El beso seguía siendo intenso, y nuestros instintos más salvajes estaban saliendo a flote, sentía que lentamente nos arrastraba a un abismo de locura y deseo sin fin. No quería parar, me sentía urgente, desesperada, completamente urgida por tenerlo entre mis piernas llenándome con su virilidad y haciéndome gemir y jadear en voz alta con desesperación.Nick me giró hasta dejarme de espaldas, comenzando a besar mi hombro y a meter sus manos por debajo de mi blusa, tocando mis pechos.El recuerdo de la vez pasada me golpeó con fuerza y me quedé paralizada, volviéndome hacia él con actitud retadora.—Si no vas a continuar, mejor vete ahora mismo —dije con tono de reproche, tratando de ocultar mi vulnerabilidad.—Te deseo como nunca —replicó Nick con voz ronca. — Quiero hacerte el amor, hacerte mía, pero voy a seguir solo si tú quieres.Resoplé, y él rió bajito, soltando un jadeo cuando apreté su miembro viril en un puño que lo hizo gemir de dolor.—Digo la verdad, cariño —dijo con voz ah
Mi frente estaba sudorosa cuando me apoyé sobre los codos, viendo cómo Nick se subía encima de mí. Me besó de nuevo, y pude probar mi propio sabor en sus labios, lo que me hizo estremecer aún más. Aplastó su cuerpo contra el mío, mis pezones rozando su pecho enviaron otra oleada de placer a través de mí columna vertebral.Nick estaba frente a mí con su frente pegada a la mía, su mirada era tan intensa que parecía penetrar en lo más profundo de mi ser.—¿Estás lista? —preguntó, su voz era un susurro cargado de ternura y anticipación.A punto de darle un golpe en el brazo para mostrar mi impaciencia, no pude evitar soltar una risa nerviosa. A pesar de mi intención, le dije con una sonrisa juguetona:—Si no lo haces ahora, lo vas a lamentar.Nick soltó una risa baja, una que resonó con la misma calidez que sus manos al deslizarse por mi cintura. Besó la punta de mi nariz con un gesto de ternura que hizo que mi corazón latiera con más fuerza.—Entonces, vamos —murmuró, y lentamente comen
Después de hacer el amor, el aire en la habitación se sentía espeso, casi sofocante. Me acurruqué contra Nick, intentando encontrar consuelo en su calor, pero no podía evitar sentirme diminuta, insignificante, como si la intensidad de lo que acabábamos de compartir me abrumara por completo. No era solo el acto físico lo que me hacía sentir así; era todo lo que había dicho, todo lo que había dejado implícito con sus palabras, y lo que no había dicho, lo que aún ocultaba.No sabía cómo responder a lo que él había confesado, había sido un torrente de emociones, y yo estaba paralizada por el miedo. No quería que pensara que no correspondía a sus sentimientos, porque lo hacía. Estaba enamorada de él, profundamente. Pero el temor, ese miedo corrosivo que se arrastraba en mi interior, me impedía entregarme por completo. Había tantas mentiras entre nosotros, tantos misterios que nunca se resolvieron. Me aterraba la idea de que todo esto no fuera real, que Nick solo estuviera representando
Era como si mi dolor lo afectara de una manera que no podía ocultar, y esa preocupación genuina en sus ojos me conmovió profundamente. Por un instante, pensé que lo que me ocultaba debía ser algo realmente grave, algo que no se atrevía a compartir conmigo.Mi voz tembló al salir, pero logré articular las palabras que tenía enterradas en mi pecho:—Yo también estoy enamorada de ti, Nick.Sus ojos se iluminaron, brillando con un entusiasmo que hacía tanto que no veía en él. Se inclinó hacia mí, atrapando mis labios en un beso. Fue un beso suave al principio, lleno de amor y ternura, pero pronto se volvió más urgente, más desesperado. Cada beso venía acompañado de un susurro, un “te amo” repetido una y otra vez, como si esas palabras pudieran sellar la promesa que nos hacíamos en ese momento.Lo besé con la misma intensidad, sintiendo cómo sus manos comenzaban a deslizarse por mi cuerpo, acariciándome con una mezcla de devoción y deseo. Era como si estuviéramos tratando de reafirmar l
