6:32 am marca el reloj y yo ya estaba despierta, acostumbraba a despertar más temprano, pero me di el gusto de no hacerlo.
Aparté las sábanas que cubrían mi cuerpo y me puse en pie. Lavé mi rostro, mis dientes y en pijama bajé hacia la cocina, encontrándome con una Rosa somnolienta. —Buenos días, señora Emma. ¿Qué desea desayunar? —saludó al instante en que me ve. —Buenos días, Rosa... Y trátame de tú, por favor. —Disculpe, pero usted es la señora de la casa y mi deber es tratarla con respeto. —Solo soy la esposa, Rosa. Son ellos los del billete, no yo. Y si así fuera, no existe ninguna diferencia, todos somos iguales. Dime Emma, ¿de acuerdo? —enarqué una ceja y ella sonrió. —De acuerdo se... Emma. —Así está mejor —sonreí—. ¿Me puedes dar un jugo, por favor? —Claro, ahora mismo se lo hago —miró detrás de mí—. ¿Y el señor Russell? —¿Quién? ¿Nicolas? —ella asintió—. Ah, mi querido esposo aún duerme, ya bajará luego. —De acuerdo. Eh... —sabía que quería decirme o preguntarme algo desde que me vio por primera vez, pero sabía también que no se atrevía. —Vamos Rosa, pregunta, no te quedes con la dụda. —No debería meterme —dijo mientras preparaba mi jugo—, pero sé que usted… —hice un ligero movimiento con la cabeza en desaprobación por la palabra "usted" y ella sonrió—. Tú… —aclaró, entregándome mi jugo. —Vamos, pregunta con confianza —di un sorbo a mi bebida. —¿Por qué se casó con el señor Nicolas? No me pregunte cómo, pero sé que su matrimonio es falso, sólo un contrato. Madre mía, ¿cómo se había enterado? Debía ser bruja. Hice acopio de todo mi valor y me repetí qué más daba, ella parecía ser alguien de confianza. —Bien —suspiré—, yo solo intento ayudar a… —¿Qué están haciendo? ¿Qué crees que haces Emma? Fruncí el ceño por su tono de voz aunque ya debía acostumbrarme, estaba tomando de mi jugo, ¿no lo veía? —Rosa, ¿con qué derecho te atreves a hablar de asuntos personales con una... —me miró de reojo y habló—, simple empleada? Volví a fruncir el ceño. ¿Qué se creía? —Yo... lo siento señor —se disculpó Rosa y pensé que era él quien debería disculparse—. Es mi culpa, no debí preguntar. —¡Les pago por trabajar, no por andar de metiches! —exclamó ceñudo. Lo miré fulminante. ¿Cómo se atrevía? —¡¡Óyeme!! ¿Quién te crees, eh? ¿Qué puedes tratarnos como se te da la gana? ¡Ah, y el que nos paga es tu padre, no tú, pedazo de animal! Sí, estaba molesta y tendía a decir groserías en esos momentos, aunque este se merecía todas, sin embargo, él hizo oídos sordos a mis palabras y salió. Por como está vestido, supuse que iba a trabajar. —Descuida Rosa y discúlpalo, ya cambiará. Yo lo cambiaré —aseguré, porque sabía que sería así. No iba a ser nada fácil, lo sabía, pero tampoco imposible. *** El reloj marcaba las 9:00 a.m y me encontraba en la empresa de la familia Russell recogiendo mis cosas. Mi suegro dijo que no era necesario que siguiera trabajando como su secretaria, ya que era la esposa de su hijo y no se vería para nada bien que yo trabajara, porque eso lo harían él y Nicolas, que eran los hombres de la casa. Yo no le veía lo raro, eso era machismo. Insistí en seguir trabajando, pero se negó rotundamente, así que hoy era mi último día en la empresa, por lo tanto, mis cosas debían estar listas para cuando me fuera. Cuando terminé, salí en busca de mi jefe a ver si se le ofrecía algo, caminé por los pasillos cuando noté cómo algunos de los trabajadores se me quedaban viendo sin disimulo, ¡no entendía qué pasaba! Continué mi camino y cuando estaba cerca de llegar a la oficina, el señor Russell se me cruzó. —Querida, necesito hablar contigo, por favor vayamos a mi oficina —asentí levemente y le seguí hasta su oficina, con la mirada de todos encima nuestro, no sabía qué les pasa pero me había entrado curiosidad saber por qué estaban todos raros hoy, luego se lo preguntaría a Marian. Entramos a la oficina y vi a Nicolas, mi querido esposo, sentado en la silla giratoria del otro lado del escritorio, al verme rodó los ojos y yo hice lo mismo. ¿Qué estaba haciendo él aquí? ¿Qué querría decirnos mi suegro? —Siéntate, querida —ofreció mi jefe, yo obedecí. —¿De qué quieres que hablemos, padre? ¿Es acaso