El dolor no me dejaba luchar, mis piernas se doblaban y las contracciones se volvían cada vez más fuertes. Mientras mi padre me arrastraba sin piedad, yo entraba en labor de parto.―Podemos vender a ese niño, nunca falta la mujer estéril desesperada por un bebé ―dijo Nadia entre risas.Sus palabras me hicieron caer en la desesperación, mis gritos desgarraban el aire y las personas a las que había ayudado, no parecían tener el valor de querer enfrentarlos, con excepción de…―¡Suéltenla! ¡¿Qué les pasa?! ―gritó Samar desesperada―. ¡Monstruos!Tomó un trozo del pan que había horneado ese día y le pegó en la cabeza a mi pap&aac
Después de unos días de descanso en el hospital, llegué a mi departamento. Justo en la puerta había un arcón lleno de cosas para la bebé, desde ropa hasta pañales, juguetes y talco. —¡Wow! ¿Quién será el benefactor? —preguntó Samar levantando la canasta―. Todo esto es muy caro. Guardé silencio y entré a mi hogar, estaba cansada y quería ver a André. Deseaba presentarle a su hermanita. No tenía tiempo de hacerme ideas, pero solo podía pensar en dos posibles hombres: el desconocido que me salvó y… Viktor. —¡Mami! —exclamó André mientras corría hacia mí, pero al ver el bulto en mis brazos se detuvo en seco—. ¿Qué es eso? —Es tu hermanita —dije hincándome para que pudiera verla. Se acercó con recelo y el ceño fruncido. Cada día que pasaba se parecía más a su padre. —Está fea —respondió disgustado—. No me gusta, fuchi. —¡El niño tiene razón! Todos los recién nacidos son feos y las madres ciegas —dijo Samar acomodando la canasta con regalos, en la mesa. ―¡No quelo una hemana! ¡Qu
―Suéltame, Abbas… ―dije nerviosa, intentando zafarme de su agarre.―No, esta noche la pasarás a mi lado, incluso después de la fiesta. ―Acercó sus dedos gruesos y toscos, queriendo alcanzar mi mejilla―. No sabes cuanto esperé para que tu príncipe azul te desechara como basura. Siempre fuiste un juego, un arranque de caballerosidad. Sabía que se hartaría de ti. ¿Creíste que podrías competir con las mujeres que lo acechan? Ellas son verdaderas hembras que saben entretener a un hombre como él. Él no busca una esposa, solo poder, dinero y diversión.»Pero yo puedo darte la vida que necesitas, Layla. Ya soy viejo y no me ando con juegos. Quiero una mujer que me reciba con la comida caliente y las piernas abiertas. Pórtate bien, sé servicial, dame hijos propios a quien heredarles mi imperio, y te daré una vida de reina.Me tom
Me excusé de la mesa entre miradas dulces y orgullosas. Cada persona ahí parecía admirarme y resultaba incómodo. Tenía miedo de defraudarlos. Caminé por calles solas y áridas. Llegué hasta esa fuente en la que jugué con André la primera vez. El agua estaba fría, aún así, metí mi mano, distorsionando mi reflejo. La boda de Viktor se acercaba y ni siquiera sabía si ya se había divorciado de mí. Una gota se precipitó hacia mi frente y noté que el cielo se nubló. ¿Llovería? En este lugar era muy difícil que eso ocurriera, podría decir que se trataba de un milagro. Mientras el agua caía, comencé a llorar. Cerré mis ojos, levanté mi rostro y dejé que la lluvia diluyera mis lágrimas. ¿Cuándo podría deshacerme de este dolor que me carcomía el alma? ¿Por qué no podía sacarlo de mi corazón? ¿Sería una sombra que me perseguiría por siempre? ―¿Por qué te encuentro aquí y no en la fundación donde todos celebran? Cuando volteé vi a Midas, portando su vestuario habitual que le daba apariencia
―Ha pasado un año desde que nos separamos y, como de seguro ya sabes, estoy próximo a casarme. ―Viktor tomó un folder con papeles que estaba sobre la mesa y me lo entregó―. Necesito que firmes el divorcio cuanto antes. En verdad me urge.Estaba confundida, me sentía mareada y no sabía qué pensar, me estaba volviendo loca.―¿No escuchaste? ¡Llevo prisa! ―exclamó ansioso―. Odio este lugar y su maldito clima de mierda. ¡Anda! ¡Apúrate!―Entonces… son ciertos los rumores. ―Me senté ante la mesa y revisé los papeles, ya estaban firmados por él.―La próxima semana me casaré con Alexa y me urge tener todo en orden…
LAYLA Llegué corriendo al departamento, la puerta estaba abierta y astillada, como si alguien hubiera entrado a la fuerza. Entré con sigilo y tomé el paraguas de la entrada como única arma. Caminé de puntitas entre los destrozos hasta llegar a mi habitación. La cuna de mi pequeña Azhar estaba vacía y mi corazón dio un vuelco. ¿También se la había llevado? Cuando me asomé del otro lado de la cama, tuve que brincar hacia atrás, pues su sonaja había salido despedida desde el clóset medio abierto y rompió el espejo del tocador. ―Lo siento… pensé que había vuelto ese maldito… ―dijo Samar saliendo con Azhar entre sus brazos. No sabía que era peor, mi pequeña llorando asustada o el aspecto de Samar, con un ojo morado y el labio roto. VIKTORIntenté defenderme de Max, pero todo se complicó cuando sus ayudantes intervinieron. Ahora yo perecía en el suelo de la habitación, en un charco de sangre mientras él reía y jugaba con el «shemagh».―Huir de Rusia fue lo peor que pudiste hacer… ¿Creías que Alexa y yo dejaríamos pasar el desaire que le hiciste a la familia casándote con esa mujer? ―preguntó divertido mientras veía y rompía todo a su alrededor.―¿Cómo supieron que estaba aquí? ―inquirí después de escupir un pedazo de diente roto.―Un pajarito nos lo dijo ―contestó divertido y se mordió los labios, se moría por regodearse―. ¿Creíste que AbCapítulo 24: Eso es lo que pasa cuando mientes
Solo había pasado un día en este maldito cuarto oscuro que parecía caerse a pedazos. Samar era muy inteligente y desconfiada. Tanto la comida como el material para curarme las heridas, me las arrojaba a la cama o las acercaba con una bandeja. Sabía lo ágil que podía ser y con un solo error que cometiera, podía obligarla a liberarme, aunque me sentía aún muy débil y adolorido para pelear. De pronto la puerta se abrió, azotándose. Samar llevaba solo un periódico doblado, se plantó a unos pasos de mí, los suficientes para poder demostrarme su enojo y confusión, pero no tan cerca como para que pudiera alcanzarla. Me lanzó el periódico, el cual atrapé con mi mano libre, mientras mi mirada seguía clavada en ella. ―Explica eso… ―dijo cruzada de brazos. Desdoblé el papel, era la sección de sociales y la fotografía me revolvió el estómago. Se trataba de ese hombre con mi rostro, a las afueras del aeropuerto de Moscú, mientras cargaba a mi hijo y besaba a mi mujer. «Viktor Volkov, arrepenti