Sus palabras no mejoraron mi humor, mis ojos se llenaron de lágrimas, pero no era como si hubiera algo que pudiera hacer para que las cosas mejoraran.
―No me agrada ese hombre, pero… me vi reflejado en él. Se arriesgó por ti, como yo lo haría por Layla, y entendí que era un hombre profundamente enamorado pese a cuanto lo odie.
―Pues… Ya no debes de preocuparte… Se fue… ―dije y no pude controlar mis sollozos. En tan poco tiempo había causado toda una revolución dentro de mí y comenzaba a extrañarlo.
―Aquí tienes una vida, un trabajo, una familia, pero sé que ese hombre se fue con tu corazón. No quiero dejarte ir, porque eres mi pequeña latosa, siempre lo fuiste y aún me duele
LAYLADurante cinco años el caso de Armin se mantuvo abierto. Los policías llegaron a la casa un par de veces, pero sus investigaciones avanzaban en círculos y jamás sospecharon de la visita del jeque.El señor Volkov se mantuvo escondido, aunque las noticias señalaron que Abbas había «desaparecido», obviamente todos sospechamos de Zayn. Ahora su motivación para mantenerse en la cabaña era Anastasia, prefería seguir muerto para ella y lo entendía. Por lo menos una vez a la semana lo visitaba con los niños al salir de la escuela y pasábamos unos días cada primavera con él, como bien había jurado Viktor.Con el paso de los años, me volví afecta a coleccionar noticias. Pude presenciar la boda de Min
LAYLA—Anda, date prisa que Abbas no te va a estar esperando, niña… —dijo la sirvienta mientras me manipulaba como si fuera una muñeca.Mientras el resto de la servidumbre se encargaba de adornarme y perfumarme, yo untaba un ungüento para mis manos rasposas. Toda mi vida solo he sabido servir. Cuando mi madre murió, mi padre no tardó en contraer nupcias y desplazarme como su hija, volviéndome una sirvienta más. Perdí lo poco que me quedaba cuando mi hermanastra nació y lo único que me mantenía con esperanzas era un día encontrar alguien que me salvara, alguien que tuviera piedad de mí y me sacara de mi casa, alguien que decidiera negociar con mi padre y pidiera mi mano. Ese día había llegado, pero no me sentía muy segura de que fuera como esperaba.Cuando me di cuenta ya estaba enjoyada y portaba un vestido de seda hermoso que me daba la apariencia de una princesa, junto con ese velo que cubría mis cabellos negros. El único problema es que, quien me esperaba, no era un príncipe. ۻ—
En cuanto puse el primer pie fuera de casa, sentí que mi vida sería diferente y por primera vez en mucho tiempo sonreí. Ese hombre frío me llevó a su carro y llegamos directo al aeropuerto. Estaba ansiosa por subir al avión, era la primera vez que viajaría en uno, además, aún sentía la angustia de que, de pronto, todo se desmoronaría a pedazos. ¿Cómo sabía que mi padre no se arrepentiría de dejarme ir así, o que Abbas nos perseguiría y detendría a Viktor de llevarme con él? Me daba miedo que, si le causaba suficientes molestias o consideraba que llevarme con él implicaba sortear demasiados obstáculos, Viktor desistiera de ayudarme. No quería regresar a mi casa y mucho menos a las manos de Abbas. De pensar en él se me erizó la piel de manera desagradable. No sabía a dónde íbamos, pero no me importó. Subimos a un avión privado, lo cual me hizo cuestionar la naturaleza de mi nuevo compañero. ¿Quién era? ¿A qué se dedicaba? Pude haberle preguntado, pero me sentía tan apenada que simplem
—Hagas lo que hagas… Nunca olvides tu lugar. No eres más que una sirvienta en esta casa… —dijo Viktor en un susurro, ni siquiera me volteó a ver cuando estaba alistándose para salir de la habitación.—Pero… —Quise detenerlo. Me había tomado como su mujer, me había metido en su casa y estaba dispuesta a hacer lo que fuera necesario para ganarme ese lugar. ¿Por qué me despreciaba?—¡Que no! ¡No me casaré contigo! ¡Ni siquiera entiendo por qué terminé entre tus piernas! ¡Fue un error meterme en los asuntos de Abbas! —exclamó iracundo y salió de la habitación, azotando la puerta. ۻEl tiempo pasó y yo me esmeré en ser la mujer indicada, compartiendo las labores del hogar con las sirvientas, lavando la ropa de Viktor y preparando su comida, esperándolo todas las noches. Se acostumbró a mi presencia, pero mientras yo me enamoraba cada vez más de él, él se volvía más hiriente. Me ocultaba de su familia, me negaba con sus amigos y cuando alguien llegaba a preguntar por mí, decía que era una
