Capítulo 104: Leche y miel

FINN LYNCH

—Déjame adivinar… —dijo la cazadora divertida recargándose en la pared sin despegar la punta de mi cuello—. Tú debes ser el abogado. Se te nota por lo arrogante y soberbio…

—Nadie me había juzgado de esa forma sin conocerme —contesté posando mi mano sobre su muñeca, sin alejar la punta de mi garganta, entonces percibí un líquido cálido y pegajoso que escurría de su palma, se estaba cortando al empuñar con tanta fuerza el vidrio roto.

—Puedo detectar un ciervo a kilómetros y atravesarle el corazón de un solo disparo… ¿Crees que no puedo detectar a una persona mala cuando la veo?

Apreté más su muñeca y aunque fingió que la presión no le dolía, terminó por abrir la mano y dejar caer el trozo de espejo. —Llamaré a un doctor… —dije ignorando sus acusaciones.

—No lo necesito —contestó viendo su mano con apatía y enjuagándola en el lavabo como si la sangre solo fuera suciedad.

—¿Te darás un baño?

—Tal vez… pero no creas que usaré ese asqueroso vestido de ahí —contestó malhumo
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