Durante toda la luna de miel, Robert intentó saber el nombre del hombre que su esposa amaba, pero no hubo maneras de hacerla hablar, ella por más que él insistía, no le decía nada, se rehusaba a hablar.
A su regreso, la primera y única parada fue la nueva vivienda de Alice Taylor, la que le había asignado su esposo.
Para ella, que fuera una casa alejada de la ciudad no suponía un problema, pero cuando Robert dijo que de allí no podía salir a menos que él se lo ordenara, Alice se negó de forma rotunda, no se quedaría allí encerrada solo porque él así lo decía.
—¡Eres mi mujer! ¡Y si creíste que este matrimonio sería un cuento de hadas solo porque tú así lo decidiste, te equivocaste, Alice Taylor! Aquí empieza tu pesadilla. Me querías de esposo, ya me tienes. A ver cómo te sabe todo esto.
Llamó a sus padres para quejarse de los tratos de su esposo, considerando que era un abuso de su parte y que ella no tenía porqué aguantarlo, pero no hubo apoyo de parte de ellos.
No fue como ella se pensó, nada era como ella pensaba que sería.
—Es tu esposo ahora, Alice.—dijo su madre.—Eres toda una mujer. Debes de aprender a lidiar con los problemas que se te presenten de ahora en adelante en tu matrimonio, todo es un proceso y nada será color de rosas, pero eres una adulta. No olvides que son una pareja y él es mayor que tú. Solo sigue sus consejos, deja que él te dirija. Hazle caso a Robert, ahora es tu esposo y tú su mujer.—fueron las palabras de sus padres, desentendiéndose de la situación.
Dejando claro que eran problemas maritales y no había cavidad para terceros, solo era algo de ellos dos y sus padres no lo veían como algo tan grave.
Creían que su pequeña hija solo exageraba un poco.
En aquella casa enorme habían tres personas para el servicio, quienes serían las únicas compañías de ella y ya tenían órdenes estrictas de parte de Robert para que no tuvieran ningún acercamiento con ella.
—Robert…podemos hacer esto de otra manera, por favor.
—¿Qué otra manera? ¿Crees que hay otra manera? ¡Elegiste casarte conmigo! ¡Ahora te atienes a las consecuencias! No, no eres ya la poderosa Alice Taylor, ahora eres Alice, la esposa de Robert Graham. Alice Graham. ¿No te das cuenta? Ahora quien toma las riendas soy yo y aquí se hace lo que yo diga. De ahora en adelante, vivirás bajo mis sombras, intenta acostumbrarte o sufre en el transcurso.—el autoritario esposo dejó clara su posición ante todo eso, ella tenía que someterse a él o la iba a pasar muy mal, Robert no tenía pensado retroceder.
—¡No das chance ni para que nos llevemos bien!—le gritó cuando él se marchaba.—¡No intentas hacer las cosas bien, Robert!
Con tristeza, Alice vio que aún Robert la seguía rechazando y la culpaba por aquel matrimonio que ninguno de los dos quería. Ella no sabía qué hacer, pero vivir de esa manera no quería.
La abandonó en aquella casa y solo se marchó, no dijo más nada.
Las semanas transcurrían de manera muy lentas, Alice se sumía en aquella soledad, rodeada de frías y blanquecinas paredes que eran poco amigables y mientras las semanas pasaban, ella comprendió que estaba embarazada.
Se lo hizo saber a su esposo, pero eso no pareció importante.
Las náuseas, los malestares matutinos, todo era muy nuevo y repentino para la joven y su cuerpo inexperto que intentaba acostumbrarse a esos cambios que se avecinaban.
Alice fue siempre atendida en casa durante todo aquel embarazado, ni una sola vez acudió al hospital de manera normal, el doctor iba allí y le hacía los chequeos necesarios, porque Robert no permitía que fuera de otro modo y la palabra de Alice no parecía tener ningún tipo de valor para nadie.
Allí estaba abandonada, nadie parecía escucharla.
Cuando ya ella no veía sus pies de lo enorme que estaba su vientre, la única compañía que tenía era su bebé, pues los empleados evitaban dirigirle la palabra durante todos esos meses allí encerrada, donde solo salía al jardín para pasear, ver las flores, tomar aire fresco y caminar un poco.
