—¡Oh, Jye, eres tan ingenuo! —lo absurdo de esa acusación lo dejó mudo, pero, por desgracia, Stephanie no sufrió ese problema—. Fue Kat quien en primer lugar le sugirió a Brad lo del matrimonio fingido —explicó—. Dio por hecho que él querría conseguir la dirección del departamento cuando éste quedó vacante y le pidió que la recomendara para ocupar su puesto. Cuando él le informó de que ni siquiera lo considerarían para el ascenso porque al padrino le gustaba que sus ejecutivos estuvieran casados, a Kat se le ocurrió la idea de un matrimonio de conveniencia.
Tenías razón con la evaluación que hiciste de ella, Jye —continuó—. Kat es una mujer que sólo piensa en su carrera. El interés que tiene por Brad es sólo profesional, nada más.—¡Tonterías! —replicó él—. Puede que tenga planes para su futuro profesional, pero también los tiene sobre Brad. Piensa en ello, Steff. Si sólo persiguiera el anterior puesto de él, le habría bastado con convencerlo de que se casara con alguien... —calló para dejar que las palabras surtieran su impacto—. Por lo que tú has dicho, se ofreció voluntaria al papel.La duda nubló los ojos de Steff mientras se mordía el labio.—¡Te equivocas! —exclamó con énfasis—. Kat le dijo a Brad que no ponía objeción alguna a que tuviera relaciones durante su falso matrimonio, siempre y cuando fuera discreto.—Imagino que eso también te lo contó Brad, ¿no es cierto? —gimió Jye.—Sí, y le creo.—Entonces se reduce a un cara o cruz entre proponerte a ti para el premio a la Señorita Ingenua del año o a él para un Oscar.—Basta, Jye —imploró—. ¿No puedes ver que lo que tienen Karrie y él es sólo... un acuerdo de negocios? Un acuerdo temporal. Lo que yo siento por él es... —enderezó los hombros—. Bueno, de verdad creo que lo amo.—¡Pues tu proceso mental apesta! —rugió, incapaz de contener la frustración—. Dios mío, Steff , ¿te oyes a ti misma? Estás ahí tratando de justificar tu participación en un asunto sórdido con un hombre casado. Bueno, cariño, si esperas que te dé mi bendición, tendrás que esperar mucho. ¡Puede que a mí no me interese el matrimonio, pero considero sagrado el de los demás!—¡Deja de ser tan santurrón, Jye! ¡Te repito que no es un matrimonio de verdad!—¡Si es legal... es real!—¡No es espiritualmente real!—Dame fuerzas —Jye alzó la vista al cielo en busca de una pista sobre cómo tratar a una mujer decidida a sabotear su cordura—. De acuerdo —decidió cambiar de táctica—. De acuerdo, finjamos que debido a tus estrechos conceptos de cómo debe ser un matrimonio de verdad, Brad esté «técnicamente» libre. ¿Por qué, entonces, armas tanto revuelo por el asunto? Quiero decir, dado que lo quieres y él te quiere a ti, si no lo consideras «casado de verdad», ¿dónde demonios radica tu problema?—El problema —repuso— es que todo el mundo sabe que Kat no sale mucho, y Brad es tan agradable que siente que no está bien colocarla en una posición en la que, si alguien averiguara que él y yo nos veíamos, quedaría como una tonta.—¡Pero si el tipo es un santo!—Pero para mí no tiene sentido esperar hasta que Kat empiece a salir con alguien —hizo caso omiso de su sarcasmo—. Santo cielo, Jye, ¡lo único que hace es trabajar! Está tan entregada a su carrera que los hombres a los que es probable que conozca son otros ejecutivos que, gracias al pensamiento medieval del padrino, estarán todos casados.—Bueno, quizá tengas suerte y el chico que se encarga del mantenimiento de las fotocopiadoras se encapriche de ella —sugirió con tono seco.—Imposible —repuso como si lo hubiera considerado—. Scott es gay. Lo sé porque el año pasado perdí casi todo un mes tratando de conquistarlo.