sobre...? ¿Acaso te diste cuenta que fue un error habernos hecho casar y nos harás divorciar? —dijo con cierto entusiasmo, que se le borró del rostro cuando su padre habló de nuevo. —No es nada de eso —caminó el señor Russell de un lado a otro, estaba por sacarle la lengua a Nick, en son de burla, pero me conformé con sonreírle en la cara. —¿Entonces? —cuestionó Nick. —En unos días, su matrimonio saldrá en todas las portadas de las revistas y de seguro querrán saber más acerca de sus vidas, cómo se conocieron y muchas cosas más. Sobre todo de ti, querrán saber cómo eres o a qué te dedicas y para cuando ese día llegue, tienes que ser la pareja ideal y no pueden verte trabajando como mi secretaria. Tú quieres seguir trabajando ¿cierto, Emma? Afirmé, por supuesto que quería seguir trabajando, pues no pretendía vivir de a gratis o solo por estar casada con el hijito de mi jefe. —Por eso he decidido que ustedes dos trabajarán es esta empresa. —¿Qué? ¿Será mi secretaria ahora? —preguntó Nick, mirándome desafiante, con una pizca de diversión. —No —negó mi suegro—. Emma será jefa a cargo hasta que el contrato acabe, claro. Tendrán una oficina y también secretaria para cada uno de ustedes, claro que tú no trabajarás siempre, Emma, algunas veces tendrás que quedarte en casa y salir con mi hija o esposa. Darás órdenes en la empresa y cuando quieras salir con una amiga lo haces, pero sin faltarle el respeto a mi hijo, no antes de que el contrato termine, ¿entendiste? No quisiera que mi hijo sea la burla de todos porque su esposa le es infiel. —Entiendo, así que no se preocupe por eso —le digo. —¿Y yo qué haré? —cuestionó Nick. —Trabajarás. No saldrás si no es con tu esposa, así que no tendrás "amiguitas" por ahí, ¿entendiste? de ahora en adelante llevarás una vida de casado y dejarás las aventuras atrás… —Nick fulminó con la mirada a su padre y yo sonreí triunfante—. Yo estaré unos días más aquí, luego me iré a Los Ángeles con mi esposa, tendré vacaciones —sonrió—. Como ver en qué estado está la empresa allá en Los Angeles, pero ustedes desde mañana ocuparán sus puestos. Ahora, Emma, lleva estos documentos a Marian, que por hoy sigues siendo mi secretaria. Recibí los documentos que él me entregó, salí a donde Marian se encontraba y le entregué a ésta los documentos, estaba por preguntarle el porqué se me quedaban viendo raro, pero ella se me adelantó. —¿Así que es cierto? —me dijo, y la miré sin entender a qué se refería, mientras fruncí el ceño, confusa. —¿A qué te refieres? Sonrió irónica. —A que eres la amante del jefe. —¿¡¡¡Qué!!!? —levanté la voz. Genial, ahora todos voltearon a vernos, si es que no nos han estado viendo antes, pero no me importa—. ¡¿Estás loca, Marian?! ¿De dónde sacas eso? —Ya todos lo murmuran, no te esfuerces en negarlo. —Pero… —¿Qué está pasando aquí? —llegó mi suegro de repente con unos documentos en mano que seguro olvidó darme. —Nada, señor —dijo Marian y yo sonreí. El señor Russell tenía razón al decir que nunca había que confiar en nadie, porque ese alguien te podía traicionar o sacar algún chisme como Marian lo estaba haciendo ahora, pero no iba a ser la estúpida de los libros o novelas que se quedaba callada. —Aquí, la que creí mi amiga, dice que usted y yo somos amantes —le dije, y mi suegro la miró fulminante. —¡¿Qué?! Está despedida, señorita Stevens! —ni siquiera tuvo duda alguna, sino que me creyó al instante. Sin duda alguna, el señor Russell confiaba en mí. —¿Qué? ¡No! necesito el trabajo —lo miró suplicante. —¡Eso lo hubiese pensado antes de hablar cosas que no son! —¡Claro! —rió Marian irónicamente—. Necesita alejar a las personas que saben de su romance para que nadie más lo sepa. —No le permito hablar así de mi nuera, ni de mí. —¿Su... Nuera? —preguntó Marian confundida, y a la vez sorprendida. —¡Retírese por favor! —habló en voz alta para los chismosos—. Y esto va para todos, ya se los he dicho, pero vuelvo a repetirles, desde mañana, Emma y mi hijo serán sus nuevos jefes, así que tendrán que respetarlos y obedecerlos en lo que ellos necesiten —no dijo nada más y se fue, no sin antes entregarme los documentos que traía, dejándonos a Marian y a mí con todos los