En cuanto puse el primer pie fuera de casa, sentí que mi vida sería diferente y por primera vez en mucho tiempo sonreí. Ese hombre frío me llevó a su carro y llegamos directo al aeropuerto. Estaba ansiosa por subir al avión, era la primera vez que viajaría en uno, además, aún sentía la angustia de que, de pronto, todo se desmoronaría a pedazos. ¿Cómo sabía que mi padre no se arrepentiría de dejarme ir así, o que Abbas nos perseguiría y detendría a Viktor de llevarme con él?
Me daba miedo que, si le causaba suficientes molestias o consideraba que llevarme con él implicaba sortear demasiados obstáculos, Viktor desistiera de ayudarme. No quería regresar a mi casa y mucho menos a las manos de Abbas. De pensar en él se me erizó la piel de manera desagradable.
No sabía a dónde íbamos, pero no me importó. Subimos a un avión privado, lo cual me hizo cuestionar la naturaleza de mi nuevo compañero. ¿Quién era? ¿A qué se dedicaba? Pude haberle preguntado, pero me sentía tan apenada que simplemente accedí a cada orden sin preguntar.
Me senté en silencio, pegada a la ventana, viendo con admiración como la ciudad se hacía cada vez más pequeña y lejana. No sé en qué momento me quedé dormida, pero hacía mucho que no descansaba de esa forma. Cuando desperté, tenía una cobija cubriendo mis hombros y noté que la punta de mi nariz se sentía peculiarmente fría.
Al bajar del avión fue como llegar a un mundo nuevo y blanco. Estaba nevando. Aunque era una imagen fascinante, mi cuerpo resintió el cambio de temperatura, o tal vez se trataba de la gélida mirada de Viktor que me inspeccionaba de pies a cabeza, deteniéndose más tiempo en cada moretón que el vestido y los brazaletes no podían cubrir.
Frunciendo más el ceño, pero sin decir ni una sola palabra, se quitó el abrigo de sus hombros y lo puso sobre los míos. La esencia de su loción a madera aromática sedujo mi nariz. No paré de olisquear hasta que mi sentido del olfato se atrofió.
Durante todo el camino en auto, así como en el avión, no me dijo ni una sola palabra. Solo veía su celular o sacaba su computadora portátil, parecía un hombre muy ocupado y no me sentía aún con la confianza de interrumpirlo.
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VIKTOR
Su silencio me irritaba, esa mirada inocente me hacía dudar. No tuve que visitar a Abbas, fue una pésima idea, ahora no sé qué hacer con ella. Claramente no pensaba casarme, no iba a unirme a una criatura con la cual no comparto nada.
Al llegar a la residencia noté como sus ojos se abrieron por completo, sus iris color avellana coronaban ese par de pupilas negras que se dilataban por la sorpresa y una sonrisa inocente se dibujó en su rostro.
En la entrada de la mansión nos recibió la servidumbre. Nunca permití que nadie por debajo de mi jerarquía me viera a los ojos. La ama de llaves se acercó, sumisa y con voz suave, para darme la bienvenida. —Señor Viktor, nos alegra que esté de regreso.
—Me encantaría decir lo mismo —contesté sin despegar la mirada de Layla—. Quítale esa ropa tan desagradable, parece que la saqué de un circo. Que se dé un baño y se ponga algo decente.
—Sí, señor… —respondió la ama de llaves y de inmediato tomó de la mano a Layla para llevársela.
—Adecúa la habitación de invitados, no la quiero en la mía —agregué mientras se la llevaba.
Parecía un cervatillo asustado, viendo en todas direcciones, pero principalmente, clavando su mirada en mí, como si esperara que la consolara. Ni siquiera entendía por qué la compré, tal vez fue un acto de piedad, no me imagino a una chica tan joven en las garras del asqueroso Abbas.
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En cuanto el ama de llaves me informó que Layla estaba lista, decidí agarrar valor y buscarla. Tenía que aclarar las cosas con ella. No tenía intención de formar ninguna clase de lazo o vínculo, tampoco tenía tiempo ni ganas de hacerme cargo de una extranjera.