Cuando Alice ya sentía que no recordaba el sonido de su voz o cómo empezar una charla, comenzó a hablarle a su vientre, a su bebé, lo recorría con sus manos mientras dejaba una capa fina de crema sobre su abultado vientre y le hablaba, también le cantaba, le contaba cómo había sido su niñez o lo agradable que fue la universidad junto a Jared, el momento más hermoso de su vida, el hombre al que seguía amando, a pesar de los meses sin verlo, a pesar de que estaba casada y embarazada de su esposo.
A pocas semanas de su parto, y estando todo ese tiempo abandonada por su esposo, él llegó aquella madrugada a la casa, sin que nadie lo esperara, sin avisar.
Abrió la puerta de su habitación y al encender las luces vio a aquella mujer acostada, que comenzaba abrir los ojos.
—¿Robert?—¿quién más podría ser? Ella no se explicaba qué hacía él allí. Hace meses que no sabía nada de él.
Pero Robert no podía apartar el rostro de su abultado vientre, era la primera vez que la veía en unos largo meses y no se imaginó que aquel embarazo estuviera tan avanzado, que Alice tuviera aquel aspecto.
—Alice, pero…estás enorme.—se sentó en la cama e intentó tocarla, pero ella no se lo permitió.—Solo quiero tocar tu vientre.—se subió a la cama y cuando vio los enormes pechos de ella notarse a través de aquella tela transparente, su boca quedó abierta, observó sus piernas desnudas y el deseo creció en él, haciendo que de manera rápida su pene se abultara.
¿Cómo es que deseaba a aquella mujer embarazada que no veía hace meses?
—Y yo no quiero que lo hagas. No toques mi vientre.—Alice observó el deseo en los ojos de su esposo, intentó tomar las sábanas para cubrirse, pero Robert no se lo permitió.—¿Crees que puedes abandonarnos aquí y luego venir como que nada ha pasado?—le reprochó.
No dejaría que él le pusiera un solo dedo encima.
—Sí, claro que puedo. Me ves luego de todos estos meses y es así como me recibes, debes de estar feliz de que al menos venga a visitarte. Quítate ya esa bata y déjame ver los cambios de tu cuerpo, tus pechos están hermosos. Permite que tu esposo los vea y alegra esa cara, muéstrate un poco más feliz.
—¿Feliz?—ella rió con burla.—¿Tiene que hacerme feliz verte? Y no pienses que me desnudaré, tengo sueño, déjame descansar.
—¡Tiene que hacerte feliz ver al padre de tu hijo, a tu esposo! ¡Claro que tiene que hacerte feliz! ¡Ya déjame ver de una m*****a vez tu cuerpo!—si ella se negaba, él se enojaba, porque no recibía muy bien una negativa de su parte, él no le agradaba ni un solo poco que ella quisiera dirigirlo, decirle qué hacer. Detestaba que ella le respondiera o intentara llevarle la contraria en alguna cosa.
Detestaba que Alice luciera como la gran Alice Taylor, aborrecía pensar que ella se creía más que él.
—¡Pues no me hace feliz! ¡Ni un poco! Me desagrada verte luego de la forma en la que me tratas desde que nos conocidos, además yo tampoco soy de tu agrado. ¡Vete! ¡Incluso la soledad es mejor que tu compañía! ¡Y no dejaré que me toques!
—¡Soy tu esposo!
Alice salió de la cama para huir de él, pero Robert era mucho más rápido, la tomó entre sus brazos con cuidado de no chocar con su vientre, comenzó a tirar de su pijama hasta dejarla desnuda y lo primero que sus manos tocaron fueron los llamativos y enormes pechos de Alice.
Realmente habían crecido mucho, su peso había aumentado considerablemente y esos senos no se quedaban atrás. El tamaño de ellos dejaba a Robert con la boca hecha agua, entra otros pensamientos más perversos que llegaban a su mente.
—¡Déjame! ¡No quiero que me toques! ¡No me toques, Robert! ¡No quiero! ¡No tienes derecho!
La giró de espalda a él y su mano se adueñó de su vagina.
