— Hermano, tenemos que… — Dante comenzó a hablar, pero sus palabras murieron en su garganta.
Algo estaba mal.
El aire se tornó denso, sofocante. La playa, que momentos antes estaba viva con el sonido del viento y las olas, se sumió en un silencio sepulcral. Demasiado silencioso. El viento ya no mecía las palmeras. El mar… estaba inquietantemente quieto. Como si estuviera conteniendo la respiración, como si estuviera observando.
Dante sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Y entonces, como si la naturaleza misma respondiera a un llamado invisible, el mar despertó con una violencia aterradora, revelando enormes olas llenas de furia.
—¡Archer! —gritó Dante, su voz teñida de urgencia—. ¡Tenemos que irnos ahora o la corriente nos arrastrará!
No hubo tiempo para dudas. Las olas se alzaron de golpe, chocando contra las rocas con una furia inhumana. El agua salpicó a su alrededor, helada como la muerte.
Archer se puso de pie, sujetando con fuerza el cuerpo de la sirena, dispuesto a correr… cuando lo escucharon.
—Archer… si te atreves a llevarla, no saldrás vivo de aquí —
La voz emergió de entre las olas. Grave. Firme. Implacable.
Ambos quedaron petrificados. Se miraron, buscando confirmación en los ojos del otro. ¿Lo oíste? ¿Fue real?, Pero lo supieron antes de siquiera responderse.
Porque lo sintieron.
Alguien estaba allí, detrás de ellos. Observándolos. Esperándolos.
El aire se volvió más pesado. Un hormigueo recorrió su piel. No estaban solos.
Lentamente, como si un solo movimiento brusco pudiera sellar su destino, se dieron la vuelta.
Y lo que vieron…
Les hizo desear jamás haber pisado esa playa.
La sombra de un guerrero se extendía sobre ellos como un presagio de muerte. Alto, de cuerpo esculpido, su sola presencia emanaba poder y peligro. Su espada brillaba bajo la tenue luz de la luna, sedienta de combate.
Pero lo más inquietante no era su arma ni su imponente porte, sino sus ojos: un resplandor violeta con tonos azules muy amenazador, frío como la noche antes de una batalla.
Tenía el porte de un príncipe, su mandíbula bien definida, la rectitud de su nariz y la intensidad de sus ojos le daban un aire de misterio y nobleza. Su cabello negro azulado, siempre en un desorden cuidadosamente calculado que brillaban bajo la luz de la luna. Pero su rostro, su expresión era de piedra, su determinación inquebrantable.
—Archer… — su voz retumbó como un trueno contenido — No lo repetiré. Dame a la nereida y me marcharé —
Las palabras cayeron sobre Archer como un golpe al pecho. Por un instante, el mundo pareció detenerse. El miedo estaba allí, acechante, recordándole lo pequeño que era ante un enemigo como ese.
Pero este no era Archer, no podía serlo, ¿dónde quedó el ser valiente?, ¿el que no se dejaba doblegar? … el podrá ser un simple humano, pero no se rendiría sin antes dar pelea, fue entonces que algo dentro de él rugió, sofocando cualquier vestigio de duda. El miedo se quebró como un cristal hecho trizas, dejando solo una llama encendida en su interior.
Su brazo se cerró con fuerza alrededor de la sirena, sus ojos reflejaban el mismo fuego que ardía en su pecho.
—¡No te la llevarás! —su voz fue un filo de acero cortando la tensión—. ¡Antes tendrás que atravesarme primero! __ rugió Archer sin una pisca de vacilación.
El destino ya estaba escrito, solo uno de los dos saldría de aquel enfrentamiento y era más que seguro que el guerrero fornido se llevaría la victoria.
El imponente hombre lo observó fijamente, y por un instante, algo en su mirada destelló con reconocimiento.
Luego, soltó una carcajada que resonó como un trueno en la noche. No era una risa burlona, sino una llena de ironía, como si la escena vivida en estos instantes le recordara escenas del pasado.
—Ja, ja, ja… No cabe duda — sus ojos brillaban con un deje de nostalgia y desdén — No has cambiado en nada Archer. Tu determinación sigue ardiendo como aquella vez, digno de la realeza —
El mundo de Archer pareció tambalearse.
