RONANCaminos Astrid y yo, hasta llegar al salón principal de la casa. Y allí estaba él, de pie, frente al retrato que dominaba la pared del salón, mi retrato. Magnus.Su postura relajada no me engañaba, ni la manera en la que inclinaba la cabeza, como si analizara la pintura con interés genuino. Jugaba a la indiferencia, pero yo conocía la rabia contenida en su pecho, el veneno que lo carcomía por dentro.—No me gusta —dijo finalmente, sin apartar la vista del lienzo. Su voz estaba impregnada de burla—. Aunque, pensándolo bien, lo que realmente no me gusta es tu cara.Reí de manera sarcástica, cruzándome de brazos.—Es curioso, Magnus. Pensé que la última vez que nos vimos te quedó claro que no eras bienvenido en mi territorio. ¿Acaso se te perdió algo?Magnus sonrió de lado y sacó un cigarrillo de su chaqueta. Lo encendió con lentitud, como si tuviera todo el tiempo del mundo.Sentí a Astrid tensarse a mi lado. —Podría decirse que sí —respondió, exhalando el humo lentamente antes
ASTRID Ajuste con una liga, mi cabello, una coleta alta era siempre mi peinado.—Está hermosa, mi luna. —me aduló Lila—. Y tiene un brillo especial en su rostro. —mencionó.Me sentía bien, tranquila a pesar del reencuentro con Magnus, verlo de nuevo me hizo afirmar que lo sentía ya nada más por él. Sonreí al verme en el espejo, me sentía bien conmigo misma. —¿O se debe a algo o alguien? —con su codo golpeó mi cintura, un claro gesto que sus palabras eran de doble sentido. —Estoy feliz conmigo misma, he superado a mi exesposo, solo hace falta que Ronan domine los cuatro reinos y me sentiré satisfecha.—Ya que menciona al Alfa… —Lila se escuchaba preocupada y molesta a la vez—. Livia pasó la noche con el Alfa en su habitación.Eso me hizo enojar de inmediato. —¡Es un inmoral! Se le olvida que sus hijos están frente a su habitación. Es que cuando lo vea le pondré mi espada en el cuello para advertirle que no quiero ver a Livia en la casa. Me llenaba de furia, porque Ronan no tenía
CAPÍTULO 17RONAN—No puedo creer que haya llegado a esto —murmuré para mí mismo, sintiendo la frustración mezclarse con una punzada de preocupación. No había sentimientos románticos entre nosotros; sabíamos que todo era un montaje, una farsa necesaria para el equilibrio de poder. Sin embargo, ver a Astrid vulnerable, a pesar de su fortaleza, me llenaba de una inquietud que jamás hubiera imaginado sentir.El médico la dejó sedad y luego sanó la herida. Fue en ese preciso instante cuando Lila irrumpió en la habitación, seguida de cerca por Elliot. —Astrid, tienes fiebre alta —dijo en tono urgente, mientras se arrodillaba a su lado y colocaba cuidadosamente paños de agua fría sobre su frente.Elliot, siempre atento, se acercó al cuerpo de Astrid.—Nosotros nos quedaremos a cuidarla. El resto del día y la noche, si hace falta —añadió.Yo fruncí el ceño, mirando a Elliot con una mezcla de desdén y desafío. No podía evitar sentir que sus palabras llevaban una especie de reproche sutil,
ASTRIDDos días han pasado desde aquel incidente en el bosque. Dos días desde que ese maldito león me atacó, desde que volví a enfrentar el miedo, el dolor… y la cercanía de Ronan.Mi pierna ha mejorado notablemente gracias a los cuidados del médico y al descanso, pero aún no estoy del todo bien. Aun así, Lucian y Freya han decidido que ya es hora de sacarme de la habitación.—¡Astrid, ven con nosotros al jardín! —suplicó Lucian por tercera vez en menos de cinco minutos.Freya se cruzó de brazos y rodó los ojos.—No podemos obligarla, Lucian —dijo, antes de girarse hacia mí con una sonrisa traviesa—. Pero si le dijera que es por una tarea importante, tal vez podría ayudarme…Fruncí el ceño con desconfianza.—¿Qué tipo de tarea?—Necesito información sobre alguien —respondió Freya con inocencia—. Y como tú eres la persona más cercana, creo que podrías darme los detalles que necesito.Sus palabras me intrigaron, ella siempre se había comportado conmigo de manera distante y ahora parecía
