Obligado a casarse con ella por razones familiares, Alice Taylor una mujer a la que solo vio unos pocos años en su infancia, cuando Robert la vuelve a ver, solo sabe que a pesar de toda su belleza, la odia, la odia porque ella pudo negarse al matrimonio al igual que él lo hizo, pero ella quiso avanzar con aquello y él no tuvo otra opción más que casarse con ella, obedeciendo a la orden de sus padres, por el bien de los negocios y por una mejor estabilidad familiar en cuanto a relaciones.
Todo era un acuerdo entre familias, por el bien de las empresas, ambas partes salían ganando, sobre todo la familia Graham, que se veía muy beneficiada con la unión de los dos.
La celebración involucró a ambas familias, tanto la grande y poderosa Familia Taylor, como a la majestuosa e imponente familia Graham.
A aquella boda asistieron muchas figuras importantes, para presenciar la unión de esas dos grandes familias que ahora serían una sola, aumentando así las influencias que ya poseían.
Sin embargo, aunque la boda fue perfecta y todo fueron sonrisas, abrazos y más sonrisas, cuando estuvieron solos, Robert miró con desprecio a su nueva esposa. Y en aquella habitación de hotel, donde ambos pasarían la primera noche para luego partir a su luna de miel, Robert sacó toda la frustración que tenía por aquel compromiso y lo arrojó hacia su joven esposa de tan solo veinte años.
La más joven de las hermanas Taylor.
Alice.
—¡¿Crees que ahora voy a amarte solo porque lograste que nos casáramos?!—sus palabras la dejaron asombrada y sin respuesta. ¿Quién le diría que Robert Graham tendría un comportamiento como aquel?—¡¿Es lo que crees?!—arrojó con rabia.—Debes de ser bien estúpida para creer semejante tontería, Alice. ¡Jamás te amaría y tú me obligaste a esto! ¡Por tu culpa estamos casados!
Encogida en la cama, aún con su vestido blanco, ceñido a su cuerpo, Alice miró con los ojos llenos de lágrimas a su esposo.
Solo eran recién casados, pero ya todo cambiaba.
¿Por qué se comportaba de aquella manera en su primer encuentro juntos y a solas? ¿Era la forma en la que ese hombre siempre se comportaría?
¿Alguien pensaría que el apuesto y educado Robert, menor de dos hermanos y quien ahora llevaba el control de las empresas Graham, se comportaría de ese modo con su esposa?
—No fui yo quien te obligó.—dijo con voz temblorosa, ambos eran dos desconocidos. Alice era la menor de cinco hermanas, quienes ya estaban casadas con hombres igual de importantes que Robert Graham y solo hacía falta ella, logrando sus padres aquella unión con los Graham.
La última soltera de las Taylor.
Pero cuando Alice supo que él no quería casarse, rogó a sus padres para que anularan aquel compromiso, sin embargo, ellos no hicieron caso, alegando que nadie podría rechazarla y si cancelaban el compromiso por orden de los Graham, se vería como si ellos eran más fuertes e importantes que la familia Taylor. Por esa razón, a pesar de que Alice también se negó, el matrimonio tuvo que continuar.
Pero ahora, en aquella habitación, solo habían dos personas que no se amaban y que probablemente nunca lo harían, un esposo que señalaba con odio a su esposa y la culpaba por aquel matrimonio que él no deseaba, una esposa que nunca deseó aquel matrimonio e hizo lo posible para que no pasara.
—Desnúdate.—la miró sobre la cama y ante aquella orden, Alice Taylor no se movió.—¡Desnúdate! Eres mi esposa y vas hacer caso a lo que te ordeno. Tú querías esta unión, ahora te unirás a mí.
Cuando Alice bajó de la cama, levantó por un segundo la mirada hacia su esposo y solo vio un rostro frío y lleno de odio.
Un odio muy fuerte hacia ella.
Comenzó a bajar su vestido con manos temblorosas, hasta solo quedar en ropa interior frente a él.
Robert Graham bufó al ver todas las curvas en el cuerpo de su esposa y aquel sonido de desprecio ante su figura hizo que Alice se cubriera avergonzada, avergonzada de su peso, la forma de su cuerpo y desnudarse ante él
Las lágrimas cálidas no dejaban de mojar su rostro.
Le desagradó aquel abdomen poco plano, abultado, sus anchas caderas o sus redondeadas piernas.
