MELODY
Las contracciones que estoy teniendo son demasiado fuertes, me dobla el dolor y trato de mantener la calma mientras dos chicas del servicio me dicen que debo respirar con tranquilidad y no alterarme, siendo que es lo que he estado haciendo todo este tiempo, no es algo tan fácil de hacer.
—Por favor, señora —me suplica una de ellas.
El problema es que en estos momentos no tengo mente para hacer caso a sus súplicas, mucho menos cuando tengo el corazón roto, mi marido, el hombre más importante de mi vida me acaba de pedir el divorcio, no solo eso, sino, que me acabo de enterar de que lleva saliendo en secreto con Emilia, mi hermanastra.
—¡Ay! —suelto cuando me viene una nueva contracción—. ¿Ya lo han podido localizar?
Le pregunto a una de las chicas, pedí que uno de sus hombres lo siguiera, no debería estar tan lejos si se acababa de ir, ambas chicas se miraron entre sí, con complicidad.
—¿Qué… sucede? —jadeo del dolor.
—Me temo que los hombres llegaron hace un par de horas, dijeron que trataron de hablar con el señor Roman, sin embargo, este no se detuvo y les ordenó que no lo siguieran más o los iba a despedir, fue tan rápido que ni siquiera les dio tiempo de explicarle lo sucedido —arguye la chica.
El dolor en mi pecho se mezcla con el de las contracciones, agarro mi móvil y vuelvo a llamarle, no responde, hago más intentos, el miedo recorre cada una de mis venas, no quiero pasar por esto sola, lo necesito, las lágrimas me inundan y cuando por fin lo creo todo perdido, él responde. Abro la noca para decir algo, pero me interrumpe abruptamente.
—¡Deja de joder, las cosas ya están dichas, tengo trabajo, no me molestes más! —grita y enseguida cuelga.
Dejándome con las palabras en la boca, las manos me tiemblan, sollozando vuelvo a intentar llamarlo, no me atiende, esta vez ha apagado el móvil, no tengo más opciones que hacer esto sola, el pecho me sigue doliendo y como puedo, con ayuda de las chicas, me pongo de pie.
—Tengo que ir al hospital… —digo y mi voz tiende de un hilo.
—Ahora mismo aviso a los hombres del señor Roman.
—Gracias.
No me preocupa el estado del hospital, pese a que ahora sé que Roman me odia, cuando supo que estaba embarazada, se encargó de que tuviera la mejor atención médica, así que mi doctor ya es avisado de que voy en camino.
Las contracciones son más y más duras, pequeños calambres recorren mis piernas, es como ser partida en dos, quisiera tener una mano amiga que me dijera que esto saldrá bien, es mi primer parto y al parecer el último, enterarme de que Roman ni siquiera me tocó por placer, me hace sentir como una muñeca de trapo, sin vida, sin nada.
—Todo saldrá bien —me repito entre lágrimas—. Tu bebé y tú van a estar bien.
Nadie me dice nada, no hay nadie a mi lado que me dé esas palabras de aliento, solo me tengo a mí.
—Vamos a estar bien, bebé, yo te voy a cuidar mucho, pronto vas a conocer a tu padre y estoy segura de que cuando de te vea, te va a amar mucho —el nudo en mi garganta se hace más fuerte.
En todo el trayecto del camino, lucho contra los dolores de las contracciones, contra el dolor en mi pecho debido a mi corazón roto, contra los pensamientos que me atormentan y me repiten una y otra vez cada una de las palabras que me dijo Roman. No me ama, dijo que no me ama. Y creo que no podré hacer nada al respecto.
Para cuando llegamos al hospital, una de las enfermeras me lleva en una silla de ruedas, mientras lo hago, el miedo de estar sola haciendo esto, hace que me tiemblen las piernas, los hombres de mi marido me esperan afuera mientras me preparan para el parto, y yo no dejo de llamarle a mi esposo en vano, esperando el milagro de que me responda.
Al no hacerlo, me rindo, me quedo sin pila y guardo mis cosas, las doctoras son amables solo porque Roman les pagó la atención con anticipo, mientras me llevan a la sala de quirófanos diciendo que me falta poco de dilatación y que tendré que esperar un poco más hasta que esté bien dilatada para el parto natural, veo a una pareja que están a punto de ser padres.
