Siempre que la vista de sir Frank se desviaba a los pechos demasiado expuestos de su mujer, que no paraban de moverse, seguro que por el esfuerzo de respirar en un vestido tan ceñido, ella miraba con expresión tórrida a Jye.—Jye me ha dicho que lleváis casados seis meses —comentó sir Frank mientras le llenaba su copa de champán y a continuación la suya—. ¿Cómo te las arreglas estando casada con un hombre tan ocupado como él? Sé que Victoria siempre dice que lo pasa muy mal cuando me voy en viaje de negocios, y le cuesta mucho divertirse.«Quieres apostar algo?», preguntó mentalmente.—Bueno, yo también trabajo en la empresa de Dominic, así que casi siempre me encuentro igual de ocupada —repuso.—La verdad es que Steff trabaja demasiado —intervino Jye— Fui yo quien se sintió solo cuando viajó al oeste de Australia. Por eso —añadió con una sonrisa en su dirección— me sentí tan encantado cuando aceptó reunirse conmigo aquí.—Naturalmente, al ser la ahijada de Dominic Porter... —en cuant
Jye deseó que Steff alzará las pestañas caídas para tener una idea de cómo se sentía. No le pasó por alto la ansiedad en su voz cuando sir Frank mencionó a su padre, y así como él no se engañaba acerca de lo implacablemente ambiciosos que habían sido sus propios padres, desconocía cómo recordaba Steff a los suyos. Cuatro años menor que él, sólo tenía seis cuando la motora en la que navegaban con unos hoteleros extranjeros había explotado. Con la excepción de la madre de Stephanie, todos los que iban a bordo murieron al instante; Fatima la madre de Steff lo hizo dos días más tarde en el hospital.Sólo entonces se le ocurrió que Steff y él jamás habían hablado de ellos en todos los años que pasaron juntos al cuidado de Dom. No le cabía duda de que éste los quería mucho, pero el viejo solterón jamás había animado las exhibiciones de emociones o sentimientos. Se preguntó si eso había sido bueno o malo para una personalidad emotiva como la de Steff, quien se había negado a abandonar el l
—Steff... —aunque sus labios húmedos apenas rozaron la piel de ella, su aliento le puso la piel de gallina. Continuó mordisqueando y hablando—: No... hmmm... has respondido a mi... pregunta. ¿Le había hecho una pregunta? ¿Cuándo? ¿Era la pregunta o algo más trivial, como quién sería campeón de la liga de baloncesto?—¿Steff?—Hmm, eh... no estoy segura —dijo con voz ronca, y sintió su risita.—No era una pregunta tan difícil.—¿No? Oh, bueno, en realidad yo... ¡Oh, Dios mío! —al mismo tiempo que se ponía pálida y jadeada horrorizada, se derrumbó sobre Jye como si las piernas le hubieran cedido, y por primera vez en su vida él sintió un verdadero pánico.—Steff, ¿qué pasa? —no hubo una respuesta verbal mientras ella enterraba la cara ensu pecho—. ¿Steff? Cariño, ¿qué pasa? ¿Te sientes mal? ¿Te...?Ella sacudió con fuerza la cabeza al tiempo que echaba un vistazo furtivo por encima de su hombro. Se echó hacia atrás y farfulló algo incomprensible, luego repitió el movimiento, empujándol
Si en la pista de baile había pensado que era vulnerable, no se comparaba con lo que sentía en ese momento. Permanecer cerca de él e introducir más alcohol en un cuerpo ya embriagado por su masculinidad era una locura.—No quiero una copa. Y se supone que no debes beber tras recibir un golpe en la cabeza.—Bueno... de acuerdo. ¿Preparo café y...?—¡No, Jye! ¡No quiero nada! —sintiéndose una tonta por el deje de histeria en su réplica, respiró hondo antes de adoptar un tono más racional y compuesto—. Mira, coincido en que al menos por Dom deberíamos hablar...—Bien. Entonces...—Esta noche no, Jye. Es tarde y me encuentro demasiado cansada para pensar con claridad. ¿Vale? Esto se esta complicando cada vez mas, ahora aparecio Brad aqui y es una variable con la que no contamos, vamos a dormir y mañana con la cabeza despejada pensamos en un plan a ver como resulta todo.Jye sentía cualquier cosa menos cansancio. Y, para ser franco, pensar era lo último que quería que ella hiciera. Estaba
