—Hagas lo que hagas… Nunca olvides tu lugar. No eres más que una sirvienta en esta casa… —dijo Viktor en un susurro, ni siquiera me volteó a ver cuando estaba alistándose para salir de la habitación.
—Pero… —Quise detenerlo. Me había tomado como su mujer, me había metido en su casa y estaba dispuesta a hacer lo que fuera necesario para ganarme ese lugar. ¿Por qué me despreciaba?
—¡Que no! ¡No me casaré contigo! ¡Ni siquiera entiendo por qué terminé entre tus piernas! ¡Fue un error meterme en los asuntos de Abbas! —exclamó iracundo y salió de la habitación, azotando la puerta.
ۻ
El tiempo pasó y yo me esmeré en ser la mujer indicada, compartiendo las labores del hogar con las sirvientas, lavando la ropa de Viktor y preparando su comida, esperándolo todas las noches. Se acostumbró a mi presencia, pero mientras yo me enamoraba cada vez más de él, él se volvía más hiriente.
Me ocultaba de su familia, me negaba con sus amigos y cuando alguien llegaba a preguntar por mí, decía que era una sirvienta que había conseguido en Dubai. Aun así, pasaba sus noches más oscuras conmigo. Se refugiaba entre mis piernas y agradecía esos momentos donde la pasión parecía ablandar su corazón.
Me reconfortaba que me abrazara y me besara, que recorriera mi cuerpo y se apoderara de mí. De esa forma me imaginaba que cada día estaba más cerca de conseguir su amor, aunque al amanecer, él desapareciera de mi cama sin decir ni una sola palabra. Había pasado de ser la sirvienta de mi padre a la mascota de Viktor, hasta que un buen día comencé a sucumbir ante las náuseas y los mareos.
Mi condición se complicó hasta al punto de que Viktor tuvo que traer a un doctor, pues no quería salir de la mansión conmigo, temía que alguien pudiera decir que éramos algo más que amo y esclava.
Las noticias fueron agridulces. El doctor dijo que estaba embarazada. Todas esas noches que habíamos compartido dieron frutos y dentro de mi corazón albergué la esperanza de que un hijo pudiera cambiar la situación, pero al ver el gesto frío y molesto de Viktor entendí que no había recibido la noticia con la misma alegría.
A partir de ese día, se alejó aún más. Sus visitas nocturnas cesaron, así como mi participación en las labores del hogar. La ama de llaves me cuidaba por mandato de Viktor, pero eso no significaba que no me tratara con desdén y burla.
Los meses pasaron y ver a Viktor se volvía cada vez más difícil. Ni siquiera por saber que su hijo nacería había logrado algo de compasión. Me sentía cada vez más sola.
Cuando el día del parto llegó, la ama de llaves me llevó al hospital y una vez que el niño nació, Viktor se presentó, más no estuvo durante las largas horas de labor, sosteniendo mi mano, ni apoyándome. Cuando volví a pisar la casa, mi corazón había cambiado, ahora estaba cargado de resentimiento. Las burlas de las sirvientas eran sordas a mis oídos y mi amor por Viktor comenzaba a diezmarse.
—Layla… Ya estoy aquí… —dijo Viktor en cuanto rebasó la puerta de mi habitación. Desde que nació André, no volví a esperarlo después del trabajo.
Permanecí en silencio, sentada a la orilla de la cama, viendo a mi pequeño dormir. Era una mezcla encantadora de dos culturas, su piel era más clara que la mía, sus ojos eran de un azul intenso, herencia de su abuelo paterno según Viktor, y sus cabellos eran tan negros como los míos. Era una criatura encantadora que se había vuelto mi centro y mi motivación.
De pronto un peluche de león apareció frente a la cuna. Viktor se asomó y le dedicó una mirada cargada de ternura, así como una sonrisa sincera. Parecía un hombre diferente, uno que podía sentir y dar amor, pero eso había dejado de importarme.
—¿Cómo está mi bebé? —preguntó mientras acercaba su mano para acariciarlo después de acomodar el león a un costado de la cuna.
—Bien… —respondí en un ruso cada vez más fluido, tanto que Viktor volteó hacia mí con atención.
—Me alegra que comiences a dominar el idioma…
Su mirada se clavó en mi rostro, pero mis ojos solo tenían interés en mi pequeño André.
—…Tú, ¿cómo estás?
