—¡¿Terminaste?! —espeté irritado.
—Permítame reírme, por favor… —dijo copiando mis palabras— ¿Yo enamorada de usted? Buen chiste, señor... mimado. La fulminé con la mirada, estaba harto de que me dijera "señor mimado" porque no era un mimado y mucho menos un niño. —No quiere mi dinero, como si fuera a creerle —rodé los ojos. —Piense lo que quiera —no había perdido la sonrisa— Además, le conviene que me case con usted o si no lo pierden todo —maldita sea, lo sabe— Y ya le he dicho que no quiero su dinero —continuó diciendo. Sí, claro. —Todas las de su tipo son iguales, siempre quieren lo mismo, ¿por qué usted no? Si al final, todas son igual de zo... —no logré terminar la frase, ya que siento su palma en mi mejilla— ¡Ahh! Eso sí que dolió. —¡Imbécil! —dijo molesta y yo solo me froté la mejilla porque créanme, golpea fuerte. —No debería ofenderse con la verdad —levantó su mano, intentando darme otra bofetada, pero esta vez logré detenerla en el aire— Espera, ¡no otra vez! —¡Suélteme! —peleó para zafarse y yo solo apreté más mi agarre en su muñeca— Usted y su cochino dinero pueden irse al mismísimo infierno! —se soltó con rabia— Nada de esto estuviera pasando si usted hubiese sido un poquito amable aquel día, pero no, el nene de papi no puede con su orgullo y lo pone por encima de todos… ¿De niño mimado ahora pasé a nene de papi? —¿Entonces lo haces por eso? ¿Es porque quieres vengarte? Pues entonces atente a las consecuencias y prepárate para ir al infierno —sin más, tomé el pomo de la puerta y lo último que escuché antes de salir fue: —Ya veremos quién va primero, querido. —¿Qué pasó, hijo? ¿Todo bien con Emma? —preguntó mi padre cuando me lo crucé en la sala, tomándose una copa— ¿Qué te pareció? Suspiré. —Mejor esposa no pudiste haberme conseguido, padre —esbocé una sonrisa falsa. —Lo sé hijo, ella es la imagen de la perfección. —Era sarcasmo, padre, esa tipa es una... ni siquiera sé con qué palabra describirla —él frunció el entrecejo— Esa tipa es la que me tiró café encima —le recordé y él me miró sorprendido. —¿En serio? —Estaba más que asombrado— Vaya que es muy de armas tomar, perfecta para ti, hijo, quizá ella pueda ayudarte a dejar tu orgullo atrás y… ¿Qué? ¿Es en serio esto? —¿Qué? ¿Encima la defiendes? ¡No lo puedo creer, padre! Pones a esa tipa por encima de tu hijo, jamás lo imaginé —no podía con esto, me largaba. —Espera hijo, ¿a dónde vas? —A donde no prefieran a la empleada antes que a su hijo. Caminé hasta mi auto y me dirigí a una disco, donde podía perderme toda la noche sin darle cuentas a nadie, así era como me gustaba estar. *** Al día siguiente hice mi rutina diaria como siempre, y bajé a desayunar. Hoy no tenía ganas de ir a correr por la fiesta de anoche, así que decidí no hacerlo. Rosa ya había servido la mesa y estaba listo para disfrutar mi desayuno, cuando mi padre entró. —Buenos días, hijo —me saludó, a lo que yo le mostré una sonrisa de lo más fingida, como todas mis sonrisas— Tenemos que hablar. Suspiré, estoy seguro de lo que quería hablar y no estaba de ganas como para discutir en el desayuno, pero tampoco podía escapar, de todas formas teníamos que discutirlo. —Dime —dije cortante y me llevé el primer bocado a la boca. —Emma y tú se casan en una semana —escupí lo que me estaba llevando a la boca por lo inesperado que había sido eso. ¿Era en serio? Sabía que tenía que casarme pronto, pero igual no dejaba de sorprenderme y menos que sería el mismo día de mi cumpleaños. —¿Qué? ¿Una semana? ¿El día de mi cumpleaños? —mi padre asintió tan tranquilo, como si fuese lo más normal del mundo casarse con alguien por conveniencia/obligación, mientras se llevaba un trozo de comida a la boca. ¡Por Dios, era mi vida! ¡Era mi cumpleaños! —El mejor regalo que podrías tener, es Emma —dijo encogiendo los hombros así de relajado, llevándose otro bocado. ¡Es que no podía ser! Emma acababa de joder mi desayuno, joderá mi cumpleaños y estaba seguro que también lo hará con mi vida. *** Emma Si hace un tiempo atrás me hubiesen dicho que me casaría con el