—¿Quisiste seducir al mecánico de las fotocopiadoras?—Está muy bueno —se encogió de hombros—. ¡Cielos! Qué sentido del humor tan retorcido tiene... —antes de que él pudiera digerir ese comentario fascinante, ella continuó—: Mira, Jye, sé que no te gusta mucho la idea de que vea a Brad...—¿Qué te hace pensar eso?—¡Por favor, Jye! Necesito tu ayuda. ¿Al menos puedes escucharme? —unos enormes ojos azules grisáceos le suplicaron hasta que hicieron que pensara que era él quien se equivocaba.«¡Maldita sea! ¿Cómo lo conseguía?», se preguntó, y se resignó al hecho de que probablemente estaría muerto antes de ser inmune a ello. Y a pesar de que le encantaría echarla de su despacho y olvidar que alguna vez habían mantenido esa absurda conversación, no podía, no cuando se la veía tan vulnerable; Steff y Dominic eran lo más próximo a una familia que jamás iba a tener. Si no podía darle su simpatía, al menos le debía dejarla hablar para descargar su problema.—De acuerdo —dijo con voz cansada—. Te escucho. Pero en diez minutos tengo una reunión con Dom y los chicos del departamento financiero, así que dispones de ocho para decir lo que quieras decir. Y no se te ocurra pedirme que te cubra el trasero —alzó la voz ante el gesto de ella de querer interrumpirlo— si el jefe llega a averiguar que te acuestas con un hombre casado.—¡No me acuesto con él!—¿No?—¡Sólo he salido con él una media docena de veces!—¡Demonios! Steff, prácticamente me dijiste...—Cielos, Jye —quedó boquiabierta, con una expresión entre asombrada y dolida— ¿Cómo puedes decir algo semejante? ¿Cómo puedes pensar siquiera que me metería en la cama con un chico que apenas conozco? ¿Cómo...?—Quizá —cortó su insinuación de que él era el villano ahí— se debe a que acabas de contarme que tu objetivo inmediato en la vida es ser la amante de ese tipo.—¡Jamás dije eso! —negó con pasión, desterrado ya su aspecto vulnerable.—Pues es la impresión que recibí.—Para tu información, el amor tiene algo más que sexo. En contra de tu experiencia personal, no todas las relaciones entre un hombre y una mujer son físicas.—Es cierto, no todas —coincidió—. Algunas son simplemente exasperantes —se enfrentó a su mirada indignada, sin saber si la emoción que predominaba en él era el enfado o el alivio. Se sintió aliviado al saber que no era amante de Brad , pero, m*****a sea, quiso estrangularla por dejar que pensara lo peor y por su renuencia a no cortar dicha relación.La estudió, preguntándose cómo una mujer tan atractiva, inteligente y culta como Steff podía ser tan estúpida cuando se trataba de su vida personal. A pesar de que su pelo revuelto, su graciosa boca y su falda demasiado corta en las reuniones con clientes varones hacían sospechar que sólo era una decoración, Steff era un miembro valioso de Resort Corporation. Aunque su objetivo en la vida era el matrimonio, una casita con valla blanca en un suburbio, un montón de hijos y un perro labrador, durante las horas de negocios se centraba absolutamente en su trabajo.—¿Y bien? preguntó, con los brazos cruzados como una institutriz que recibe a su díscolo pupilo.—¿Y bien, qué?—Estoy esperando que te disculpes por sacar conclusiones precipitadas.Jye no pudo dejar de esbozar una leve sonrisa ante su tono de voz. Intentó ocultar la facilidad con que podía aprovecharse de él. Fue un sentimiento sincero de culpabilidad lo que lo impulsó a romper su duelo de silencio.—Más que sacar conclusiones, me empujaron a ellas —dijo—, y alzó una mano cuando ella amagó con debatir esa cuestión—. Sin embargo, lamento haber dicho lo que dije.—Entonces, ¿me ayudarás? —su rostro expresó felicidad.