ELIZABETH REED—¡Reed! ¡Ya está la orden de la mesa dos! —exclamó mi compañera desde la barra.Trabajaba en una pequeña cafetería cerca del campus. Era un lugar pequeño, pero muy agradable. Olía delicioso todo el tiempo, podía venir cuando quisiera y tomar café gratis mientras estudiaba, lo cual era bastante beneficioso. Era la mesera y pronto me capacitarían como barista, lo cual aumentaría mi sueldo. Un par de libras extras no me caerían mal. Además, me imaginaba que cuando por fin me reencontrara con Finn, no solo podría arrojarle mi título como abogada en la cara, sino que después le ofrecería una taza de café recién obtenida de una máquina compleja, pero elegante. ¡Por favor! ¿Qué más necesitaría? Además, era la clase de hombre que tomaba café por litros, ¿qué más atractivo que una mujer que podría hacerle el café que él quisiera?—¿Reed? ¿Sigues viva? —preguntó mi compañera mientras me descubría sumergida en mis sueños, parando los labios como si esperara un beso—. ¿Estás tromp
ELIZABETH REEDEl dolor en el pecho no se me quitaba, por el contrario, se volvía cada vez más grande y migraba hacia mi estómago. ¿Había una solución para el dolor provocado por el mal de amores? Extrañaba mi soledad en el bosque, cuando no conocía a nadie más que a los animales de alrededor. No conocía esta clase de dolor tan molesto y difícil de controlar. —¿Todo bien? Si volvía a escuchar esa pregunta, vomitaría. Volteé hacia mi compañera, la misma con la que trabajaba en la cafetería, la única con la que no era una molestia hablar.—¿Qué ocurrió con Nathan? ¿Ya son novios? —preguntó emocionada.—¡No! —contesté furiosa y comencé a rayar en la parte trasera de la libreta—. No planeo que eso pase.—¿Por qué? Es un encanto y parece muy emocionado contigo. ¿Sabes lo que daría cualquier chica del instituto por tener la misma oportunidad que tú?—¿Qué ocurre con las chicas de esta escuela? ¿No saben que afuera hay más hombres y mejores que él? —De pronto sentí un retortijón. Para mí,
ELIZABETH REED—¿Beth? —Escuché que alguien pronunciaba mi nombre, pero me sentía como debajo del agua, flotando en la oscuridad o, más bien, sumiéndome en ella mientras me congelaba—. ¿Beth? —volvió a preguntar Nathan entrando al salón y poniendo su mano en mi hombro.—Hola… —contesté en un susurro, sin aire—. Me tengo que ir —dije dedicándole una sonrisa melancólica a Finn. Quería verme fuerte, como si nada hubiera pasado, como si ese beso no hubiera destruido todo mi mundo, pero… no podía, mi cuerpo parecía no querer reaccionar—. ¿Nathan, me puedes acompañar a mi trabajo?Su mirada se iluminó y su sonrisa se hizo cada vez más grande. &mda
ELIZABETH REEDAntes de que nuestros labios se pudieran unir, mi tía salió de la casa, haciendo mucho ruido al abrir la puerta. De esa manera nuestros rostros se alejaron.—Tía… él es… —¿El amor de mi vida? ¿El hombre por el que había decidido cambiar y que al parecer tenía en su vida a alguien más?—Soy el profesor Lynch, de la universidad, le doy clases a Beth —contestó Finn ofreciéndole la mano.—¿Profesor? —preguntó mi tía con desconfianza—. ¿Qué hace trayendo a mi pequeña a casa?¿Su pequeña? ¿Por qué se comportaba de esa manera tan sobr
ELIZABETH REED¡Fondo! ¡Fondo! ¡Fondo! ¡Fondo!Escuchaba a todos aclamando mientras bebía de una manguera conectada a un embudo donde estaban vertiendo tequila del más barato. Aun así, bebí, trago a trago hasta acabarme media botella. Cuando aparté la manguera de mi boca, todos festejaron mi hazaña mientras pegaba el grito en el cielo.—Beth… creo que ya fue suficiente… —dijo Sarah jalándome del brazo—. Lo mejor será irnos.—¡No! ¡¿Por qué?! —exclamé con voz arrastrada—. Aún puedo.—Nathan, por favor ayúdame a convencerla de volver —pidi&
ELIZABETH REEDEn ese momento, un grupo de estudiantes curiosos comenzaron a grabar desde la puerta lo que ocurría. Sarah me cubrió, dándoles la espalda y acunándome contra su pecho, protegiéndome de las cámaras, mientras que Finn tomó por el cabello a Nathan, después de haberlo golpeado lo suficiente para sacar su furia, y lo enfrentó a todos, hincándolo ante sus ojos, desnudo y humillado.—¿Quieren grabar algo? —preguntó Finn con voz firme y gruesa. Jamás lo había escuchado así—. Ahí tienen, a un abusivo, violador, hijo de puta. Tómenle fotos, graben como llora, compártanlo en cada plataforma de internet, que el mundo sepa cómo se ve un aprendiz de villano. Eso fue lo que quisiste hacer con ella, ¿no, Nathan? Disfrútal
FINN LYNCH—Beth… —¡No tenía idea de cómo contestar a eso! ¡La deseaba! ¡Quería perder la cabeza! ¡Quería dejarme llevar y tomarla! ¡Deseaba con tantas fuerzas hacerla mía, reclamar su cuerpo y no parar hasta saciarme! ¡Quería escucharla gemir en mi oído, aferrarse a mí y pedirme cada vez más! ¿Cómo podía luchar contra mis deseos si eran tan fuertes? ¿Cómo podía renunciar a ser un caballero y volverme un barbaján entre sus piernas? ¿No era irónico que la salvara de un animal para después yo hacerle lo mismo y abusar de su confianza? ¡Carajo!—Te amo… —pronunció antes de apresar de nuevo mi boca—. Quiero ser tuya. FINN LYNCHDesperté antes que ella, sentía toda la espalda contracturada y cuando por fin me levanté, todo me crujió. —Ya estoy viejo… —dije en un susurro.Me quedé por un momento viéndola dormir, con las sábanas enrolladas en los tobillos y aún aferrada a mi almohada. Había perdido toda esa lujuria que la había caracterizado la noche anterior, ahora con ese cabello alborotado y sus ligeros ronquidos, parecía un verdadero ángel.Salí a la cocina, sobándome el cuello y sacando todo para hacer algo de café, cuando el timbre sonó.ϔ—¿Qué es lo que está ocurriendo? —preguntó MRESISTIÉNDOSE AL AMOR. Capítulo 10: Su hermosa muñequita