—Cuéntamelo —musitó; una elección desgraciada de palabras, ya sabia que ella tomaria su palabra al pie de la letra y comenzó una exhaustiva narración de lo que sentía por Brad. En una crisis de negocios Steff podía ser el Peñón de Gibraltar, pero cuando se trataba de su vida personal se venía abajo en seguida, al menos delante de él. Con su padrino siempre lograba mantener un aire de estoicismo en deferencia al credo de reserva del hombre mayor.
—No sé si me siento más desgraciada o furiosa —dijo con suavidad—. Fue tal sorpresa.El padrino me lo dijo en el momento en que bajé del avión y... y... Así como Steff rara vez lloraba, el frágil temblor de los labios pintados y el rápido parpadeo le indicaron a Jye que era hora de intervenir y distraerla.—Cariño, estoy seguro de que todo esto te parece devastador en este momento, pero a riesgo de sonar poco sensible y cínico... bueno, te enamoras más veces que las que yo me duermo.—¡No es verdad! —la expresión de indignación herida la tenía muy dominada. Él la había visto usarla innumerables veces en su juventud para convencer a su padrino de que era inocente de cualquier travesura en que la hubieran descubierto; pero Jye era menos ingenuo. La miró fijamente hasta que ella no pudo dejar de esbozar una sonrisa tímida—. De acuerdo —musitó—. Corrige eso a «más veces que las que duermes en tu propia cama», y lo aceptaré. Pero esta vez es diferente.—Hmm.—Hablo en serio, Jye —afirmó con convicción. Lo que siento por Brad era... es —corrigió— realmente especial. Él es... bueno... es único.—Único, ¿eh? Me lo imagino —dijo con asombro—. ¿Quién habría pensado que Brad tendría tanto en común con todos los chicos de los que te enamoraste en los últimos diez años?—¡Pero de eso trata! Brad no es como los chicos de los que me enamoré antes —una sonrisa extasiada apareció en su cara—. Es inteligente, considerado, compasivo, divertido y... y... —agitó los brazos—. Y maravilloso.—¡Y está casado! —le recordó—. Palabra que no sólo hace sonar campanillas, sino que incluso evoca imágenes de anillos y campanillas —el rostro de ella quedó consumido por una expresión de absoluta desolación, haciendo que Jye deseara no haber sido tan directo. Demonios, quizá ese bastardo era especial de verdad. Rodeó el escritorio y le pasó un brazo por los hombros abatidos—. Lo siento, cariño. No ha sido justo. Lo último que necesitas es que yo te lo recuerde. Pero puedes conseguir algo mejor que un tipo que es lo bastante estúpido como para dejarte. En este caso el perdedor es él.—Gracias, Jye. Pero, por desgracia, en esta ocasión eso no hace que me sienta mejor.—Funcionó cuando te separaste de Tommy —adoptó una expresión cómicamente asombrada—. Y con Dick y con Harry. Por no mencionar a Risueño, Gruñón, Dormilón y todos sus predecesores.—Sí —ante su intento de humor ella hizo una mueca—, supongo que después de mil repeticiones todo pierde impacto.—Muy bien, pero no deja de ser menos cierto. Entonces, qué te parece si dejas de ir de víctima y empiezas a mirar el lado bueno, ¿eh?—Cielos, Jye, tu simpatía y compasión resultan abrumadoras —hizo un mohín.—Tal como yo lo veo, Steff, tú ya sientes bastante pena por ti misma. Alimentar tu desgracia con una falsa compasión sólo te animara a pensar más en ese idiota —tiró de un rizo plateado—. Y pienso que eres más divertida cuando estás dispuesta a comerte el mundo, mejor amiga, ya sabes te cubro las espaldas —sonrió, le abrazó fugazmente y le dio un beso en la cabeza.La suavidad sedosa de su pelo era familiar, pero la leve fragancia de su champú no. Se centró en el aroma, pero lo distrajo el modo en que sus dedos jugaron con el puño de su camisa y el cosquilleo en su muñeca.—Jye...—Hmm —¿qué perfume era ese? No era el de siempre. Resultaba más almizcleño y empalagoso.—¡Jye! —su mano dejó de ser gentil al tirar de la muñeca—. ¿Me estás escuchando?—¿Eh? Lo siento; ¿qué has dicho?—Que tenías razón...—¿Me lo puedes dar por escrito?Ella sacó la lengua y le golpeó el hombro.—He decidido que estar abatida no le hace ningún bien a mi situación, razón por la que estoy aquí. Necesito tu ayuda, Jye.—¿Mi ayuda?—Sí, porque en esta ocasión no pienso arrastrarme como una criatura patética y rechazada para desperdiciar meses curándome las heridas en un exilio social autoimpuesto.La idea de que alguna vez perdiera una semana en un exilio social autoimpuesto, por no mencionar meses, resultaba fantástica en extremo. Durante los últimos diez años de su vida Steff había saltado de «un amor de su vida» a otro con apenas un día o dos para recuperarse.—Vas a luchar, ¿eh? Es un buen síntoma. Deja que adivine. Piensas quitarle la alfombra de los pies al oportunista Brad diciéndole a Dominic que su matrimonio es un ardid para ser ascendido en...