MELODY
Estoy viviendo una pesadilla, me niego a aceptar esta nueva realidad que me golpea y que me arrasa como un maremoto en plena calma, irrumpiendo todo a su paso, el tiempo se detiene mientras intento procesar lo que me acaba de decir Roman, mi marido.
—¿Estás escuchando? —sus ojos son fríos y su actitud distante, como en los últimos ocho meses.
Las palabras no brotan de mi garganta, me congelo, el cuerpo se me adormece y siento que el aire comprime mis pulmones.
«Esto debe ser un sueño, no es real» trato de convencerme, sin embargo, la mirada de Roman me da el golpe final. Es un hombre apuesto, es uno de los mejores arquitectos del país, tiene su propia empresa mobiliaria y ha logrado mucho en tan poco tiempo. Alto, delgado, pero fornido, su porte elegante y letal le da una pizca de poderío que termina intimidando a los demás. Su cabello oscuro y sus ojos azul eléctrico, todo en el perfecto para mis ojos, es una lástima que yo no sea suficiente para él.
—Malody —vuelve a llamarme y doy un respingo con el tono arisco que emplea.
—Yo… no sé qué decir… esto es una broma de mal gusto —coloco la palma de mi mano sobre mi redondo vientre, tratando de calmarme.
—No es una broma —Roman tensa el cuerpo—. ¡Ya no te amo! La verdad es que nunca lo hice.
Las piernas me flaquean, estoy rompiéndome en mil pedazos y a él ni siquiera le importa que tenga ocho meses de embarazo, al parecer, el que esté esperando un hijo suyo, no es su prioridad en estos momentos.
—No me veas con esos ojos de cachorro, Melody —apunta—. ¡Sabes tan bien como yo, que prácticamente te vendieron al mejor postor, tuve la mala suerte y por eso eres mi esposa, no porque yo quisiera, me gustaras o te amara!
Sus palabras me cortan el alma como filoso cuchillo sobre una superficie delgada. Lo que dice es verdad, hace un año, la empresa de mis padres entró en quiebra, los acreedores los tenían acorralados, los abogados los tenían hasta el cuello con las demandas, no sé qué es lo que pensaron en el momento en el que decidieron dejarme a mí y a mi hermanastra Emilia, pero ambos se suicidaron al mismo tiempo.
Solo subieron al último piso de la empresa y agarrados de la mano se lanzaron al vacío, creyendo que de esa manera ellos iban a acabar con todo. Lo único que no funcionó en su táctica suicida, fue que las deudas seguirían, que la empresa se estaba hundiendo como el Titanic y que tenían dos hijas a las que ahora perseguían.
Nuestro tío; Hiero Clifford, socio mayoritario y hermano de papá, trató de poner las cosas en orden, dio la cara ante los medios de comunicación e incluso pidió un préstamo al banco, al final, nada dio resultados, estábamos en el punto de quiebre y no había nada que hacer, hasta que un día llegó y nos dijo a mi hermana y a mí, que una de nosotras se casaría con Roman Leblanc, Emilia refunfuñó, y antes de que pudiera decir algo, me ofrecí.
Porque estaba enamorada de Roman, llevaba años siguiendo de cerca los pasos en su carrera de arquitectura, incluso tenía un álbum completo con imágenes de cada uno de sus proyectos hasta ahora.
—Aquí están los papeles del divorcio —lanza sobre su escritorio, una carpeta que contiene el pase a una libertad que no quiero tener—. Los firmarás en cuanto nazca ese niño.
La manera en la que se refiere a nuestro hijo, hace que el corazón se me apriete contra el pecho y que las lágrimas inunden mis ojos. Al parecer, él no quiere nada que venga de mí y me lo está dejando claro.
—Ese niño viene estipulado en el contrato, por lo que no puedo hacer nada al respecto —sisea con descaro y una mirada altanera—. En cuanto nazca, nos vamos a divorciar, ya no hay vuelta atrás, no quiero seguir al lado de una mujer como tú.
Duele, el pecho me duele con cada una de sus palabras, la barbilla me tiembla y no puedo detener por más tiempo las lágrimas, hipeo en el intento de no dejar ver esta parte débil ante él.
—¡No llores, tus malditas lágrimas no van a hacer que cambie de opinión! —brama rojo del coraje.