Él le recuerda que es la mujer más valiente del mundo, aunque pasamos rápido, alcanzo a escuchar como le repite que la ama, veo cómo le sostiene la mano con fuerza y ella puja con todas sus fuerzas, es en ese momento cuando siento envidia, porque a diferencia de ella, yo no tengo nadie que sostenga mi mano, nadie que me diga que me ama, de hecho, no tengo nadie que sienta algo por mí, solo me queda la satisfacción de saber que este bebé me tendrá solo a mí y yo a él.
Porque este bebé me amará tanto como yo a él, ahora, somos los dos contra el mundo, las lágrimas no dejan de rodar por mis ojos y aparto la mirada de aquella pareja que está recibiendo a su hijo. Sostengo con fuerza mi propia mano, yo sola me doy los ánimos que nadie me da, me llevan hasta la sala de partos y me preparan.
—Buenos días, señora Colifford —me saluda una doctora.
El que me llame así, es un nuevo recordatorio de que Roman jamás me quiso, y de que cada una de las palabras que dijo son reales, porque cuando nos casamos, decidió que yo no adoptara su apellido, que mantuviera el mío.
En pocas palabras, no quería que nada me relacionara con él y yo siempre fui tan ciega al aceptar las cosas que el me pedía por el amor que le juré tener, nada sirvió.
—Buenos días —le devuelvo con dificultad.
—Voy a revisarla —me dice y asiento.
Las siguientes dos horas que paso, son de lo más aterradoras, cuando me avisan que ya estoy lo suficientemente dilatada como para dar a luz, comenzamos con la labor, todos los que me atienden son amables y me explican los pasos que hay que hacer.
—¿Su esposo viene en camino? —me pregunta de repente una de las asistentes.
—No… él está muy ocupado —me tiembla la voz.
—Entiendo, es normal que las mujeres primerizas como usted, quieran tener a alguien cerca de alguien para que no se sientan solas —finaliza con simpleza.
—Estoy bien —miento.
No, no lo estoy, tengo mucho miedo, pero el saber que estoy a nada de conocer a mi bebé, me hace sacar fuerzas de donde creía que ya no las tenía, cuando comienzo a pujar, siento que me parten en dos por dentro, las piernas se me acalambran y por un instante pienso que no lo voy a lograr, pero lo hago, empujo con rabia.
No tengo una mano que sostener como la mujer que vi en el otro quirófano, así que sostengo con fuerza las sábanas, tratando de enfocarme en lo que está a punto de saber.
—Lo está haciendo bien, señora Clifford —dice la doctora que me está ayudando con el parto.
Al momento que pujo con fuerza y el dolor me invade, los recuerdos hacen que el dolor aumente, es como ver toda mi vida pasar delante de mis ojos, lloro con fuerza al tiempo que pujo, la imagen de Roman pasa por mi mente y el corazón me late con fuerza, me repito una y otra vez que no soy importante para él.
“No me ama, no me ama, no me ama, el hombre que consideraba el amor de mi vida, solo siente repulsión hacia mí”
Y con estos últimos pensamientos, doy un último empujón y enseguida el llanto más hermoso de la tierra, inunda la estancia.
—¡Lo hizo muy bien, señora Clifford, es un hermoso niño! —escucho que dice la doctora.
Me dejo caer sobre la cama, tratando de regular mi respiración, siento que algo no anda bien.
—¡Está entrando en paro! —grita alguien.
Pequeños puntos negros inundan mi visión, de pronto, me siento en las nubes, cayendo en una oscuridad que me abraza, solo me dejo ir, escuchando un gran revuelo de fondo.
[...]
Para cuando abro los ojos, me encuentro en una habitación blanca, poco a poco los recuerdos me vienen a la mente, estoy viva, me incorporo buscando a mi bebé, estoy entrando en pánico hasta que la puerta se abre y entra una enfermera, me lo muestra y es el niño más hermoso que haya visto en la vida, se parece tanto a Roman, sacó su cabello oscuro, y mis ojos gris metal, la enfermera nos da tiempo a solas y lo admiro.
—Hola, Brandon —susurro entre lágrimas—. Mamá te ama.
Siento un dolor inmenso al saber que Roman no está aquí para verlo, entonces, la puerta se abre, entran dos hombres de traje negro, me arrebatan de mala gana a mi hijo, y enseguida entra…
—Emilia.
