—Deja que lo exprese de esta manera... no te saltes más clases de cocina.
La llamada de Brad no se había producido cuando Elo se marchó poco después de las diez. Tampoco a medianoche, cuando una abatida Stephanie se fue a la cama, ni a las tres y cuarto de la mañana, cuando yacía despierta, con el teléfono portátil en las manos. Y tampoco al ocupar su despacho a las ocho de la mañana siguiente. —¡Steff! —se sobresaltó ante la inesperada aparición de su padrino—. Esperaba que llegaras pronto —explicó con evidente satisfacción.—¿Sí? ¿Por qué? —preguntó, obligándose a centrarse en una actitud laboral. A pesar de la relación íntima que Jye y ella mantenían con el hombre mayor y alto, la rígida disciplina del padrino al no permitir que ésta se reflejara en la oficina los había condicionado a ambos a comportarse de la misma manera.—Porque necesito que hagas la maleta y vayas al aeropuerto para tomar un vuelo de las once.—. No me hagas esto. Acabo de regresar de un viaje de cinco semanas. ¿No puedes enviar a alguien más?—Ya lo he hecho. Jye se marchó hace dos días —y ella que había estado pensando en el éxito que tenía en esquivarlo—. Al parecer tiene un problema...—Más de uno, si quieres conocer mi opinión.—¿Ha hablado sobre los planes de compra de Illusions contigo? —su padrino frunció el ceño—. ¡Bien! Me ahorrará tener que contártelo.—No, no —Steff sacudió la cabeza—. No he hablado de nada con él desde mi vuelta —«al menos nada de negocios», pensó—. Ni siquiera sabía que se había marchado.—Ha ido a negociar la compra del complejo Illusion Island de sir Frank. Creo que será una adición valiosa a nuestro grupo, pero ha encontrado un obstáculo inesperado.—¿Qué clase de obstáculo? —esperaba que hubiera chocado de cabeza contra él.—La conexión telefónica no era muy buena —descartó el tema con un gesto de la mano—, así que habría sido imposible hablar de ello. Además, no necesito el estrés añadido de las negociaciones. Jye es jefe de Expansión y Desarrollo, cualquiera que sea el problema lo sabrá solucionar. Confío por completo en su juicio.—Entonces, ¿para qué quieres que vaya?—Porque Jye dice que es crucial para que cerremos el trato.—No sé cómo puede serlo. Mi puesto no tiene nada que ver con la adquisición de propiedades. ¿De qué querría hablar sir Frank ?—Todo el mundo sabe que Frank es un poco excéntrico, así que, ¿quién sabe qué querrá para que aseguremos la venta? Tal vez desea que le garanticemos que estamos comprometidos a mantener el Illusions Hotel como uno de los mejores del país.—Padrino —Steff le dirigió una mirada escéptica—, sólo tiene que analizar nuestro historial para saberlo. Además, ha gastado una fortuna en competir con nosotros enlos últimos años —de nuevo volvió a ganarse su gesto habitual con la mano.—Mira, sólo estoy especulando con el motivo por el que Jye puede decir que te necesita allí, pero en lo que a mí atañe, si él cree que es vital que participes en las negociaciones, a mí me basta.Así como Steff consideraba admirable la fe absoluta que Dominic depositaba en todo su personal ejecutivo, en esa ocasión estaba ansiosa por socavarla. Bajo ningún concepto tenía ganas de ayudar a Jye Fox a salir de una situación difícil.—Eso está muy bien —concedió—. Pero, por desgracia, en este momento lo más que puedo acordar es enviar a mi ayudante. Llevo fuera de mi despacho más de un mes, y me quedan semanas de trabajo aquí que...—Que puede esperar —insistió su padrino—. Aprecio tu diligencia, peroeste trato es importante para mí. No quiero que Frank le venda el hotel a otro y encontrarme compitiendo con algún desconocido o, Dios lo impida, con ese desgraciado de King.Cole King era un millonario hecho a sí mismo que amasó su fortuna comprando hoteles australianos con mediano éxito para venderlos a intereses extranjeros. Aunque no iba contra la ley, automáticamente lo convertía en un desgraciado y en rival encarnizado de Dominic, quien creía en mantener los negocios australianos en manos australianas.