Abrí la puerta de la habitación de huéspedes y me congelé. Sin ese vestido y velo, aún seguía pareciendo una princesa árabe. Su piel canela y sus profundos y grandes ojos eran encantadores. Sus labios delineados y rosas se curvaron en una sonrisa. Se levantó con gracia de la cama, llevaba un camisón de seda y en cuanto se plantó frente a mí, el tirante cayó de su hombro acariciando su suave y moreteada piel. Era claro que su vida en aquella casa había sido un suplicio.
—Gracias… —dijo con ternura y sus ojos brillaron—. Juro que seré una buena esposa y…
—No pienso casarme contigo —aclaré de inmediato, no iba permitir que se hiciera ideas.
La confusión se apoderó de su rostro y su sonrisa se diluyó. —Pero… Me compraste… Pagaste por mí —insistió tomando mi mano.
Me alejé, deshaciéndome de su agarre. —Eso no significa nada, apenas y te conozco. Tómalo como un acto de benevolencia. Cuando domines el idioma, te ayudaré a encontrar trabajo y un lugar donde rehacer tu vida. No tengo intenciones de que te quedes a vivir aquí por siempre.
—Déjame demostrarte que puedo ser una buena esposa… —Se sujetó con fuerza a mi brazo y sus enormes ojos se clavaron en mí, suplicantes—. Soy buena en todas las labores domésticas y puedo aprender a hacer la comida que más te guste. Por favor dame una oportunidad…
LAYLA
Estaba aterrada, no quería que me despreciara y mucho menos regresar con mi padre. Me sentía tan agradecida por haberme salvado que estaba dispuesta a hacer lo que fuera. Aunque su gesto fuera frío, sabía que era un buen hombre, me había visto en problemas y me rescató, alguien así no podía tener el corazón vuelto piedra.
Me tomó por las muñecas y me alejó con un ligero empujón. Su rechazo me hería, pero el miedo me empujaba de regreso hacia él.
—Pienso cumplir como una esposa lo haría —dije mientras me abrazaba a mí misma, con la cabeza hecha un caos—. Déjame demostrártelo.
Con vergüenza, me deshice del otro tirante de mi blusón. La seda resbaló por mi piel hasta llegar a mis tobillos. Estaba completamente desnuda ante él, pero no tenía el valor de verlo a los ojos. Solo agaché la mirada y esperé a que él tuviera la iniciativa de tomarme.
Viktor recogió el blusón del suelo y me lo ofreció con ese gesto iracundo y frío, parecía que no era suficiente mostrar mi piel para llamar su atención. ¿Qué más podía hacer para complacerlo? En mi desesperación, tomé la mano con la que sostenía mi ropa y la acerqué a mi mejilla, quería sentir su caricia, aunque fuera dirigida por mí. Cerré los ojos imaginándome que la sensación podía ser verdad y besé la palma de su mano.
Las lágrimas brotaron escurriendo hasta tocar su piel. Después de mucho tiempo era capaz de llorar, mi corazón ardía y me quemaba. Algo cambió en la forma en la que me miraba Viktor. Recortó la distancia entre los dos, dejándome ver esos ojos de obsidiana más de cerca.
—Gracias por salvarme… —dije con toda la sinceridad y gratitud que sentía y me apoyé en la punta de mis pies descalzos para alcanzar sus labios fríos.
No me rechazó, pero tampoco parecía que su boca quisiera moverse con la mía. Aun así, me apoyé sobre su pecho y, sin saber muy bien como besar, me abracé a su cuello. De pronto su cuerpo frío comenzó a irradiar calor, sus grandes manos envolvieron mi cintura y cuando me di cuenta, había encendido su interés en mí.
Sus labios se volvieron agresivos y su lengua invadió mi boca. Estaba nerviosa, pero la forma en la que me acariciaba y como sus manos se escabullían en mi intimidad, me hicieron olvidarme incluso de mi misma.
Sobre esa cama tan suave, me tomó sin un gramo de gentileza, apoderándose de mi pureza y reclamándola para él. Ignoró mis lágrimas y mis quejidos de dolor, tampoco yo fui capaz de detenerlo. Quería complacerlo, quería su atención, deseaba poder demostrarle que no era una niña y que podía cumplir con mis responsabilidades maritales.
Cuando terminó, mi cuerpo temblaba entre dolor y placer, cubierta de sudor y avergonzada, en cambio él parecía atormentado. Había sucumbido ante sus deseos más primitivos y parecía arrepentido.
