ELIZABETH REED
—¿Beth? —Escuché que alguien pronunciaba mi nombre, pero me sentía como debajo del agua, flotando en la oscuridad o, más bien, sumiéndome en ella mientras me congelaba—. ¿Beth? —volvió a preguntar Nathan entrando al salón y poniendo su mano en mi hombro.
—Hola… —contesté en un susurro, sin aire—. Me tengo que ir —dije dedicándole una sonrisa melancólica a Finn. Quería verme fuerte, como si nada hubiera pasado, como si ese beso no hubiera destruido todo mi mundo, pero… no podía, mi cuerpo parecía no querer reaccionar—. ¿Nathan, me puedes acompañar a mi trabajo?
Su mirada se iluminó y su sonrisa se hizo cada vez más grande. &mda
ELIZABETH REEDAntes de que nuestros labios se pudieran unir, mi tía salió de la casa, haciendo mucho ruido al abrir la puerta. De esa manera nuestros rostros se alejaron.—Tía… él es… —¿El amor de mi vida? ¿El hombre por el que había decidido cambiar y que al parecer tenía en su vida a alguien más?—Soy el profesor Lynch, de la universidad, le doy clases a Beth —contestó Finn ofreciéndole la mano.—¿Profesor? —preguntó mi tía con desconfianza—. ¿Qué hace trayendo a mi pequeña a casa?¿Su pequeña? ¿Por qué se comportaba de esa manera tan sobr
ELIZABETH REED¡Fondo! ¡Fondo! ¡Fondo! ¡Fondo!Escuchaba a todos aclamando mientras bebía de una manguera conectada a un embudo donde estaban vertiendo tequila del más barato. Aun así, bebí, trago a trago hasta acabarme media botella. Cuando aparté la manguera de mi boca, todos festejaron mi hazaña mientras pegaba el grito en el cielo.—Beth… creo que ya fue suficiente… —dijo Sarah jalándome del brazo—. Lo mejor será irnos.—¡No! ¡¿Por qué?! —exclamé con voz arrastrada—. Aún puedo.—Nathan, por favor ayúdame a convencerla de volver —pidi&
ELIZABETH REEDEn ese momento, un grupo de estudiantes curiosos comenzaron a grabar desde la puerta lo que ocurría. Sarah me cubrió, dándoles la espalda y acunándome contra su pecho, protegiéndome de las cámaras, mientras que Finn tomó por el cabello a Nathan, después de haberlo golpeado lo suficiente para sacar su furia, y lo enfrentó a todos, hincándolo ante sus ojos, desnudo y humillado.—¿Quieren grabar algo? —preguntó Finn con voz firme y gruesa. Jamás lo había escuchado así—. Ahí tienen, a un abusivo, violador, hijo de puta. Tómenle fotos, graben como llora, compártanlo en cada plataforma de internet, que el mundo sepa cómo se ve un aprendiz de villano. Eso fue lo que quisiste hacer con ella, ¿no, Nathan? Disfrútal
FINN LYNCH—Beth… —¡No tenía idea de cómo contestar a eso! ¡La deseaba! ¡Quería perder la cabeza! ¡Quería dejarme llevar y tomarla! ¡Deseaba con tantas fuerzas hacerla mía, reclamar su cuerpo y no parar hasta saciarme! ¡Quería escucharla gemir en mi oído, aferrarse a mí y pedirme cada vez más! ¿Cómo podía luchar contra mis deseos si eran tan fuertes? ¿Cómo podía renunciar a ser un caballero y volverme un barbaján entre sus piernas? ¿No era irónico que la salvara de un animal para después yo hacerle lo mismo y abusar de su confianza? ¡Carajo!—Te amo… —pronunció antes de apresar de nuevo mi boca—. Quiero ser tuya. FINN LYNCHDesperté antes que ella, sentía toda la espalda contracturada y cuando por fin me levanté, todo me crujió. —Ya estoy viejo… —dije en un susurro.Me quedé por un momento viéndola dormir, con las sábanas enrolladas en los tobillos y aún aferrada a mi almohada. Había perdido toda esa lujuria que la había caracterizado la noche anterior, ahora con ese cabello alborotado y sus ligeros ronquidos, parecía un verdadero ángel.Salí a la cocina, sobándome el cuello y sacando todo para hacer algo de café, cuando el timbre sonó.ϔ—¿Qué es lo que está ocurriendo? —preguntó MRESISTIÉNDOSE AL AMOR. Capítulo 10: Su hermosa muñequita