Caminó hasta ella y la hizo bajar sus manos para él poder observarla mejor bajo la amarilla luz que había en el techo, alumbrándolos a los dos.
—No tienes que hacerlo.—siseó ella, deseando que él no la mirara de aquella forma porque dejaba muy claro que la menospreciaba, tanto a ella, como a su aspecto.—No tienes que hacer nada, estamos casados y ya está, Robert. No lo veas como una responsabilidad. Y más si me desprecias de ese modo. Podemos…no hacer nada.—sus palabras no eran una sugerencia, sino un ruego.
—¿Ahora sigues ordenándome qué hacer? Primero ordenas que nos casemos y ahora me ordenas que no tengamos sexo.—tomó su rostro con brusquedad y lo levantó hacia él, verla le molestaba y más la idea de que ella le ordenara cualquier cosa.—¿Qué más me vas a ordenar, mujer? ¿No te das cuenta que ahora que estamos casados tu dueño soy yo?—¿su dueño? Aquello le pareció muy bárbaro a Alice.—Aquí no tienes poder para decirme qué hacer. La grandiosa Alice Taylor no puede ordenarle nada a su esposo, ¿te queda claro?
—Robert, no es lo que intento, no intento decirte qué hacer.—dijo aún temblorosa. No es que pretendiera ordenarle, pero si él no la deseaba, ¿qué sentido tenía consumar el matrimonio? ¿Por qué hacerlo mientras ella lo despreciaba de esa manera?
—Te crees mejor que yo, lo veo en tus ojos.—la acusó.
—¡No es así! ¡No es así!
—¡No me levantes la voz!
—¡Pues escucha lo que te digo! También me negué a este matrimonio, yo no quería casarme contigo. ¡Amo a alguien más!—aquella confesión probablemente no fue la mejor idea, la expresión de Robert fue de un desagrado enorme.
Aquello fue lo peor que Alice pudo decir aquella noche.
Ante aquella confesión Robert retrocedió, alejándose de ella. Alice se apresuró a tomar su vestido e intentó correr al baño, pero Robert se puso en su camino.
No la dejó pasar.
—¿Quién es? ¿A quién amas?—Eso era algo que Alice no podía decir, pues se trataba del mejor amigo de Robert, Jared Sinclair. Pero era un amor en silencio, nunca confesado, no expresado, Alice jamás le había dicho nada a Jared, pues solo habían sido compañeros en la universidad y desde entonces ella estaba enamorada de él.
Quedó flechada en un tiempo récord, porque Jared era muy especial.
—No lo conoces.—mintió.—Déjame pasar al baño, por favor.
—Dime quién es, Alice Taylor. ¿A quién diablos amas? ¡Dilo!
—¡No lo conoces! ¡No sabes quien es!—exclamó con cansancio ya de aquella charla.
Él tomó sus brazos y la sacudió por ellos, logrando que el vestido resbalara de sus manos y Alice quedara nuevamente desnuda ante él.
—Ve a la cama.—la empujó hacia allí y ahora Robert comenzó a desnudarse. Con miedo, Alice miró a su esposo que se acercaba.
Se había preparado mentalmente para aquello, a la idea de estar casada con un hombre al que poco conocía y entregarse a él, sin amarlo, sin ninguno de los dos amarse, pero no se esperó que Robert Graham se mostrara enojado con ella y menos que aún con ese desprecio que mostraba, quisiera poseerla en aquella noche de bodas.
Ninguna preparación previa sirvió para aquel momento, Alice tenía mucho miedo, no quería estar con él y sabía, por la forma en la que su esposo actuaba, que iba a ser muy brusco con ella ante su primera vez.
—Robert…por favor.—dijo entre sollozos. Ya Robert estaba a su lado y se deshacía de la ropa interior de su esposa.—No estamos obligados a hacer esto.
Desnuda, comenzó a tocarla, el cuerpo de Alice no paraba de temblar, llena de miedo. Él la tendió sobre la cama y se colocó sobre ella, comenzó a acariciar su cabello, besó su cuello y sus hombros, más nunca besó o rozó sus labios, intentaba no toparse con su rostro o tan siquiera mirarla. Separó sus piernas, luego de humedecer su miembro comenzó a penetrarla, sin tener cuidado alguno, a pesar de que se percató de que ella era virgen, a pesar de notar que esa era la primera vez de Alice Taylor.