Intento dar un paso adelante para acortar la distancia que nos separa, pero él levanta la mano dándome un alto, se agarra el puente de la nariz.
—Por favor —mi voz es apenas audible—. No te enojes, si hice algo que te molestara…
Alza la mirada y sus ojos son como dos llamas.
—¿Algo que me molestara? —ironiza de manera cruel—. ¡¿Acaso no lo ves?! Toda tu existencia me molesta, el verte me enferma y ni siquiera puedo creer que en algún momento tuve el valor para follarte.
—Dices cosas sin sentido, debes estar estresado por el trabajo —susurro.
—No.
De la nada, acorta el espacio y levanta mi rostro con crueldad, ejerciendo la suficiente fuerza.
—Me repugnas, Melody, no te amo, ni siquiera me gustas, el follarte también fue por el contrato, y tuve que beber hasta encontrarme con el grado suficiente de alcohol en mí sistema, que me hiciera más fáciles las cosas —agrega con un odio nítido tanto en su mirada como en su voz gruesa y ronca—. El hijo que llevas en el vientre solo es un medio para un fin.
Me suelta y reprimo el llanto que me atesora, el nudo que se forma en mi garganta duele demasiado. Recuerdo aquella noche, él solo llegó ebrio, se metió debajo de las sábanas, me abrió las piernas sin más y me folló, no le importó siquiera que esa fuera mi primera vez. Dolió, no fue amable, y yo solo le atribuí que estaba estresado.
Cuando nos casamos, luego de la boda frente a la iglesia, no me besó o tocó más, no tuve luna de miel porque él tenía mucho trabajo en la empresa, ante el público siempre fue amable y disfrutaba de eso, el estar rodeados de gente importante me hacía vivir mi sueño de que él me viera como su mundo, pero cuando estábamos a puerta cerrada, era un hombre totalmente diferente.
Se encerraba en su estudio por horas, hablando por teléfono, no comíamos, cenábamos y mucho menos desayunábamos juntos. He hecho todo para retenerlo a mi lado, y ahora que mis ojos se clavan en los papeles sobre el escritorio, me doy cuenta de que nada ha valido la pena.
—Firmarás —afirma con seguridad—. Ya no quiero estar un solo día a tu lado.
—¿Desde cuándo has pensado en esto? —trago grueso.
—Desde el inicio, cuando mis padres me obligaron con amenazas a mi herencia, que debía casarme contigo, saboree el día en el que por fin te pidiera el divorcio y acabar con toda esta farsa —me explica con orgullo.
—Roman —cierro los ojos por un momento—. No lo hagas, por favor.
Abro los ojos y dejo que mi llanto aflore de nuevo. Ajustando mi agarre sobre mi vientre.
—Yo te amo —sollozo—. Te he amado desde que era una niña, por favor, danos una nueva oportunidad, prometo ser la esposa que siempre has querido.
Roman suelta a reírse cruelmente.
—¡Yo no puedo estar al lado de una m*****a mentirosa como tú! —exclama con coraje—. ¡Eres una víbora venenosa que intentó matar a la mujer que amo, la única mujer con la que me quería casar desde un principio, la mujer de la que estoy enamorado!
Siento que el mundo se detiene con esas palabras.
—¿Qué? —retrocedo—. ¿Estás viendo a otra mujer?
Muchas veces supuse algo como esto, pero la realidad es un monstruo diferente.
—¡Deja de actuar como si no supieras que amo a Emilia, y que estoy esperando un hijo con ella, un bebé que sí deseo, que voy a amar y que anhelo tenerlo entre mis brazos!
Siento que me voy a desmayar.
—¿Emilia? —el dolor en mi pecho es brutal y cubro mi boca con la mano—. ¿Mi hermanastra?
—¡Deja de actuar, ella me contó que cuando te enteraste de lo nuestro, solo fuiste a su casa e intentaste aventarla por las escaleras para que perdiera al bebé!
—No… yo no hice…
—¡Deja de mentir, joder! —Roman levanta su mano a punto de darme una bofetada.
Cierro los ojos esperando el golpe que nunca llega, porque se ha ido, no puede creer que mi hermanastra y él… estén juntos. Agarro los papeles del divorcio y sollozo, porque tengo el corazón roto, porque la verdad me está matando, porque… el hombre que amo, me odia y ama a mi hermanastra Emilia.