hijo de mi jefe, me hubiese reído en sus caras hasta hacerme pipí en los pantalones. Pensé que esto sería algo íntimo, el juez, Nicolas, el señor Russell y su familia y yo, pero no; la madre de Nicolas a quien conocí hace tres días –lo sé, loco casarse a los tres días de haber conocido a la familia de mi recién conocido futuro esposo–, insistió en hacer una reunión con sus familiares y algunos conocidos en el jardín de la mansión, que fuera algo a todo dar porque los periodistas estarían al pendiente de la boda del año. Eso me ponía algo nerviosa, pero debía recordar que lo hacía para darle una lección al tonto de Nicolas y por qué no, sacar algo de dinero también, aunque jamás lo admitiría en su "fea" cara. En el pequeño tiempo que conocí a su familia, nos hemos caído bien. La señora Alba era la suegra que todas desean, era súper amable, tenía un físico estupendo, a sus 57 años y tres hijos se mantenía en forma, lucía espectacular. Nancy, la hermana melliza de Nicolas era muy linda, la cuñada perfecta; tenía los ojos marrones igual a los de Nicolas y su padre, el cabello castaño igual a su madre, ya que el señor Russell tenía el cabello negro como la noche, era alta y delgada, su cuerpo es impresionante y con el vestido que traía puesto, sus curvas se delineaban a la perfección. Nicolas también tenía lo suyo, era muy, muy guapo, podía ser egocéntrico, un hijo de papi o lo que yo quisiera, pero no iba a negar lo atractivo y sexy que era, se notaba que ha trabajado para mantener ese cuerpazo y eso que no lo había visto desnu... en fin. Tenían otro hermano 5 años menor que ellos, no sabía cómo era, ya que no pudo venir a la boda por asuntos personales, pero prometió venir para la boda por la iglesia, cosa que nunca pasará. Los invitados ya habían llegado y esperaban ansiosos la famosa boda, entre ellos Jane, quien me arregló junto a Nancy, solo un poco de polvo y rímel, mi cabello lo recogieron en un moño que colgaba hacia mis hombros. Un vestido blanco lleno de flores, yo hubiese preferido uno negro porque más que mi boda, esto es estar de luto o muerta de camino al infierno, directo hacia los brazos de satán, en este caso, Nicolas Russell. Pero según ellas, era mi boda y tenía que lucirme. Así que aquí estaba, frente al altar, si es que eso se llama de esa forma, escuchando las palabras del juez de paz. —Me alegra mucho que hayan decidido firmar este contrato —nerviosa, volteé a ver a mi jefe, quien miró la escena igual de nervioso. —¿Qué… contrato? —intervino temeroso mi "suegro", mirando hacia todos, porque ya le puedo decir suegro, ¿verdad? Por supuesto que el juez no era falso, pero sabía que esto no era más que un matrimonio falso, un contrato por seis meses, seguro que los documentos que firmaremos lo decían, así como estaba segura que habría uno falso donde decía que el matrimonio era real por si las moscas. Pero eso los demás no lo sabían. El juez sonríe. —Contrato de amor —suspiré aliviada y noté que el señor Russell también lo hizo— Casarse también es un contrato, pero uno donde las parejas sellan su amor firmando un papel. ¿Entienden, jóvenes? —Claro. El juez siguió con su discurso barato, y yo quería que esto acabara ya, no soportaba los malditos zapatos. Empecé a desesperarme mientras pasaron algunos minutos, pero luego vi la enojada cara de Nicolas y se me pasó. Es más, sonreí como si estuviera feliz de estar allí. El juez pasó al fin a la pregunta que todos habían estado esperando y vi la intriga en el rostro del señor Russell. —Señorita Emma Benedict, ¿acepta por esposo al Señor Nicolas Russell? Fijé mi mirada en él, vi súplica en sus ojos para no aceptar, sin embargo, sonreí triunfante porque no pensaba darle el gusto de no aceptar y ceder a su chantaje. —Sí, acepto —respondí fuerte y claro, segura. Seguido, el juez le hizo la misma pregunta a Nicolas, quien observó fulminante a su padre y a mí, hasta que no le quedó de otra que terminar por aceptar. —Los declaro marido y mujer, pueden besarse. ¿Besarse? ¿Dijo besarse? Ok, esto no estaba en el