¡Jye despertó ante el sonido de una sirena aguda, un grito desgarrador y el olor a humo! Se levantó del sofá, atravesó el salón y echó un rápido vistazo a la cocina antes de abrir la puerta del dormitorio. El corazón le dio un vuelco al ver la cama vacía.—¡Steff! —su voz apenas era audible por encima de la alarma. Sin detenerse, corrió hacia el cuarto de baño y abrió la puerta.Y ahí estaba ella, con una expresión aterrada en la cara... y sin nada más encima. Sintió como si hubiera recibido una descarga de cinco mil voltios, ahiestaba Steff sumergida en la bañera como si fuera lamismisima Afrodita, su cabello rojo bajo la Luz, las puntas rizadas por la humedad de un collar de espuma que caía por sus hombros hasta los pechos firmes y erguidos, el estómago liso y duro y la sutil curva desus caderas... Su mundo se movió a cámara lenta.Jye vio que los labios de ella formaban su nombre, pero no oyó nada. Era como si todos los sentidos, menos la visión, lo hubieran abandonado. Se quedó a
Esperaba que el beso fuera un asalto apasionado y pleno pensado para trasladarla al siglo siguiente. Pero la boca de Jye se mostró tentativa hasta el punto de que si no lo conociera habría creído que era titubeante. Su lengua se movió con tanta gentileza que pareció temblar en su labio inferior, aunque tal vez ello se debiera a la inseguridad de su propio cuerpo.Mantuvo las manos plantadas contra la pared y el cuerpo separado, negando el contacto más íntimo que ella anhelaba mientras con los labios repetía el beso delicado y casi imaginario. La pausada exploración del contorno de su boca fue lo más excitante y fascinante que Steff había experimentado jamás, pero codiciaba más.La impaciencia y el deseo le carcomían las entrañas mientras la piel le hormigueaba y los pezones se le endurecían como piedras por la anticipación. «¡Vamos, despierta!», gritó mentalmente. Pero Jye apenas le rozaba los labios, como si fuera frágil como el cristal y corriera el peligro de quebrarse en cuanto to
No había nada conservador ni ingenuo en el modo en que actuaba con el en este momento y mucho menos en la reacciones que estaba teniendo y provocando en el. El que se hallara tan relajada con su sensualidad y sexualidad era en sí mismo un acto de erotismo; los movimientos de su cuerpo contra el suyo tenían tanta fluidez que él creía ser ungido con un aceite cálido y aromático.No había nada inhibido en los pequeños gemidos de placer que emitía a medida que la boca de Jye buscaba probar su néctar más dulce. Ni atisbo alguno de timidez momentos más tarde cuando se retorció bajo su peso, demandando que lo deseaba todo. La tentación de ceder fue la más poderosa que Jye había experimentado. Ninguna mujer lo había afectado con tanta fuerza ni bombardeado sus emociones tan rápida ni exhaustivamente. Pero su ego insistía en que mantuviera el control, en no dejarse arrastrar por el torrente de su sensualidad. En un intento por reafirmarse y mitigar su propia impaciencia, dedicó varios minutos
—¡Eh, espérenme!La visión de Steff corriendo por el muelle hacia el crucero hizo que Jye sintiera una oleada de alivio, a pesar de todo ambos aunsabian que debian de concluir la trasaccion de la compra del negocio de los Mulgan. Cuando llegó el momento de tener que irse al embarcadero, Steff seguía encerrada en su cuarto, de modo que Jye llamó a la puerta y le expuso cuáles eran los planes para esa tarde. Él interpretó su falta de respuesta, aparte de un vehemente «¡Bien, espero que naufraguen y los devoren los tiburones!», como una negativa silenciosa a acompañarlo. Por primera vez en su carrera profesional estuvo a punto de anteponer los sentimientos personales a los negocios y cancelar la excursión náutica para intentar reparar los daños en una amistad que valoraba por encima de todas las demás; lo único que lo detuvo fue saber que no había modo de razonar con Steff hasta que se calmara... supuso que le quedaba una espera de dos décadas.Miró de reojo a Tory cuando Steff saltó a
