El silencio cayó entre ellos como una tormenta inesperada. La expresión de Amanda pasó de la confusión a la sospecha.Recordaba perfectamente haber visto a Dante en la fiesta, alrededor de las once de la noche. Él le había prometido ir por unos tragos… ya que después irían a un lugar más “privado” … pero nunca regresó. Hasta ahora.Dante mantuvo la compostura, pero dentro de su cabeza las piezas no encajaban. ¿Siete días? Imposible. Para él, solo había sido una noche en aquel lugar.—Oh… claro… qué tonto soy — respondió con una risa forzada, dándole un codazo a Archer—. Se sintió como ayer, ¿verdad, hermano?Archer captó la señal y se encogió de hombros con su clásica actitud imperturbable.—Sí. La celebración estuvo aburrida, así que buscamos algo más… entretenido. Supongo que la diversión se nos fue de las manos — responde Archer.Pero en su interior, Archer no estaba tan tranquilo, el tiempo fluía distinto en ese otro lugar, sí, pero… se sintió como una noche normal. ¿Cómo era posi
Ella había renunciado a su pasado, a su lealtad, a todo lo que alguna vez fue. Solo quería una vida tranquila, lejos del conflicto entre los reyes del océano. Y ahora, dos de ellos la estaban persiguiendo.Su mente trabajó rápido, atando cabos.—Solo Dante me ha reconocido… —su expresión se tensó—. Lo que significa que solo él ha recuperado la memoria. Archer aún no puede recordar…Su estómago se revolvió con un mal presentimiento.—Maldición… esa es la razón por la que me buscan. Dante quiere volver al mar y llevarse a Archer con él — pensó Maliza para sus adentros.Y no podía permitirlo.Se giró sobre sus talones, dispuesta a huir, pero Dante y Archer ya estaban tras ella. El sonido de sus pisadas resonaba en la calle angosta, cada vez más cerca. Su corazón latía con fuerza.Dobló por un callejón estrecho, intentando perderlos entre la maraña de edificios, pero Dante ya estaba al comienzo del paso. Giró en la otra dirección, tratando de escapar por la salida opuesta… solo para encon
Archer sintió la sangre arderle en las venas. El recuerdo de su último enfrentamiento con Alan seguía vivo en su mente, una herida que aún supuraba rabia. Sus músculos se tensaron, listo para abalanzarse sobre él, pero la mano firme de Dante en su hombro lo detuvo. >Alan soltó una risa baja, burlona, ladeando la cabeza con una chispa de diversión en la mirada, como si disfrutara del espectáculo.Maliza respiró hondo tratando de calmar su corazón y, con una leve reverencia, murmuró:—¿En qué puedo servirle, mi príncipe? —Su voz estaba impregnada de respeto, pero también de una cautela bien medida. Alan no era solo un príncipe; era una leyenda viviente en los océanos, temido y admirado por hazañas que habían cambiado la historia. Y, sobre todo, por lo ocurrido hace un siglo… el mismo día en que Archer y Dante perdieron su mitad sirénida.Alan se inclinó levemente hacia adelante, con la confianza de alguien que tiene el control abs
Alan no se detuvo.—Además, Archer debe cumplir su condena lejos del agua. Si vuelve, los reinos se alzarán en su contra. Y todos sabemos cómo terminará eso.El aire se tornó aún más denso con sus palabras, como si un peso invisible se hubiera posado sobre ellos. La mirada de Maliza era intensa, pero su voz permaneció serena, aunque cargada de un dolor silencioso:—He investigado durante años fuera del océano —intervino, su tono grave, como si hablara de un secreto demasiado grande para compartir—. Sabía que este día llegaría. Síganme… es hora de que vean la verdad.La tensión aumentó, atrapando a todos en un silencio pesado mientras la seguían. No había más palabras, solo la creciente presión de lo que estaba por revelarse. La habitación secreta a la que Maliza los condujo era un santuario de sombras y magia olvidada, un espacio que parecía existir fuera del tiempo.El ambiente dentro era casi tangible, como si las paredes respiraran con la misma vitalidad del océano. La brisa marina