Intento levantarme para buscarlo, pero justo cuando lo hago, una de las chicas del servicio me informa que se ha ido, y entonces sucede, me viene una punzada en el vientre, y enseguida un líquido recorre mis piernas, la fuente se me ha roto.
MELODYLas contracciones que estoy teniendo son demasiado fuertes, me dobla el dolor y trato de mantener la calma mientras dos chicas del servicio me dicen que debo respirar con tranquilidad y no alterarme, siendo que es lo que he estado haciendo todo este tiempo, no es algo tan fácil de hacer. —Por favor, señora —me suplica una de ellas. El problema es que en estos momentos no tengo mente para hacer caso a sus súplicas, mucho menos cuando tengo el corazón roto, mi marido, el hombre más importante de mi vida me acaba de pedir el divorcio, no solo eso, sino, que me acabo de enterar de que lleva saliendo en secreto con Emilia, mi hermanastra. —¡Ay! —suelto cuando me viene una nueva contracción—. ¿Ya lo han podido localizar? Le pregunto a una de las chicas, pedí que uno de sus hombres lo siguiera, no debería estar tan lejos si se acababa de ir, ambas chicas se miraron entre sí, con complicidad. —¿Qué… sucede? —jadeo del dolor. —Me temo que los hombres llegaron hace un par de horas,
MELODYMe sorprendo al ver a mi hermanastra, una mujer castaña de ojos avellana, pero eso no es lo que llama mi atención, sino, el hecho de que mi mirada descienda hasta el vientre abultado que tiene debajo de su blusa holgada. —¿No te alegras de verme, querida hermana? Emilia es adoptada, como mis padres no pudieron tener más hijos después de mí, ellos optaron por buscar nuevas alternativas, y eso dio con la adopción, cuando la empujaron delante de mí, la quise como si fuera mi propia sangre, es tan solo un año menor que yo, y ahora, con todas las confesiones de Roman, mi visión de ella ha cambiado. —Sí que te ves mal, Melody —se cruza de brazos. Volteo a ver a mi hijo en brazos de uno de los hombres e intento levantarme, pero enseguida uno de ellos me apunta con una pistola directo a la cabeza, mientras que el otro que sostiene a mi bebé, le apunta con otra arma. —Si te mueves, uno de los dos muere, te aconsejo que tomes su lugar —arguye ella con un brillo de malicia en los ojo
MELODY —No tardamos en llegar. —La señorita Clifford estará contenta con nuestro desempeño. —Pero eso no le quita el hecho de que sea cruel con la pobre mujer. —Ese no es asunto de nosotros, recuerda que no mezclamos los sentimientos con lo que nos piden. —Tienes razón, faltan cinco minutos. Las imágenes son borrosas, entreabro los ojos y me doy cuenta de que estoy dentro de lo que me parece un helicóptero, las náuseas me inundan. Me remuevo inquieta, me duele demasiado el abdomen. —Objetivo despejado. Escucho que alguien dice. No me puedo mover, cada que lo intento, es como sentir una enorme roca encima de mí, tengo miedo. Emilia se ha llevado a mi hijo, esa sensación de sentirme perdida en medio de la anda, me sienta como un golpe en el estómago, la traición de ellos dos me duele como punzada en el pecho. La boca la siento seca, el aire me falta, los huesos me duelen y me atacan los mareos, se debe a la pérdida de sangre. —Bajando —dice uno de los hombres que manej
Capítulo 5 MELODY—Tu jefe quiere verme?— pregunto, haciéndome la tonta y fingiendo que mi ánimo aún no se había recuperado.El medico no me responde, asiente, sonríe y sale.[...]Estar a solas hace que las lágrimas se vuelvan a derramar por mis ojos, no quiero llorar, pero siento la pérdida de mi bebé, es lo que me mata ahora, ni siquiera el enterarme de que el hombre que aún amo, me detesta, que le doy asco y que él ama a Emilia, la misma mujer que me quiso matar.Observo la aguja clavada en el torso de mi mano, sollozo en silencio, la traición es una perra conmigo, siento como si todo este tiempo hubiera estado viviendo un sueño y de la nada, me han despertado, no tenía idea de que Emilia estuviera enamorada de Roman, es decir, ella es mi hermana, si me hubiera dicho las cosas antes, tal vez… —Los odio —susurro entre mis sollozos. Estuve sola en todo mi embarazo, lidié cosas que yo sola pasaba, porque Roman jamás estuvo presente en mi embarazo, solo preguntaba cómo estaba el
