Un Hallazgo Inexplicable

Un escalofrío le recorrió la espalda, no era solo el viento, ni la sugestión. Algo latía detrás de la roca. Algo agonizaba. Una energía antigua y sofocante se filtraba a través de la piedra, como un susurro desesperado, mientras tanto la tarde estaba desapareciendo, en su lugar un anochecer bañado por la luz de la luna llena se hacía presente.

—Dante… —musitó Archer, con la voz repentinamente grave—. Hay algo detrás de la roca.

Dante dejó de sonreír. Su expresión se endureció, como si su instinto de aventura se tornara en una certeza inquebrantable.

—Entonces vamos.

Ambos rodearon la piedra y la escena ante ellos desafiaba toda lógica.

Allí, sobre la arena, yacía una figura inmóvil. Una mujer... No. Una sirena, aquellos seres mitológicos que solo eran reconocidas en obras y literatura de la antigua Grecia…No podían ser real, pero ahí estaba, era real.

Su piel pálida brillaba bajo la tenue luz, su cabello rosa con tonos violeta caía en desorden sobre su rostro. Pero algo no estaba bien. No se movía. No reaccionaba a su presencia, sus brazos estaban marcados por moretones oscuros, como si hubiera luchado con algo... o alguien.

Archer y Dante sintieron un escalofrío recorrerle la espalda, los dos amigos miraron fijamente aquella figura, sus emociones eran un mescla de incredulidad, confusión y asombro.

Archer se acercó lentamente donde yacía el cuerpo de aquel ser místico, su cabeza le decía << ¡Detente!>> pero su cuerpo le decía lo contrario, se arrodilló para quedar a su altura y con manos temblorosas, apartó los mechones de su rostro.

Entonces… la sirena abrió los ojos.

Sus miradas se encontraron… Aquellos ojos de color miel llamaron la atención de Archer... la sirena tembló, su cuerpo se arqueó apenas con un leve movimiento y una mueca de dolor cruzó en su bello rostro. Fue ese gesto lo que hizo que Archer desviara la mirada. La sangre.

Un líquido oscuro se mezclaba con la arena y un corte muy profundo se hacía visible casi a la altura de sus costillas.

Archer la tomó en sus brazos sin dudarlo, no importaba que fuese una sirena o algún otro ser, no ahora, alguien estaba herido y necesitaba ayuda, era lo único que realmente le importaba; ese es Archer, valiente y decidido, dispuesto a proteger a quien estuviera en peligro.

Sintió su piel fría y húmeda contra la suya. Su respiración era errática, su corazón un tambor frenético en el pecho. Tenía que hacer algo. ¡Tenía que salvarla! Pero…

La sirena lo detuvo.

No con palabras, sino con un simple gesto. Negó con la cabeza, sus ojos brillando con la tristeza de quien ya ha aceptado su destino. No había nada que hacer. Nadie en tierra firme podía ayudarla. Su única salvación yacía en las profundidades, en un mundo al que él jamás podría llegar, al menos no como humano.

Con la última brizna de fuerza que le quedaba, levantó la mano y la posó sobre el rostro de Archer, su mirada era gentil, ella quería transmitirle unas palabras a aquel humano que trataba de ayudarla, sin embargo, aquellas palabras no lograron salir de su boca porque su vida se estaba agotando, quería decir << gracias por tratar de ayudarme, aun sabiendo lo que soy >>. Su tacto era débil, casi inexistente. Y entonces… una sonrisa. Pequeña, quebradiza, rota. Un último respiro.

Y luego, nada.

Archer la sostuvo con fuerza, su cuerpo temblando, su mente negándose a aceptar lo inevitable. No. Su piel se tornaba fría como la muerte, aún reposaba en sus brazos. No. Sus labios, entreabiertos, parecían querer pronunciar una última palabra que nunca llegó. ¡NO!

Pero nada de eso importaba ahora. Nada.

Solo quedaba el cuerpo frío de la sirena en sus brazos. Y la pregunta que le carcomía el alma.

¿Qué demonios iba a hacer ahora?

¿Dejarla en la arena como si fuera solo un despojo del mar?, ¿Cargar con ella y arriesgarse a que lo llamaran loco?, ¿O devolverla al océano… al lugar del que nunca debió haber salido?

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