*** Los primeros sirénidos ***Una tarde como cualquier otra, Perséfone, guardiana de la primavera, se bañaba frente al mar. Su única compañía eran sus ninfas: Mazia, Atargatis y Rabana, quienes entonces podían transformarse en seres híbridos, mitad humano y mitad ave. A lo lejos, sus escoltas, los hombres jóvenes: Oánes y Varión, vigilaban la costa sin sospechar el destino funesto que se cernía sobre ellos.El sol doraba la piel de Perséfone mientras se despojaba de sus prendas para sumergirse en el agua. Pero no estaba sola. Un par de ojos la devoraban desde las sombras. Hades, señor del Inframundo, la observaba con deseo. En un descuido fatal de sus ninfas y escoltas, Hades irrumpió como un vendaval, atrapándola entre sus brazos. Perséfone apenas tuvo tiempo de lanzar un grito antes de ser arrebatada para siempre.El castigo no tardó en llegar. Como penitencia por su fracaso, las ninfas y los escoltas fueron desterrados a las profundidades del océano. Sus alas les fueron arrebatada
Cuando terminó, intentó ponerse de pie. Tambaleó unos segundos antes de recuperar el equilibrio. Miró hacia el horizonte. El mar la llamaba, susurrándole en un lenguaje que solo ella entendía.—Pero... ¿cómo regresaré al océano con este cuerpo? —murmuró, preocupada.Entonces, como si el propio mar le respondiera, sintió una necesidad apremiante de sumergirse. No era un simple deseo; era un instinto. Un mandato.Con paso titubeante, avanzó hacia la orilla. Las olas lamieron sus pies, invitándola a seguir. Cuando el agua cubrió sus muslos, un torbellino de magia la envolvió. Rabana cerró los ojos y se entregó al llamado del océano.Cuando despertó, su aleta había vuelto. Pero algo era diferente.Se sentía más fuerte. Más veloz. Su visión bajo el agua era más nítida que nunca. Podía percibir las vibraciones de los seres acuáticos, sentir su energía recorrer su cuerpo.Y, por primera vez, sintió magia en sus venas.Rabana miró sus manos con asombro. —Puedo hacer magia… —susurró, casi sin
—Esta noche, a la medianoche —anunció con voz vibrante—, todos podrán recuperar su forma humana. Y cuando regresen al agua, recibirán un don. Una magia única que les permitirá recuperar y controlar su mitad sirena.Mazia contuvo el aliento, sus ojos brillando con emoción. Sin dudarlo, se lanzó a abrazar a Rabana.— Gracias… gracias por esto.Pero mientras el entusiasmo crecía en unos, en otros solo ardían la envidia y el deseo insatisfecho. La noche prometía ser inolvidable… pero no todos recibirían la magia con el mismo corazón.— Volveré a ser humana… aún puedo conquistar el corazón de Varión. — Atargatis se susurró a sí misma, sus labios se curvaron en una sonrisa venenosa.Los cinco aguardaron con impaciencia la llegada de la medianoche. Rabana, con su enigmática calma, les entregó túnicas finas, instruyéndolos sobre el proceso. Sus corazones latían con frenesí. Y entonces, cuando el último segundo se escurrió de la noche, sucedió.Las colas desaparecieron. Las escamas se desvanec
La oscuridad se filtró entre las aguas y el reino quedó al borde del colapso. Sin embargo, al final, con el sacrificio de Varión y su gente lograron lo impensable: sellaron la maldición y, con ella, a Atargatis en una cueva abismal, en lo más profundo del océano.Allí quedó atrapada, restringida por barreras impregnadas con la esencia de los más fuertes: Varión, Mazia, Oánes, Rabana, Maliza, Calipso y los aprendices que sacrificaron su energía para sellarla y purificar el océano de su maldición.}.Pero la victoria no trajo paz.Consumida por la culpa, Incapaz de borrar la traición que había cometido, Calipso desapareció. Nadie volvió a saber de ella. Buscó refugio lejos de cualquier rey o criatura sirénida, como si la distancia pudiera borrar el caos de una tormenta desatada.Maliza, en cambio, comprendió que Marabí ya no era su hogar. Demasiadas caras conocidas se habían desvanecido, demasiados recuerdos la atormentaban. Clifford se convirtió en su refugio.Los siglos pasaron, pero la