—Alice—dijo en su oído, su voz se había vuelto gruesa por el deseo y el estar tocándola lo ponía más y más caliente.—Hace meses que no te toco, ¿vas a decir que no lo deseas?—una mano se movía en su pecho, mientras sus dedos la estimulaban y él besaba su cuello. Alice solo apretaba sus ojos con fuerza, deseando nada más que él se marchaba, que dejara de tocarla, pues no lo había deseado nunca y ahora no era la excepción.
Robert llevó aquella mano a su boca y humedeció sus dedos, regresándola a su vagina. Ella se movió con incomodidad, pero él no la liberaba.
Luego de estar tocándola, la llevó a cama y allí sacó su miembro, separó las piernas de ella y apreció su cuerpo desnudo, sus senos, el rostro sonrojado de ella y aquellas anchas caderas.
Alice cerró los ojos y solo se concentró en una única cosa, visualizando en su mente el rostro de Jared, recurriendo a los recuerdos con él mientras Robert se satisfacía con su cuerpo.
Aún Alice no conocía lo que era un orgasmo, pero Robert parecía disfrutar bastante cuando tomaba su cuerpo, a pesar de que decía que la despreciaba o que no le gustaban sus curvas o su peso.
Respiró profundo y luego le sujetó su cara, allí tirada sobre la cama, metió un dedo en su boca, dejándolo húmedo y luego pasándolo por los labios de ella. Su mirada no le gustaba y lo quieta que se quedaba siempre que él la hacía suya, como sin vida, sin calor, sin gracia.
—Pues hay mujeres que sí se alegraban de verme cada vez que entro a sus habitaciones o a sus camas. Que no te alegres tú, es algo que no me importa. Vine por cortesía, no porque realmente quisiera verte. Estaré aquí otra vez cuando mi hijo nazca.—soltó su rostro y arrojó la sábana sobre el cuerpo desnudo de ella, ya no quería verla. Estaba complacido, si el deseo otra vez la rechazaba.—Por fuera te ves apetecible, pero al final eres insípida, falta de gracia o sensualidad y lo que es peor, eres fría, tu cuerpo es como un témpano de hielo que no logra calentarme, ni aún con toda esa grasa. Alice, no eres una buena mujer.—y luego de aquellas duras palabras hacia su esposa, se marchó.
Así fue el encuentro de ellos dos luego de meses sin verse, pero Alice sentía alivio de que él no estuviera, porque realmente prefería estar sola, a estar en compañía de su esposo, Robert Graham. Odiaba que él se creyera dueño de su cuerpo y se sentía sucia cada vez que él la tomaba de aquella manera.
Sufrió al principio porque él la abandonaba allí, pero luego solo agradeció de que él no estuviera, ahora se alegraba de su ausencia y no se sentía mal por ser la esposa abandonada, lo agradecida.
Aquella noche, luego de esa discusión y después de que él la tomara sin delicadeza, a pesar de su avanzado embarazo, Alice no pudo volver a dormir. Debido a la exaltación de aquella pequeña discusión o el fuerte uso que Robert hizo del cuerpo del Alice, se sentía angustiada, también muy agotada, su vientre estaba inquieto y le dolía de manera horrible la espalda.
Comenzó a caminar de un lado a otro, sin lograr que el dolor mejorara, las horas solo iban pasando y con eso llegó la mañana.
Cuando ya Alice no pudo soportar el dolor, le pidió a una de las empleadas que llamara al doctor, dado que ella no se sentía bien y temía por la salud de su bebé, todo en su vientre era muy extraño, ella no quería que nada malo le pasara.
Cuando el doctor llegó, luego de revisarla, supo que aún no era tiempo para el nacimiento del bebé, pero algo no iba bien.
Algo estaba mal.
La dejó bajo observación y luego la voz de alerta hizo eco cuando Alice Taylor presentó una fiebre alta y muy repentina, teniendo que ser llevada al hospital.
Robert Graham fue avisado de que su esposa estaba ingresada en el hospital central, pero aquello poco le importó, sus hermanas acudieron para ver a Alice y su estado de salud, pero se encontraron con la sorpresa de que ella estaba siendo sometida a un parto prematuro a través de una cesárea, cuando desde el inicio se había pronosticado un parto normal.