que observaban la escena boquiabiertos. —Pero, señor... —dijo Marian con los ojos llorosos, volviéndose a mí, furiosa—. ¡Me la vas a pagar m*****a! —tomó sus cosas y salió llorando. ¡Pobrecita! No, la verdad no, que sufra. Se lo merece por estúpida. ~~~ N/A: Bienvenidos a una nueva aventura. Espero que les guste esta historia y sigan leyendo. No olviden comentar y seguirme, ¡me ayudan un montón! ♡♡♡Las horas de trabajo terminaban y preparé mis cosas para regresar a casa.Tomé mi cartera y salí a tomar el ascensor privado que mi jefe indicó, cuando sentí que alguien me tomaba del brazo. ¿Qué mier...? Iba a golpear a quien sea que me tomó del brazo, pero me detuve al ver que se trataba de nada más y nada menos que de Nicolas Russell.—¿Qué?Él se aclaró la garganta y me soltó el brazo.—Iremos juntos a casa, Emma —dijo serio.—No necesito que frente a mí finjas ser el marido modelo —alcé una ceja, aburrida de su cara de cera.¿No podía siquiera esbozar una m*****a sonrisa? —No estoy fingiendo nada, te detesto tanto como siempre —escupió de mal humor y no pude evitar sonreír—. Lo hago por petición de mi padre, no te creas tan…—Bien, vamos —asentí, interrumpiéndolo.Él resopló, pero no dijo nada. Quizás ya estaba aprendiendo a no provocar a la bestia Emma.Bajamos el ascensor y caminamos hasta su auto. Intenté abrir la puerta del auto para subir, pero él me detuvo.—Irás adelante
NickDesperté, sintiendo la claridad de la luz que entraba por mi ventana y pestañee varias veces para adaptarme a ella. Me senté en la cama y observé a Emma, quien estaba boca abajo plácidamente dormida. No entendía cómo podía dormir bien en tan pequeño espacio, yo ni loco podía dormir ahí. La seguí observando y noté que vestía un diminuto short que cubría la mitad de su muslo y una blusa larga como pijama, lo sabía porque estaba descubierta, no porque hubiera querido mirar.Como sea, tomé la sábana y cubrí su cuerpo con ella, ni siquiera sabía porqué lo hacía, debería dejarla morir con el frío que estaba haciendo, pero tampoco era un desalmado. Me vestí para ir a correr como todos los días y al regresar a casa, fui directo a la cocina, encontrándome con Rosa.—Buenos días, joven —me saludó. —Bu-buenos días —balbucee, nervioso al recordar que me porté como un idiota con ella y no sabía cómo disculparme—. Rosa —dije, captando su atención—. Lo del otro día... yo no estaba de buen hu
Emma Se escucharon unos aplausos de todos los presentes y Nick separó rápidamente sus labios de los míos. Yo lo miré a los ojos sin decir nada. —Pueden retirarse —dijo mi esposo de mentira de manera contenida, parecía molesto. Sujetó mi mano de mala gana y entramos a la empresa sin dirigirnos palabra. Ya libres de todos las cámaras, nos soltamos y sin mirarnos siquiera, cada uno fue por su lado, yo hacia la oficina que me dio su padre junto a mi mejor amiga –quien no dejaba de mirarnos con una sonrisa divertida y pícara–, y él a la suya. —Oye, Emma… —No digas nada —la interrumpí de inmediato, colocando los ojos en blanco. Ya sabía lo que diría, y francamente me tenía sin cuidado. —Pero qué amargada… —mi mejor amiga se calla, al notar que una mujer se encuentra en mi oficina—. ¿Y esta de dónde salió? —Jane… —la reprendí en voz baja, dirigiéndome luego a la desconocida—. Buenos días, ¿que se le ofre…? —Alisson —cortó con una sonrisa falsa, mirándome de arriba a abajo—. Tú d
No pude contestar un solo mensaje o llamada que entraba a mi celular, me había ido a una parte solitaria de la ciudad por horas y aunque los pies me dolían, no pensaba regresarme a la mansión Russell. No tenía ganas de nada, ni siquiera fingir que era más fuerte que el imbécil de Nicolas Russell, no sabía cómo iba a soportar verlo después de lo que había pasado. "Una madre drogadicta que te abandonó" "Tu familia no vale nada" Resoplé y en ese momento recibí el milésimo mensaje del día, le di una oleada sin muchas ganas y me di cuenta que se trataba de Nancy, la hermana de Nick. Mordí mi labio y rodé los ojos, respondiéndole solamente a ella sobre mi paradero. Parecía preocupada y eso me hacía sentir mal. Sí, de acuerdo, era una débil. No tuve que esperar mucho tiempo, Nancy apareció con la expresión de su rostro alterado, rodeandome con sus brazos y apretándome tan fuerte, que pensé que iba a romperme una costilla. —¿Por qué demonios viniste hasta aquí? —casi gritó en mi oído