EmmaDesde que volvimos de Cancún, el silencio parecía haberse instalado entre nosotros como una sombra. Nick estaba algo distante, y aunque intentaba actuar como si todo estuviera bien, yo sabía que algo no lo estaba. Lo sentía en cada gesto, en cada palabra no dicha, y todo comenzó con esa maldita visita al hospital.Habíamos llegado al hospital en silencio, escoltados por los guardaespaldas, quienes nos seguían como sombras. No había intercambio de palabras entre Nick y yo, solo un aire tenso que no se podía ignorar. Cuando el ascensor se detuvo en el piso de Karen, él me dejó pasar primero, un gesto que normalmente habría considerado caballeroso, pero que en ese momento solo me hizo sentir más distante de él.Al llegar a la habitación, me detuve en seco. La puerta estaba apenas entreabierta, y pude ver a Karen recostada en la cama, su rostro estaba pálido pero con una expresión serena. Sentí una punzada de celos, un ardor que me quemaba por dentro. Sabía que no tenía derecho a
Una esposa para su hijo Era un día casi normal en la oficina donde era asistente del señor Patrick Russell, magnate empresario con más de treinta años de experiencia y el hombre más bondadoso que había conocido jamás. Y dije casi, porque había llegado tarde por culpa de mi maldito despertador. Mi jefe era un hombre cabal y serio, a diferencia de su quejumbroso hijo, un chiquillo mimado que sería el futuro presidente y dueño de las empresas Blomkamp C.A, una a la que daba por perdida en manos de semejante ser insufrible. En fin, esperaba tener el dinero suficiente ahorrado, porque estaba segura que una vez que Nicolas tomara el mando, me mandaría de patitas a la calle, sólo por un tonto accidente que no era capaz de olvidar. Estaba revisando unos papeles importantes para entregarle a mi jefe, cuando recibí un llamado urgente a su oficina. —¿Me llamaba, señor Russell? —entré con carpetas en mano, por si acaso íbamos a hablar de la junta de las 3pm. —Sí, señorita Benedict. Siéntes
—¡Me caso! —dije en cuanto abrí la puerta para que mi mejor amiga entrara. Nos encontrábamos en mi apartamento, mi jefe y futuro suegro me había dado el día libre. Jane llegó al instante que la llamé y aquí estábamos. —¡¡¡Oh, por Dios!!! ¿Cómo es que te casas? ¿Con quién? ¿Cuándo? —exclamó, casi gritando— Que yo sepa no tienes novio, hasta llegué a pensar que eras lesbiana y querías conmigo. Rodé los ojos al tiempo que me tumbaba en el sofá a la par de Jane, mientras le respondía: —Aún no sé cuando, mi jefe no me lo ha dicho. Jane frunció el ceño. —Espera, ¿qué? ¿Tu jefe? —afirmé— ¿Me estás diciendo que te casas con tu jefe, el que de seguro es viejo y panzón? ¿Sabes? Hubiese preferido que fueras lesbiana. La fulminé con la mirada, reprendiéndola. —¡Jane! ¿Cómo puede decir que me prefieres lesbiana? Tan lindos y hermosos que son esas cosas satánicas llamados hombres. —Pero Emma, ¿habiendo tantos chicos guapos, preferiste al panzón de tu jefe? —¡No, Jane! Y mi jefe no es un pa
—¡¿Terminaste?! —espeté irritado. —Permítame reírme, por favor… —dijo copiando mis palabras— ¿Yo enamorada de usted? Buen chiste, señor... mimado. La fulminé con la mirada, estaba harto de que me dijera "señor mimado" porque no era un mimado y mucho menos un niño. —No quiere mi dinero, como si fuera a creerle —rodé los ojos. —Piense lo que quiera —no había perdido la sonrisa— Además, le conviene que me case con usted o si no lo pierden todo —maldita sea, lo sabe— Y ya le he dicho que no quiero su dinero —continuó diciendo. Sí, claro. —Todas las de su tipo son iguales, siempre quieren lo mismo, ¿por qué usted no? Si al final, todas son igual de zo... —no logré terminar la frase, ya que siento su palma en mi mejilla— ¡Ahh! Eso sí que dolió. —¡Imbécil! —dijo molesta y yo solo me froté la mejilla porque créanme, golpea fuerte. —No debería ofenderse con la verdad —levantó su mano, intentando darme otra bofetada, pero esta vez logré detenerla en el aire— Espera, ¡no otra vez! —¡S