—Y ahora, Steff, quiero que delegues todo lo que consideres que no puede esperar, y te vayas a casa a hacer la maleta.—Todavía no la he deshecho desde que regresé de mi viaje —musitó.—Bien, bien. En ese caso, quizá pueda conseguir que te cambien el billete a un vuelo que salga antes —observó el reloj antes de mirarla fijamente con sus ojos azules—. No tienes aspecto de estar durmiendo lo suficiente —observó—. Tienes ojeras.—Las cosas han estado un poco... agitadas desde que volví .. —explicó. No quería que se preocupara, pero tampoco iba a entrar en los detalles del matrimonio de Brad.—Estás demasiado centrada en el trabajo, Steff. ¿Por qué no te tomas unos días libres en cuanto se cierre el trato con Frank? De hecho, ¿por qué no te quedas allí? —sugirió—. Illusion es un lugar maravilloso para relajarse.Sí, maravilloso. Illusion Island estaba a treinta minutos de helicóptero de Queensland, en el continente, y carecía de teléfonos, lo que significaba que no podría contactar con Brad y le sería imposible evitar a Jye. ¿Maravilloso? ¿Libre de estrés? ¡En sus sueños!—¡Será mejor que tengas una buena excusa, Jye! —soltó cuando fue a buscarla al aeropuerto de Cairns.—¡Dame un abrazo! —demandó él, bloqueándole el paso hacia la cinta con las maletas.—¿Qué...? —se vio cortada cuando Jye la abrazó.—Rodéame el cuello con los brazos.—Me gustaría ponerte una cuerda... ¡Jye!Le costó describir la sensación de aturdimiento que la invadió al encontrarse envuelta en una abrazo de oso con la cabeza apoyada contra su musculoso pecho. El intento de liberarse se vio impedido por pura fuerza masculina.—Actúa como si me hubieras echado mucho de menos —instó él en un susurro—. Nos están mirando.—¡En tu caso sin duda te vigilan los loqueros! —musitó, insistiendo en querersoltarse—. ¡Jye, déjame! ¿Estás loco?—Maldita sea, Steff —siseó, rozándole el cuello—. Sígueme. Actúa como si me hubieras echado de menos. ¡Pon algo de convicción!—Lo único en lo que voy a poner convicción es en mi rodilla, cuando te golpee en la entrepierna. Ahora... —la mano que tenía en la nuca le echó la cabeza hacia atrás, dejando que al menos pudiera verle la cara—. ¿Te importaría decirme...? —ni siquiera tuvo tiempo de terminar antes de que la tapara la boca con la suya.Así como no era nada halagador para el ego de Jye que una mujer se quedara petrificada en sus brazos, se consoló pensando que sólo se trataba de Steff, y que al menos había dejado de retorcerse. Lo único que le quedaba era esperar que estuviera demasiado aturdida por su conducta como para empujarlo y abofetearlo en cuanto la soltara, porque eso arruinaría su historia y cualquier posibilidad de asegurarse la transacción con Frank.Y pensaba soltarla... en cualquier momento. Sólo prolongaba el instante porque sabía que Frank y Tory, en especial Tory, los estarían observando. El futuro inmediato de la compañia dependía de un beso... era su responsabilidad hacer que pareciera convincente. Se comportabaasí para exclusivo beneficio de su audiencia, no se trataba de nada personal, se recordó mientras sus labios saboreaban el gusto asombrosamente placentero del lápiz de labios de Steff.Su altruista dedicación a favor de los mejores intereses de la compañía se vieron frenados por una insistente presión en sus hombros, por lo que alzó la cabeza despacio y abrió los ojos para contemplar unos azules sorprendidos que lo miraban atónitos. En realidad, en ese momento eran más grises que azules; jamás había visto que los ojos de Steff adquirieran esa profundidad de tono. —Jye... —calló para respirar