Ella me sonríe.
—Hola, hermanita.
MELODYMe sorprendo al ver a mi hermanastra, una mujer castaña de ojos avellana, pero eso no es lo que llama mi atención, sino, el hecho de que mi mirada descienda hasta el vientre abultado que tiene debajo de su blusa holgada. —¿No te alegras de verme, querida hermana? Emilia es adoptada, como mis padres no pudieron tener más hijos después de mí, ellos optaron por buscar nuevas alternativas, y eso dio con la adopción, cuando la empujaron delante de mí, la quise como si fuera mi propia sangre, es tan solo un año menor que yo, y ahora, con todas las confesiones de Roman, mi visión de ella ha cambiado. —Sí que te ves mal, Melody —se cruza de brazos. Volteo a ver a mi hijo en brazos de uno de los hombres e intento levantarme, pero enseguida uno de ellos me apunta con una pistola directo a la cabeza, mientras que el otro que sostiene a mi bebé, le apunta con otra arma. —Si te mueves, uno de los dos muere, te aconsejo que tomes su lugar —arguye ella con un brillo de malicia en los ojo
MELODY —No tardamos en llegar. —La señorita Clifford estará contenta con nuestro desempeño. —Pero eso no le quita el hecho de que sea cruel con la pobre mujer. —Ese no es asunto de nosotros, recuerda que no mezclamos los sentimientos con lo que nos piden. —Tienes razón, faltan cinco minutos. Las imágenes son borrosas, entreabro los ojos y me doy cuenta de que estoy dentro de lo que me parece un helicóptero, las náuseas me inundan. Me remuevo inquieta, me duele demasiado el abdomen. —Objetivo despejado. Escucho que alguien dice. No me puedo mover, cada que lo intento, es como sentir una enorme roca encima de mí, tengo miedo. Emilia se ha llevado a mi hijo, esa sensación de sentirme perdida en medio de la anda, me sienta como un golpe en el estómago, la traición de ellos dos me duele como punzada en el pecho. La boca la siento seca, el aire me falta, los huesos me duelen y me atacan los mareos, se debe a la pérdida de sangre. —Bajando —dice uno de los hombres que manej
Capítulo 5 MELODY—Tu jefe quiere verme?— pregunto, haciéndome la tonta y fingiendo que mi ánimo aún no se había recuperado.El medico no me responde, asiente, sonríe y sale.[...]Estar a solas hace que las lágrimas se vuelvan a derramar por mis ojos, no quiero llorar, pero siento la pérdida de mi bebé, es lo que me mata ahora, ni siquiera el enterarme de que el hombre que aún amo, me detesta, que le doy asco y que él ama a Emilia, la misma mujer que me quiso matar.Observo la aguja clavada en el torso de mi mano, sollozo en silencio, la traición es una perra conmigo, siento como si todo este tiempo hubiera estado viviendo un sueño y de la nada, me han despertado, no tenía idea de que Emilia estuviera enamorada de Roman, es decir, ella es mi hermana, si me hubiera dicho las cosas antes, tal vez… —Los odio —susurro entre mis sollozos. Estuve sola en todo mi embarazo, lidié cosas que yo sola pasaba, porque Roman jamás estuvo presente en mi embarazo, solo preguntaba cómo estaba el
El silencio que nos sigue es verdaderamente ensordecedor. El aire colapsa a mi alrededor y la cabeza comienza a dolerme en serio, él parece darse cuenta de ello, porque enseguida se acerca a mí. —Debe ser por la pérdida de sangre —arguye revisando la máquina de mis signos vitales. Me quedo observando cada cosa que hace, la tensión va desapareciendo poco a poco, a medida que reconozco que sigue siendo el mismo chico que se preocupaba por llevarnos sanas y salvas en el pasado, cuando por fin termina, suelta un gruñido que me indica que no ha quitado el dedo del renglón, una cosa es segura y es que él quiere saber qué ha pasado. —¿Y bien? —inquiere con los brazos cruzados. Su postura de militar enfadado, hace que baje la mirada. —Ya te lo dije, no sé qué ha pasado… —Si no me dices qué te ha pasado, lo voy a tener que averiguar por mi cuenta, y eso no será bonito, prefiero enterarme por ti —señala—. Antes que por terceras personas. Me muerdo el labio inferior, el dolor en mi pecho
