VIKTOR
Quería trabajar y concentrarme en lo importante. La compañía dependía de mí y por ende el dinero de la familia, pero no podía, mi mente solo se enfocaba en Layla. Subí a la habitación, agotado y frustrado, en cuanto abrí la puerta me encontré con una imagen que me congeló el corazón.
Layla estaba en la orilla de la cama, había quitado uno de los lados de la cuna para poder extender su mano hacia el bebé, dejando que André sujetara sus dedos para poder dormir reconfortado. Por un momento sentí celos.
Cuando entré en la cama, anhelé su atención, quería verla dormir sobre mi pecho, abrazada a mí. Acerqué mi mano a su hombro y acaricié su tersa piel, tenía un color encantador, nada común en Rusia.
Siempre me vi involucrado con mujeres hermosas, modelos de renombre, actrices de pieles blancas y tersas, cabellos y ojos claros. Quería una mujer que lucir cuando acudía a reuniones y fiestas, y de la cual disfrutar cuando la tuviera en la alcoba. No es que no tuviera ganas de enamorarme, simplemente tenía prioridades, y mi trabajo estaba en primer lugar.
Sin embargo, algo había diferente en Layla. No tenía la misma clase de belleza que las otras mujeres, pero eso no significaba que no lo fuera, incluso podría decir que era una clase de hermosura exótica, además, su calor era reconfortante y su aroma embriagante.
Me acerqué con cuidado de no despertarla y me abracé a su cintura. De esa forma, pronto caí dormido, con la nariz escondida entre sus hermosos cabellos negros, sabiendo que, en la mañana, mucho antes de que ella despertara, yo ya estaría fuera de esta habitación, extrañando su calor y ocultando esta debilidad que me consume y me orilla a buscarla.
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LAYLA
Caminando por las calles de Moscú, volví a encontrarme un anuncio que solicitaba ayudantes para ese asilo. Me acerqué hasta tomar un trozo de ese papel con el número del lugar. ¿Aceptarían a alguien como yo? Tenía que intentarlo. Me urgía salir de esa casa con André, las sirvientas me trataban con indiferencia e incluso la ama de llaves se volvía cada vez más grosera.
Levanté la mirada encontrándome con esa tienda de ropa bonita del otro lado de la calle. Siempre que acompañaba a la ama de llaves de compras, no podía evitar quedarme viendo a través del cristal. Los vestidos eran muy bonitos y las mujeres que entraban eran aún más hermosas, parecían princesas de nieve, con sus cabellos y ojos claros. Esa clase de ropa, ¿también se vería bien en mí?
—¡Layla! ¡Deja de estar atrapando moscas! —exclamó Olga con rencor y de un jalón me regresó al camino—. Tenemos que darnos prisa.
Noté por la bolsa media llena, que no habíamos terminado. ¿Por qué regresar antes? Entre jalones y empujones me hizo andar a su paso.
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—Te quedarás aquí encerrada con el hijo del amo —dijo Olga en cuanto me arrojó al cuarto de las sirvientas. Todas me veían con desconfianza y guardaban bajo llave sus pertenencias en pequeñas cajitas de madera.
Me acerqué a la cama donde mi pequeño André sacudía sus manitas al aire, llorando y buscándome. Lo estreché con dulzura y lo llené de besos mientras mi corazón se llenaba de incertidumbre. —¿Qué ocurre? ¿Por qué tengo que quedarme aquí?
—Yo no tengo por qué explicarte nada. Mantén al hijo del señor Viktor en silencio. Sí tengo tiempo te traeré algo de comida —agregó con molestia, viéndome de pies a cabeza con repulsión.
En ese momento todas las sirvientas salieron luciendo su mejor uniforme y cerraron la puerta. No tardé en intentar abrirla, pero como me lo imaginé, la habían cerrado con llave, era inútil intentar salir de ahí.
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VIKTOR
—Esto es insoportable… ¿Quién le dijo que necesitaba una fiesta? —pregunté iracundo a mi hermana que ya tenía su primer trago en mano.
Era mi cumpleaños y, como cada año desde que murió mi padre, pensaba pasarlo desapercibido, pero mi madre había tenido la grandísima idea de organizar una fiesta en mi propia casa y a última hora.
—Hermanito… ¡Vas a cumplir 35! Eso debería de ser motivo de alegría y festejo…
—No festejé cuando cumplí 34 y no festejaré cuando cumpla 36… ¿Qué tiene de importante este año?