—¿Ayudarte cómo? —frunció el ceño.—Seduciendo a Kat.—¿Qué?—Oh, Jye, por favor —suplicó—. Si consigues que Kat salga contigo, entonces Brad no se sentirá culpable por salir conmigo —incapaz de hablar por la audacia de su petición, Jye sólo pudo menear la cabeza, pero Steff dominó incluso su pequeño logro al enmarcarle la cara en sus manos—. ¿No lo ves, Jye? —habló con voz ligera y amable, sin duda en deferencia a su estado de estupefacción—. Es la solución perfecta. De hecho, es la única. Y será fácil. ¡Katt no se te resistirá! Después de todo, eres inteligente, rico, atractivo, sexy... —casi ronroneó la palabra—. Y, mejor aún, el siguiente en la línea para ser presidente de Resort Corporation.Reconócelo —añadió con sonrisa confiada—, por ser una mujer dedicada a su carrera, aunque Kat te considere el idiota más grande de la historia, no salir contigo sería la peor decisión profesional que podría tomar.Sintió una cierta dosis de satisfacción al asirle las muñecas y apartar sus brazos. Se inclinó y pegó la nariz a la suya.—No.—No, ¿qué? —ella parpadeó.—No, no pienso caer ante una sonrisa dulce, una voz suave o alguno de los ardides femeninos con los que acabas de intentar machacarme. Y, no, no voy a pedirle a Katt que salga conmigo.El intento de Steff de soltarse hizo que pegara su torso al de Jye; su furia eratan evidente como el subir y bajar de sus pechos contra su camisa y su rostroacalorado.—Ella... se hace llamar... Kat Dent.—Puede hacerse llamar como mejor le plazca; no altera el hecho de que está casada con Brad .Ella trató de soltarse con más vehemencia, algo que él le negó durante unos segundos, tentado a meterle cierto sentido común en la cabeza. Pero cuando ese impulso benigno de pronto se vio dominado por uno más perturbador de hacerle perder el sentido con un beso, Jye la dejó libre; de inmediato lo lamentó al darse cuenta de que Steff empleaba todo su cuerpo para soltarse. Sus esfuerzo fueron en vano, y un segundo después ella terminó con el trasero en la alfombra. En el acto se puso en cuclillas a sulado.—Demonios, Steff, ¿te encuentras bien? Cariño, lo siento —extendió una mano para ayudarla a incorporarse—. No esperaba...—¿Cuánto lo sientes? —los ojos le brillaron con un placer y una expectación casi infantiles.—No tanto...—Lo cual demuestra que hablar es fácil —le apartó la mano—. Si de verdad lo lamentaras aceptarías invitar a Kat. Es lo menos que puedes hacer por tirarme al suelo y lastimarme el trasero.—No te tiré al suelo —Jye apretó los dientes—. Y si pensara que serviría para algo y le daría algo de cordura a tu tonta cabeza romántica, te azotaría el trasero.—Y si yo pensara que serviría para algo —repitió con ardor, poniéndose de pie con una celeridad que le proporcionó a él una tentadora visión de su pierna—, apelaría a tu gentil corazón y te pediría que lo reconsideraras. ¡Pero es evidente que no tienes corazón, Jye!—¿Sí? Bueno, otra cosa que no tengo es tiempo para quedarme contigo y correr otra vez el riesgo de que me manipules —más enfadado que lo que justificaba la situación, recogió unas carpetas del escritorio—. Nos vemos; tengo una reunión a la que asistir.—¡Jye, aguarda! —le agarró el brazo. Su cara era una mezcla de súplica y cálculo—. ¿Y si te prometiera cocinarte durante una semana por sólo invitar a Kat a comer?—Paso. Los dos sabemos que eres una paciente potencial de urgencias cada vez que entras en una cocina; lo mismo le sucede a cualquiera que coma tus platos. Asi que mejor ni te arriesgues con la invitacion, cocinar definitivamente no es lo tuyo.—¿Y si te contara que hace dos semanas empecé a tomar clases de cocina?El anuncio lo sorprendió, ya que siempre había dicho que en cuanto encontrara al Señor Perfecto dejaría de ser autodidacta en la cocina y asistiría a clases de cocina. Pero, a pesar de las ideas equivocadas que giraban en su cabeza, Brad, casado o no, no era su Se
