FINN LYNCH
—Beth… —¡No tenía idea de cómo contestar a eso! ¡La deseaba! ¡Quería perder la cabeza! ¡Quería dejarme llevar y tomarla! ¡Deseaba con tantas fuerzas hacerla mía, reclamar su cuerpo y no parar hasta saciarme! ¡Quería escucharla gemir en mi oído, aferrarse a mí y pedirme cada vez más! ¿Cómo podía luchar contra mis deseos si eran tan fuertes? ¿Cómo podía renunciar a ser un caballero y volverme un barbaján entre sus piernas? ¿No era irónico que la salvara de un animal para después yo hacerle lo mismo y abusar de su confianza? ¡Carajo!
—Te amo… —pronunció antes de apresar de nuevo mi boca—. Quiero ser tuya.
FINN LYNCHDesperté antes que ella, sentía toda la espalda contracturada y cuando por fin me levanté, todo me crujió. —Ya estoy viejo… —dije en un susurro.Me quedé por un momento viéndola dormir, con las sábanas enrolladas en los tobillos y aún aferrada a mi almohada. Había perdido toda esa lujuria que la había caracterizado la noche anterior, ahora con ese cabello alborotado y sus ligeros ronquidos, parecía un verdadero ángel.Salí a la cocina, sobándome el cuello y sacando todo para hacer algo de café, cuando el timbre sonó.ϔ—¿Qué es lo que está ocurriendo? —preguntó M
FINN LYNCH —¿Cómo podría odiarte tu tía? —pregunté estirando mi mano hasta acariciar su mejilla. ¡Cómo me encantaba verla sonrojarse! Me sentía importante para ella. Sus ojos se clavaron en el pasado, para después concentrarse en mí y en mi tacto, haciendo que mi estómago se escondiera, retorciéndose nervioso mientras mi corazón se aceleraba. Acercó su mano y con la punta de sus dedos acarició mi mejilla, dejando mi piel ardiendo—. No dormiste bien. Cambió de tema sutilmente y decidí no presionarla. Atrapé su mano e inhalé profundamente el olor de su piel sin evitar sonreír contra su palma. —Qué perspicaz… —Tomé algo de distancia para no terminar por completo a sus pies y le ofrecí mi saco que aún colgaba del perchero—. Tenemos que salir, encontrarte algo de ropa antes de regresarte a tu casa. ϔ Imaginar que lo único que cubría su cuerpo era esa playera y ahora mi saco, elevaba mi temperatura y al mismo tiempo se me dificultaba respirar. Era una tortura conducir mientras mi ma
FINN LYNCH Dentro del auto, Beth jugó con los botones del estéreo hasta que puso una canción de un grupo de rock bastante viejo y comenzó a mover su cabeza al ritmo de la batería. Cuando sus ojos reconocieron el camino, noté que se puso tensa. Al parecer no estaba gustosa de que la llevara a casa. —¿Todo bien? —¿Qué harás el resto del día? —preguntó con sus enormes ojos clavados en mi rostro y tragó saliva. Cambiando de tema como siempre. Parecía nerviosa y atenta a mi respuesta—. Es fin de semana y… no trabajas o ¿sí? ¿Estarás ocupado? ¿Saldrás? ¿Tienes trabajo? ¿Algún caso externo? Me rasqué el cuello antes de orillar el auto. ¿Intentaba invitarme a salir? ¡Su nerviosismo era hermoso! No pude evitar sucumbir ante la ternura. No me enfrentaba a una chica tan encantadora desde la preparatoria. Si supiera lo fácil que es para ella manipularme y ponerme a sus pies, ¿ordenaría con más confianza todo lo que desea que haga o seguiría mostrándose de esa manera tan encantadora y nervi
ELIZABETH REED—Beth… Mi niña, ¿podemos hablar? —preguntó mi tía en cuanto llegué del trabajo.—¿Qué ocurre? —Me acerqué con curiosidad a la cocina donde ella parecía estar horneando algo. Cuando volteó a verme se quedó por un momento estática y sonrió con un resoplido. Me señaló con un movimiento de cabeza el álbum de fotos que estaba sobre la barra. Era muy escueto y cuando lo abrí, no había muchas fotografías. Pude identificarla a ella de niña junto a mi padre. Parecían tan felices junto a un riachuelo y sin zapatos. —Papá no tenía muchas fotos… —dije en un susurro antes de darle la vuelta a la página. Entonces me quedé en completo silencio al ver una foto vieja de una mujer rubia muy hermosa, cargando un bebé. —¿Tenía fotos de tu madre? —preguntó afirmando que la mujer de la imagen era ella—. Te pareces mucho. —Solo tenía una… —contesté delineando el contorno de su rostro y bajé hacia el bebé entre sus brazos. ¿Era yo? No recordaba esa cobija azul.—Ella era una cantante muy b