—Que mamá se siente más vieja en esta ocasión y ninguno de los dos le hemos dado un heredero a esta podrida y asquerosa familia —dijo mi hermana con resentimiento mientras se bebía todo el contenido de su copa de un solo trago.
Sus palabras causaron estragos en mi cabeza. Nadie sabía de Layla ni de mi pequeño André. Aunque era mi adoración y mi más grande alegría, temía que su color de piel y la cultura de su madre causara problemas en mi familia.
Mi madre era muy elitista, difícil de complacer, y Layla era un oscuro secreto que, de ser revelado, podría traer muchos problemas. Si quería mantener la empresa en mi poder, ella debía seguir en el anonimato.
—¡Viktor! —exclamó mi madre al verme. Me abrazó con fuerza y besó mis mejillas—. Felicidades.
—Gracias, mamá… No tuviste que molestarte con todo esto —agregué haciendo referencia a la fiesta. Los únicos divertidos eran los invitados.
—¡Ni lo digas! ¡Hoy es un día muy especial! —exclamó y cuando posó su mirada en mi hermana, notando la copa en su mano y olisqueando el hedor a alcohol, hizo una mueca de desagrado y regresó su atención a mí—. Te tengo un gran regalo.
—Creí que la fiesta era el regalo…
—¡Para nada! —exclamó y comenzó a buscar entre la gente—. ¡Alexa! ¡Ven, cariño!
—Ay no… —dijo mi hermana en voz baja y torció los ojos.
Entonces la entendí. Una mujer hermosa se acercó contoneándose hacia mí, sus cabellos eran tan rojos como el fuego, sus ojos eran tan azules como el cielo y su piel blanca y tersa. Sus proporciones eran deseables, cualquier hombre se sentiría gustoso de posar sus manos en sus curvas y arrancarle ese vestido tan revelador para el clima tan frío.
—Viktor, ella es Alexa Graham, hija del señor Graham, gran amigo de tu padre… ¿La recuerdas? Jugabas mucho con ella cuando eran niños —dijo mi madre orgullosa.
—Hola, Viktor… —contestó Alexa con una sonrisa amplia y una mirada cargada de lujuria—. Es bueno verte de nuevo. Espero que no te hayas olvidado de mí.
Por un momento tuve una regresión y recordé a esa niña de cabellos de zanahoria y dientes chuecos que me seguía a todos lados. Era sorprendente lo que el paso por una pubertad bien dirigida y algunos cuantos bisturís, podían lograr.
—Claro, Alexa… te recuerdo —agregué estrechando su suave mano.
—Se ha vuelto una criatura encantadora, ¿no crees? —dijo mi madre con emoción.
—Esto me da asco, con permiso —intervino mi hermana con gesto nauseabundo, alejándose de la conversación ante la mirada de desaprobación de mi madre.
—Viktor, ¿por qué no sacas a bailar a Alexa, así sirve que se ponen al corriente de sus vidas… —insistió mi madre.
—Lo siento, pero no estoy de humor, tal vez otro hombre podría hacer el favor de entretenerla.
Tanto mi madre como Alexa se vieron directo a la cara y con un leve asentimiento por parte de mi madre, Alexa se alejó.
—¿Podemos hablar? —preguntó mi madre enredando su brazo en el mío y llevándome hacia el balcón.
—Hablar, ¿de qué?
—De tu futuro, Viktor.
—¿Mi futuro?
—Eres un apuesto caballero de 35 años, exitoso, gran empresario y diriges la compañía con habilidad. Eres admirado y temido. También he notado que después de tu visita a Dubai, has dejado de meter a cuanta vulgar rastrera te encuentras en tu camino. Es un alivio saber que has dejado esa mala maña de meter a esas rameras baratas en tu cama. Así que me tomé la libertad de escoger un buen prospecto de esposa…
—¡¿Cómo?! —exclamé sorprendido y me alejé de ella. Necesitaba verla directo a la cara y corroborar que no era una broma.
—Alexa es una mujer letrada, estudió comercio exterior, viene de una buena familia, es hermosa y apenas llegó a sus treinta años. Cualquier hombre estaría honrado de ser su esposo.
—Pues deja que cualquier hombre la despose… ¿Por qué tengo que ser yo?
