Cuando abrió los ojos, Robert Graham ya no estaba en aquella habitación, la luz entraba por la ventana y el sol dejaba algunos rayos sobre su rostro, haciéndola cubrir su cara por toda la claridad que la golpeada.
Había sido una noche muy horrible para ella, una primera vez espantosa y…un hombre muy brusco y poco atento con ella o su cuerpo.
Cuando se puso de pie, le dolían las piernas y el vientre, al igual que su vagina. Miró aquella mancha se sangre en las sábanas y corrió hacia el baño, entró a la ducha y entre lágrimas lavó todo su cuerpo, borrando todo rastro de Robert Graham, aunque no por mucho tiempo.
Sus caderas y espalda también le dolían, él no había tenido ni un solo detalle de gentileza, solo la poseyó, robando su virginidad con aquella brusquedad, con toda esa fuerza y bestialidad que utilizó para desvirgarla.
Consumando así el matrimonio, haciendo uso de su noche de bodas.
Cuando salió de la ducha, miró su cuerpo en el espejo, había un pequeño moretón en su costado derecho y varias pequeñas marcas en su cuello. Entonces ella recordó la manera en la que él besaba y mordía su cuello, como si fuera una bestia, sus manos eran bruscas, al igual que su miembro, haciendo llorar en todo momento a Alice.
Vestida, bajó a desayunar, dándose cuenta que allí estaba su esposo, junto a Jared Sinclair, su mejor amigo.
El hombre al que ella amaba.
Alice quiso detenerse y retroceder, huir de allí para no ver al amor de su vida junto con su esposo, pero fue tarde, los ojos verdes de Jared la enfocaron y al reconocerla se puso de pie, yendo hasta ella para saludarla.
—Jared.—dijo de forma muy tímida. Alice bajó la mirada, algo avergonzada, pues tuvo que recurrir a pensar en Jared mientras su esposo se pronunciaba dueño de su cuerpo. Ahora verlo la hacía sonrojarse. Ella había pensado en él y ahora que lo veía, lograba sonrojarse, demasiado, sus mejillas estaban muy calientes.—Buenos días.
—Buenos días, Alice.—dejó un pequeño beso en su mejilla, notando de inmediato las marcas en su cuello. Al sentir su mirada allí, Alice cubrió su cuello con su mano y sus ojos se aguaron, a punto de comenzar a llorar porque él veía aquellas marchas en su cuerpo, rastros de la noche de bodas que había tenido con su esposo.—Felicidades por tu boda.—dijo en tono bajo, se alejó unos pasos de ella y le habló, guardando la distancia.
—No te vi en ella. Pensé que asistirías.—comentó, ella no lo había invitado, pero sabía que Robert sí, después de todo era su mejor amigo.
Había sentido alivio de que él no asistiera, pero ahora solo estaba mortificada por verlo de manera tan repentina, justo aquella mañana, cuando estaba claro lo que acababa de hacer la noche anterior con su reciente esposo.
—No estaba en el país,—respondió Jared.—no pude cambiar la fecha para asistir a su boda, pero me alegro por los dos, ¿cómo estás? ¿Vienes a desayunar también?
—Sí, pero no te preocupes, tomaré otra mesa. Seguro que tienen cosas que platicar, por eso estás aquí. Los dejo que hablen.
—¡Claro que no! Ven.—tomó su mano y la guió hacia la mesa. Ante aquel toque de Jared, Alice sintió un fuerte cosquilleo en su mano, también en su estómago.—Siéntate con nosotros. Solo vine a disculparme por no asistir a vuestra boda. Pero me dice Robert que todo salió de maravillas, lo que me alegra mucho, por los dos.—le abrió la silla y ella tomó asiento, frente a Robert y junto a Jared.
—Sí, es una pena que no pudieras estar. Recién me doy cuenta que ya conocías a mi esposa.—comentó Robert en tono frío, mirándolos a ambos.
No pensó que la tierna Alice conociera a su mejor amigo.
—¿Quién no conoce a la hermosa Alice Taylor?—Respondió Jared.—Fuimos a la misma universidad, ella era muy popular, como todas sus hermanas, que también asistieron allí.
—Ah, ya veo. La popular Alice Taylor.—fingió simpatía frente a su amigo, pero todo lo que Robert se preguntaba era quién era el hombre a quien su esposa amaba, aquello ya no podía salir de su cabeza..—¿Eran muy unidos en la universidad?