Llegó al cuarto de baño con la suprema fuerza de voluntad de poner una pierna temblorosa delante de la otra. Nunca antes en su vida había sido tan consciente de un hombre. Podía sentir su mirada en la espalda, y se obligó a no dar la vuelta y ver qué expresaba su cara. En cuanto estuvo sola, hundió la espalda contra la puerta cerrada y se dejó caer al suelo.Tenía que olvidar el hecho de que lo conocía de toda la vida y que no se parecía en nada a los hombres que la habían atraído. Lo que de verdad le molestaba no era temer no poder competir por su atención, ¡sino que deseaba hacerlo! Ya podía quedarse ahí sentada una hora practicando técnicas de respiración, pero la fragancia de su loción para después del afeitado resultaba tan excitante como la masculinidad impregnada en la tela de su camisa contra su piel desnuda. Gimió al bajar la vista a lo que con cariño llamaba sus pechos y ver sus cumbres rígidas. Como si no bastara enfrentarse a la rotunda sexualidad de Jye, de pronto su pr
—Era Kat marchaba por detrás de Brad que la guiaba tomada de la mano con una mujer mayor, y admiraban la vegetación.Steff sólo pudo mirarlo. Mientras la había tenido total e inconscientemente inmersa en un beso aniquilador, él había mantenido la suficiente compostura como para, al mismo tiempo, realizar una inspección que habría enorgullecido al mismisimo agente 007, James Bond. La indiferencia de Jye resultaba mutiladora, pero el orgullo requería que lo dejara pasar. Su orgullo tenía mucho de qué responder, pero no tanto como su estúpido corazón.Steff se mostró tan distante y silenciosa en el trayecto de vuelta a la cabaña queJye tuvo ganas de sacudirla, como mínimo de despertarla. El beso que habían compartido estuvo a punto de hacerle perder el juicio, y su sangre aún circulaba a la velocidad de la luz. Le había producido un impacto tan fuerte que tuvo que invocar toda su voluntad para ponerle fin; de lo contrario, la habría desnudado allí mismo antes de que ella se hubiera dado
¡Jye despertó ante el sonido de una sirena aguda, un grito desgarrador y el olor a humo! Se levantó del sofá, atravesó el salón y echó un rápido vistazo a la cocina antes de abrir la puerta del dormitorio. El corazón le dio un vuelco al ver la cama vacía.—¡Steff! —su voz apenas era audible por encima de la alarma. Sin detenerse, corrió hacia el cuarto de baño y abrió la puerta.Y ahí estaba ella, con una expresión aterrada en la cara... y sin nada más encima. Sintió como si hubiera recibido una descarga de cinco mil voltios, ahiestaba Steff sumergida en la bañera como si fuera lamismisima Afrodita, su cabello rojo bajo la Luz, las puntas rizadas por la humedad de un collar de espuma que caía por sus hombros hasta los pechos firmes y erguidos, el estómago liso y duro y la sutil curva desus caderas... Su mundo se movió a cámara lenta.Jye vio que los labios de ella formaban su nombre, pero no oyó nada. Era como si todos los sentidos, menos la visión, lo hubieran abandonado. Se quedó a
Esperaba que el beso fuera un asalto apasionado y pleno pensado para trasladarla al siglo siguiente. Pero la boca de Jye se mostró tentativa hasta el punto de que si no lo conociera habría creído que era titubeante. Su lengua se movió con tanta gentileza que pareció temblar en su labio inferior, aunque tal vez ello se debiera a la inseguridad de su propio cuerpo.Mantuvo las manos plantadas contra la pared y el cuerpo separado, negando el contacto más íntimo que ella anhelaba mientras con los labios repetía el beso delicado y casi imaginario. La pausada exploración del contorno de su boca fue lo más excitante y fascinante que Steff había experimentado jamás, pero codiciaba más.La impaciencia y el deseo le carcomían las entrañas mientras la piel le hormigueaba y los pezones se le endurecían como piedras por la anticipación. «¡Vamos, despierta!», gritó mentalmente. Pero Jye apenas le rozaba los labios, como si fuera frágil como el cristal y corriera el peligro de quebrarse en cuanto to