Alice estaba sobre la cama y su bebé no estaba con ella, recién despertaba, sintiéndose muy extraña luego de la cesárea, recordaba haberse quedado dormida, pero nunca recordó haber visto a su hijo. Habían pasado varias horas desde la cesárea, ella no sabía nada de él.—Es un niño.—dijo su hermana mayor, Sofía, recién dándose cuenta Alice que su hermana estaba allí con ella.—Diste a luz a un niño.—volvió a decir con una sonrisa.—Quiero verlo, necesito verlo.—Alice levantó su mano para que su hermana de acercara.Su hermana tomó asiento a su lado y sujetó su mano para lo siguiente que le iba a decir.—Alice, no nació un niño sano y por el momento no puede estar a tu lado, es prematuro y tiene otros problemas con los que nació. A decir verdad, y espero que seas fuerte, él tiene pocas probabilidades de vida, está muy débil y…—ella comenzó a llorar al saber la condición de su hijo, sin dejar a su hermana decirle todo lo que tenía que contarle sobre la pequeña criatura.La pena de Alice er
—No te dejan de llamar, ¿no vas a contestar?—preguntó la pelirroja a su lado. Miró con sensualidad y deseo a Graham.¿Cuánto tiempo llevaba siendo amantes? ¿Desde cuando se veían de aquella manera? ¿Cuándo fue que ambos se enfrascaron en aquella historia de infidelidad?Era su asistente, quien no tuvo ningún remordimiento de meterse con él, incluso sabiendo que era casado, porque sí, ella lo sabía, todos sabían de la deslumbrante boda que hubo entre la alianza de Robert Graham y Alice Taylor, no había nadie que no supiera de aquella importante boda.Tampoco a Robert le importó en lo más mínimo aquello, su esposa era algo que no le importaba y en cuanto ella no saliera de aquella casa donde él la dejó, todo estaría bien para él. La tenía sometida, con miedo a revelarse ante él, era todo cuanto Robert quería, mantener bajo su yugo a Alice, que entendiera ya de una buena vez que ella no era más que él, que no podría escapar de su lado y menos la dejaría estar con ese hombre al que ella d
Cuando Jared Sinclair recibió la noticia de que Alice Taylor había dado a luz, dejó todo lo que hacía y al saber el hospital donde ella estaba ingresada, fue directo hacia allá sin pensárselo dos veces.Conocía a sus hermanas y fue a las primeras que vio al llegar al hospital.—Sofía.—la saludó con un beso y un abrazo. Además de Alice, era a Sofía la otra Taylor con la que él tenía confianza, más cercanía.—Tiempo sin verte, están todas aquí.—observó a la familia Taylor que guardaba silencio, tristes por la pérdida del bebé de Alice.—¿Qué es? ¿Niña o niño?—preguntó en voz baja, sin saber lo que pasaba, algo entusiasmado porque sería el hijo de Alice y aunque no fuera suyo eso lo ponía feliz, la felicidad de ella también lograba alegarlo a él.Miró a los alrededores de aquella sala de espera, buscando con la mirada a Robert, su amigo, asumiendo que tenía que estar con Alice y su nueva criatura al no verlo allí.Sabía que se sentiría celoso de verlo tan feliz junto a su familia, a su beb
—Te amo, Alice Taylor. Y lo hice desde el primer momento en que te vi. Eres y serás la mujer de la que estoy enamorado, aunque esto nunca podrá ser.Alice escuchaba cada palabra que salía de los labios de su adorado Jared, apretaba sus ojos, al igual que sus manos en su pecho, intentando apaciguar aquellos fuertes latidos y esa confesión que llegaba a ser como un bálsamo para sus heridas.¿Qué debía hacer? ¿Abrir los ojos, decirle que escuchó todo y confesar el amor que ella también sentía hacia a él desde el primer momento en el que lo vio? ¿Confesarle también que ese amor era correspondido?No sabía qué hacer, pero empezó por abrir los ojos.Al ver que ella estaba despierta y que probablemente escuchó todo, el blanco rostro de Jared se puso pálido y luego sus mejillas tomaron un color rojo, poniéndose rápidamente de pie, alejándose de ella, estando muy avergonzado porque ella probablemente escuchó esa confesión que él hizo desde lo más hondo de su corazón.—Y-Yo…—Alice jamás lo habí
