ASTRID —¡Lo odio! ¡Lo odio! —me quejeLlevaba una caja de alimentos en mis manos, destinada a la aldea más lejana del territorio de la manada de fuego. El peso físico de la caja era mínimo en comparación con la carga emocional que llevaba dentro.—¡Maldito Ronan! —murmuré entre dientes, sintiendo cómo la frustración hervía en mi interior—. ¿Cómo puede ser tan insensible? ¿Acaso no ve las necesidades de su propia gente?Había pasado un año desde que asumí el rol de Luna en el reino del fuego. Un año desde que dejé atrás la opresión de ser la esposa de Magnus. Aquí, en esta nueva tierra, me sentía más libre, más útil, más viva. Había encontrado mi lugar entre los miembros de la manada, ganándome su respeto y confianza. Sin embargo, la relación con Ronan, el Alfa, era una constante fuente de conflicto.Sabía de su intensa relación con Livia. No era un secreto para nadie. Al principio, pensé que me molestaría, que sentiría celos o resentimiento. Pero, para mi sorpresa, no fue así.
ASTRIDMientras me despedía de los niños, Lucian me abrazó con fuerza, sus ojos reflejaban una tristeza que me partía el alma.—Te voy a extrañar, mamá —dijo con voz temblorosa.Le acaricié el cabello y le sonreí, intentando transmitirle tranquilidad.—Yo también te voy a extrañar, Lucian. Pero prometo que volveré pronto.Me incorporé y busqué a Freya con la mirada. Ella estaba a unos pasos de distancia, observándome con una expresión fría y distante. Me acerqué a ella, esperando algún gesto de afecto, pero su postura rígida y su mirada helada me detuvieron.—Cuídate, Freya —le dije suavemente.—Tú también —respondió sin emoción, antes de girarse y alejarse.Suspiré, sintiendo el peso de su indiferencia, y salí de la casa. Afuera, el grupo ya me esperaba: Rambo y su esposa Camila, Ronan, Marina y Livia. Al ver a esta última, una sensación de incomodidad se instaló en mi pecho. Sabía que no podía impedir que nos acompañara, pero su presencia siempre me resultaba perturbadora.Llevaba p
El bulto evidente en su vientre era innegable. Sentí que las fuerzas me abandonaban y que el suelo bajo mis pies se desvanecía.—Astrid, mantente firme. —susurró Ronan, notando mi estado.Tragué saliva y levanté la cabeza, obligándome a mantener la compostura. Las palabras de la Alfa del Agua se desvanecieron en el fondo mientras luchaba por controlar mis emociones.Magnus y Sigrid se colocaron a nuestro lado, y pude sentir la tensión en el aire. Los recuerdos de mi vida pasada con Magnus inundaron mi mente, mezclándose con la realidad de su nueva vida y el hijo que esperaba con Sigrid.La ceremonia continuó, pero para mí, todo se volvió borroso. Cada palabra, cada gesto, se sentía distante mientras intentaba procesar la revelación que acababa de enfrentar.Todos los alfas regresamos a nuestro lugar, traté de mantener la compostura. La noticia del embarazo de Sigrid era como mil afilados cuchillos penetrando todo mi cuerpo. —Tengo que salir de aquí. —le indiqué a Ronan, me moví
MAGNUS —¡¿Cómo diablos sucedió esto?! —rugí, girándome hacia los dos que permanecían en la habitación, testigos de mi ira contenida.El estudio quedó reducido a un caos de papeles desgarrados, muebles volcados y cristales rotos. El sonido de la madera astillándose y los objetos estrellándose contra las paredes era lo único que podía escucharse, además de mi propia respiración entrecortada por la furia. Mis manos ardían por la fuerza con la que había destrozado todo a mi paso, pero el dolor físico no era nada comparado con la rabia que me devoraba desde adentro.Astrid.Astrid, casada con Ronan.Ingrid, mi suegra, me observaba con miedo. A su lado, mi jefe de los Betas mantenía la cabeza gacha, con el rostro tenso y las manos cerradas en puños. Ninguno de los dos dijo nada.—¡Contesten! —bramé, golpeando con fuerza el escritorio, haciéndolo crujir bajo mi puño.Ingrid fue la primera en hablar.—No es mi culpa que tu querida ex esposa haya recurrido a algún truco sucio para convertirse
