Capitulo 4

—¿Sí? Bueno, otra cosa que no tengo es tiempo para quedarme contigo y correr otra vez el riesgo de que me manipules —más enfadado que lo que justificaba la situación, recogió unas carpetas del escritorio—. Nos vemos; tengo una reunión a la que asistir.

—¡Jye, aguarda! —le agarró el brazo. Su cara era una mezcla de súplica y cálculo—. ¿Y si te prometiera cocinarte durante una semana por sólo invitar a Kat  a comer?

—Paso. Los dos sabemos que eres una paciente potencial de urgencias cada vez que entras en una cocina; lo mismo le sucede a cualquiera que coma tus platos. Asi que mejor ni te arriesgues con la invitacion, cocinar definitivamente no es lo tuyo.

—¿Y si te contara que hace dos semanas empecé a tomar clases de cocina?

El anuncio lo sorprendió, ya que siempre había dicho que en cuanto encontrara al Señor Perfecto dejaría de ser autodidacta en la cocina y asistiría a clases de cocina. Pero, a pesar de las ideas equivocadas que giraban en su cabeza, Brad, casado o no, no era su Señor Perfecto o Mejor dicho Bicho Rastrero aunque este ultimo apodo  mejor se lo guardaba para el, sino capaz y quedara incapacitado para tener hijos, conociendo a Steff, era muy posble queeso ocurriera cuando entraba en modo romace se le ocurrian cosas locas. Y aunque no le gustara tendria que tratar ser la voz de la razon en esa cabecita.

—Diría —respondió con los puños apretados para contener su creciente frustración—, que si supones que con eso me vas a convencer... te equivocas. Ahora mismo la única lección que necesitas, Steff, es no jugar con hombres casados. Un plato caliente no es lo único que puede quemarte los dedos.

—Jye, por favor.

—Lo siento, Steff, no. Si quieres fastidiar tu vida, adelante; depende de ti. Pero no esperes que te ayude.

La dejó sola en su despacho, sabiendo que no tenía más que dos opciones para tratar el asunto. O bien podía pasar por el departamento de diseño de camino a la reunión y darle un puñetazo a Brad por tontear con Steff, o bien podía comportarse de una manera racional y mantenerse al margen hasta que ella recuperara el sentido común... ¡y luego darle un puñetazo a ese Bicho Rastrero  de Brad por tontear con Steff!

A pesar de que los sándwiches de queso se habían quemado sólo de un lado, ese éxito en la cocina no bastó para subir el ánimo de Steff. Suspiró, recogió la bandeja con los sándwiches distribuidos de forma artística, dos servilletas y los llevó al salón para reunirse con su amiga ELoisa o Elo como cariñosamente le apodo años atras, que se negó a dejarla cancelar su habitual noche de Melrose Place.

Buenas amigas desde sus días en la exclusiva escuela secundaria de monjas, ambas habían estudiado Dirección de Hoteles en la universidad, para ponerse a trabajar en  Resort Corporation a las pocas semanas de graduarse. Elo ya era ayudante de dirección del hotel de Sydney, mientras Steff trabajaba en administración,dirigiendo el departamento de promoción de la empresa. El hecho de que fuera la ahijada de Dominic  significaba que la gente tendía a pasar por alto su cualificación, pero hacía tiempo que había superado las acusaciones de nepotismo. 

Era buena en su trabajo, y si otras personas no percibían su dedicación o su agradecimiento por el puesto prestigioso que ostentaba, era su error. El hecho de considerar su actual carrera como algo temporal, aspirando a los papeles más duraderos de esposa y madre, no quería decir que no le gustara su trabajo; únicamente anhelaba un futuro distinto.

No hacía falta un psicólogo para descubrir que el ansia por formar parte de una unidad familiar compacta nacía de haber perdido a sus padres a la edad de seis años, y así como quería a Dom, y siempre le estaría agradecida por ocuparse de ella y tratarla como si fuera su propia hija, en realidad no era familia. Y tampoco Jye, a pesar de que prácticamente habían crecido como hermanos. Además, ¿quién querría estar genéticamente relacionada con un idiota de mente estrecha, egoísta y santurrón como él?