—Deja que lo exprese de esta manera... no te saltes más clases de cocina.La llamada de Brad no se había producido cuando Elo se marchó poco después de las diez. Tampoco a medianoche, cuando una abatida Stephanie se fue a la cama, ni a las tres y cuarto de la mañana, cuando yacía despierta, con el teléfono portátil en las manos. Y tampoco al ocupar su despacho a las ocho de la mañana siguiente.—¡Steff! —se sobresaltó ante la inesperada aparición de su padrino—. Esperaba que llegaras pronto —explicó con evidente satisfacción.—¿Sí? ¿Por qué? —preguntó, obligándose a centrarse en una actitud laboral. A pesar de la relación íntima que Jye y ella mantenían con el hombre mayor y alto, la rígida disciplina del padrino al no permitir que ésta se reflejara en la oficina los había condicionado a ambos a comportarse de la misma manera.—Porque necesito que hagas la maleta y vayas al aeropuerto para tomar un vuelo de las once.—. No me hagas esto. Acabo de regresar de un viaje de cinco semanas.
Su altruista dedicación a favor de los mejores intereses de la compañía se vieron frenados por una insistente presión en sus hombros, por lo que alzó la cabeza despacio y abrió los ojos para contemplar unos azules sorprendidos que lo miraban atónitos. En realidad, en ese momento eran más grises que azules; jamás había visto que los ojos de Steff adquirieran esa profundidad de tono. —Jye... —calló para respirar hondo. Él hizo lo mismo, irritado al descubrir que el estrés de enfrentarse a los siguientes minutos le perturbaba la respiración; por lo general se crecía con la presión. Miró por encima del hombro y descubrió que Frank y su voluptuosa tercera esposa se acercaban a ellos. —Steff —se apresuró a explicar, asiéndole la hermosa y desconcertada cara—. Necesito que sigas todo lo que diga. El futuro de la compra de este complejo hotelero que tanto Dominic quiere depende de ello —al percibir una negativa en el modo en que iba a enarcar las cejas, agarró la esbelta mano izquierda de e
Steff no rebatió el comentario sexista, notando que a Jye no le entusiasmaba más que a ella la idea de sir Frank. —Veo que no eres muy aficionada a las joyas, Steff —dijo Tory en cuanto se pusieron en marcha—. No he podido evitar notar que no llevas ningún anillo. Jye sintió un nudo en el estómago ante la pregunta y el tono de voz. Eso era lo que había estado temiendo, está endiablada mujer quería algo que no iba a tener. Así que para fastidiar estaba intentando sabotear la compra haciéndolos quedar mal a él y a Steff delante de su marido. Se esforzó por oír lo que decía Mulgan sobre unos movimientos recientes en el mercado de valores y la conversación en el asiento de atrás al mismo tiempo. Tenía plena confianza en su pelirroja si alguien podía soltar a Tory era ella. —¡Oh, pero me encantan las joyas! —repuso Steff con una risa encantada que Jye reconoció como pobre de ti por meterte conmigo, casi sintió lástima por Tory pero luego recordó los malos tragos que estaba pasando por