RONANCaminos Astrid y yo, hasta llegar al salón principal de la casa. Y allí estaba él, de pie, frente al retrato que dominaba la pared del salón, mi retrato. Magnus.Su postura relajada no me engañaba, ni la manera en la que inclinaba la cabeza, como si analizara la pintura con interés genuino. Jugaba a la indiferencia, pero yo conocía la rabia contenida en su pecho, el veneno que lo carcomía por dentro.—No me gusta —dijo finalmente, sin apartar la vista del lienzo. Su voz estaba impregnada de burla—. Aunque, pensándolo bien, lo que realmente no me gusta es tu cara.Reí de manera sarcástica, cruzándome de brazos.—Es curioso, Magnus. Pensé que la última vez que nos vimos te quedó claro que no eras bienvenido en mi territorio. ¿Acaso se te perdió algo?Magnus sonrió de lado y sacó un cigarrillo de su chaqueta. Lo encendió con lentitud, como si tuviera todo el tiempo del mundo.Sentí a Astrid tensarse a mi lado. —Podría decirse que sí —respondió, exhalando el humo lentamente antes
ASTRID Ajuste con una liga, mi cabello, una coleta alta era siempre mi peinado.—Está hermosa, mi luna. —me aduló Lila—. Y tiene un brillo especial en su rostro. —mencionó.Me sentía bien, tranquila a pesar del reencuentro con Magnus, verlo de nuevo me hizo afirmar que lo sentía ya nada más por él. Sonreí al verme en el espejo, me sentía bien conmigo misma. —¿O se debe a algo o alguien? —con su codo golpeó mi cintura, un claro gesto que sus palabras eran de doble sentido. —Estoy feliz conmigo misma, he superado a mi exesposo, solo hace falta que Ronan domine los cuatro reinos y me sentiré satisfecha.—Ya que menciona al Alfa… —Lila se escuchaba preocupada y molesta a la vez—. Livia pasó la noche con el Alfa en su habitación.Eso me hizo enojar de inmediato. —¡Es un inmoral! Se le olvida que sus hijos están frente a su habitación. Es que cuando lo vea le pondré mi espada en el cuello para advertirle que no quiero ver a Livia en la casa. Me llenaba de furia, porque Ronan no tenía
CAPÍTULO 17RONAN—No puedo creer que haya llegado a esto —murmuré para mí mismo, sintiendo la frustración mezclarse con una punzada de preocupación. No había sentimientos románticos entre nosotros; sabíamos que todo era un montaje, una farsa necesaria para el equilibrio de poder. Sin embargo, ver a Astrid vulnerable, a pesar de su fortaleza, me llenaba de una inquietud que jamás hubiera imaginado sentir.El médico la dejó sedad y luego sanó la herida. Fue en ese preciso instante cuando Lila irrumpió en la habitación, seguida de cerca por Elliot. —Astrid, tienes fiebre alta —dijo en tono urgente, mientras se arrodillaba a su lado y colocaba cuidadosamente paños de agua fría sobre su frente.Elliot, siempre atento, se acercó al cuerpo de Astrid.—Nosotros nos quedaremos a cuidarla. El resto del día y la noche, si hace falta —añadió.Yo fruncí el ceño, mirando a Elliot con una mezcla de desdén y desafío. No podía evitar sentir que sus palabras llevaban una especie de reproche sutil,
ASTRIDDos días han pasado desde aquel incidente en el bosque. Dos días desde que ese maldito león me atacó, desde que volví a enfrentar el miedo, el dolor… y la cercanía de Ronan.Mi pierna ha mejorado notablemente gracias a los cuidados del médico y al descanso, pero aún no estoy del todo bien. Aun así, Lucian y Freya han decidido que ya es hora de sacarme de la habitación.—¡Astrid, ven con nosotros al jardín! —suplicó Lucian por tercera vez en menos de cinco minutos.Freya se cruzó de brazos y rodó los ojos.—No podemos obligarla, Lucian —dijo, antes de girarse hacia mí con una sonrisa traviesa—. Pero si le dijera que es por una tarea importante, tal vez podría ayudarme…Fruncí el ceño con desconfianza.—¿Qué tipo de tarea?—Necesito información sobre alguien —respondió Freya con inocencia—. Y como tú eres la persona más cercana, creo que podrías darme los detalles que necesito.Sus palabras me intrigaron, ella siempre se había comportado conmigo de manera distante y ahora parecía