—Porque yo lo digo —contestó con una sonrisa que pretendía controlar su temperamento—. Entiende, Viktor, quiero verte casado y tener hijos, quiero verte pleno.
—Soy pleno…
—Tu vida estará vacía hasta que encuentres a una buena mujer que se quede a tu lado…
Sus palabras me retorcieron el estómago y de inmediato pensé en Layla. En esa encantadora inocencia que proyectaban sus ojos el primer día que llegó a Moscú, y como esta se fue desgastando con el paso de los daños. —Y crees que Alexa es la indicada.
—Lo es… Estoy segura —afirmó mi madre—. Es una mujer exitosa, fuerte, inteligente y tendrán hijos hermosos. Además, su familia será un fuerte aliado… —Para eso es esta maldita fiesta…—Creí que, si considerabas adecuado, podríamos anunciar su compromiso en este mismo momento con un brindis. No pude evitar torcer los ojos y apretar los dientes con tanta fuerza hasta que sentí que mis muelas se romperían. No me gustaba que manejaran mi vida a su antojo y no estaba dispuesto a aceptar ese matrimonio.—¿Qué ocurre si me rehúso? —La única forma en la que te permita rechazar a Alexa, es que me traigas a una chica mejor que ella…¿Layla era mejor que Alexa? Ni de chiste. Por su edad, con suerte tenía la escuela básica concluida. —No me voy a casar con ella —contesté tajante.—No voy a presionarte, Viktor, pero entiende que no voy a dejar que las riquezas de la familia se pierdan. Tu hermana no quiere casarse ni tener hijos y tú no me puedes fallar. Todo lo que nos dejó tu padre puede rep
En cuanto la fiesta terminó, Olga abrió la puerta casi de una patada, y su mirada furiosa inspeccionó el cuarto, buscando con desesperación algo que estuviera roto o fuera de su lugar, pero todo estaba en orden.—Levántate… El amo Viktor te quiere ver —dijo Olga y, sin esperar, me tomó del brazo y de un jalón me sacó de la cama. Mi pequeño André empezó a llorar, era una noche de terror para él. Atravesamos la mansión hasta llegar al despacho de Viktor. Se escuchaba que estaba acompañado de otras personas. —¡Esto es una estupidez! —exclamó una mujer hermosa antes de salir. Aunque el aroma a alcohol la perfumaba, parecía aún cuerda. Se quedó plantada frente a mí, viéndome con sorpresa y cuando se percató de mi bebé, su semblante se volvió taciturno.—¿Layla? —preguntó en un susurro y yo solo asentí—. Mi hermano quiere hablar contigo.Con duda extendió sus brazos hacia mí, pidiéndome a André en silencio, pero yo retrocedí, no le dejaría a mi hijo a una desconocida.—Si la señorita Min
Saqué del bolsillo de mi pantalón las monedas que me había arrojado Alexa y se las mostré a la chica, quien las vio con sorpresa.—Con esto, ¿qué tan lejos puedo ir? —pregunté acercando las monedas hacia ella. —¡¿De donde sacaste esas monedas?! —exclamó Olga iracunda. En cuanto se acercó me las quiso arrebatar, pero de inmediato las volví a guardar en mi pantalón—. ¡Dame eso!—No le haga nada… Yo le di esas monedas —intervino la sirvienta angustiada, la única que confiaba en que no las había obtenido de manera ilegal.—¡¿Cómo vas a darle tú esas monedas?! —preguntó Olga mofándose. Tomó a la chica por el brazo y la apartó—. Eres tan pobre y miserable como el resto. ¡No intervengas!Volteó hacia mí, iracunda, se veía tan grande e imponente que de inmediato le di la espalda protegiendo a mi pequeño André de sus gritos y ataques. —¡Dame esas monedas! ¡Ladrona! —exclamó.—¡No soy ninguna ladrona! —contesté furiosa. Lamentablemente las lágrimas nacían junto con mi odio, restándole fuerza