hondo. Él hizo lo mismo, irritado al descubrir que el estrés de enfrentarse a los siguientes minutos le perturbaba la respiración; por lo general se crecía con la presión. Miró por encima del hombro y descubrió que Frank y su voluptuosa tercera esposa se acercaban a ellos. —Steff —se apresuró a explicar, asiéndole la hermosa y desconcertada cara—. Necesito que sigas todo lo que diga. El futuro de la compra de este complejo hotelero que tanto Dominic quiere depende de ello —al percibir una negativa en el modo en que iba a enarcar las cejas, agarró la esbelta mano izquierda de e
Steff no rebatió el comentario sexista, notando que a Jye no le entusiasmaba más que a ella la idea de sir Frank. —Veo que no eres muy aficionada a las joyas, Steff —dijo Tory en cuanto se pusieron en marcha—. No he podido evitar notar que no llevas ningún anillo. Jye sintió un nudo en el estómago ante la pregunta y el tono de voz. Eso era lo que había estado temiendo, está endiablada mujer quería algo que no iba a tener. Así que para fastidiar estaba intentando sabotear la compra haciéndolos quedar mal a él y a Steff delante de su marido. Se esforzó por oír lo que decía Mulgan sobre unos movimientos recientes en el mercado de valores y la conversación en el asiento de atrás al mismo tiempo. Tenía plena confianza en su pelirroja si alguien podía soltar a Tory era ella. —¡Oh, pero me encantan las joyas! —repuso Steff con una risa encantada que Jye reconoció como pobre de ti por meterte conmigo, casi sintió lástima por Tory pero luego recordó los malos tragos que estaba pasando por
Stepff casi se atraganta por el rubor que invadió su rostro cuando la sonora carcajada de sir Frank reverberó por el vestíbulo del hotel, atrayendo toda la atención hacia ellos. Metida bajo el brazo de Jye, se sentía como una niña pequeñaque habia hecho una travesura, desde su posicion veia bien como el muy... de su pronto ex mejor amigo estaba disfrutando. De buena gana se habría soltado de su «afectuoso» brazo y de la falsa caricia de sus dedos en su cuello para largarse del hotel. Por mucho menos le habría roto sus bonitos y demasiado perfectos dientes. Pero recordó su misión y le pasó un brazo por la cintura, pellizcándolo sin que nadie la viera. Con fuerza, mucha fuerza. Aunque Jye no mostró señal exterior de que le había causado algún dolor, la soltó en el acto y se reunió con sir Frank y un hombre uniformado en la recepción del hotel, dejándola sola en mitad del vestíbulo, sintiéndose aún más conspicua. Al dirigirse hacia unos sillones de bambú, se encontró con la expresión
—¡Tu impresionante historial de triunfos tanto en los dormitorios como en las salas de juntas por todo el país! —repuso—. Llámame cínica, pero estoy dispuesta a apostar que no es el primer trato que negocias después de disfrutar de mucha cama y poco sueño.—¡Eres cínica! ¡Y perderías la apuesta! —mintió, sonriendo para sí mismo—. Me estoy preparando una copa; ¿quieres una?¿ Te preparo el trago que te gusta?—Sí, gracias. No tardaré dejo todo en la habitacion y regreso.Como el gin tonic y el vino blanco era el único alcohol que probaba Steff, y el vino sólo durante las comidas, no tuvo que preguntarle qué quería. Cuando ella reapareció, había llevado las copas al pequeño patio cubierto por una aromática parra. Se había cambiado el traje con el que llegó por unos pantalones cortos y una camiseta amplios; iba descalza. Con gracilidad se dejó caer en la tumbona y alargó la ir mano para asir la copa.—Por la exitosa compra de este lugar —brindó.—Que por desgracia depende de un sofá peque