Aquella fue la peor noche para Alice Taylor, donde solo apaciguó el dolor, el desprecio y hasta el asco que empezaba a sentir hacia aquel hombre con la imagen de su amado en su mente, teniéndolo siempre presente para poder soportar aquello.
Allí se dio cuenta que ninguno de los dos podría amarse y que sin apenas conocerla, ya él la odiaba, creyendo que la razón de aquel matrimonio forzado era ella.
Cuando abrió los ojos, Robert Graham ya no estaba en aquella habitación, la luz entraba por la ventana y el sol dejaba algunos rayos sobre su rostro, haciéndola cubrir su cara por toda la claridad que la golpeada.Había sido una noche muy horrible para ella, una primera vez espantosa y…un hombre muy brusco y poco atento con ella o su cuerpo.Cuando se puso de pie, le dolían las piernas y el vientre, al igual que su vagina. Miró aquella mancha se sangre en las sábanas y corrió hacia el baño, entró a la ducha y entre lágrimas lavó todo su cuerpo, borrando todo rastro de Robert Graham, aunque no por mucho tiempo.Sus caderas y espalda también le dolían, él no había tenido ni un solo detalle de gentileza, solo la poseyó, robando su virginidad con aquella brusquedad, con toda esa fuerza y bestialidad que utilizó para desvirgarla.Consumando así el matrimonio, haciendo uso de su noche de bodas.Cuando salió de la ducha, miró su cuerpo en el espejo, había un pequeño moretón en su costado der
Durante toda la luna de miel, Robert intentó saber el nombre del hombre que su esposa amaba, pero no hubo maneras de hacerla hablar, ella por más que él insistía, no le decía nada, se rehusaba a hablar.A su regreso, la primera y única parada fue la nueva vivienda de Alice Taylor, la que le había asignado su esposo.Para ella, que fuera una casa alejada de la ciudad no suponía un problema, pero cuando Robert dijo que de allí no podía salir a menos que él se lo ordenara, Alice se negó de forma rotunda, no se quedaría allí encerrada solo porque él así lo decía.—¡Eres mi mujer! ¡Y si creíste que este matrimonio sería un cuento de hadas solo porque tú así lo decidiste, te equivocaste, Alice Taylor! Aquí empieza tu pesadilla. Me querías de esposo, ya me tienes. A ver cómo te sabe todo esto.Llamó a sus padres para quejarse de los tratos de su esposo, considerando que era un abuso de su parte y que ella no tenía porqué aguantarlo, pero no hubo apoyo de parte de ellos.No fue como ella se p
Alice estaba sobre la cama y su bebé no estaba con ella, recién despertaba, sintiéndose muy extraña luego de la cesárea, recordaba haberse quedado dormida, pero nunca recordó haber visto a su hijo. Habían pasado varias horas desde la cesárea, ella no sabía nada de él.—Es un niño.—dijo su hermana mayor, Sofía, recién dándose cuenta Alice que su hermana estaba allí con ella.—Diste a luz a un niño.—volvió a decir con una sonrisa.—Quiero verlo, necesito verlo.—Alice levantó su mano para que su hermana de acercara.Su hermana tomó asiento a su lado y sujetó su mano para lo siguiente que le iba a decir.—Alice, no nació un niño sano y por el momento no puede estar a tu lado, es prematuro y tiene otros problemas con los que nació. A decir verdad, y espero que seas fuerte, él tiene pocas probabilidades de vida, está muy débil y…—ella comenzó a llorar al saber la condición de su hijo, sin dejar a su hermana decirle todo lo que tenía que contarle sobre la pequeña criatura.La pena de Alice er
—No te dejan de llamar, ¿no vas a contestar?—preguntó la pelirroja a su lado. Miró con sensualidad y deseo a Graham.¿Cuánto tiempo llevaba siendo amantes? ¿Desde cuando se veían de aquella manera? ¿Cuándo fue que ambos se enfrascaron en aquella historia de infidelidad?Era su asistente, quien no tuvo ningún remordimiento de meterse con él, incluso sabiendo que era casado, porque sí, ella lo sabía, todos sabían de la deslumbrante boda que hubo entre la alianza de Robert Graham y Alice Taylor, no había nadie que no supiera de aquella importante boda.Tampoco a Robert le importó en lo más mínimo aquello, su esposa era algo que no le importaba y en cuanto ella no saliera de aquella casa donde él la dejó, todo estaría bien para él. La tenía sometida, con miedo a revelarse ante él, era todo cuanto Robert quería, mantener bajo su yugo a Alice, que entendiera ya de una buena vez que ella no era más que él, que no podría escapar de su lado y menos la dejaría estar con ese hombre al que ella d