—¡No seas ridículo! —exclamó perpleja—. El padrino lo despediría en el acto si lo supiera.—¿Y? ¿Qué mejor manera de vengarte de él?—Pero yo no quiero vengarme, Jye; sólo quiero recuperarlo.—¿Estás loca? El tipo se ha casado.—En realidad, no —sacudió la cabeza—. No es un matrimonio de verdad. No se casaron en una iglesia y no duermen juntos.—¿Te lo contó Brad ? —la expresión de ella hizo que la pregunta fuera retórica—. ¿Y tú le creíste?—Por supuesto. Brad no me mentiría.—Claro. ¿Se te ha ocurrido que el sincero y viejo Brad podría estar intentando conseguir la tarta y comérsela también?—No —dijo—. No conoces a Brad como yo.—Te conozco a ti, Steff, y no estás hecha para el papel de amante. Por el amor del cielo, siempre has comparado la infidelidad con el asesinato; recuerdo que cuando salí con dos chicas al mismo tiempo lo llamaste «violación emocional». ¡Y eso que no me acostaba con ninguna! ¿De verdad crees que eres capaz de tener una aventura con un hombre casado y vivir contigo misma?—Te lo repito, Jye, no está casado de verdad.—Escucha, puede que no haya pasado por el altar, pero, pequeña, ¡casarse es casarse! Créeme, ¡a su esposa no le va a gustar tu intento de arrebatárselo! Sin importar los motivos calculadores que haya podido tener ese bastardo ingreido,y antes de que digas nada se que se yama Brad. Pero solo por el hecho de tratar de jugar a dos bandas ya me cae mal asi que ....A demas quiero que tengas presente que no se que clase de artimañas utilizo para casarse con esa pobre mujer, te apuesto dinero contra donuts que el único motivo por el que ella se casó es porque se imagina enamorada de él.—¡Oh, Jye, eres tan ingenuo! —lo absurdo de esa acusación lo dejó mudo, pero, por desgracia, Stephanie no sufrió ese problema—. Fue Kat quien en primer lugar le sugirió a Brad lo del matrimonio fingido —explicó—. Dio por hecho que él querría conseguir la dirección del departamento cuando éste quedó vacante y le pidió que la recomendara para ocupar su puesto. Cuando él le informó de que ni siquiera lo considerarían para el ascenso porque al padrino le gustaba que sus ejecutivos estuvieran casados, a Kat se le ocurrió la idea de un matrimonio de conveniencia.Tenías razón con la evaluación que hiciste de ella, Jye —continuó—. Kat es una mujer que sólo piensa en su carrera. El interés que tiene por Brad es sólo profesional, nada más.—¡Tonterías! —replicó él—. Puede que tenga planes para su futuro profesional, pero también los tiene sobre Brad. Piensa en ello, Steff. Si sólo persiguiera el anterior puesto de él, le habría bastado con convencerlo de que se casara con alguien... —calló par
—¿Sí? Bueno, otra cosa que no tengo es tiempo para quedarme contigo y correr otra vez el riesgo de que me manipules —más enfadado que lo que justificaba la situación, recogió unas carpetas del escritorio—. Nos vemos; tengo una reunión a la que asistir.—¡Jye, aguarda! —le agarró el brazo. Su cara era una mezcla de súplica y cálculo—. ¿Y si te prometiera cocinarte durante una semana por sólo invitar a Kat a comer?—Paso. Los dos sabemos que eres una paciente potencial de urgencias cada vez que entras en una cocina; lo mismo le sucede a cualquiera que coma tus platos. Asi que mejor ni te arriesgues con la invitacion, cocinar definitivamente no es lo tuyo.—¿Y si te contara que hace dos semanas empecé a tomar clases de cocina?El anuncio lo sorprendió, ya que siempre había dicho que en cuanto encontrara al Señor Perfecto dejaría de ser autodidacta en la cocina y asistiría a clases de cocina. Pero, a pesar de las ideas equivocadas que giraban en su cabeza, Brad, casado o no, no era su Se
—Deja que lo exprese de esta manera... no te saltes más clases de cocina.La llamada de Brad no se había producido cuando Elo se marchó poco después de las diez. Tampoco a medianoche, cuando una abatida Stephanie se fue a la cama, ni a las tres y cuarto de la mañana, cuando yacía despierta, con el teléfono portátil en las manos. Y tampoco al ocupar su despacho a las ocho de la mañana siguiente.—¡Steff! —se sobresaltó ante la inesperada aparición de su padrino—. Esperaba que llegaras pronto —explicó con evidente satisfacción.—¿Sí? ¿Por qué? —preguntó, obligándose a centrarse en una actitud laboral. A pesar de la relación íntima que Jye y ella mantenían con el hombre mayor y alto, la rígida disciplina del padrino al no permitir que ésta se reflejara en la oficina los había condicionado a ambos a comportarse de la misma manera.—Porque necesito que hagas la maleta y vayas al aeropuerto para tomar un vuelo de las once.—. No me hagas esto. Acabo de regresar de un viaje de cinco semanas.