RONANLa mesa de la reunión estaba rodeada por los betas de mayor confianza de mi manada. Rambo, con su presencia imponente y su esposa Camina a su lado, siempre leal. Livia, con su actitud desconfiada y estratégica. Los otros dos betas, Varian y Tobías, escuchaban atentamente.La política entre los reinos siempre ha sido un juego de estrategia y poder, y yo, como Alfa del Fuego, tenía que jugar bien mis cartas.Rambo fue el primero en hablar.—La Alfa del Agua está dispuesta a negociar —anunció con firmeza—. Ha dejado claro que respeta las decisiones de su difunto esposo y está abierta a una alianza con nosotros.Me incliné ligeramente hacia adelante, evaluando la información.—Eso son buenas noticias —dije, meditando las implicaciones—. Solo nos falta conseguir una alianza con los Alfas del Reino de la Tierra. Si logramos eso, tendremos el dominio completo de los territorios.Livia no tardó en expresar su escepticismo.—No confío en la Alfa del Agua —dijo con frialdad—. Es astuta. N
MAGNUS Mi hijo.Mi heredero.Mi sangre.Me incliné sobre la cuna y lo observé en silencio. Su piel era suave y cálida, su diminuto cuerpo apenas ocupaba espacio en las mantas gruesas. Sus manos, aún débiles, se aferraban al aire como si buscara algo más que no podía entender.Él será un Alfa fuerte.El más poderoso del Reino del Viento.El orgullo se hinchó en mi pecho mientras recorría con la mirada cada pequeño rasgo de su rostro. Era perfecto. Mi legado.De repente, unas manos suaves se deslizaron sobre mis hombros.—Magnus… —susurró Sigrid contra mi piel.Sentí sus labios rozando mi cuello, el calor de su cuerpo cubierto solo por una bata de seda.—Podemos aprovechar el tiempo, mientras el bebé despierta. Pero no reaccioné.—Estás frío conmigo —susurró, mordiendo suavemente mi piel.Me retiré bruscamente.Sigrid frunció el ceño.—¿Qué te pasa? —espetó—. Desde que viste a Astrid te has alejado de mí.No respondí.—¡Mírame, Magnus! —exigió, alzando la voz—. Me tratas como si solo
ASTRIDEl sol se filtraba entre las copas de los árboles, proyectando sombras danzantes sobre la hierba húmeda. El aroma de la tierra y las hojas me envolvía mientras me movía en el jardín, lanzando golpes precisos contra Elliot. Mi pierna aún dolía, pero era soportable. No podía permitirme descansar, no cuando tenía tantas cosas en mi mente.Elliot detuvo el entrenamiento antes de que yo lo hiciera.—No estás concentrada —dijo, cruzándose de brazos—. ¿Quieres decirme qué te pasa o tengo que adivinar?Respiré hondo. Sabía que no tenía sentido ocultárselo.—Anoche escuché a Ronan y Claudia hablando.Elliot arqueó una ceja, expectante.—Claudia quiere casarse con Ronan —solté de golpe—. Descubrió que mi collar es falso.Elliot no pareció sorprendido.—Y, ¿cuál es el problema?Lo fulminé con la mirada.—¿Cómo que cuál es el problema?Él se encogió de hombros.—Astrid, eso sería la solución a todo. Podrías liberarte de este matrimonio. Ronan lograría su propósito. Con el Reino del Agua y
ASTRIDRonan me besó.Y no fue un beso cualquiera.Fue intenso, salvaje, lleno de rabia y deseo.Durante un par de segundos luché contra el impulso. Lo juro. Mi mente gritaba que lo alejara, que lo empujara, que no cayera en ese juego… pero mis labios…Mis labios no la escucharon.Se rindieron.Se rindieron al roce de su boca, a la fuerza con la que sus manos me sostenían, al calor abrumador que explotaba en cada rincón de mi cuerpo. Quería apartarlo, de verdad. Pero en cuanto su lengua se deslizó dentro de mi boca, todo pensamiento coherente se desvaneció.Mis manos —malditas traidoras— se aferraron a su cuello.Y fue como si el mundo desapareciera, como si solo existiéramos él y yo, en medio de ese fuego incontrolable que nos devoraba vivos.Ronan me soltó las muñecas. Su tacto se deslizó por mis costados, lento, casi reverente, y después más atrevido, más exigente. Su cuerpo se frotó contra el mío, firme, potente.Gemí.Era un gemido que llevaba demasiado tiempo conteniéndose. Una