ue algo muy raro.Poco contacto tuvo con aquel embarazo y no era un gran entusiasta de tener un hijo con Alice, pero nunca pensó en la muerte de esa criatura y más ahora que sabía que era necesario un heredero de la unión de ambas familias para mantener dicha unión.Siempre los despreció a ambos y los dejó en aquella casa encerrados, siendo inconsciente de que podría necesitarlo, que su padre había llegado a un acuerdo con los Taylor.¡¿Cómo es que no le dijo algo así?! Le habría prestado al menos una poca más de atención a Alice o su embarazo.¿Habría sido por su culpa?¿Tuvo que ver con la manera en la que él tomó la noche anterior a su esposa? ¿Sería posible?«No, no puede ser que sea mi culpa, algo debió haber hecho ella mal como para perder a nuestro hijo. Si hay un culpable, debió de ser ella que era la que estaba embarazada, culpa mía no puede ser.» Decía a sí mismo para no cargar con ese peso, camino hacia el hospital donde ella se encontraba, viéndose ya con la responsabilida
Para Alice era muy extraño tener a Robert cerca por tanto tiempo. No se movió ni por un segundo de aquella habitación y tampoco podía hacerlo, tenía que demostrarle a los Taylor que él no estuvo presente porque no pudo, no porque no quiso. Y la única manera era quedándose al lado de Alice, hasta que su familia bajó la guardia luego de la disculpa de Robert frente a todos, pese a lo mucho que le costó hacer aquello, ya que…no le gustaba sentirse inferior y menos inferior a Alice Taylor.Le dieron el alta en el hospital y él aún estaba allí.Se comportaba como un esposo, uno preocupado.¿No que tenía que viajar? ¿No había dicho él que tenía cosas más importantes que hacer y que estaba muy ocupado? ¿Por qué ya no se marchaba?Pero no podía solo desaparecer con su amante, era un momento en familia y él no podía darse el lujo de escaparse, no cuando los Taylor lo tenían en la mira. Un error más y las consecuencias podrían ser fatales, no podía darse el lujo de que la mayor de los Taylor si
—¡Jared! ¡¿No me escuchas?!—inmerso en sus pensamientos, él ignoraba por completo la voz de su asistente que le llamaba en más de una ocasión, sin que su jefe le escuchara. Enojada, llamó una vez más, atreviéndose a gritarle otra vez porque él parecía estar sumergido en otra cosa, sin ser capaz de escuchar su voz.—¡Jared!No podía dejar de pensar en Alice, en cómo estaba, cómo la estaría pasando luego de la pérdida de su hijo. Pensaba en la relación tan extraña que ella tenía con su esposo, como si careciera de amor, como si…no sintieran nada uno por el otro, tal como dijo Sofía Taylor.También le mortificaba mucho que ella escuchó su confesión, una parte de él sentía alivio de que ella no dijo nada pues aquel no era el momento ni el lugar, pero por otro lado, quería que ella tuviera una mínima opinión, ya que escuchó lo que él le dijo cuando pensaba que estaba dormida, cuando él se confesó al creer que ella no lo escuchaba.También deseaba que al menos ella dijera algo, porque ni sab
Jared no solo era el mejor amigo de Robert, sino que era como su mano derecha para todo, uno de sus empleados de los que más se valía, más ahora que tenía a una amante y dejaba de lado muchas de sus responsabilidades, en él era en quien descargaba toda su confianza y mucho peso de trabajo, hasta el que no le correspondía.En lo personal, Jared era un buen amigo, se conocían desde hace muchísimos años, pero cuando entraban en el campo de lo laboral, Robert no lo veía más que como un empleado más, por eso que Jared le haya colgado la llamada de aquella manera, era casi un insulto para él o para su autoridad como su jefe. Allí no valía la amistad.—¿Tienes que irte ya?—su voz aún sonaba agitada por toda la actividad.—¿Ya pensaste lo que te dije, Rob?—Dayana quería dejar de ser su asistente y obtener un puesto mejor en la empresa, lo tenía muy claro, eso de ser su amante no solo se quedaba allí, habían metas dentro de esa función, como escalar dentro de la empresa, sacar provecho de ser s