Stepff casi se atraganta por el rubor que invadió su rostro cuando la sonora carcajada de sir Frank reverberó por el vestíbulo del hotel, atrayendo toda la atención hacia ellos. Metida bajo el brazo de Jye, se sentía como una niña pequeñaque habia hecho una travesura, desde su posicion veia bien como el muy... de su pronto ex mejor amigo estaba disfrutando. De buena gana se habría soltado de su «afectuoso» brazo y de la falsa caricia de sus dedos en su cuello para largarse del hotel. Por mucho menos le habría roto sus bonitos y demasiado perfectos dientes. Pero recordó su misión y le pasó un brazo por la cintura, pellizcándolo sin que nadie la viera. Con fuerza, mucha fuerza. Aunque Jye no mostró señal exterior de que le había causado algún dolor, la soltó en el acto y se reunió con sir Frank y un hombre uniformado en la recepción del hotel, dejándola sola en mitad del vestíbulo, sintiéndose aún más conspicua. Al dirigirse hacia unos sillones de bambú, se encontró con la expresión
—¡Tu impresionante historial de triunfos tanto en los dormitorios como en las salas de juntas por todo el país! —repuso—. Llámame cínica, pero estoy dispuesta a apostar que no es el primer trato que negocias después de disfrutar de mucha cama y poco sueño.—¡Eres cínica! ¡Y perderías la apuesta! —mintió, sonriendo para sí mismo—. Me estoy preparando una copa; ¿quieres una?¿ Te preparo el trago que te gusta?—Sí, gracias. No tardaré dejo todo en la habitacion y regreso.Como el gin tonic y el vino blanco era el único alcohol que probaba Steff, y el vino sólo durante las comidas, no tuvo que preguntarle qué quería. Cuando ella reapareció, había llevado las copas al pequeño patio cubierto por una aromática parra. Se había cambiado el traje con el que llegó por unos pantalones cortos y una camiseta amplios; iba descalza. Con gracilidad se dejó caer en la tumbona y alargó la ir mano para asir la copa.—Por la exitosa compra de este lugar —brindó.—Que por desgracia depende de un sofá peque
Esa noche Steff se distrajo mientras se daba los últimos toques de maquillaje cuando vio el albornoz de un hombre pasó volando ante ella para aterrizar a medias sobre la silla delante del tocador. Se volvió y encontró a Jye apoyado con gesto negligente en la puerta. Llevaba una elegante camisa de seda y pantalones negros, pero tenía el pelo mojado y sin peinar y los pies descalzos. La viva imagen de la seduccion...—Por favor, no tires cosas cuando me estoy aplicando rímel. Al padrino no le gustaría que denunciara a la empresa por dejarme ciega.—Lo siento —se acercó al armario y sacó unos zapatos—. ¿Te molesta que termine de vestirme aquí? —para evitar la especulación y los rumores de las camareras acordaron compartir el armario del dormitorio y dejar cosas por la habitación para que diera la impresión de que la ocupaba una pareja feliz. Pero ella había insistido en que Jye usara el cuarto de baño para vestirse.—Creo que mi fragil y tierno corazón soportará que te pongas unos zapat
Jye estaba seguro de que el vestido que se había puesto era el mismo que había usado en la celebración de Nochevieja, aunque cuando una mujer tenía tantos modelos en tantas variedades de amarillo como Steff, resultaba difícil saberlo con certeza. Pero el cuello alto y la abundancia de hombros que revelaba se le había quedado grabado.Así como Steff no tenía las curvas voluptuosas de las mujeres con las que habitualmente salía, era muy proporcionada y tenía un porte tan elegante que hacía que los hombres volvieran la cabeza. Sabia como vestir para destacar y con ese vestido en particular estaba hermosa y endemoniadamente sexy, y el no era ningun santo. Steff es su mejor amiga, su confidente pero por lo mas sagrado que pudiese existir el no era de piedra.—Bueno —dijo ella—, ahora levántate de mi cama y vayámonos.—Para alguien que supuestamente teme la noche que le espera, tienes muchas ganas de irte —miró la hora—. ¿Qué prisa hay? Aún nos quedan veinte minutos, y andando se llega al h