VIKTORQuería trabajar y concentrarme en lo importante. La compañía dependía de mí y por ende el dinero de la familia, pero no podía, mi mente solo se enfocaba en Layla. Subí a la habitación, agotado y frustrado, en cuanto abrí la puerta me encontré con una imagen que me congeló el corazón. Layla estaba en la orilla de la cama, había quitado uno de los lados de la cuna para poder extender su mano hacia el bebé, dejando que André sujetara sus dedos para poder dormir reconfortado. Por un momento sentí celos. Cuando entré en la cama, anhelé su atención, quería verla dormir sobre mi pecho, abrazada a mí. Acerqué mi mano a su hombro y acaricié su tersa piel, tenía un color encantador, nada común en Rusia. Siempre me vi involucrado con mujeres hermosas, modelos de renombre, actrices de pieles blancas y tersas, cabellos y ojos claros. Quería una mujer que lucir cuando acudía a reuniones y fiestas, y de la cual disfrutar cuando la tuviera en la alcoba. No es que no tuviera ganas de enamora
—Lo es… Estoy segura —afirmó mi madre—. Es una mujer exitosa, fuerte, inteligente y tendrán hijos hermosos. Además, su familia será un fuerte aliado… —Para eso es esta maldita fiesta…—Creí que, si considerabas adecuado, podríamos anunciar su compromiso en este mismo momento con un brindis. No pude evitar torcer los ojos y apretar los dientes con tanta fuerza hasta que sentí que mis muelas se romperían. No me gustaba que manejaran mi vida a su antojo y no estaba dispuesto a aceptar ese matrimonio.—¿Qué ocurre si me rehúso? —La única forma en la que te permita rechazar a Alexa, es que me traigas a una chica mejor que ella…¿Layla era mejor que Alexa? Ni de chiste. Por su edad, con suerte tenía la escuela básica concluida. —No me voy a casar con ella —contesté tajante.—No voy a presionarte, Viktor, pero entiende que no voy a dejar que las riquezas de la familia se pierdan. Tu hermana no quiere casarse ni tener hijos y tú no me puedes fallar. Todo lo que nos dejó tu padre puede rep
En cuanto la fiesta terminó, Olga abrió la puerta casi de una patada, y su mirada furiosa inspeccionó el cuarto, buscando con desesperación algo que estuviera roto o fuera de su lugar, pero todo estaba en orden.—Levántate… El amo Viktor te quiere ver —dijo Olga y, sin esperar, me tomó del brazo y de un jalón me sacó de la cama. Mi pequeño André empezó a llorar, era una noche de terror para él. Atravesamos la mansión hasta llegar al despacho de Viktor. Se escuchaba que estaba acompañado de otras personas. —¡Esto es una estupidez! —exclamó una mujer hermosa antes de salir. Aunque el aroma a alcohol la perfumaba, parecía aún cuerda. Se quedó plantada frente a mí, viéndome con sorpresa y cuando se percató de mi bebé, su semblante se volvió taciturno.—¿Layla? —preguntó en un susurro y yo solo asentí—. Mi hermano quiere hablar contigo.Con duda extendió sus brazos hacia mí, pidiéndome a André en silencio, pero yo retrocedí, no le dejaría a mi hijo a una desconocida.—Si la señorita Min
Saqué del bolsillo de mi pantalón las monedas que me había arrojado Alexa y se las mostré a la chica, quien las vio con sorpresa.—Con esto, ¿qué tan lejos puedo ir? —pregunté acercando las monedas hacia ella. —¡¿De donde sacaste esas monedas?! —exclamó Olga iracunda. En cuanto se acercó me las quiso arrebatar, pero de inmediato las volví a guardar en mi pantalón—. ¡Dame eso!—No le haga nada… Yo le di esas monedas —intervino la sirvienta angustiada, la única que confiaba en que no las había obtenido de manera ilegal.—¡¿Cómo vas a darle tú esas monedas?! —preguntó Olga mofándose. Tomó a la chica por el brazo y la apartó—. Eres tan pobre y miserable como el resto. ¡No intervengas!Volteó hacia mí, iracunda, se veía tan grande e imponente que de inmediato le di la espalda protegiendo a mi pequeño André de sus gritos y ataques. —¡Dame esas monedas! ¡Ladrona! —exclamó.—¡No soy ninguna ladrona! —contesté furiosa. Lamentablemente las lágrimas nacían junto con mi odio, restándole fuerza