Esa noche Steff se distrajo mientras se daba los últimos toques de maquillaje cuando vio el albornoz de un hombre pasó volando ante ella para aterrizar a medias sobre la silla delante del tocador. Se volvió y encontró a Jye apoyado con gesto negligente en la puerta. Llevaba una elegante camisa de seda y pantalones negros, pero tenía el pelo mojado y sin peinar y los pies descalzos. La viva imagen de la seduccion...—Por favor, no tires cosas cuando me estoy aplicando rímel. Al padrino no le gustaría que denunciara a la empresa por dejarme ciega.—Lo siento —se acercó al armario y sacó unos zapatos—. ¿Te molesta que termine de vestirme aquí? —para evitar la especulación y los rumores de las camareras acordaron compartir el armario del dormitorio y dejar cosas por la habitación para que diera la impresión de que la ocupaba una pareja feliz. Pero ella había insistido en que Jye usara el cuarto de baño para vestirse.—Creo que mi fragil y tierno corazón soportará que te pongas unos zapat
Jye estaba seguro de que el vestido que se había puesto era el mismo que había usado en la celebración de Nochevieja, aunque cuando una mujer tenía tantos modelos en tantas variedades de amarillo como Steff, resultaba difícil saberlo con certeza. Pero el cuello alto y la abundancia de hombros que revelaba se le había quedado grabado.Así como Steff no tenía las curvas voluptuosas de las mujeres con las que habitualmente salía, era muy proporcionada y tenía un porte tan elegante que hacía que los hombres volvieran la cabeza. Sabia como vestir para destacar y con ese vestido en particular estaba hermosa y endemoniadamente sexy, y el no era ningun santo. Steff es su mejor amiga, su confidente pero por lo mas sagrado que pudiese existir el no era de piedra.—Bueno —dijo ella—, ahora levántate de mi cama y vayámonos.—Para alguien que supuestamente teme la noche que le espera, tienes muchas ganas de irte —miró la hora—. ¿Qué prisa hay? Aún nos quedan veinte minutos, y andando se llega al h
¡No hagas nada! ¡Debía estar bromeando! Jye sintió como si le faltara un segundo para experimentar una fusión total. ¿Qué demonios le había sucedido a la mujer fría y rígida que había besado en el aeropuerto?—Cielos. Espero no interrumpir nada.Jye dudó de que el sonido de la voz de Tory se hubiera registrado en su mente de no haber sido por el hecho de que provocó la retirada de la boca ardiente y el cuerpo cálido pegado al suyo. Pero incluso en el momento en que su aturdido sistema se afanaba por recuperar el equilibrio, la mujer responsable de su ebriedad emocional parecía impasible.—En absoluto, lady Mulgan —dijo Steff, que añadió en un susurro alto dirigido a Jye—. ¿Lo ves? Te dije que sólo teníamos tiempo para algo rápido —le asió la mano y lo arrastró hasta donde Tory se hallaba junto a un cochecito de golf.—Lo siento, Tory —dijo él—. ¿Hemos confundido la hora? Estaba seguro de que sir Frank indicó que nos reuniríamos en el bar a las siete y media.—¡Oh, no, Jye! apoyó la ma
Siempre que la vista de sir Frank se desviaba a los pechos demasiado expuestos de su mujer, que no paraban de moverse, seguro que por el esfuerzo de respirar en un vestido tan ceñido, ella miraba con expresión tórrida a Jye.—Jye me ha dicho que lleváis casados seis meses —comentó sir Frank mientras le llenaba su copa de champán y a continuación la suya—. ¿Cómo te las arreglas estando casada con un hombre tan ocupado como él? Sé que Victoria siempre dice que lo pasa muy mal cuando me voy en viaje de negocios, y le cuesta mucho divertirse.«Quieres apostar algo?», preguntó mentalmente.—Bueno, yo también trabajo en la empresa de Dominic, así que casi siempre me encuentro igual de ocupada —repuso.—La verdad es que Steff trabaja demasiado —intervino Jye— Fui yo quien se sintió solo cuando viajó al oeste de Australia. Por eso —añadió con una sonrisa en su dirección— me sentí tan encantado cuando aceptó reunirse conmigo aquí.—Naturalmente, al ser la ahijada de Dominic Porter... —en cuant