IDRIS LYNCHEscuché como Tina cerraba la puerta y la bloqueaba con los muebles. Esperaba que eso fuera suficiente. Quise llamar a Liam, pero no contestaba, y de pronto una mano se afianzó a mi cabello, tirando de él, haciendo que mi teléfono cayera al suelo.—Hace años le rompí el cuello a esa maldita coneja para darle una lección a Liam —dijo el señor Blake justo en mi oído—. No creí que tendría que volver a hacer algo parecido —siseó lleno de odio antes de arrojarme al piso, haciéndome deslizar por la duela de madera hasta chocar con la pared—. Me has hecho perder dinero, tiempo y esfuerzo… Creí que en ese maldito pueblo acabarían con tu vida, pero me quedó claro que si quieres algo bien hecho tienes que hacerlo tú mismo.
IDRIS LYNCHMi cerebro no podía procesar lo que había pasado. Alexander había atravesado ambos corazones. Mi madre no pareció sorprendida ni asustada, como si estuviera esperando que su viejo amante reaccionara de esa forma. ¿Cómo era posible? ¿En verdad quería hacerlo? ¿Morir con él? ¿Abandonarnos así? ¿Tanto lo amaba como para perecer a su lado?Mi percepción sobre el amor cada vez era más confusa. En este punto no sabía si te hacía fuerte o débil, pero si comprendí que podía llegar a doler tanto que la muerte parecía insignificante. Era un sentimiento que podía darte toda la felicidad que necesitabas o sumirte en una miseria insoportable, con la cual parecía imposible lidiar. IDRIS LYNCHEvan había sido el primero en llamar, los policías fueron suficientes para reducir a esos terroristas en el hospital. Era un grupo pequeño con la única misión de encontrarlo a él y a Annie, matarlos y salir de ahí, pero habían tardado más de la cuenta para hallarlos y aún más para alcanzarlos, o tal vez solo habían tenido buena suerte, lo que importaba era que ambos estaban vivos.Finn fue el segundo en llamar, él no tenía buenas noticias, Beth estaba en el hospital, siendo operada de urgencia. Helen le había disparado y ahora luchaba por su vida. Noté en su tono de voz que estaba controlándose para no caer en la desesperación. Podía imaginármelo solitario y depresivo sentado en una de esas sillas de la sala de espera, con las Capítulo 115: Ven conmigo
FINN LYNCHApreté los dientes y contuve mis ganas de abandonar todo y seguirla. —Tienes una hora antes de que levante una denuncia por robo —contesté sabiendo que no quería verla detrás de las rejas, deseaba verla libre y plena, y por más que quisiera encontrar excusas para retenerla a mi lado, tenía que dejarla ir sin tener el valor de ir con ella.Me ofreció una sonrisa escueta, comprendiendo que no la seguiría. Asintió en silencio antes de alejarse con las llaves de mi auto en una mano y mi corazón en la otra.Miles de palabras se me ocurrieron cuando vi su silueta alejarse. Yo no podía abandonar la ciudad y mi profesión para vivir en una cabaña a mitad del bosque sobreviviendo de raíces y cazando animales. Ella parec&ia
IDRIS LYNCHAnnie y Tina trabajaron en equipo para el maquillaje y el peinado. Las dos, tan diferentes entre sí, se habían vuelto buenas amigas. Nos volvimos un trío dinámico y unido. Las hermanas que nunca tuve.El último detalle en ser colocado fue el collar de la abuela de Liam, ese rubí estrella que el abuelo atesoraba con amor, el recuerdo de la mujer que había amado con devoción, quien empezó como su ayudante y terminó como su esposa. Supongo que veía en mí algo de ella.Salí de la habitación, custodiada por mis damas de honor y mi pequeña Lily, que daba brinquitos de emoción. Llegué hasta el inicio de mi caminata nupcial. Levanté la mirada y vi en el altar a mis hermanos, los tres con «smo
FINN LYNCHLa fiesta había sido un éxito, Idris se veía feliz con su familia. Los niños llevaban el apellido Blake, dejando atrás por completo el pasado que estaba atado al apellido Doyle. Me sentía conmovido, después de verla aquella primera vez, se merecía ser feliz. Creo que hablaba por todos mis hermanos cuando pensaba que hubiera sido lindo que mamá pudiera ver esto, ver a sus hijos felices.Idris casada con el monstruo convertido en caballero; Evan dejando atrás esa actitud hostil y tóxica, volviéndose el fiel protector y amante de Annie, era sorprendente ver la forma en la que la miraba, con tanta devoción y cariño, como si no existiera otra mujer en el mundo más que ella, y su acción de adoptar a Zack había sido noble, si todo salía bien, despu&
ELIZABETH REED —Eres solo una niña a mi lado… —me había dicho Finn, viéndome directo a los ojos—. Además, vives escondida en el bosque, sobreviviendo, cazando, y me sorprende que tengas la sangre tan fría de matar a una persona sin que sufras de remordimiento. Retrocedí un par de pasos, abrazándome a mí misma, sosteniendo mi estómago que se retorcía dolorosamente. No pude mantener su mirada. ¿Qué hacía ahí? ¿A qué estaba jugando? ¿Por qué lo busqué? —Beth… Me pediste ir contigo, ahora yo te pido que vengas conmigo, que me permitas ayudarte. Quiero sacarte de ese estilo de vida, déjame apoyarte para que estudies y… De pronto una voz femenina se abrió paso desde la fiesta hasta las sombras donde estábamos: —¡¿Finn?! ¡¿Dónde estás?! —exclamó la mujer de cabellos oscuros y silueta impecable. Era de la edad de Finn y con una belleza que parecía haberse enaltecido con el tiempo. Por su andar, parecía algo ebria, aún así, se veía adorable. —Melanie… —pronunció Finn volteando hacia ell
ELIZABETH REEDEstaba a punto de terminar el primer semestre y sentía que había hecho un gran trabajo cumpliendo con las reglas de mi tía. Mi ropa floja, oscura, luida y varonil había sido reemplazada por vestidos coloridos, pantalones de mezclilla entallados, algunas blusas femeninas y en mis momentos de «rebeldía» lucía playeras negras con estampados de bandas de rock. Mi cabello siempre estaba recogido y, aunque mi tía había querido incursionarme en el mundo del maquillaje, no era algo que dominara y prefería mi rostro al natural. Entraba a todas mis clases, entregaba todas mis tareas y proyectos, y en mis horas libres dentro del plantel, estudiaba. Por una parte, no quería meterme en problemas, por otra, no me interesaba interactuar con el resto de los alumnos, aunque algunos quisieran aventurarse a querer convivir conmigo.—¡Pero si es la «huerfanita» de la clase! —exclamó Nancy, la típica sabelotodo que ya se vestía como señora, queriendo aparentar ser profesional y refinada.