Capitulo 3

—¡Oh, Jye, eres tan ingenuo! —lo absurdo de esa acusación lo dejó mudo, pero, por desgracia, Stephanie no sufrió ese problema—. Fue Kat quien en primer lugar le sugirió a Brad lo del matrimonio fingido —explicó—. Dio por hecho que él querría conseguir la dirección del departamento cuando éste quedó vacante y le pidió que la recomendara para ocupar su puesto. Cuando él le informó de que ni siquiera lo considerarían para el ascenso porque al padrino le gustaba que sus ejecutivos estuvieran casados, a Kat se le ocurrió la idea de un matrimonio de conveniencia.

Tenías razón con la evaluación que hiciste de ella, Jye —continuó—. Kat es una mujer que sólo piensa en su carrera. El interés que tiene por Brad es sólo profesional, nada más.

—¡Tonterías! —replicó él—. Puede que tenga planes para su futuro profesional, pero también los tiene sobre Brad. Piensa en ello, Steff. Si sólo persiguiera el anterior puesto de él, le habría bastado con convencerlo de que se casara con alguien... —calló para dejar que las palabras surtieran su impacto—. Por lo que tú has dicho, se ofreció voluntaria al papel.

La duda nubló los ojos de Steff mientras se mordía el labio.

—¡Te equivocas! —exclamó con énfasis—. Kat le dijo a Brad que no ponía objeción alguna a que tuviera relaciones durante su falso matrimonio, siempre y cuando fuera discreto.

—Imagino que eso también te lo contó Brad, ¿no es cierto? —gimió Jye.

—Sí, y le creo.

—Entonces se reduce a un cara o cruz entre proponerte a ti para el premio a la Señorita Ingenua del año o a él para un Oscar.

—Basta, Jye —imploró—. ¿No puedes ver que lo que tienen Karrie y él es sólo... un acuerdo de negocios? Un acuerdo temporal. Lo que yo siento por él es... —enderezó los hombros—. Bueno, de verdad creo que lo amo.

—¡Pues tu proceso mental apesta! —rugió, incapaz de contener la frustración—. Dios mío, Steff , ¿te oyes a ti misma? Estás ahí tratando de justificar tu participación en un asunto sórdido con un hombre casado. Bueno, cariño, si esperas que te dé mi bendición, tendrás que esperar mucho. ¡Puede que a mí no me interese el matrimonio, pero considero sagrado el de los demás!

—¡Deja de ser tan santurrón, Jye! ¡Te repito que no es un matrimonio de verdad!

—¡Si es legal... es real!

—¡No es espiritualmente real!

—Dame fuerzas —Jye alzó la vista al cielo en busca de una pista sobre cómo tratar a una mujer decidida a sabotear su cordura—. De acuerdo —decidió cambiar de táctica—. De acuerdo, finjamos que debido a tus estrechos conceptos de cómo debe ser un matrimonio de verdad, Brad  esté «técnicamente» libre. ¿Por qué, entonces, armas tanto revuelo por el asunto? Quiero decir, dado que lo quieres y él te quiere a ti, si no lo consideras «casado de verdad», ¿dónde demonios radica tu problema?

—El problema —repuso— es que todo el mundo sabe que Kat no sale mucho, y Brad es tan agradable que siente que no está bien colocarla en una posición en la que, si alguien averiguara que él y yo nos veíamos, quedaría como una tonta.

—¡Pero si el tipo es un santo!

—Pero para mí no tiene sentido esperar hasta que Kat empiece a salir con alguien —hizo caso omiso de su sarcasmo—. Santo cielo, Jye, ¡lo único que hace es trabajar! Está tan entregada a su carrera que los hombres a los que es probable que conozca son otros ejecutivos que, gracias al pensamiento medieval del padrino, estarán todos casados.

—Bueno, quizá tengas suerte y el chico que se encarga del mantenimiento de las fotocopiadoras se encapriche de ella —sugirió con tono seco.

—Imposible —repuso como si lo hubiera considerado—. Scott es gay. Lo sé porque el año pasado perdí casi todo un mes tratando de conquistarlo.

—¿Quisiste seducir al mecánico de las fotocopiadoras?

—Está muy bueno —se encogió de hombros—. ¡Cielos! Qué sentido del humor tan retorcido tiene... —antes de que él pudiera digerir ese comentario fascinante, ella continuó—: Mira, Jye, sé que no te gusta mucho la idea de que vea a Brad...

—¿Qué te hace pensar eso?

—¡Por favor, Jye! Necesito tu ayuda. ¿Al menos puedes escucharme? —unos enormes ojos azules grisáceos le suplicaron hasta que hicieron que pensara que era él quien se equivocaba.

«¡Maldita sea! ¿Cómo lo conseguía?», se preguntó, y se resignó al hecho de que probablemente estaría muerto antes de ser inmune a ello. Y a pesar de que le encantaría echarla de su despacho y olvidar que alguna vez habían mantenido esa absurda conversación, no podía, no cuando se la veía tan vulnerable; Steff y Dominic eran lo más próximo a una familia que jamás iba a tener. Si no podía darle su simpatía, al menos le debía dejarla hablar para descargar su problema.

—De acuerdo —dijo con voz cansada—. Te escucho. Pero en diez minutos tengo una reunión con Dom y los chicos del departamento financiero, así que dispones de ocho para decir lo que quieras decir. Y no se te ocurra pedirme que te cubra el trasero —alzó la voz ante el gesto de ella de querer interrumpirlo— si el jefe llega a averiguar que te acuestas con un hombre casado.

—¡No me acuesto con él!

—¿No?

—¡Sólo he salido con él una media docena de veces!

