CINCUENTA Y TRES
—ARYEN—

Siempre me resulta difícil alejarme de Badel cuando me he sometido ante él, por eso normalmente suele quedarse conmigo hasta que mi impulso sumiso se desvanezca, consolándome y mimándome, aligerando el peso y la carga vergonzosa de sentirme ultrajado o inferior a él.

Pero esta vez, se siente diferente.

Esta vez cuando mi cuerpo se calma tras el descanso entre sus brazos y nuestra juguetona ducha rápida donde nuestras bocas se entretienen entre fogosos besos, algo más me llama, algo más que mi caprichosa necesidad de pegarme a Badel como su sombra.

Algo que me desvía de seguir la trayectoria de él por lo largo del pasillo, hacia el burbujeante y tierno mar de risas de nuestros hijos, en la cocina, donde puedo oler a Nox por su áspera fragancia de Alfa que resalta en mí como Alfa recientemente sometido, hacia la sala de estar, donde la deliciosa mezcla de Lex y Lyam se entremezclan con otra mucho más dulce y fresca.

Natalia.

Mi pequeña.

Badel parece darse cuenta por como s
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