—Me encanta el sofá, Steff. Tienes un toque especial para la decoración —Steff dejó la bandeja en la mesita junto al vino y logró sonreírle a su amiga mientras se dejaba caer en el rincón del sofá en cuestión, tapizado de amarillo y blanco—. Las clases de cocina deben estar funcionando —comentó Ellee—. La mayor parte sólo se ha quemado por un lado.

—Experimenté con una mezcla de quesos gruyere y roquefort. Dime qué te parecen —alargó la mano para recoger la copa de vino.

—¿Tú no vas a tomar ninguno? —su amiga frunció el ceño.

—No podría. Estoy demasiado deprimida para comer.

—¿Deprimida? Antes me dijiste que querías cancelar nuestra reunión porque estabas demasiado enfadada para ver la tele.

—Y lo estaba. Ahora me siento deprimida.

—¿Porque Jye no te quiso ayudar con Brad?

—¡No! —espetó—. ¡Eso me pone furiosa!

—Cielos, no tienes que arrancarme la cabeza de un mordisco...

—Lo siento, Ellee —suspiró y se reclinó en el sofá—, no pretendía saltar contigo. Es que no he podido ponerme en contacto con Brad desde anteayer; no se lo espera de vuelta en la oficina hasta dentro de dos semanas.

—Ah, la luna de miel.

—¡Ellee! ¡Brad y Kat no están juntos! Simplemente se tomaron las vacaciones al mismo tiempo por las apariencias. No se tiene una luna de miel con un matrimonio de conveniencia.

—¿Y eso?

—¡Porque no habría nada que hacer, desde luego!

—Por todos los santos, Steff, tu no eres tonta —Elo se echó el largo cabello castaño hacia atrás— Nada dice que el sexo no puede ser conveniente —sonrió—. En realidad, la idea de tener a un chico atractivo bajo contrato me parece excitante.

—¡Eres tan mala como Jye! ¿Por qué nadie puede aceptar que Brad y Kat no están interesados en una relación física?

—Porque... —el tono que empleó su amiga por lo general lo reservaba para aclarar bien l as cosas— ...Brad es arrebatador y Kat podría trabajar como modelo si alguna vez necesitara dinero.

—Como de costumbre, exageras. Hay un montón de hombres más atractivos que Brad.

Y Kat  es demasiado dotada para ser modelo.

—Lo que quieres decir es que, a diferencia de ti, ella tiene busto.

—Yo tengo busto —se defendió Steff con toda la convicción que pudo—. Sólo está sutilmente poco resaltado, eso es todo. Además, no todos los hombres tienen obsesión por los globos y un aspecto voluptuoso, ¿sabes? Algunos, como Brad, prefieren la inteligencia y la personalidad en una mujer.

—Sí, pero no necesariamente en la cama —la respuesta de Steff fue el silencio y una mirada dura—. Vale, vale, lo siento —se disculpó su amiga—. Estoy segura de que todo lo que te dijo Brad sobre su matrimonio es verdad. Más allá de los límites de la credibilidad —no pudo evitar añadir—. Pero verdad al fin y al cabo. He de reconocer que en las pocas ocasiones que lo he visto, siempre me ha parecido directo y de confianza.

Steff  asintió, aunque deseó haberse enterado de la boda antes de que tuviera lugar, y no después, una vez consumada. Aunque sólo había regresado de Sydney hacía unos días, tras cinco semanas de ausencia, Brad y ella habían hablado varias veces en ese tiempo, y a pesar de que todas las llamadas se habían iniciado por cuestiones de trabajo, ninguna había terminado de esa manera. No había forma de que hubiera podido adivinar el interés de Brad, había estado «técnicamente» comprometido durante todas las conversaciones que mantuvieron, y eligió no mencionárselo.