—Yo era como su hermano mayor, la cuidaba. Pero luego terminé primero que ella, me gradué y la verdad es que llevamos tiempo que no estamos en contacto. He tenido mucho trabajo, lo sabes, Robert.
—Nunca me hablaste de ella.—dijo Robert. Eso le pareció algo extraño.
—Y tú nunca me dijiste que pretendías casarte con ella.—repuso Jared. Pues eso lo tomó por sorpresa, nunca imagino que Alice fuera a casarse tan joven, o que estuviera prometida a Robert, tampoco sabía que ellos dos se conocían o que tenían algo en común.
—Fue muy repentino.—admitió. Pero más que algo repentino, fue una obligación, cosa que ninguno de los dos quería admitir.—Pero aquí estoy, atada a una Taylor. ¿No es maravilloso?—preguntó con una mueca en su cara, enfocando los ojos de su esposa.
—Es el sueño de todo hombre.
—No el mío.—tomó un sorbo de su café y luego miró a su esposa. Las marcas en su cuello, la manera en la que ella se sentaba, la forma de su cara o lo elegante que era, sus pechos marcándose debajo de esa tela o sus gruesos labios.—Pero aquí estoy, casado con ella. ¿Qué te parece, Jared?
—Eres un hombre muy afortunado.
—¿Tu crees? Creo que hay un hombre más afortunado que yo, ¿no, Alice?—se refería a la persona de la que Alice Taylor estaba enamorada.—Bueno, creo que ya tenemos que retirarnos, Alice.—se puso de pie y extendió la mano hacia su esposa.
—Pero ella aún no come nada.—Intervino Jared.—Ve primero, yo me encargaré de dejarla en la puerta de tu habitación, no te preocupes. Cuidaré bien de ella.
—Está bien, pero que no tarde. Tenemos una agenda muy apretada el día de hoy. ¡Es nuestra luna de miel! Disfrutaré tanto de mi esposa como me sea posible. —dejó una mano en el rostro de ella y su pulgar bajó hasta los labios de Alice, recorriéndolos.
Cuando se quedaron solos y Robert se fue, Alice se sintió más relajada, menos tensa, pero igual de avergonzada.
—Sigo asombrado, Alice.—admitió, fue una verdadera sorpresa todo eso.—Te casaste de la nada, justo con mi mejor amigo. Lo extraño es que ninguno de los dos me dijo nada. ¿Era un secreto? Nunca me dijo nada.
—Fue…repentino.—frotó sus manos muy nerviosa ahora que se habían quedado a solas, sin la presencia de Robert.
—No sabía que estuvieras enamorada de Robert. Ni siquiera sabía que se conocían.—había algo que no cuadraba para él y le estaba dando vueltas al asunto desde que Robert Graham le dijo que iba a contraer matrimonio con Alice Taylor.—Cuando recibí la invitación de la boda, no pude evitar estar sorprendido al saber que serías tú la que te casabas con Robert. Fue…algo confuso.
Cuando Jared conoció a Alice, ella era la menor de sus hermanas y aún así, debido a su gran inteligencia, ya estaba en la universidad. Siempre cuidó de ella, pero no como un hermano mayor como dijo antes, al contrario, cuidó de ella con muchos sentimientos, pero Alice era muy joven y él le llevaba ocho años de edad, mientras que Robert le llevaba diez.
Ahora era una adulta, una mujer y estaba casada con otro hombre, con su mejor amigo, haciendo que Alice Taylor no solo fuera una mujer imposible para él, sino que también la convertía en una mujer prohibida
No solo se sintió sorprendido por su boda, de alguna forma se sintió herido, sobre todo porque se trataba de su mejor amigo, quien se iba a casar con la mujer a la que él quería y que ahora ellos dos eran esposos, quitando cualquier posibilidad a Jared Sinclair, considerando a Alice perdida para siempre.
Alice sentía mucho dolor por estar a su lado y estar casada con otro hombre, pero Jared no tenía idea de lo que Alice sentía por él y creía que esta estaba enamorada de Robert.
—Lo siento, creo que mejor me marcho, seguro que Robert me espera.—se puso de pie y él la acompañó al ascensor, ya no soportaba aquella tensión y aquel dolor en su pecho al estar junto a su amado.
—Espero que seas feliz.—le deseó justo cuando el ascensor se cerrada. Desde el fondo de su corazón Jared estaba herido, dolido porque ahora ella era prohibida.
Con sus ojos llenos de lágrimas, ella lloró, tranquilizándose antes de llegar a la habitación.