No pude evitar sonreír decepcionada. Tanto tiempo había pasado ahí, y nunca se animó a preguntarme, ni siquiera cuando tenía las manos quemadas por los jabones y solventes que usaba para limpiar la casa, o cuando me corté al hacerle su comida.
No me preguntó cuando me enfermé, ni cuando casi muero de hipotermia al ayudar a quitar la nieve de la entrada. Todo ese tiempo escondida, como un fantasma que solo ansiaba un poco de su atención, humillada, frustrada, sola… y hasta ahora decide mostrar interés en mí, cuando yo soy quien ya no tiene interés en él.
—Un día dijiste que cuando dominara el idioma, me obligarías a buscar trabajo y después un lugar donde vivir… —repetí las palabras que dijo antes de que supiéramos de la llegada de André—. Nunca he trabajado en otra cosa que no sea hacer limpieza y cocinar, pero encontré una vacante para atender una casa de ancianos.
Tomé el pedazo de periódico, pues era el único medio de comunicación al que tenía acceso, y le mostré el anunció. De inmediato frunció el ceño y apretó con tanta fuerza el papel que temía que lo rompiera.
—¿Hablas en serio? —siseó.
—Sí, es lo que querías. Por la paga, espero que en un par de meses sea capaz de rentar un departamento. He visto un edificio que renta, parece tranquilo y hay extranjeros…
De pronto Viktor rompió el papel en miles de pedazos, rasgándolo ante mis ojos. Creí que la noticia lo pondría de buenas, que estaría feliz porque por fin se desharía de mí.
—¿Crees que permitiré que lleves a mi hijo a un lugar así?
—Pero está lindo, es amplio y la gente que vive ahí parece agradable —dije con el corazón roto, viendo cada pedazo de papel en el suelo con tristeza y desesperación.
—Aquí tienes lujos y comodidades. Todo lo necesario para vivir con el niño. ¿Qué más quieres?
—Si se trata del niño…
—Efectivamente se trata del niño —contestó sin dejarme proseguir—. No permitiré que te lo lleves.
—¿Me lo piensas quitar? —pregunté controlando mi miedo. Era la pesadilla que más me atormentaba las últimas noches.
—Sí piensas salir de esta casa, entonces lo haré… —contestó de mala gana.
—No estás nunca en casa. ¿Planeas que el niño pase todo el día solo? Cuando llegas en las noches, él ya está dormido. ¿Qué sentido tendría quitármelo? Por favor, yo sé lo desagradable que soy para ti, solo déjame ir. Conseguiré trabajo, un lugar donde vivir y traeré a André a visitarte cada vez que así lo desees, nunca te negaré a tu hijo —supliqué, en verdad deseaba mi libertad. Había gastado todas mis energías en conseguir su amor y ahora lo único que anhelaba era poder alejarme de sus malos tratos.
—No, te quedarás aquí con mi hijo y punto. No hay nada que discutir —agregó furioso, dejándome sola en la habitación.
ۻ
Aunque no volví a mencionar el tema delante de Viktor, seguí en busca de un trabajo. Mi tono de piel complicaba las cosas, pero mi dominio del ruso las mejoraba.
De pronto una noche, cuando salía de bañarme, noté que las sirvientas estaban levantando las pocas cosas que tenía, sacándolas de mi cuarto.
—¿Qué ocurre? —pregunté preocupada, pero ninguna me dio explicaciones. Incluso las cosas de André, que eran más que las mías, estaban siendo levantadas.
—Está habitación es muy fría en esta época del año y no quiero que el niño vaya a enfermar —dijo Viktor cruzado de brazos en el marco de la puerta.
Era fin de semana y estaba acostumbrada a sus ausencias. Siempre tenía algo que hacer afuera. Salía el sábado por la mañana y lo volvía a ver hasta el lunes en la noche, pero esta vez era diferente. Tuve intención de preguntarle a qué se debía ese cambio, pero a estas alturas, ya no era algo que me importara.
—¿Ahora dónde dormiremos? —pregunté intentando ocultar mi incertidumbre.
—En mi habitación…
Su respuesta me generó molestias estomacales. Tal vez había oído mal, tal vez mi ruso no era tan bueno como pensaba.
—¿Cómo? ¿Dijiste: «tu habitación»? ¿El niño dormirá ahí? ¿Dónde dormiré yo? No entiendo… —dije confundida y noté como mis preguntas lo molestaban, provocando que torciera los ojos.
—Dormirás conmigo, en la cama. Mandé a poner una cuna pegada de tu lado, para que puedas cuidar de André —contestó de mal humor.