trato, pero en ninguna boda se ha visto que los novios no se besen, así que hago, mejor dicho, hicimos el mejor esfuerzo de todos los esfuerzos y nos… besamos.Los aplausos de los invitados se hicieron presentes, mientras nos colocábamos los anillos. No podía dejar de ver el mío, era hermoso, tenía un diamante en el medio lo cual lo hacía brillar. Luego firmamos los papeles y los aplausos no dejaron de sonar, mientras los invitados se nos acercaron a felicitarnos. Pobres, creían que esto era real. —Estoy feliz, al fin te casaste, amiga —habló una Jane melancólica. ¿Pero qué le pasaba? —Esto es un contrato, Jane y lo sabes, dentro de seis meses acabará. —¿Quién sabe lo que pueda pasar? —me guiñó un ojo. —Nada. No pasara nada, Jane y deja de leer tantos libros y de ver tantas novelas baratas y tontas, por favor, o te volverás loca. —Tú dirás lo que quieras, pero ya verás que tengo razón —sonrió ampliamente—. Cuando tengan hijos, no te olvides de mí para su madrina. Abrí mi boca para hablar, pero fui interrumpida por mi suegra. —De nuevo bienvenida a la familia, hija —habló con los ojos llorosos, a lo que yo afirmé con una sonrisa de
6:32 am marca el reloj y yo ya estaba despierta, acostumbraba a despertar más temprano, pero me di el gusto de no hacerlo. Aparté las sábanas que cubrían mi cuerpo y me puse en pie. Lavé mi rostro, mis dientes y en pijama bajé hacia la cocina, encontrándome con una Rosa somnolienta. —Buenos días, señora Emma. ¿Qué desea desayunar? —saludó al instante en que me ve. —Buenos días, Rosa... Y trátame de tú, por favor. —Disculpe, pero usted es la señora de la casa y mi deber es tratarla con respeto. —Solo soy la esposa, Rosa. Son ellos los del billete, no yo. Y si así fuera, no existe ninguna diferencia, todos somos iguales. Dime Emma, ¿de acuerdo? —enarqué una ceja y ella sonrió. —De acuerdo se... Emma. —Así está mejor —sonreí—. ¿Me puedes dar un jugo, por favor? —Claro, ahora mismo se lo hago —miró detrás de mí—. ¿Y el señor Russell? —¿Quién? ¿Nicolas? —ella asintió—. Ah, mi querido esposo aún duerme, ya bajará luego. —De acuerdo. Eh... —sabía que quería decirme o preguntarme alg
Las horas de trabajo terminaban y preparé mis cosas para regresar a casa.Tomé mi cartera y salí a tomar el ascensor privado que mi jefe indicó, cuando sentí que alguien me tomaba del brazo. ¿Qué mier...? Iba a golpear a quien sea que me tomó del brazo, pero me detuve al ver que se trataba de nada más y nada menos que de Nicolas Russell.—¿Qué?Él se aclaró la garganta y me soltó el brazo.—Iremos juntos a casa, Emma —dijo serio.—No necesito que frente a mí finjas ser el marido modelo —alcé una ceja, aburrida de su cara de cera.¿No podía siquiera esbozar una m*****a sonrisa? —No estoy fingiendo nada, te detesto tanto como siempre —escupió de mal humor y no pude evitar sonreír—. Lo hago por petición de mi padre, no te creas tan…—Bien, vamos —asentí, interrumpiéndolo.Él resopló, pero no dijo nada. Quizás ya estaba aprendiendo a no provocar a la bestia Emma.Bajamos el ascensor y caminamos hasta su auto. Intenté abrir la puerta del auto para subir, pero él me detuvo.—Irás adelante
NickDesperté, sintiendo la claridad de la luz que entraba por mi ventana y pestañee varias veces para adaptarme a ella. Me senté en la cama y observé a Emma, quien estaba boca abajo plácidamente dormida. No entendía cómo podía dormir bien en tan pequeño espacio, yo ni loco podía dormir ahí. La seguí observando y noté que vestía un diminuto short que cubría la mitad de su muslo y una blusa larga como pijama, lo sabía porque estaba descubierta, no porque hubiera querido mirar.Como sea, tomé la sábana y cubrí su cuerpo con ella, ni siquiera sabía porqué lo hacía, debería dejarla morir con el frío que estaba haciendo, pero tampoco era un desalmado. Me vestí para ir a correr como todos los días y al regresar a casa, fui directo a la cocina, encontrándome con Rosa.—Buenos días, joven —me saludó. —Bu-buenos días —balbucee, nervioso al recordar que me porté como un idiota con ella y no sabía cómo disculparme—. Rosa —dije, captando su atención—. Lo del otro día... yo no estaba de buen hu