—Tenemos que tomar un vuelo en una hora.—dijo Robert nada más verla entrar.—Aprovecharé al máximo nuestra luna de miel. De alguna manera haré que te olvides de ese otro hombre al que dices amar. Y créeme, descubriré quién es y cuando lo sepa, me exhibiré contigo y le haré saber que eres mía y jamás, jamás dejarás de serlo, Alice Taylor. Mi propiedad no puede amar a alguien más. Ya lo verás.
Durante toda la luna de miel, Robert intentó saber el nombre del hombre que su esposa amaba, pero no hubo maneras de hacerla hablar, ella por más que él insistía, no le decía nada, se rehusaba a hablar.A su regreso, la primera y única parada fue la nueva vivienda de Alice Taylor, la que le había asignado su esposo.Para ella, que fuera una casa alejada de la ciudad no suponía un problema, pero cuando Robert dijo que de allí no podía salir a menos que él se lo ordenara, Alice se negó de forma rotunda, no se quedaría allí encerrada solo porque él así lo decía.—¡Eres mi mujer! ¡Y si creíste que este matrimonio sería un cuento de hadas solo porque tú así lo decidiste, te equivocaste, Alice Taylor! Aquí empieza tu pesadilla. Me querías de esposo, ya me tienes. A ver cómo te sabe todo esto.Llamó a sus padres para quejarse de los tratos de su esposo, considerando que era un abuso de su parte y que ella no tenía porqué aguantarlo, pero no hubo apoyo de parte de ellos.No fue como ella se p
Alice estaba sobre la cama y su bebé no estaba con ella, recién despertaba, sintiéndose muy extraña luego de la cesárea, recordaba haberse quedado dormida, pero nunca recordó haber visto a su hijo. Habían pasado varias horas desde la cesárea, ella no sabía nada de él.—Es un niño.—dijo su hermana mayor, Sofía, recién dándose cuenta Alice que su hermana estaba allí con ella.—Diste a luz a un niño.—volvió a decir con una sonrisa.—Quiero verlo, necesito verlo.—Alice levantó su mano para que su hermana de acercara.Su hermana tomó asiento a su lado y sujetó su mano para lo siguiente que le iba a decir.—Alice, no nació un niño sano y por el momento no puede estar a tu lado, es prematuro y tiene otros problemas con los que nació. A decir verdad, y espero que seas fuerte, él tiene pocas probabilidades de vida, está muy débil y…—ella comenzó a llorar al saber la condición de su hijo, sin dejar a su hermana decirle todo lo que tenía que contarle sobre la pequeña criatura.La pena de Alice er
—No te dejan de llamar, ¿no vas a contestar?—preguntó la pelirroja a su lado. Miró con sensualidad y deseo a Graham.¿Cuánto tiempo llevaba siendo amantes? ¿Desde cuando se veían de aquella manera? ¿Cuándo fue que ambos se enfrascaron en aquella historia de infidelidad?Era su asistente, quien no tuvo ningún remordimiento de meterse con él, incluso sabiendo que era casado, porque sí, ella lo sabía, todos sabían de la deslumbrante boda que hubo entre la alianza de Robert Graham y Alice Taylor, no había nadie que no supiera de aquella importante boda.Tampoco a Robert le importó en lo más mínimo aquello, su esposa era algo que no le importaba y en cuanto ella no saliera de aquella casa donde él la dejó, todo estaría bien para él. La tenía sometida, con miedo a revelarse ante él, era todo cuanto Robert quería, mantener bajo su yugo a Alice, que entendiera ya de una buena vez que ella no era más que él, que no podría escapar de su lado y menos la dejaría estar con ese hombre al que ella d
Cuando Jared Sinclair recibió la noticia de que Alice Taylor había dado a luz, dejó todo lo que hacía y al saber el hospital donde ella estaba ingresada, fue directo hacia allá sin pensárselo dos veces.Conocía a sus hermanas y fue a las primeras que vio al llegar al hospital.—Sofía.—la saludó con un beso y un abrazo. Además de Alice, era a Sofía la otra Taylor con la que él tenía confianza, más cercanía.—Tiempo sin verte, están todas aquí.—observó a la familia Taylor que guardaba silencio, tristes por la pérdida del bebé de Alice.—¿Qué es? ¿Niña o niño?—preguntó en voz baja, sin saber lo que pasaba, algo entusiasmado porque sería el hijo de Alice y aunque no fuera suyo eso lo ponía feliz, la felicidad de ella también lograba alegarlo a él.Miró a los alrededores de aquella sala de espera, buscando con la mirada a Robert, su amigo, asumiendo que tenía que estar con Alice y su nueva criatura al no verlo allí.Sabía que se sentiría celoso de verlo tan feliz junto a su familia, a su beb