ROMANNo he parado de trabajar, la cabeza me duele y creo que estoy a nada de perder los estribos con mis empleados, es un día de m****a y la junta de esta noche con los socios mayoritarios de mi inmobiliaria, está dando inicio, observo cómo cada uno de ellos llega con el ego hasta las nubes, hacemos las derivadas presentaciones hasta que comienzo con la proyección de las diapositivas del nuevo proyecto que tengo en mente.El diseño es de los más sofisticados, como director general de la empresa y promotor inmobiliario, tengo el deber de ver hasta que el mínimo detalle esté bien y en completo orden, como me gusta, estoy dando los últimos detalles, cuando mi móvil comienza a vibrar. Al principio lo ignoro, hasta que la insistencia hace que pida una disculpa para atender, dejando claro que delante de ellos están las carpetas con imágenes personalizadas de cada una de las proyecciones, me alejo un par de metros hasta que atiendo de mala gana. Reconozco el número, es de uno de mis hombre
NARRADOR OMNISCIENTERoman no dejaba de admirar a su hijo, hace poco más de dos horas que habían llegado a la casa que había adquirido hace un par de meses para que Emilia y si hijo pudieran vivir en paz, aunque aquí mismo fue donde él pensaba que Melody la había aventado por las escaleras para que perdiera al bebé, tenía muchas dudas que no iban a poder ser resultas al momento. Emilia estaba demasiado agotada en su recámara, y él cuidaba, admiraba y no dejaba de observar a su pequeño hijo, decidiendo en castigo porque Melody se llevó a su otro hijo, que le pondría el nombre que a ella tanto le gustaba, el mismo que no paraba de repetir una y otra vez. —¿Cómo se llamará? —dijo de repente Emilia—. Mirando el esmalte rojo de sus uñas. Lo cierto es que aquella situación le estaba costando mucho, ya que para ella no era fácil tener que actuar en todo momento que estaba adolorida por un parto que ella se había inventado. —Brandon —respondió Roman con seguridad y admiración—. Se llamará
MELODYCuatro años después… —Te ves cansada —me dice Bailey. Levanto la mirada, ella tiene razón, lo cierto es que no he dormido nada. —Tonterías, me encuentro bien —trato de fingir, pero ella solo frunce el ceño y niega con a cabeza, me conoce demasiado bien. —Estos cuatro años has estado trabajando como loca, creo que ya debes ir pensando en darte un respiro —musita tomando asiento delante de mí. Quiero decirle que tiene razón y que incluso estoy pensando en un par de vacaciones, pero estaría mintiendo de nuevo, lo cierto es que no quiero vacaciones, no quiero descansar, tengo un objetivo claro y ese es encontrar a mi hijo, hace cuatro años que vivo en Londres, que no sé nada de mi bebé, he seguido de cerca la carrera de Roman e incluso sé que cumplió su deseo al casarse con Emilia, pero nunca han salido con mi hijo en fotos o en eventos, siempre se les ve solos. En todos estos años que me parecieron más que eternos, me he preparado, terminé de estudiar mi carrera de arquitect
ROMANMe siento inquieto, no puedo dormir, las sábanas parecen hechas de metal, siento algo en el pecho, un mal presentimiento, me incorporo observando la hora en el reloj, son las tres de la mañana, hoy es la cena que tanto he esperado, esta noche me reuniré con los mejores empresarios, arquitectos, será una nueva oportunidad para expandir mis horizontes y mi empresa. Volteo a mi alrededor y me encuentro con el cuerpo de Emilia, quien está dormida placidamente, echa un ovillo, alejada de mi cuerpo, de mi calor, me pongo de pie y bajo por un vaso de agua, la casa se siente fría y, sin embargo, siento que no he pasado mucho tiempo aquí, todo el tiempo estoy trabajando, la mayoría del tiempo viajando. Antes de bajar a la cocina, decido pasar a la habitación de Brandon, mi hijo, él duerme placidamente, ha crecido tanto, cuatro años, en los que ha sido un buen niño, obediente, y no entiendo por qué, tal vez sea mi castigo o mis demonios, pero su mirada gris metal, me recuerda tanto a Me