Abrí la boca pensando en repelar, pero preferí cerrarla. No tenía sentido, no quería más respuestas groseras o irritantes. Él tenía la sartén por el mango y ya estaba harta de enfrentarme a él y a su voluntad.
VIKTORQuería trabajar y concentrarme en lo importante. La compañía dependía de mí y por ende el dinero de la familia, pero no podía, mi mente solo se enfocaba en Layla. Subí a la habitación, agotado y frustrado, en cuanto abrí la puerta me encontré con una imagen que me congeló el corazón. Layla estaba en la orilla de la cama, había quitado uno de los lados de la cuna para poder extender su mano hacia el bebé, dejando que André sujetara sus dedos para poder dormir reconfortado. Por un momento sentí celos. Cuando entré en la cama, anhelé su atención, quería verla dormir sobre mi pecho, abrazada a mí. Acerqué mi mano a su hombro y acaricié su tersa piel, tenía un color encantador, nada común en Rusia. Siempre me vi involucrado con mujeres hermosas, modelos de renombre, actrices de pieles blancas y tersas, cabellos y ojos claros. Quería una mujer que lucir cuando acudía a reuniones y fiestas, y de la cual disfrutar cuando la tuviera en la alcoba. No es que no tuviera ganas de enamora
—Lo es… Estoy segura —afirmó mi madre—. Es una mujer exitosa, fuerte, inteligente y tendrán hijos hermosos. Además, su familia será un fuerte aliado… —Para eso es esta maldita fiesta…—Creí que, si considerabas adecuado, podríamos anunciar su compromiso en este mismo momento con un brindis. No pude evitar torcer los ojos y apretar los dientes con tanta fuerza hasta que sentí que mis muelas se romperían. No me gustaba que manejaran mi vida a su antojo y no estaba dispuesto a aceptar ese matrimonio.—¿Qué ocurre si me rehúso? —La única forma en la que te permita rechazar a Alexa, es que me traigas a una chica mejor que ella…¿Layla era mejor que Alexa? Ni de chiste. Por su edad, con suerte tenía la escuela básica concluida. —No me voy a casar con ella —contesté tajante.—No voy a presionarte, Viktor, pero entiende que no voy a dejar que las riquezas de la familia se pierdan. Tu hermana no quiere casarse ni tener hijos y tú no me puedes fallar. Todo lo que nos dejó tu padre puede rep
En cuanto la fiesta terminó, Olga abrió la puerta casi de una patada, y su mirada furiosa inspeccionó el cuarto, buscando con desesperación algo que estuviera roto o fuera de su lugar, pero todo estaba en orden.—Levántate… El amo Viktor te quiere ver —dijo Olga y, sin esperar, me tomó del brazo y de un jalón me sacó de la cama. Mi pequeño André empezó a llorar, era una noche de terror para él. Atravesamos la mansión hasta llegar al despacho de Viktor. Se escuchaba que estaba acompañado de otras personas. —¡Esto es una estupidez! —exclamó una mujer hermosa antes de salir. Aunque el aroma a alcohol la perfumaba, parecía aún cuerda. Se quedó plantada frente a mí, viéndome con sorpresa y cuando se percató de mi bebé, su semblante se volvió taciturno.—¿Layla? —preguntó en un susurro y yo solo asentí—. Mi hermano quiere hablar contigo.Con duda extendió sus brazos hacia mí, pidiéndome a André en silencio, pero yo retrocedí, no le dejaría a mi hijo a una desconocida.—Si la señorita Min
Saqué del bolsillo de mi pantalón las monedas que me había arrojado Alexa y se las mostré a la chica, quien las vio con sorpresa.—Con esto, ¿qué tan lejos puedo ir? —pregunté acercando las monedas hacia ella. —¡¿De donde sacaste esas monedas?! —exclamó Olga iracunda. En cuanto se acercó me las quiso arrebatar, pero de inmediato las volví a guardar en mi pantalón—. ¡Dame eso!—No le haga nada… Yo le di esas monedas —intervino la sirvienta angustiada, la única que confiaba en que no las había obtenido de manera ilegal.—¡¿Cómo vas a darle tú esas monedas?! —preguntó Olga mofándose. Tomó a la chica por el brazo y la apartó—. Eres tan pobre y miserable como el resto. ¡No intervengas!Volteó hacia mí, iracunda, se veía tan grande e imponente que de inmediato le di la espalda protegiendo a mi pequeño André de sus gritos y ataques. —¡Dame esas monedas! ¡Ladrona! —exclamó.—¡No soy ninguna ladrona! —contesté furiosa. Lamentablemente las lágrimas nacían junto con mi odio, restándole fuerza