Cuando Jared Sinclair recibió la noticia de que Alice Taylor había dado a luz, dejó todo lo que hacía y al saber el hospital donde ella estaba ingresada, fue directo hacia allá sin pensárselo dos veces.Conocía a sus hermanas y fue a las primeras que vio al llegar al hospital.—Sofía.—la saludó con un beso y un abrazo. Además de Alice, era a Sofía la otra Taylor con la que él tenía confianza, más cercanía.—Tiempo sin verte, están todas aquí.—observó a la familia Taylor que guardaba silencio, tristes por la pérdida del bebé de Alice.—¿Qué es? ¿Niña o niño?—preguntó en voz baja, sin saber lo que pasaba, algo entusiasmado porque sería el hijo de Alice y aunque no fuera suyo eso lo ponía feliz, la felicidad de ella también lograba alegarlo a él.Miró a los alrededores de aquella sala de espera, buscando con la mirada a Robert, su amigo, asumiendo que tenía que estar con Alice y su nueva criatura al no verlo allí.Sabía que se sentiría celoso de verlo tan feliz junto a su familia, a su beb
—Te amo, Alice Taylor. Y lo hice desde el primer momento en que te vi. Eres y serás la mujer de la que estoy enamorado, aunque esto nunca podrá ser.Alice escuchaba cada palabra que salía de los labios de su adorado Jared, apretaba sus ojos, al igual que sus manos en su pecho, intentando apaciguar aquellos fuertes latidos y esa confesión que llegaba a ser como un bálsamo para sus heridas.¿Qué debía hacer? ¿Abrir los ojos, decirle que escuchó todo y confesar el amor que ella también sentía hacia a él desde el primer momento en el que lo vio? ¿Confesarle también que ese amor era correspondido?No sabía qué hacer, pero empezó por abrir los ojos.Al ver que ella estaba despierta y que probablemente escuchó todo, el blanco rostro de Jared se puso pálido y luego sus mejillas tomaron un color rojo, poniéndose rápidamente de pie, alejándose de ella, estando muy avergonzado porque ella probablemente escuchó esa confesión que él hizo desde lo más hondo de su corazón.—Y-Yo…—Alice jamás lo habí
ue algo muy raro.Poco contacto tuvo con aquel embarazo y no era un gran entusiasta de tener un hijo con Alice, pero nunca pensó en la muerte de esa criatura y más ahora que sabía que era necesario un heredero de la unión de ambas familias para mantener dicha unión.Siempre los despreció a ambos y los dejó en aquella casa encerrados, siendo inconsciente de que podría necesitarlo, que su padre había llegado a un acuerdo con los Taylor.¡¿Cómo es que no le dijo algo así?! Le habría prestado al menos una poca más de atención a Alice o su embarazo.¿Habría sido por su culpa?¿Tuvo que ver con la manera en la que él tomó la noche anterior a su esposa? ¿Sería posible?«No, no puede ser que sea mi culpa, algo debió haber hecho ella mal como para perder a nuestro hijo. Si hay un culpable, debió de ser ella que era la que estaba embarazada, culpa mía no puede ser.» Decía a sí mismo para no cargar con ese peso, camino hacia el hospital donde ella se encontraba, viéndose ya con la responsabilida
Para Alice era muy extraño tener a Robert cerca por tanto tiempo. No se movió ni por un segundo de aquella habitación y tampoco podía hacerlo, tenía que demostrarle a los Taylor que él no estuvo presente porque no pudo, no porque no quiso. Y la única manera era quedándose al lado de Alice, hasta que su familia bajó la guardia luego de la disculpa de Robert frente a todos, pese a lo mucho que le costó hacer aquello, ya que…no le gustaba sentirse inferior y menos inferior a Alice Taylor.Le dieron el alta en el hospital y él aún estaba allí.Se comportaba como un esposo, uno preocupado.¿No que tenía que viajar? ¿No había dicho él que tenía cosas más importantes que hacer y que estaba muy ocupado? ¿Por qué ya no se marchaba?Pero no podía solo desaparecer con su amante, era un momento en familia y él no podía darse el lujo de escaparse, no cuando los Taylor lo tenían en la mira. Un error más y las consecuencias podrían ser fatales, no podía darse el lujo de que la mayor de los Taylor si