Emma se zafó de mi agarre rápidamente y me miró con mala cara, afortunadamente estábamos solos y no había nadie a nuestro alrededor, de lo contrario, sería un nuevo escándalo. —No estoy jugando —respondió tajante, arreglando su blusa de manera tranquila, aunque sus ojos…—¿Vas a responder mi pregunta? —alcé una ceja y la vi sonreír sin ganas, sacudiendo la cabeza—. ¿Por qué el teatrito? Eso pareció enfurecerla.—¿Crees que eres el único que sabe hacer un papel? —su tono era de resentimiento—. Te hice un favor y así me pagas, es increíble. Me quedé paralizado, analizando sus gestos. Parecía estar llamándose al autocontrol, tomó varias veces aire y luego mostró ser una gran actriz, porque su rostro no reflejaba nada, ni siquiera sus ojos.—Querido esposo, voy a salir un rato —habló con falso tono meloso, dándome la espalda, rumbo a la salida. Pero, ¿qué?Acababa de cambiar de estado de ánimo en un santiamén, ¿qué clase de persona era? Me quedé parado como estatua, hasta que decidí s
—¿No irán de luna de miel? —cuestionó mi cuñada y casi me ahogué con el vino. —No, eso no va a pasar —dije y Nancy me sonrió con picardía—. Es decir, ya quedamos en que no quisiera ir de viaje y Nick… él dice que tenemos mucho trabajo. —No seas amargada —ella toma un poco de vino—. Ya te hace falta un poco de acción, ya sabes… —¿Quién dice que no he tenido sexo? —puse los ojos en blanco. —¡Interesante conversación que tienen aquí! —me sobresalté al punto de casi derramar mi trago. ¿Qué hacía él aquí?—. ¿Esto es lo que hacen las mujeres a espaldas de los hombres? ¿Hablar de sus perversiones? —Já, como si no ocurriera lo mismo con ustedes —se burló la melliza de Nick. —No digas eso, eres mi hermana y pensarlo resulta perturbador para mí —dijo Nick con desagrado. —¡Pues entonces no lo pienses! —rió, despidiéndose de nosotros con un abrazo—. Disfruten de su nuevo nidito de amor, tórtolos. Sí, las condiciones habían cambiado ahora que los padres de Nick se habían ido de vacacione
El cálido aliento de Nick comenzaba a embotar mis sentidos, y aunque sabía que debía detenerlo, por otro lado ansiaba sentir sus besos nuevamente, como cuando estábamos en esa pista de baile. Cerré los ojos y me quedé quieta, esperando lo que fuera que tuviera que esperar. Pensé que comenzaría a besarme, y aunque sentí nuevamente su aliento cosquilleando mi nariz, una leve risita me hizo abrir los ojos abruptamente. —Es lo que querías, ¿no? —se burló, sus ojos brillaban a más no poder— casi caí en tu juego, arpía interesada. Se levantó tan bruscamente que el colchón comenzó a tambalearse, y mi cabeza también. ¿Qué demonios? —¿De qué juego hablas? —pregunté desorientada, sentándome para mirarlo mejor. —Hiciste que despachara a mi conquista de turno, sólo porque sentiste celos —se rió con desparpajo— eres una manipuladora, ¿crees que obtendrás fácilmente este cuerpecito? Apreté los dientes con rabia. ¿Quién se creía que era? —¿Crees que deseo que me pongas una mano encima? —alcé
No tardé mucho en llegar, ya que era bastante cerca en taxi. Entré al hotel y minutos después, toqué su puerta.—Carl —digo preocupada al verlo tan mal— Estás ebrio.Lo ayudé a entrar y lo senté en su sofá. Le quité una botella de whisky y la coloqué en la mesa.—¿Qué sucede? —demandé con preocupación.—Nunca tuve a alguien cuando era niño, ¿sabes? —trató de ponerse de pie, pero se lo impedí— Esa mujer... no debió de ser mi madre.—Carl… —me senté junto a él y sequé sus lágrimas— ¿Qué sucede?—Pensé que ella era la mujer de mi vida —lo miré con una mueca— pero estoy condenado.. Creí que por un momento, la vida estaba siendo justa conmigo, que por fin estaba siendo amado.—Hablas de Roxanne.—Me confesó que sí me fue infiel —solté un suspiro— Qué se reencontró con un viejo amor y habían estado juntos en varias ocasiones.—Carl…—acarició su mejilla— tú eres la única que me ama de verdad —me contuve para no llorar— Me terminó por un mensaje de texto.. la mujer que amé durante 5 años me te