FINN LYNCH —¿Cómo podría odiarte tu tía? —pregunté estirando mi mano hasta acariciar su mejilla. ¡Cómo me encantaba verla sonrojarse! Me sentía importante para ella. Sus ojos se clavaron en el pasado, para después concentrarse en mí y en mi tacto, haciendo que mi estómago se escondiera, retorciéndose nervioso mientras mi corazón se aceleraba. Acercó su mano y con la punta de sus dedos acarició mi mejilla, dejando mi piel ardiendo—. No dormiste bien. Cambió de tema sutilmente y decidí no presionarla. Atrapé su mano e inhalé profundamente el olor de su piel sin evitar sonreír contra su palma. —Qué perspicaz… —Tomé algo de distancia para no terminar por completo a sus pies y le ofrecí mi saco que aún colgaba del perchero—. Tenemos que salir, encontrarte algo de ropa antes de regresarte a tu casa. ϔ Imaginar que lo único que cubría su cuerpo era esa playera y ahora mi saco, elevaba mi temperatura y al mismo tiempo se me dificultaba respirar. Era una tortura conducir mientras mi ma
FINN LYNCH Dentro del auto, Beth jugó con los botones del estéreo hasta que puso una canción de un grupo de rock bastante viejo y comenzó a mover su cabeza al ritmo de la batería. Cuando sus ojos reconocieron el camino, noté que se puso tensa. Al parecer no estaba gustosa de que la llevara a casa. —¿Todo bien? —¿Qué harás el resto del día? —preguntó con sus enormes ojos clavados en mi rostro y tragó saliva. Cambiando de tema como siempre. Parecía nerviosa y atenta a mi respuesta—. Es fin de semana y… no trabajas o ¿sí? ¿Estarás ocupado? ¿Saldrás? ¿Tienes trabajo? ¿Algún caso externo? Me rasqué el cuello antes de orillar el auto. ¿Intentaba invitarme a salir? ¡Su nerviosismo era hermoso! No pude evitar sucumbir ante la ternura. No me enfrentaba a una chica tan encantadora desde la preparatoria. Si supiera lo fácil que es para ella manipularme y ponerme a sus pies, ¿ordenaría con más confianza todo lo que desea que haga o seguiría mostrándose de esa manera tan encantadora y nervi
ELIZABETH REED—Beth… Mi niña, ¿podemos hablar? —preguntó mi tía en cuanto llegué del trabajo.—¿Qué ocurre? —Me acerqué con curiosidad a la cocina donde ella parecía estar horneando algo. Cuando volteó a verme se quedó por un momento estática y sonrió con un resoplido. Me señaló con un movimiento de cabeza el álbum de fotos que estaba sobre la barra. Era muy escueto y cuando lo abrí, no había muchas fotografías. Pude identificarla a ella de niña junto a mi padre. Parecían tan felices junto a un riachuelo y sin zapatos. —Papá no tenía muchas fotos… —dije en un susurro antes de darle la vuelta a la página. Entonces me quedé en completo silencio al ver una foto vieja de una mujer rubia muy hermosa, cargando un bebé. —¿Tenía fotos de tu madre? —preguntó afirmando que la mujer de la imagen era ella—. Te pareces mucho. —Solo tenía una… —contesté delineando el contorno de su rostro y bajé hacia el bebé entre sus brazos. ¿Era yo? No recordaba esa cobija azul.—Ella era una cantante muy b