—¡Demonios! Steff, prácticamente me dijiste...

—Cielos, Jye —quedó boquiabierta, con una expresión entre asombrada y dolida— ¿Cómo puedes decir algo semejante? ¿Cómo puedes pensar siquiera que me metería en la cama con un chico que apenas conozco? ¿Cómo...?

—Quizá —cortó su insinuación de que él era el villano ahí— se debe a que acabas de contarme que tu objetivo inmediato en la vida es ser la amante de ese tipo.

—¡Jamás dije eso! —negó con pasión, desterrado ya su aspecto vulnerable.

—Pues es la impresión que recibí.

—Para tu información, el amor tiene algo más que sexo. En contra de tu experiencia personal, no todas las relaciones entre un hombre y una mujer son físicas.

—Es cierto, no todas —coincidió—. Algunas son simplemente exasperantes —se enfrentó a su mirada indignada, sin saber si la emoción que predominaba en él era el enfado o el alivio. Se sintió aliviado al saber que no era amante de Brad , pero, m*****a sea, quiso estrangularla por dejar que pensara lo peor y por su renuencia a no cortar dicha relación.

La estudió, preguntándose cómo una mujer tan atractiva, inteligente y culta como Steff  podía ser tan estúpida cuando se trataba de su vida personal. A pesar de que su pelo revuelto, su graciosa boca y su falda demasiado corta en las reuniones con clientes varones hacían sospechar que sólo era una decoración, Steff era un miembro valioso de  Resort Corporation. Aunque su objetivo en la vida era el matrimonio, una casita con valla blanca en un suburbio, un montón de hijos y un perro labrador, durante las horas de negocios se centraba absolutamente en su trabajo.

—¿Y bien? preguntó, con los brazos cruzados como una institutriz que recibe a su díscolo pupilo.

—¿Y bien, qué?

—Estoy esperando que te disculpes por sacar conclusiones precipitadas.

Jye no pudo dejar de esbozar una leve sonrisa ante su tono de voz. Intentó ocultar la facilidad con que podía aprovecharse de él. Fue un sentimiento sincero de culpabilidad lo que lo impulsó a romper su duelo de silencio.

—Más que sacar conclusiones, me empujaron a ellas —dijo—, y alzó una mano cuando ella amagó con debatir esa cuestión—. Sin embargo, lamento haber dicho lo que dije.

—Entonces, ¿me ayudarás? —su rostro expresó felicidad.

—¿Ayudarte cómo? —frunció el ceño.

—Seduciendo a Kat.

—¿Qué?

—Oh, Jye, por favor —suplicó—. Si consigues que Kat salga contigo, entonces Brad no se sentirá culpable por salir conmigo —incapaz de hablar por la audacia de su petición, Jye sólo pudo menear la cabeza, pero Steff dominó incluso su pequeño logro al enmarcarle la cara en sus manos

—. ¿No lo ves, Jye? —habló con voz ligera y amable, sin duda en deferencia a su estado de estupefacción—. Es la solución perfecta. De hecho, es la única. Y será fácil. ¡Katt no se te resistirá! Después de todo, eres inteligente, rico, atractivo, sexy... —casi ronroneó la palabra—. Y, mejor aún, el siguiente en la línea para ser presidente de  Resort Corporation.

Reconócelo —añadió con sonrisa confiada—, por ser una mujer dedicada a su carrera, aunque Kat  te considere el idiota más grande de la historia, no salir contigo sería la peor decisión profesional que podría tomar.

Sintió una cierta dosis de satisfacción al asirle las muñecas y apartar sus brazos. Se inclinó y pegó la nariz a la suya.

—No.

—No, ¿qué? —ella parpadeó.

—No, no pienso caer ante una sonrisa dulce, una voz suave o alguno de los ardides femeninos con los que acabas de intentar machacarme. Y, no, no voy a pedirle a Katt que salga conmigo.

El intento de Steff de soltarse hizo que pegara su torso al de Jye; su furia era

tan evidente como el subir y bajar de sus pechos contra su camisa y su rostro

acalorado.

—Ella... se hace llamar... Kat Dent.

—Puede hacerse llamar como mejor le plazca; no altera el hecho de que está casada con Brad .

Ella trató de soltarse con más vehemencia, algo que él le negó durante unos segundos, tentado a meterle cierto sentido común en la cabeza. Pero cuando ese impulso benigno de pronto se vio dominado por uno más perturbador de hacerle perder el sentido con un beso, Jye la dejó libre; de inmediato lo lamentó al darse cuenta de que Steff empleaba todo su cuerpo para soltarse. Sus esfuerzo fueron en vano, y un segundo después ella terminó con el trasero en la alfombra. En el acto se puso en cuclillas a su

lado.

—Demonios, Steff, ¿te encuentras bien? Cariño, lo siento —extendió una mano para ayudarla a incorporarse—. No esperaba...

—¿Cuánto lo sientes? —los ojos le brillaron con un placer y una expectación casi infantiles.

—No tanto...

—Lo cual demuestra que hablar es fácil —le apartó la mano—. Si de verdad lo lamentaras aceptarías invitar a Kat. Es lo menos que puedes hacer por tirarme al suelo y lastimarme el trasero.

—No te tiré al suelo —Jye apretó los dientes—. Y si pensara que serviría para algo y le daría algo de cordura a tu tonta cabeza romántica, te azotaría el trasero.

—Y si yo pensara que serviría para algo —repitió con ardor, poniéndose de pie con una celeridad que le proporcionó a él una tentadora visión de su pierna—, apelaría a tu gentil corazón y te pediría que lo reconsideraras. ¡Pero es evidente que no tienes corazón, Jye!

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