—¿Realeza…? — sus palabras salieron entrecortadas, llenas de incredulidad — ¿De qué hablas, quien carajos eres?, ¿Por qué estás aquí? —lo interrogó, pero no obtuvo respuesta, su mente era un torbellino. ¿Cómo podía este hombre conocer su nombre?El guerrero suspiró, como si no tuviera paciencia para explicaciones.—No hay tiempo para esto. Me la llevaré… y tú podrás regresar a tu "mundo" — respondió el guerrero.Archer apenas tuvo un segundo para reaccionar.En un abrir y cerrar de ojos, el guerrero extendió una mano y un destello de magia envolvió a la nereida. Desapareció de su lado en un instante.El guerrero miró el rostro de aquella joven y luego sus ojos recorrieron cada parte se su cuerpo, los ojos de aquel hombre mostraron tristeza y furia al mismo tiempo, pero… no había tiempo para más, él tenía que regresar.Entonces comenzó a caminar hacia el agua, sumergiéndose lentamente con la nereida en sus brazos. Archer intentó correr tras él, pero Dante lo detuvo de un fuerte tirón fi
—¿Qué…?, oye, sé que lo que vimos anoche está fuera de nuestra realidad, pero… — Archer se quedó a mitad de su oración cuando Dante lo interrumpió.—Tú y yo… ambos pertenecemos al océano — dijo Dante muy seguro de sí.El aire se tornó pesado. Las palabras de Dante flotaban en el espacio entre ellos como una verdad imposible, una revelación que Archer no estaba listo para aceptar.—Lo que viste ayer… — Dante continuó, con una gravedad que Archer jamás había escuchado en su voz — es solo un fragmento de lo que somos capaces de hacer—*Silencio*Archer sintió que el suelo bajo sus pies se volvía inestable, como si la marea estuviera a punto de arrastrarlo lejos de todo lo que alguna vez creyó real.El mundo que conocía acababa de desmoronarse.—¡Hace cuánto lo sabes?! ¡Dímelo! — Archer estaba furioso, creyendo que él sabía de las sirenas y no hizo nada por evitar que se la llevaran. Su voz retumbó entre ellos como un trueno ahogado por el viento. Se adelantó, con el corazón latiendo con
El mundo dejó de ser sombras y se convirtió en luz. El océano ya no era oscuro ni desconocido. Lo veía todo, cada detalle del océano se reveló ante sus ojos.La danza de los peces, las estrellas de mar aferradas a las rocas, el ir y venir de las algas, incluso la fosforescencia del plancton flotando como polvo de estrellas. Era hermoso, al igual que el, su gran aleta fue descubierta, un color negro turquesa nacarado, brillante y reluciente, digno de un miembro de la familia real.Dante se impulsó hacia adelante y su nuevo cuerpo respondió con una agilidad sobrehumana. No necesitaba aprender a nadar de nuevo. No, él ahora era rápido, libre, fuerte, sus movimientos eran naturales, instintivos. Como si siempre hubieran estado ahíPasaron los minutos y una ráfaga de recuerdos lo atravesaron.Chispazos de memorias olvidadas irrumpieron en su mente. Imágenes desordenadas. Voces ahogadas en el tiempo.—Estás de vuelta — susurró la voz cálida por última vez, desapareciendo entre las aguas.Fi
El silencio cayó entre ellos como una tormenta inesperada. La expresión de Amanda pasó de la confusión a la sospecha.Recordaba perfectamente haber visto a Dante en la fiesta, alrededor de las once de la noche. Él le había prometido ir por unos tragos… ya que después irían a un lugar más “privado” … pero nunca regresó. Hasta ahora.Dante mantuvo la compostura, pero dentro de su cabeza las piezas no encajaban. ¿Siete días? Imposible. Para él, solo había sido una noche en aquel lugar.—Oh… claro… qué tonto soy — respondió con una risa forzada, dándole un codazo a Archer—. Se sintió como ayer, ¿verdad, hermano?Archer captó la señal y se encogió de hombros con su clásica actitud imperturbable.—Sí. La celebración estuvo aburrida, así que buscamos algo más… entretenido. Supongo que la diversión se nos fue de las manos — responde Archer.Pero en su interior, Archer no estaba tan tranquilo, el tiempo fluía distinto en ese otro lugar, sí, pero… se sintió como una noche normal. ¿Cómo era posi