LAYLAMientras arrullaba con ternura a mi pequeño André entre mis brazos, Viktor llegó, parecía nervioso y molesto, caminaba de un lado a otro como león enjaulado y sin motivo aparente, tomándome por sorpresa, deslizó un hermoso anillo en mi dedo anular, con un diamante que brillaba en cuanto la luz pegaba contra su superficie.—¡Olga! —gritó con fuerza haciendo que el ama de llaves entrara a la habitación presurosa y asustada—. Busca al mejor organizador de bodas. Lo necesito de inmediato.—¡Sí, señor! —respondió la sirvienta antes de salir corriendo.—¿Organizador de bodas? —pregunté mientras veía el anillo en mi dedo. ¿Qué era lo que ocurría? —Tú ganas… —dijo apretando los dientes y acercándose a la puerta, dispuesto a salir—. Nos vamos a casar, como deseabas en un principio.Azotó la puerta, estaba furioso. ¿Qué le había hecho cambiar de parecer? Algo lo obligaba a esta situación, hilos invisibles manipulaban sus decisiones. Por lo poco que lo conocía, no tendría sentido pregunta
—¿Anastasia? ¿Eso es cierto? —preguntó uno de los inversionistas, el señor Novikov, a mi madre—. Solo te recuerdo que la empresa no te pertenece por completo. Desde que tu esposo murió, hay un consejo de inversores, el mismo que escogió a Viktor como CEO de la empresa. No puedes simplemente despedirlo o reemplazarlo sin nuestro consentimiento. —Tan inteligente como tu padre… —dijo mi madre, no como halago, más bien como reproche—. Vámonos...Tomó a Alexa del brazo, motivándola a retirarse y dejar de hacer el ridículo, pero esta no parecía estar dispuesta a dejar las cosas como estaban.—Si nada de esto te importa… —agregó sacudiendo los papeles en el aire y rompiéndolos—. Entonces no te importará desperdiciar una unión tan beneficiosa. Un negocio que claramente tu criada nunca te podrá ofrecer. Me sorprende para un hombre enfocado en el crecimiento de su empresa y siempre ganar. Veremos cuanto te dura tu capricho que no te dejará nada.—No todo se trata de negocios, Alexa —respondí c
Dejó que mis manos desnudaran su piel y que el mar se llevara su ropa. Pese al rechazo que intentaba mantener, siempre sucumbía ante mis caricias, su feminidad ardía en mis manos, y sus labios me arrancaban el alma.La tomé en el mar y sobre la arena, escuché sus gemidos mientras me apoderaba de su calor y perecía entre sus piernas, la hice gritar que era mía y jurar que me pertenecía, solo así mi corazón alcanzó la paz. Tal vez sus palabras fueran mentira, pero su cuerpo lo estaba jurando en cada embestida mientras nuestra sangre enloquecía en nuestras venas. Una vez en el cuarto, no la dejé dormir hasta que el sol salió por el horizonte. Era la primera vez que le dedicaba tanta atención a cada centímetro de la piel de una mujer.ۻLAYLAApenas pude dormir un poco cuando los labios de Viktor resbalando por mi espald
LAYLA—Tienes prohibido volver a acercarte a él… ¿entendiste? —dictó Viktor en cuanto quise socorrer al hombre en el suelo. Le había golpeado tan fuerte que parecía no tener fuerzas para levantarse—. ¡¿Entendiste?!Me quedé congelada ante la furia de sus ojos.—¿No escuchaste, estás sorda? —preguntó Olga tomándome por el brazo y alejándome—. Como su esposa, debes ser aún más obediente que antes. Desvíe mi mirada hacia el anillo, ¿eso significaba ser su mujer, volverme aún más abnegada y obediente?—Tranquila, no pasa nada… —contestó el hombre poniéndose de pie y limpiando con el dorso de su mano la sangre que escurría de sus labios. Me sentía culpable, si tan solo me hubiera presentado como debería, esto no hubiera ocurrido. Los ojos se me llenaron de lágrimas que se quedaron apresadas en mis largas pestañas. —Lo siento —susurré apenada y agaché la mirada.—Yo lo siento más… Creo que mi hermano no se merece a una mujer tan inocente y dulce. ¿En qué momento se te ocurrió lanzarte a l
VIKTORTroté queriendo alcanzarla, pero ella corría con tanta desesperación que solo me quedé a media calle viendo su silueta haciéndose cada vez más lejana.—¿Qué estás haciendo? ¡Hay que ir por ella! —exclamó mi hermano, frustrado al verme ahí parado.—Regresará…—¿Regresará? ¡¿De qué hablas?!—Después de tanto tiempo, ya conoce esta ciudad. No irá muy lejos. Además… No es capaz de dejar a André solo.—Qué triste, ¿no? Que el único motivo para volver sea el ni&nti