía siquiera esbozar una m*****a sonrisa? —No estoy fingiendo nada, te detesto tanto como siempre —escupió de mal humor y no pude evitar sonreír—. Lo hago por petición de mi padre, no te creas tan…—Bien, vamos —asentí, interrumpiéndolo.Él resopló, pero no dijo nada. Quizás ya estaba aprendiendo a no provocar a la bestia Emma.Bajamos el ascensor y caminamos hasta su auto. Intenté abrir la puerta del auto para subir, pero él me detuvo.—Irás adelante
NickDesperté, sintiendo la claridad de la luz que entraba por mi ventana y pestañee varias veces para adaptarme a ella. Me senté en la cama y observé a Emma, quien estaba boca abajo plácidamente dormida. No entendía cómo podía dormir bien en tan pequeño espacio, yo ni loco podía dormir ahí. La seguí observando y noté que vestía un diminuto short que cubría la mitad de su muslo y una blusa larga como pijama, lo sabía porque estaba descubierta, no porque hubiera querido mirar.Como sea, tomé la sábana y cubrí su cuerpo con ella, ni siquiera sabía porqué lo hacía, debería dejarla morir con el frío que estaba haciendo, pero tampoco era un desalmado. Me vestí para ir a correr como todos los días y al regresar a casa, fui directo a la cocina, encontrándome con Rosa.—Buenos días, joven —me saludó. —Bu-buenos días —balbucee, nervioso al recordar que me porté como un idiota con ella y no sabía cómo disculparme—. Rosa —dije, captando su atención—. Lo del otro día... yo no estaba de buen hu
Emma Se escucharon unos aplausos de todos los presentes y Nick separó rápidamente sus labios de los míos. Yo lo miré a los ojos sin decir nada. —Pueden retirarse —dijo mi esposo de mentira de manera contenida, parecía molesto. Sujetó mi mano de mala gana y entramos a la empresa sin dirigirnos palabra. Ya libres de todos las cámaras, nos soltamos y sin mirarnos siquiera, cada uno fue por su lado, yo hacia la oficina que me dio su padre junto a mi mejor amiga –quien no dejaba de mirarnos con una sonrisa divertida y pícara–, y él a la suya. —Oye, Emma… —No digas nada —la interrumpí de inmediato, colocando los ojos en blanco. Ya sabía lo que diría, y francamente me tenía sin cuidado. —Pero qué amargada… —mi mejor amiga se calla, al notar que una mujer se encuentra en mi oficina—. ¿Y esta de dónde salió? —Jane… —la reprendí en voz baja, dirigiéndome luego a la desconocida—. Buenos días, ¿que se le ofre…? —Alisson —cortó con una sonrisa falsa, mirándome de arriba a abajo—. Tú d
No pude contestar un solo mensaje o llamada que entraba a mi celular, me había ido a una parte solitaria de la ciudad por horas y aunque los pies me dolían, no pensaba regresarme a la mansión Russell. No tenía ganas de nada, ni siquiera fingir que era más fuerte que el imbécil de Nicolas Russell, no sabía cómo iba a soportar verlo después de lo que había pasado. "Una madre drogadicta que te abandonó" "Tu familia no vale nada" Resoplé y en ese momento recibí el milésimo mensaje del día, le di una oleada sin muchas ganas y me di cuenta que se trataba de Nancy, la hermana de Nick. Mordí mi labio y rodé los ojos, respondiéndole solamente a ella sobre mi paradero. Parecía preocupada y eso me hacía sentir mal. Sí, de acuerdo, era una débil. No tuve que esperar mucho tiempo, Nancy apareció con la expresión de su rostro alterado, rodeandome con sus brazos y apretándome tan fuerte, que pensé que iba a romperme una costilla. —¿Por qué demonios viniste hasta aquí? —casi gritó en mi oído
Emma se zafó de mi agarre rápidamente y me miró con mala cara, afortunadamente estábamos solos y no había nadie a nuestro alrededor, de lo contrario, sería un nuevo escándalo. —No estoy jugando —respondió tajante, arreglando su blusa de manera tranquila, aunque sus ojos…—¿Vas a responder mi pregunta? —alcé una ceja y la vi sonreír sin ganas, sacudiendo la cabeza—. ¿Por qué el teatrito? Eso pareció enfurecerla.—¿Crees que eres el único que sabe hacer un papel? —su tono era de resentimiento—. Te hice un favor y así me pagas, es increíble. Me quedé paralizado, analizando sus gestos. Parecía estar llamándose al autocontrol, tomó varias veces aire y luego mostró ser una gran actriz, porque su rostro no reflejaba nada, ni siquiera sus ojos.—Querido esposo, voy a salir un rato —habló con falso tono meloso, dándome la espalda, rumbo a la salida. Pero, ¿qué?Acababa de cambiar de estado de ánimo en un santiamén, ¿qué clase de persona era? Me quedé parado como estatua, hasta que decidí s