—Hagas lo que hagas… Nunca olvides tu lugar. No eres más que una sirvienta en esta casa… —dijo Viktor en un susurro, ni siquiera me volteó a ver cuando estaba alistándose para salir de la habitación.—Pero… —Quise detenerlo. Me había tomado como su mujer, me había metido en su casa y estaba dispuesta a hacer lo que fuera necesario para ganarme ese lugar. ¿Por qué me despreciaba?—¡Que no! ¡No me casaré contigo! ¡Ni siquiera entiendo por qué terminé entre tus piernas! ¡Fue un error meterme en los asuntos de Abbas! —exclamó iracundo y salió de la habitación, azotando la puerta. ۻEl tiempo pasó y yo me esmeré en ser la mujer indicada, compartiendo las labores del hogar con las sirvientas, lavando la ropa de Viktor y preparando su comida, esperándolo todas las noches. Se acostumbró a mi presencia, pero mientras yo me enamoraba cada vez más de él, él se volvía más hiriente. Me ocultaba de su familia, me negaba con sus amigos y cuando alguien llegaba a preguntar por mí, decía que era una
VIKTORQuería trabajar y concentrarme en lo importante. La compañía dependía de mí y por ende el dinero de la familia, pero no podía, mi mente solo se enfocaba en Layla. Subí a la habitación, agotado y frustrado, en cuanto abrí la puerta me encontré con una imagen que me congeló el corazón. Layla estaba en la orilla de la cama, había quitado uno de los lados de la cuna para poder extender su mano hacia el bebé, dejando que André sujetara sus dedos para poder dormir reconfortado. Por un momento sentí celos. Cuando entré en la cama, anhelé su atención, quería verla dormir sobre mi pecho, abrazada a mí. Acerqué mi mano a su hombro y acaricié su tersa piel, tenía un color encantador, nada común en Rusia. Siempre me vi involucrado con mujeres hermosas, modelos de renombre, actrices de pieles blancas y tersas, cabellos y ojos claros. Quería una mujer que lucir cuando acudía a reuniones y fiestas, y de la cual disfrutar cuando la tuviera en la alcoba. No es que no tuviera ganas de enamora
—Lo es… Estoy segura —afirmó mi madre—. Es una mujer exitosa, fuerte, inteligente y tendrán hijos hermosos. Además, su familia será un fuerte aliado… —Para eso es esta maldita fiesta…—Creí que, si considerabas adecuado, podríamos anunciar su compromiso en este mismo momento con un brindis. No pude evitar torcer los ojos y apretar los dientes con tanta fuerza hasta que sentí que mis muelas se romperían. No me gustaba que manejaran mi vida a su antojo y no estaba dispuesto a aceptar ese matrimonio.—¿Qué ocurre si me rehúso? —La única forma en la que te permita rechazar a Alexa, es que me traigas a una chica mejor que ella…¿Layla era mejor que Alexa? Ni de chiste. Por su edad, con suerte tenía la escuela básica concluida. —No me voy a casar con ella —contesté tajante.—No voy a presionarte, Viktor, pero entiende que no voy a dejar que las riquezas de la familia se pierdan. Tu hermana no quiere casarse ni tener hijos y tú no me puedes fallar. Todo lo que nos dejó tu padre puede rep
En cuanto la fiesta terminó, Olga abrió la puerta casi de una patada, y su mirada furiosa inspeccionó el cuarto, buscando con desesperación algo que estuviera roto o fuera de su lugar, pero todo estaba en orden.—Levántate… El amo Viktor te quiere ver —dijo Olga y, sin esperar, me tomó del brazo y de un jalón me sacó de la cama. Mi pequeño André empezó a llorar, era una noche de terror para él. Atravesamos la mansión hasta llegar al despacho de Viktor. Se escuchaba que estaba acompañado de otras personas. —¡Esto es una estupidez! —exclamó una mujer hermosa antes de salir. Aunque el aroma a alcohol la perfumaba, parecía aún cuerda. Se quedó plantada frente a mí, viéndome con sorpresa y cuando se percató de mi bebé, su semblante se volvió taciturno.—¿Layla? —preguntó en un susurro y yo solo asentí—. Mi hermano quiere hablar contigo.Con duda extendió sus brazos hacia mí, pidiéndome a André en silencio, pero yo retrocedí, no le dejaría a mi hijo a una desconocida.—Si la señorita Min