Ante la prueba de la evidente y extrema agitación de Jye, Steff se sintió dominada por la culpa, solo por un segundo luego recordo el comportamiento que abia tenido el con ella y se le paso, asi fue la malda lo que le llevo añadir que estaba preocupada. No era verdad, como la había herido mucho, quiso castigarlo.La había impulsado a pensar en lo bien que desempeñaría el papel de marido y que le haría el amor como si fuera la persona más preciada del mundo, para luego anunciar en público que iban a ser padres. Era como si le hubiera proporcionado su sueño más descabellado para arrebatárselo momentos después. Lo odiaba por ello, pero, al mismo tiempo, lo amaba demasiado para disfrutar con su sufrimiento.—Jye... por favor. No tiene sentido inquietarse. Yo... tengo la convicción de que no estoy embarazada.—No, no es verdad. Que estés segura —su boca fue una línea sombría al mirarla.—De acuerdo. Pero... es muy improbable.—Improbable no significa imposible —dejó de caminar y se detuvo
En el momento en que su lengua encontró la suave humedad del labio inferior de Steff, el deseo que lo desgarraba era visceral. Gimió y su gloriosa intensidad lo hizo cerrar los ojos. —¡Oomph! Por segunda vez en menos de doce horas ella lo pilló desprevenido. En esa ocasión lo empujo haciendo que perdierae equilibrio y callera en el piso sobre su trasero, aunque no lo tumbó al suelo con ninguna de sus tecnicas de defensa personal, logro inmovilizarlo colocando un pies sobre su pecho. —Apártate, Jye —le advirtió—. ¡Bien, perfecto! Si estoy embarazada me cercioraré de que tú recibas todos los méritos. ¡Pero que ni se te ocurra que podrás convencerme de que me case contigo y, así, convertirte en el último mártir vivo con una sesión de besos sexys y ardientes! Porque jamás repito mis errores. —Mentirosa —bromeó—. Olvidas que he comido dos veces lo que tú has cocinado. —¡Muy gracioso! Pero te voy a dar un consejo, Jye... En tu lugar yo no volvería a comerlo, porque la próxima vez que di
Su primer deseo fue rodearle el cuello con los brazos, pero, imitándolo, limitó su entusiasmo a una sonrisa tan profesional como la que él le dirigió a sir Frank.—Bueno —comentó el hombre mayor—, creo que esto requiere una celebración. ¿Les parece una cena a las ocho?—Lo siento, sir Frank —repuso Jye—, pero debemos regresar al continente tan pronto como sea posible. ¿Puedes arreglar que tu piloto nos lleve al aeropuerto esta tarde?La solicitud de Jye provocó un dolor agudo en todo el cuerpo de Steff. Se había terminado. Misión cumplida. En unas horas su falso matrimonio con Jye habría concluido. No más peleas. No más besos. No más amor. ¡Bien!Cuanto antes volviera a su vida normal, mejor. Jye quería ponerle fin al fiasco lo antes posible, casi de inmediato. Ella también. Le alegraba que terminara. Había desempeñado su parte y el padrino estaría exultante con el cierre del trato. Cielos, era tan grande el alivio de que todo hubiera acabado, que no podía pensar en loque debía hace
—¡Elo! —gritó, aunque no pudo agitar la mano porque Jye se la sujetó.—Yo te habría dejado en casa —dijo con frialdad.—No seas ridículo —se soltó—. Vives en la otra punta de la ciudad. La tarifa del taxi habría sido exorbitante.—¿Cuándo ha empezado a preocuparte una tarifa de taxi? Desde que te robaron el coche tú has gastado más que nadie en taxis.—Punto que nunca has dejado de recordarme —replicó—. No hay modo de complacerte, ¿verdad?—Eso no es cierto, Steff. La otra noche lo conseguiste... varias veces.—No estoy interesada en hablar de lo sucedido esa noche.Ni ahora, ni en un futuro cercano, ni nunca.—Es una pena, porque dentro de unos meses quizá tengamos que hablar de técnicas de parto.—No estoy embarazada. Cuantas veces tendre que repetirte eso...—Eso esperamos. Por desgracia, la esperanza no es una medida fiable para evitarlo.—¡Hola, chicos! —para Steff, la llegada de Eloisa no podría haber estado mejor sincronizada. No sólo le evitó tener que responder, sino que coinc