ELIZABETH REED—Pero para eso necesito que aceptes levantar una denuncia formal… —me pidió Finn con una mirada cargada de intensidad.—¿Tiene sentido si no culminó el acto? —pregunté con pesimismo—. ¿Qué harán? ¿Cárcel preventiva y una fianza elevada que su familia pagará sin chistar? Lo único que lograríamos es que a ti te despidan y a mí me expulsen. Es el protegido del director y su familia es lo equivalente a la familia Lynch en Irlanda, prácticamente son intocables. Si esperas que más víctimas alcen la voz, de una vez te digo que no pasará. —¿Qué propones? ¿Qué dejemos que se salga con la suya y vuelva a atacar o a atemorizar a otra mujer? ¿Crees que lo que te hizo no merece un castigo? —preguntó molesto, cruzado de brazos. —Yo no dije eso —contesté guiñándole un ojo—. Claro que tendrá su merecido castigo. —¿Qué insinúas, Beth? —Sus ojos se entrecerraron con desconfianza, haciendo que mi sonrisa se hiciera más grande—. ¡Beth!—¡¿Qué?! ¡No he afirmado nada! —exclamé divertida,
BETH REED Mis brazos rodearon su cuello y sus manos me sostuvieron contra su cuerpo. El calor aumentó y una cascada de sensaciones nuevas me atormentó. Mi vientre palpitaba y un hormigueo entre mis piernas erizaba mi piel. Sus labios descendieron hacia mi cuello y, de manera casi instantánea, eché mi cabeza hacia atrás, exponiéndome. Me sentía vulnerable, débil, mi alma se sometía ante él y mi cuerpo suplicaba por sus caricias. De pronto me apresó contra la pared y, mientras sus manos buscaban el borde de mi blusa, su pierna se colocó entre las mías, abriéndolas, rozando su muslo en mi centro, provocando que mi respiración se volviera entrecortada. —Finn… —pronuncié su nombre mientras mi corazón me subía por la garganta. Presionó sus manos contra la pared, pegó su frente a la mía y abrió sus ojos lentamente, como los de un depredador hambriento frente a su presa. Su boca entreabierta exhalaba su aliento cálido y seductor. —Si te quedas… No podré contenerme más… —dijo adolorido
FINN LYNCH Abrí los ojos con dificultad, parecía que mis párpados estaban pegados. Cuando volteé hacia la ventana, la luna me saludó, incluso podría decir que se sonrojó en cuanto descubrió al bello ángel dormitando a mi lado. Beth se encontraba profundamente dormida, con sus cabellos dorados desperdigados por la almohada, con esa actitud inocente y pura que adquiría al dormir, siempre abrazada a mi almohada, esta vez con la espalda completamente descubierta y la sábana enredada en sus caderas que se habían vuelto mi perdición. Recorrí suavemente la sábana hasta cubrirla, besé su frente y enredé mis dedos entre sus cabellos. Me quedó claro que tenía un ángel en la cama, pero no sabía si yo lo había seducido o ella a mí. De pronto el timbre sonó y me levanté con cuidado de no despertarla, apenas me puse los pantalones cuando vi esa mancha carmín en las sábanas. Sentí un retortijón. Por un momento me sentí como una clase de monstruo. ¿Cómo era posible que ella nunca hubiera tenido
ELIZABETH REED —¿Qué se supone que crees que estás haciendo? —preguntó mi tía, quien me había esperado en la oscuridad de la sala, elevando su voz en cuanto cerré la puerta detrás de mí, encendiendo la pequeña lámpara sobre la mesita auxiliar a su lado. Mientras yo estaba estática, con los pies clavados en el piso, ella se levantó y se asomó por la ventana, descubriendo el auto de Finn alejándose. En completo silencio giró hacia mí, sus ojos de águila me inspeccionaron de pies a cabeza. Se me plantó delante y metió sus dedos entre mis cabellos. —Tienes la cabeza mojada… Secaste las puntas, pero tu cuero cabelludo sigue húmedo. ¿Qué me hacía creer que podría engañar a una cazadora con mayor experiencia? Apreté los labios, escogiendo mejor mis palabras. No podía equivocarme. —¿Dónde estabas? —preguntó. —Trabajando… —¿Tan tarde? —El dinero de la caja no cuadraba… Entrecerró los ojos con desconfianza. Había contestado lo suficientemente rápido para que no tuviera excusas y me t