No había resultado fácil ocultar su asombro cuando el padrino mencionó descuidadamente el ascenso de Brad durante la cena que tuvieron tres días atrás, después de que la recogiera en el aeropuerto. En el espacio de unos segundos había pasado de aturdida a incrédula, de tener el corazón roto a estar furiosa.

Nunca en la vida había estado tan encolerizada, ni siquiera con  Jye contado al padrino que ella salía con un chico de veinte años estando ella aun una adolescente. Lo que entonces le había indignado era que mientras Jye jugaba a ser un alguacil moral con su romance inocente, estaba inmerso en una aventura con una divorciada que le doblaba en edad. A pesar de que esa actitud rebosaba hipocresía, resultaba insignificante comparada con descubrir que el chico del que estaba enamorada se había casado con otra.

De algún modo había logrado mantener un semblante de normalidad durante la cena con Dom , pero en cuanto se marchó se puso a llamar a Brad. Al no localizarlo ni en su casa ni en el móvil, marcó el numero de Jye, con la esperanza de tener un oído compasivo, pero respondió una mujer jadeante. De nuevo sus emociones habían pasado de la desesperación a la furia.

 Demasiado herida para dormir, pasó el resto de la noche alternando entre el llanto y tramar formas espantosas de asesinar tanto a Brad como a esa mujer sin aliento ni rostro. Al ir a trabajar al día siguiente, se enteró por la secretaria del departamento de que Brad se hallaba de «vacaciones» y que sólo se lo podía localizar ante una emergencia.

Por suerte, una de las ventajas de ser la ahijada del dueño de la empresa era que podías decir: «No intentaría hablar con él si no fuera una emergencia, ¿verdad?» y que nadie lo cuestionara.

No cabía duda de que Brad se había quedado perplejo al oír su voz cuando al fin pudo hablar con él, pero supuso que se lo podía perdonar, ya que su modo de saludarlo había sido: «Hola, miserable pozo de escoria de dos caras». O palabras por el estilo. Al final, sin embargo, se había mostrado sinceramente arrepentido por no contarle lo que pasaba; le explicó que no había querido que sintiera que la ponía en una posición en la que tendría que elegir entre la lealtad hacia su padrino y su empresa por encima de su amistad con él. 

Ese era el Brad que ella conocía, del que se había enamorado y, tal como le había prometido, existía una carta que le había enviado y que esperaba entre todas las que había recogido aquella misma tarde su vecina.

Fue después de leerla por enésima vez, y tras derramar el correspondiente número de lágrimas, cuando Steff tuvo la idea de encontrar una distracción para Karrie; con la ayuda de Jye, el matrimonio profesional de Brad no tenía por qué representar la muerte automática de su floreciente relación con él. Pero Jye se había negado a ayudarla.

—¡Cerdo egoísta de corazón frío!

—¿Perdón? —Elo enarcó una ceja—. Pensé que Brad era el hombre más amable y maravilloso que Dios había creado.

—Lo es. ¡El cerdo es Jye!

—Jye es un encanto.

—Ser atractivo y sexy no tiene por qué serio todo.

—No, pero Jye lo es —repuso con vehemencia—. Jamás te perdonaré por no arreglar que saliera con él.

—Mira, lo intenté, ¿vale? Contigo, con Jill, con toda m*****a mujer que cometí el error de presentarle —sacudió la cabeza y se adelantó para servirse más vino—. Sinceramente, a veces creo que el único motivo por el que hice tantas amigas en mi adolescencia era porque vivía en la misma casa que él.

—Steff...

—¿Hmm?

—Lo era —la expresión de su amiga tuvo éxito en conseguir riera—. ¡Bueno, al menos eso es algo! —aprobó Elo—. ¿Soy yo quien mejora tu estado de ánimo o esa botella de vino cada vez más vacía?

—Las dos —le guiñó un ojo—. Aparte del hecho de que esta noche espero una llamada de Brad. Pásame un sandwich, ¿quieres?

—¿Estás segura? Ya me comí los que se podían comer.

—¡Todos! Creía que seguías una dieta.

—Steff... sólo había dos.

—Oh. Bueno, ¿cuál es el veredicto?

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