Emma Se escucharon unos aplausos de todos los presentes y Nick separó rápidamente sus labios de los míos. Yo lo miré a los ojos sin decir nada. —Pueden retirarse —dijo mi esposo de mentira de manera contenida, parecía molesto. Sujetó mi mano de mala gana y entramos a la empresa sin dirigirnos palabra. Ya libres de todos las cámaras, nos soltamos y sin mirarnos siquiera, cada uno fue por su lado, yo hacia la oficina que me dio su padre junto a mi mejor amiga –quien no dejaba de mirarnos con una sonrisa divertida y pícara–, y él a la suya. —Oye, Emma… —No digas nada —la interrumpí de inmediato, colocando los ojos en blanco. Ya sabía lo que diría, y francamente me tenía sin cuidado. —Pero qué amargada… —mi mejor amiga se calla, al notar que una mujer se encuentra en mi oficina—. ¿Y esta de dónde salió? —Jane… —la reprendí en voz baja, dirigiéndome luego a la desconocida—. Buenos días, ¿que se le ofre…? —Alisson —cortó con una sonrisa falsa, mirándome de arriba a abajo—. Tú d
No pude contestar un solo mensaje o llamada que entraba a mi celular, me había ido a una parte solitaria de la ciudad por horas y aunque los pies me dolían, no pensaba regresarme a la mansión Russell. No tenía ganas de nada, ni siquiera fingir que era más fuerte que el imbécil de Nicolas Russell, no sabía cómo iba a soportar verlo después de lo que había pasado. "Una madre drogadicta que te abandonó" "Tu familia no vale nada" Resoplé y en ese momento recibí el milésimo mensaje del día, le di una oleada sin muchas ganas y me di cuenta que se trataba de Nancy, la hermana de Nick. Mordí mi labio y rodé los ojos, respondiéndole solamente a ella sobre mi paradero. Parecía preocupada y eso me hacía sentir mal. Sí, de acuerdo, era una débil. No tuve que esperar mucho tiempo, Nancy apareció con la expresión de su rostro alterado, rodeandome con sus brazos y apretándome tan fuerte, que pensé que iba a romperme una costilla. —¿Por qué demonios viniste hasta aquí? —casi gritó en mi oído
Emma se zafó de mi agarre rápidamente y me miró con mala cara, afortunadamente estábamos solos y no había nadie a nuestro alrededor, de lo contrario, sería un nuevo escándalo. —No estoy jugando —respondió tajante, arreglando su blusa de manera tranquila, aunque sus ojos…—¿Vas a responder mi pregunta? —alcé una ceja y la vi sonreír sin ganas, sacudiendo la cabeza—. ¿Por qué el teatrito? Eso pareció enfurecerla.—¿Crees que eres el único que sabe hacer un papel? —su tono era de resentimiento—. Te hice un favor y así me pagas, es increíble. Me quedé paralizado, analizando sus gestos. Parecía estar llamándose al autocontrol, tomó varias veces aire y luego mostró ser una gran actriz, porque su rostro no reflejaba nada, ni siquiera sus ojos.—Querido esposo, voy a salir un rato —habló con falso tono meloso, dándome la espalda, rumbo a la salida. Pero, ¿qué?Acababa de cambiar de estado de ánimo en un santiamén, ¿qué clase de persona era? Me quedé parado como estatua, hasta que decidí s
—¿No irán de luna de miel? —cuestionó mi cuñada y casi me ahogué con el vino. —No, eso no va a pasar —dije y Nancy me sonrió con picardía—. Es decir, ya quedamos en que no quisiera ir de viaje y Nick… él dice que tenemos mucho trabajo. —No seas amargada —ella toma un poco de vino—. Ya te hace falta un poco de acción, ya sabes… —¿Quién dice que no he tenido sexo? —puse los ojos en blanco. —¡Interesante conversación que tienen aquí! —me sobresalté al punto de casi derramar mi trago. ¿Qué hacía él aquí?—. ¿Esto es lo que hacen las mujeres a espaldas de los hombres? ¿Hablar de sus perversiones? —Já, como si no ocurriera lo mismo con ustedes —se burló la melliza de Nick. —No digas eso, eres mi hermana y pensarlo resulta perturbador para mí —dijo Nick con desagrado. —¡Pues entonces no lo pienses! —rió, despidiéndose de nosotros con un abrazo—. Disfruten de su nuevo nidito de amor, tórtolos. Sí, las condiciones habían cambiado ahora que los padres de Nick se habían ido de vacacione