Su altruista dedicación a favor de los mejores intereses de la compañía se vieron frenados por una insistente presión en sus hombros, por lo que alzó la cabeza despacio y abrió los ojos para contemplar unos azules sorprendidos que lo miraban atónitos. En realidad, en ese momento eran más grises que azules; jamás había visto que los ojos de Steff adquirieran esa profundidad de tono. —Jye... —calló para respirar hondo. Él hizo lo mismo, irritado al descubrir que el estrés de enfrentarse a los siguientes minutos le perturbaba la respiración; por lo general se crecía con la presión. Miró por encima del hombro y descubrió que Frank y su voluptuosa tercera esposa se acercaban a ellos. —Steff —se apresuró a explicar, asiéndole la hermosa y desconcertada cara—. Necesito que sigas todo lo que diga. El futuro de la compra de este complejo hotelero que tanto Dominic quiere depende de ello —al percibir una negativa en el modo en que iba a enarcar las cejas, agarró la esbelta mano izquierda de e
Steff no rebatió el comentario sexista, notando que a Jye no le entusiasmaba más que a ella la idea de sir Frank. —Veo que no eres muy aficionada a las joyas, Steff —dijo Tory en cuanto se pusieron en marcha—. No he podido evitar notar que no llevas ningún anillo. Jye sintió un nudo en el estómago ante la pregunta y el tono de voz. Eso era lo que había estado temiendo, está endiablada mujer quería algo que no iba a tener. Así que para fastidiar estaba intentando sabotear la compra haciéndolos quedar mal a él y a Steff delante de su marido. Se esforzó por oír lo que decía Mulgan sobre unos movimientos recientes en el mercado de valores y la conversación en el asiento de atrás al mismo tiempo. Tenía plena confianza en su pelirroja si alguien podía soltar a Tory era ella. —¡Oh, pero me encantan las joyas! —repuso Steff con una risa encantada que Jye reconoció como pobre de ti por meterte conmigo, casi sintió lástima por Tory pero luego recordó los malos tragos que estaba pasando por
Stepff casi se atraganta por el rubor que invadió su rostro cuando la sonora carcajada de sir Frank reverberó por el vestíbulo del hotel, atrayendo toda la atención hacia ellos. Metida bajo el brazo de Jye, se sentía como una niña pequeñaque habia hecho una travesura, desde su posicion veia bien como el muy... de su pronto ex mejor amigo estaba disfrutando. De buena gana se habría soltado de su «afectuoso» brazo y de la falsa caricia de sus dedos en su cuello para largarse del hotel. Por mucho menos le habría roto sus bonitos y demasiado perfectos dientes. Pero recordó su misión y le pasó un brazo por la cintura, pellizcándolo sin que nadie la viera. Con fuerza, mucha fuerza. Aunque Jye no mostró señal exterior de que le había causado algún dolor, la soltó en el acto y se reunió con sir Frank y un hombre uniformado en la recepción del hotel, dejándola sola en mitad del vestíbulo, sintiéndose aún más conspicua. Al dirigirse hacia unos sillones de bambú, se encontró con la expresión
—¡Tu impresionante historial de triunfos tanto en los dormitorios como en las salas de juntas por todo el país! —repuso—. Llámame cínica, pero estoy dispuesta a apostar que no es el primer trato que negocias después de disfrutar de mucha cama y poco sueño.—¡Eres cínica! ¡Y perderías la apuesta! —mintió, sonriendo para sí mismo—. Me estoy preparando una copa; ¿quieres una?¿ Te preparo el trago que te gusta?—Sí, gracias. No tardaré dejo todo en la habitacion y regreso.Como el gin tonic y el vino blanco era el único alcohol que probaba Steff, y el vino sólo durante las comidas, no tuvo que preguntarle qué quería. Cuando ella reapareció, había llevado las copas al pequeño patio cubierto por una aromática parra. Se había cambiado el traje con el que llegó por unos pantalones cortos y una camiseta amplios; iba descalza. Con gracilidad se dejó caer en la tumbona y alargó la ir mano para asir la copa.—Por la exitosa compra de este lugar —brindó.—Que por desgracia depende de un sofá peque
Esa noche Steff se distrajo mientras se daba los últimos toques de maquillaje cuando vio el albornoz de un hombre pasó volando ante ella para aterrizar a medias sobre la silla delante del tocador. Se volvió y encontró a Jye apoyado con gesto negligente en la puerta. Llevaba una elegante camisa de seda y pantalones negros, pero tenía el pelo mojado y sin peinar y los pies descalzos. La viva imagen de la seduccion...—Por favor, no tires cosas cuando me estoy aplicando rímel. Al padrino no le gustaría que denunciara a la empresa por dejarme ciega.—Lo siento —se acercó al armario y sacó unos zapatos—. ¿Te molesta que termine de vestirme aquí? —para evitar la especulación y los rumores de las camareras acordaron compartir el armario del dormitorio y dejar cosas por la habitación para que diera la impresión de que la ocupaba una pareja feliz. Pero ella había insistido en que Jye usara el cuarto de baño para vestirse.—Creo que mi fragil y tierno corazón soportará que te pongas unos zapat