LAYLAMientras arrullaba con ternura a mi pequeño André entre mis brazos, Viktor llegó, parecía nervioso y molesto, caminaba de un lado a otro como león enjaulado y sin motivo aparente, tomándome por sorpresa, deslizó un hermoso anillo en mi dedo anular, con un diamante que brillaba en cuanto la luz pegaba contra su superficie.—¡Olga! —gritó con fuerza haciendo que el ama de llaves entrara a la habitación presurosa y asustada—. Busca al mejor organizador de bodas. Lo necesito de inmediato.—¡Sí, señor! —respondió la sirvienta antes de salir corriendo.—¿Organizador de bodas? —pregunté mientras veía el anillo en mi dedo. ¿Qué era lo que ocurría? —Tú ganas… —dijo apretando los dientes y acercándose a la puerta, dispuesto a salir—. Nos vamos a casar, como deseabas en un principio.Azotó la puerta, estaba furioso. ¿Qué le había hecho cambiar de parecer? Algo lo obligaba a esta situación, hilos invisibles manipulaban sus decisiones. Por lo poco que lo conocía, no tendría sentido pregunta
—¿Anastasia? ¿Eso es cierto? —preguntó uno de los inversionistas, el señor Novikov, a mi madre—. Solo te recuerdo que la empresa no te pertenece por completo. Desde que tu esposo murió, hay un consejo de inversores, el mismo que escogió a Viktor como CEO de la empresa. No puedes simplemente despedirlo o reemplazarlo sin nuestro consentimiento. —Tan inteligente como tu padre… —dijo mi madre, no como halago, más bien como reproche—. Vámonos...Tomó a Alexa del brazo, motivándola a retirarse y dejar de hacer el ridículo, pero esta no parecía estar dispuesta a dejar las cosas como estaban.—Si nada de esto te importa… —agregó sacudiendo los papeles en el aire y rompiéndolos—. Entonces no te importará desperdiciar una unión tan beneficiosa. Un negocio que claramente tu criada nunca te podrá ofrecer. Me sorprende para un hombre enfocado en el crecimiento de su empresa y siempre ganar. Veremos cuanto te dura tu capricho que no te dejará nada.—No todo se trata de negocios, Alexa —respondí c
Dejó que mis manos desnudaran su piel y que el mar se llevara su ropa. Pese al rechazo que intentaba mantener, siempre sucumbía ante mis caricias, su feminidad ardía en mis manos, y sus labios me arrancaban el alma.La tomé en el mar y sobre la arena, escuché sus gemidos mientras me apoderaba de su calor y perecía entre sus piernas, la hice gritar que era mía y jurar que me pertenecía, solo así mi corazón alcanzó la paz. Tal vez sus palabras fueran mentira, pero su cuerpo lo estaba jurando en cada embestida mientras nuestra sangre enloquecía en nuestras venas. Una vez en el cuarto, no la dejé dormir hasta que el sol salió por el horizonte. Era la primera vez que le dedicaba tanta atención a cada centímetro de la piel de una mujer.ۻLAYLAApenas pude dormir un poco cuando los labios de Viktor resbalando por mi espald
LAYLA—Tienes prohibido volver a acercarte a él… ¿entendiste? —dictó Viktor en cuanto quise socorrer al hombre en el suelo. Le había golpeado tan fuerte que parecía no tener fuerzas para levantarse—. ¡¿Entendiste?!Me quedé congelada ante la furia de sus ojos.—¿No escuchaste, estás sorda? —preguntó Olga tomándome por el brazo y alejándome—. Como su esposa, debes ser aún más obediente que antes. Desvíe mi mirada hacia el anillo, ¿eso significaba ser su mujer, volverme aún más abnegada y obediente?—Tranquila, no pasa nada… —contestó el hombre poniéndose de pie y limpiando con el dorso de su mano la sangre que escurría de sus labios. Me sentía culpable, si tan solo me hubiera presentado como debería, esto no hubiera ocurrido. Los ojos se me llenaron de lágrimas que se quedaron apresadas en mis largas pestañas. —Lo siento —susurré apenada y agaché la mirada.—Yo lo siento más… Creo que mi hermano no se merece a una mujer tan inocente y dulce. ¿En qué momento se te ocurrió lanzarte a l