El silencio que nos sigue es verdaderamente ensordecedor. El aire colapsa a mi alrededor y la cabeza comienza a dolerme en serio, él parece darse cuenta de ello, porque enseguida se acerca a mí. —Debe ser por la pérdida de sangre —arguye revisando la máquina de mis signos vitales. Me quedo observando cada cosa que hace, la tensión va desapareciendo poco a poco, a medida que reconozco que sigue siendo el mismo chico que se preocupaba por llevarnos sanas y salvas en el pasado, cuando por fin termina, suelta un gruñido que me indica que no ha quitado el dedo del renglón, una cosa es segura y es que él quiere saber qué ha pasado. —¿Y bien? —inquiere con los brazos cruzados. Su postura de militar enfadado, hace que baje la mirada. —Ya te lo dije, no sé qué ha pasado… —Si no me dices qué te ha pasado, lo voy a tener que averiguar por mi cuenta, y eso no será bonito, prefiero enterarme por ti —señala—. Antes que por terceras personas. Me muerdo el labio inferior, el dolor en mi pecho
ROMANNo he parado de trabajar, la cabeza me duele y creo que estoy a nada de perder los estribos con mis empleados, es un día de m****a y la junta de esta noche con los socios mayoritarios de mi inmobiliaria, está dando inicio, observo cómo cada uno de ellos llega con el ego hasta las nubes, hacemos las derivadas presentaciones hasta que comienzo con la proyección de las diapositivas del nuevo proyecto que tengo en mente.El diseño es de los más sofisticados, como director general de la empresa y promotor inmobiliario, tengo el deber de ver hasta que el mínimo detalle esté bien y en completo orden, como me gusta, estoy dando los últimos detalles, cuando mi móvil comienza a vibrar. Al principio lo ignoro, hasta que la insistencia hace que pida una disculpa para atender, dejando claro que delante de ellos están las carpetas con imágenes personalizadas de cada una de las proyecciones, me alejo un par de metros hasta que atiendo de mala gana. Reconozco el número, es de uno de mis hombre
NARRADOR OMNISCIENTERoman no dejaba de admirar a su hijo, hace poco más de dos horas que habían llegado a la casa que había adquirido hace un par de meses para que Emilia y si hijo pudieran vivir en paz, aunque aquí mismo fue donde él pensaba que Melody la había aventado por las escaleras para que perdiera al bebé, tenía muchas dudas que no iban a poder ser resultas al momento. Emilia estaba demasiado agotada en su recámara, y él cuidaba, admiraba y no dejaba de observar a su pequeño hijo, decidiendo en castigo porque Melody se llevó a su otro hijo, que le pondría el nombre que a ella tanto le gustaba, el mismo que no paraba de repetir una y otra vez. —¿Cómo se llamará? —dijo de repente Emilia—. Mirando el esmalte rojo de sus uñas. Lo cierto es que aquella situación le estaba costando mucho, ya que para ella no era fácil tener que actuar en todo momento que estaba adolorida por un parto que ella se había inventado. —Brandon —respondió Roman con seguridad y admiración—. Se llamará
MELODYCuatro años después… —Te ves cansada —me dice Bailey. Levanto la mirada, ella tiene razón, lo cierto es que no he dormido nada. —Tonterías, me encuentro bien —trato de fingir, pero ella solo frunce el ceño y niega con a cabeza, me conoce demasiado bien. —Estos cuatro años has estado trabajando como loca, creo que ya debes ir pensando en darte un respiro —musita tomando asiento delante de mí. Quiero decirle que tiene razón y que incluso estoy pensando en un par de vacaciones, pero estaría mintiendo de nuevo, lo cierto es que no quiero vacaciones, no quiero descansar, tengo un objetivo claro y ese es encontrar a mi hijo, hace cuatro años que vivo en Londres, que no sé nada de mi bebé, he seguido de cerca la carrera de Roman e incluso sé que cumplió su deseo al casarse con Emilia, pero nunca han salido con mi hijo en fotos o en eventos, siempre se les ve solos. En todos estos años que me parecieron más que eternos, me he preparado, terminé de estudiar mi carrera de arquitect