Saqué del bolsillo de mi pantalón las monedas que me había arrojado Alexa y se las mostré a la chica, quien las vio con sorpresa.—Con esto, ¿qué tan lejos puedo ir? —pregunté acercando las monedas hacia ella. —¡¿De donde sacaste esas monedas?! —exclamó Olga iracunda. En cuanto se acercó me las quiso arrebatar, pero de inmediato las volví a guardar en mi pantalón—. ¡Dame eso!—No le haga nada… Yo le di esas monedas —intervino la sirvienta angustiada, la única que confiaba en que no las había obtenido de manera ilegal.—¡¿Cómo vas a darle tú esas monedas?! —preguntó Olga mofándose. Tomó a la chica por el brazo y la apartó—. Eres tan pobre y miserable como el resto. ¡No intervengas!Volteó hacia mí, iracunda, se veía tan grande e imponente que de inmediato le di la espalda protegiendo a mi pequeño André de sus gritos y ataques. —¡Dame esas monedas! ¡Ladrona! —exclamó.—¡No soy ninguna ladrona! —contesté furiosa. Lamentablemente las lágrimas nacían junto con mi odio, restándole fuerza
LAYLAMientras arrullaba con ternura a mi pequeño André entre mis brazos, Viktor llegó, parecía nervioso y molesto, caminaba de un lado a otro como león enjaulado y sin motivo aparente, tomándome por sorpresa, deslizó un hermoso anillo en mi dedo anular, con un diamante que brillaba en cuanto la luz pegaba contra su superficie.—¡Olga! —gritó con fuerza haciendo que el ama de llaves entrara a la habitación presurosa y asustada—. Busca al mejor organizador de bodas. Lo necesito de inmediato.—¡Sí, señor! —respondió la sirvienta antes de salir corriendo.—¿Organizador de bodas? —pregunté mientras veía el anillo en mi dedo. ¿Qué era lo que ocurría? —Tú ganas… —dijo apretando los dientes y acercándose a la puerta, dispuesto a salir—. Nos vamos a casar, como deseabas en un principio.Azotó la puerta, estaba furioso. ¿Qué le había hecho cambiar de parecer? Algo lo obligaba a esta situación, hilos invisibles manipulaban sus decisiones. Por lo poco que lo conocía, no tendría sentido pregunta
—¿Anastasia? ¿Eso es cierto? —preguntó uno de los inversionistas, el señor Novikov, a mi madre—. Solo te recuerdo que la empresa no te pertenece por completo. Desde que tu esposo murió, hay un consejo de inversores, el mismo que escogió a Viktor como CEO de la empresa. No puedes simplemente despedirlo o reemplazarlo sin nuestro consentimiento. —Tan inteligente como tu padre… —dijo mi madre, no como halago, más bien como reproche—. Vámonos...Tomó a Alexa del brazo, motivándola a retirarse y dejar de hacer el ridículo, pero esta no parecía estar dispuesta a dejar las cosas como estaban.—Si nada de esto te importa… —agregó sacudiendo los papeles en el aire y rompiéndolos—. Entonces no te importará desperdiciar una unión tan beneficiosa. Un negocio que claramente tu criada nunca te podrá ofrecer. Me sorprende para un hombre enfocado en el crecimiento de su empresa y siempre ganar. Veremos cuanto te dura tu capricho que no te dejará nada.—No todo se trata de negocios, Alexa —respondí c
Dejó que mis manos desnudaran su piel y que el mar se llevara su ropa. Pese al rechazo que intentaba mantener, siempre sucumbía ante mis caricias, su feminidad ardía en mis manos, y sus labios me arrancaban el alma.La tomé en el mar y sobre la arena, escuché sus gemidos mientras me apoderaba de su calor y perecía entre sus piernas, la hice gritar que era mía y jurar que me pertenecía, solo así mi corazón alcanzó la paz. Tal vez sus palabras fueran mentira, pero su cuerpo lo estaba jurando en cada embestida mientras nuestra sangre enloquecía en nuestras venas. Una vez en el cuarto, no la dejé dormir hasta que el sol salió por el horizonte. Era la primera vez que le dedicaba tanta atención a cada centímetro de la piel de una mujer.ۻLAYLAApenas pude dormir un poco cuando los labios de Viktor resbalando por mi espald