Dejó que mis manos desnudaran su piel y que el mar se llevara su ropa. Pese al rechazo que intentaba mantener, siempre sucumbía ante mis caricias, su feminidad ardía en mis manos, y sus labios me arrancaban el alma.
La tomé en el mar y sobre la arena, escuché sus gemidos mientras me apoderaba de su calor y perecía entre sus piernas, la hice gritar que era mía y jurar que me pertenecía, solo así mi corazón alcanzó la paz. Tal vez sus palabras fueran mentira, pero su cuerpo lo estaba jurando en cada embestida mientras nuestra sangre enloquecía en nuestras venas. Una vez en el cuarto, no la dejé dormir hasta que el sol salió por el horizonte. Era la primera vez que le dedicaba tanta atención a cada centímetro de la piel de una mujer.
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LAYLA
Apenas pude dormir un poco cuando los labios de Viktor resbalando por mi espald
LAYLA—Tienes prohibido volver a acercarte a él… ¿entendiste? —dictó Viktor en cuanto quise socorrer al hombre en el suelo. Le había golpeado tan fuerte que parecía no tener fuerzas para levantarse—. ¡¿Entendiste?!Me quedé congelada ante la furia de sus ojos.—¿No escuchaste, estás sorda? —preguntó Olga tomándome por el brazo y alejándome—. Como su esposa, debes ser aún más obediente que antes. Desvíe mi mirada hacia el anillo, ¿eso significaba ser su mujer, volverme aún más abnegada y obediente?—Tranquila, no pasa nada… —contestó el hombre poniéndose de pie y limpiando con el dorso de su mano la sangre que escurría de sus labios. Me sentía culpable, si tan solo me hubiera presentado como debería, esto no hubiera ocurrido. Los ojos se me llenaron de lágrimas que se quedaron apresadas en mis largas pestañas. —Lo siento —susurré apenada y agaché la mirada.—Yo lo siento más… Creo que mi hermano no se merece a una mujer tan inocente y dulce. ¿En qué momento se te ocurrió lanzarte a l
VIKTORTroté queriendo alcanzarla, pero ella corría con tanta desesperación que solo me quedé a media calle viendo su silueta haciéndose cada vez más lejana.—¿Qué estás haciendo? ¡Hay que ir por ella! —exclamó mi hermano, frustrado al verme ahí parado.—Regresará…—¿Regresará? ¡¿De qué hablas?!—Después de tanto tiempo, ya conoce esta ciudad. No irá muy lejos. Además… No es capaz de dejar a André solo.—Qué triste, ¿no? Que el único motivo para volver sea el ni&nti
LAYLALa casa era enorme y sorprendentemente bella. No me podía creer que mi sueño se hubiera hecho realidad: escapar de mi cautiverio en casa de mi padre con un hombre bueno que me diera una vida de princesa. Pensar que me pude quedar con el viejo y feo Abbas me erizaba la piel. Entre más me emocionaba, más apretaba la mano de mi «esposo». ¡Qué emocionante era pronunciar esa palabra, aunque fuera en mi mente!No comprendía su semblante melancólico y abatido. ¿Mi ausencia lo había torturado tanto? Cuando estaba a punto de consolarlo, una jovencita con el uniforme de servidumbre se acercó a nosotros, tenía a un encantador niño en brazos. Al verlo supe que era mi bebé, mi hermoso André.—¡Mami! —exclamaba mientras se empujaba en los brazos de la mujer y estiraba sus manitas hacia mí.—Mi bebé… —dije con el corazón lleno de ternura y amor. Jamás podría olvidarme de él. En cuanto sintió mis brazos se acurrucó contra mi pecho, estaba tan feliz de verme que sus ojitos liberaron un par de l
—Parece que mi hijo no ha sido capaz de educar a su salvaje esposa, ni a todas sus sirvientas —dijo Anastasia con la boca torcida—. Olga, hazte cargo de esta mujer que no sabe tener la boca cerrada.En ese momento Olga sacó un delgado fuete que colgaba siempre de su cintura. Ahora entendía que lo usaba de la misma manera que mi padre lo usaba contra mí.—¡No! Es injusto —exclamé poniéndome entre Olga y Maggie—. No permitiré que le pegues solo por intentar defenderme.La mano de Olga se detuvo en el aire, no se atrevería a golpearme. De momento Maggie estaba a salvo.—Dame eso… A mí no me temblará la mano —dijo Anastasia llena de coraje.&
—¡¿Qué demonios estás haciendo?! —exclamó Viktor iracundo, saliendo de la mansión con sus ojos llameantes.—Yo solo quería… —Mikhail tartamudeó y tomó distancia de Viktor.Solté la planta, dejando que la maceta en la que venía se hiciera pedazos. El dolor en mi cabeza era profundo e insoportable. La presioné con ambas manos, queriendo exprimirla y sacar mi agonía, pero la molestia no cedía. Comencé a llorar desconsolada, los sollozos salían de mi boca sin que pudiera contenerlos.De rodillas ante el grosellero, lo tomé con fuerza por el tallo y lo partí por la mitad mientras todos mis recuerdos regresaban y me ahogaba entre humillaciones y gritos. Des
VIKTORSus sollozos habían cesado, pero el miedo no abandonó su mirada. Cada palabra rondaba mi cabeza mientras veía a través del ventanal la enorme ciudad. Sabía que su ausencia me destruiría. Era la primera vez que me enamoraba con tanta intensidad de una mujer. La quería a mi lado, quería que me diera una oportunidad más, pero tal vez ya era demasiado tarde.—¿A dónde irás? ¿Qué harás? —pregunté con temor. Este país no era fácil.—Regresaré a mis tierras… —respondió en un susurro.—¿Con qué dinero?—Encontraré la forma de regresar y
—Te comportas como nueva, pero tu piel y tu acento delata que eres de por aquí —dijo la chica mientras le daba una mordida a mi comida—. Está bueno. Su apariencia era la de una indigente y su actitud arrogante me dio desconfianza. De seguro era una de las carteristas de la ciudad. —Parece que se te olvida que así son las cosas aquí —dijo una vez que se acabó el bocadillo—. Te daré un consejo, no puedes ayudar a quienes han decidido compartir la cama con el enemigo. ۻ Esa noche no pude dormir, solo pensaba en ese niño con hambre y esa mujer maltratada. Las lágrimas inundaron mis ojos al recordar por lo que yo pasé, y eso que Viktor no era árabe. Revisé en la «app» del banco cuánto dinero tenía. Era demasiado para nosotros dos y quería pensar que Viktor no tendría problema en que lo repartiera con quien necesitara, además, ¿quién le diría? ۻ Apenas el sol salió y yo ya estaba en la plaza buscando a gente desfavorecida. De los pocos recuerdos que aún tenía de mi madre, conservaba u
El dolor no me dejaba luchar, mis piernas se doblaban y las contracciones se volvían cada vez más fuertes. Mientras mi padre me arrastraba sin piedad, yo entraba en labor de parto.―Podemos vender a ese niño, nunca falta la mujer estéril desesperada por un bebé ―dijo Nadia entre risas.Sus palabras me hicieron caer en la desesperación, mis gritos desgarraban el aire y las personas a las que había ayudado, no parecían tener el valor de querer enfrentarlos, con excepción de…―¡Suéltenla! ¡¿Qué les pasa?! ―gritó Samar desesperada―. ¡Monstruos!Tomó un trozo del pan que había horneado ese día y le pegó en la cabeza a mi pap&aac