Ella había renunciado a su pasado, a su lealtad, a todo lo que alguna vez fue. Solo quería una vida tranquila, lejos del conflicto entre los reyes del océano. Y ahora, dos de ellos la estaban persiguiendo.Su mente trabajó rápido, atando cabos.—Solo Dante me ha reconocido… —su expresión se tensó—. Lo que significa que solo él ha recuperado la memoria. Archer aún no puede recordar…Su estómago se revolvió con un mal presentimiento.—Maldición… esa es la razón por la que me buscan. Dante quiere volver al mar y llevarse a Archer con él — pensó Maliza para sus adentros.Y no podía permitirlo.Se giró sobre sus talones, dispuesta a huir, pero Dante y Archer ya estaban tras ella. El sonido de sus pisadas resonaba en la calle angosta, cada vez más cerca. Su corazón latía con fuerza.Dobló por un callejón estrecho, intentando perderlos entre la maraña de edificios, pero Dante ya estaba al comienzo del paso. Giró en la otra dirección, tratando de escapar por la salida opuesta… solo para encon
Archer sintió la sangre arderle en las venas. El recuerdo de su último enfrentamiento con Alan seguía vivo en su mente, una herida que aún supuraba rabia. Sus músculos se tensaron, listo para abalanzarse sobre él, pero la mano firme de Dante en su hombro lo detuvo. >Alan soltó una risa baja, burlona, ladeando la cabeza con una chispa de diversión en la mirada, como si disfrutara del espectáculo.Maliza respiró hondo tratando de calmar su corazón y, con una leve reverencia, murmuró:—¿En qué puedo servirle, mi príncipe? —Su voz estaba impregnada de respeto, pero también de una cautela bien medida. Alan no era solo un príncipe; era una leyenda viviente en los océanos, temido y admirado por hazañas que habían cambiado la historia. Y, sobre todo, por lo ocurrido hace un siglo… el mismo día en que Archer y Dante perdieron su mitad sirénida.Alan se inclinó levemente hacia adelante, con la confianza de alguien que tiene el control abs
Alan no se detuvo.—Además, Archer debe cumplir su condena lejos del agua. Si vuelve, los reinos se alzarán en su contra. Y todos sabemos cómo terminará eso.El aire se tornó aún más denso con sus palabras, como si un peso invisible se hubiera posado sobre ellos. La mirada de Maliza era intensa, pero su voz permaneció serena, aunque cargada de un dolor silencioso:—He investigado durante años fuera del océano —intervino, su tono grave, como si hablara de un secreto demasiado grande para compartir—. Sabía que este día llegaría. Síganme… es hora de que vean la verdad.La tensión aumentó, atrapando a todos en un silencio pesado mientras la seguían. No había más palabras, solo la creciente presión de lo que estaba por revelarse. La habitación secreta a la que Maliza los condujo era un santuario de sombras y magia olvidada, un espacio que parecía existir fuera del tiempo.El ambiente dentro era casi tangible, como si las paredes respiraran con la misma vitalidad del océano. La brisa marina
*** Los primeros sirénidos ***Una tarde como cualquier otra, Perséfone, guardiana de la primavera, se bañaba frente al mar. Su única compañía eran sus ninfas: Mazia, Atargatis y Rabana, quienes entonces podían transformarse en seres híbridos, mitad humano y mitad ave. A lo lejos, sus escoltas, los hombres jóvenes: Oánes y Varión, vigilaban la costa sin sospechar el destino funesto que se cernía sobre ellos.El sol doraba la piel de Perséfone mientras se despojaba de sus prendas para sumergirse en el agua. Pero no estaba sola. Un par de ojos la devoraban desde las sombras. Hades, señor del Inframundo, la observaba con deseo. En un descuido fatal de sus ninfas y escoltas, Hades irrumpió como un vendaval, atrapándola entre sus brazos. Perséfone apenas tuvo tiempo de lanzar un grito antes de ser arrebatada para siempre.El castigo no tardó en llegar. Como penitencia por su fracaso, las ninfas y los escoltas fueron desterrados a las profundidades del océano. Sus alas les fueron arrebatada