—Te amo, Alice Taylor. Y lo hice desde el primer momento en que te vi. Eres y serás la mujer de la que estoy enamorado, aunque esto nunca podrá ser.Alice escuchaba cada palabra que salía de los labios de su adorado Jared, apretaba sus ojos, al igual que sus manos en su pecho, intentando apaciguar aquellos fuertes latidos y esa confesión que llegaba a ser como un bálsamo para sus heridas.¿Qué debía hacer? ¿Abrir los ojos, decirle que escuchó todo y confesar el amor que ella también sentía hacia a él desde el primer momento en el que lo vio? ¿Confesarle también que ese amor era correspondido?No sabía qué hacer, pero empezó por abrir los ojos.Al ver que ella estaba despierta y que probablemente escuchó todo, el blanco rostro de Jared se puso pálido y luego sus mejillas tomaron un color rojo, poniéndose rápidamente de pie, alejándose de ella, estando muy avergonzado porque ella probablemente escuchó esa confesión que él hizo desde lo más hondo de su corazón.—Y-Yo…—Alice jamás lo habí
ue algo muy raro.Poco contacto tuvo con aquel embarazo y no era un gran entusiasta de tener un hijo con Alice, pero nunca pensó en la muerte de esa criatura y más ahora que sabía que era necesario un heredero de la unión de ambas familias para mantener dicha unión.Siempre los despreció a ambos y los dejó en aquella casa encerrados, siendo inconsciente de que podría necesitarlo, que su padre había llegado a un acuerdo con los Taylor.¡¿Cómo es que no le dijo algo así?! Le habría prestado al menos una poca más de atención a Alice o su embarazo.¿Habría sido por su culpa?¿Tuvo que ver con la manera en la que él tomó la noche anterior a su esposa? ¿Sería posible?«No, no puede ser que sea mi culpa, algo debió haber hecho ella mal como para perder a nuestro hijo. Si hay un culpable, debió de ser ella que era la que estaba embarazada, culpa mía no puede ser.» Decía a sí mismo para no cargar con ese peso, camino hacia el hospital donde ella se encontraba, viéndose ya con la responsabilida
Para Alice era muy extraño tener a Robert cerca por tanto tiempo. No se movió ni por un segundo de aquella habitación y tampoco podía hacerlo, tenía que demostrarle a los Taylor que él no estuvo presente porque no pudo, no porque no quiso. Y la única manera era quedándose al lado de Alice, hasta que su familia bajó la guardia luego de la disculpa de Robert frente a todos, pese a lo mucho que le costó hacer aquello, ya que…no le gustaba sentirse inferior y menos inferior a Alice Taylor.Le dieron el alta en el hospital y él aún estaba allí.Se comportaba como un esposo, uno preocupado.¿No que tenía que viajar? ¿No había dicho él que tenía cosas más importantes que hacer y que estaba muy ocupado? ¿Por qué ya no se marchaba?Pero no podía solo desaparecer con su amante, era un momento en familia y él no podía darse el lujo de escaparse, no cuando los Taylor lo tenían en la mira. Un error más y las consecuencias podrían ser fatales, no podía darse el lujo de que la mayor de los Taylor si
—¡Jared! ¡¿No me escuchas?!—inmerso en sus pensamientos, él ignoraba por completo la voz de su asistente que le llamaba en más de una ocasión, sin que su jefe le escuchara. Enojada, llamó una vez más, atreviéndose a gritarle otra vez porque él parecía estar sumergido en otra cosa, sin ser capaz de escuchar su voz.—¡Jared!No podía dejar de pensar en Alice, en cómo estaba, cómo la estaría pasando luego de la pérdida de su hijo. Pensaba en la relación tan extraña que ella tenía con su esposo, como si careciera de amor, como si…no sintieran nada uno por el otro, tal como dijo Sofía Taylor.También le mortificaba mucho que ella escuchó su confesión, una parte de él sentía alivio de que ella no dijo nada pues aquel no era el momento ni el lugar, pero por otro lado, quería que ella tuviera una mínima opinión, ya que escuchó lo que él le dijo cuando pensaba que estaba dormida, cuando él se confesó al creer que ella no lo escuchaba.También deseaba que al menos ella dijera algo, porque ni sab