Reino de Marabí:Los reyes Argos Dumont y Leila ya habían comenzado los preparativos. No necesitaron mensajeros ni advertencias: lo supieron en cuanto sintieron una vibración antigua recorrer las aguas. El corazón de una madre, el instinto de un rey... ambos lo presintieron en el instante exacto en que sus hijos cruzaron el umbral del mar.Habían regresado.Pero no todo era júbilo.En la mente de los príncipes, las emociones se agitaban como una tormenta subacuática. Había ilusión, sí… pero también dudas.Volver al reino era como cruzar una puerta sellada por el tiempo y el miedo. Quizá sus padres los abrazarían con el alma, pero… ¿y el resto de Marabí? ¿Los recordaría con afecto… o con desconfianza?Maliza sentía el corazón latirle con fuerza. El solo pensar en volver al reino que la vio nacer la llenaba de una emoción que apenas podía controlar. Aquel paisaje se había borrado poco a poco de su memoria tras tantos años viviendo en Clifford, pero algo en su interior vibraba como si la
Frente a sus ojos, se extendía un paisaje que parecía arrancado de un sueño olvidado. ¿De dónde había salido todo eso? Archer, Dante, Alan y Maliza apenas podían parpadear, atrapados por el hechizo de lo que se desplegaba ante ellos.Al cruzar las puertas que custodiaban el ingreso al reino, una lluvia de perlas danzó sobre sus cabezas, y una corriente cálida los envolvió con la suavidad de un susurro ancestral. Trompetas de coral resonaron desde las alturas, mientras un coro de sirenas entonaba melodías tan antiguas como el mar mismo, envolviendo el aire en un halo de magia pura.—Woh… —fue todo lo que Maliza alcanzó a decir, hipnotizada por la calidez y esplendor de la bienvenida.—Esto es… impresionante —murmuró Alan, soltando una risa leve, casi incrédula, al contemplar la belleza desbordante que los rodeaba.Todo, absolutamente todo en el reino de Marabí, parecía vibrar con vida propia. Los corales, tallados con formas imposibles, resplandecían con tonos iridiscentes, y las perla
En Marabí, la celebración por el regreso de los príncipes seguía viva como un fuego encendido. Risas, danzas y música llenaban cada rincón del reino. El ambiente vibraba con alegría, con esperanza, con el renacer de una era. Pero nadie imaginaba que, justo en medio del júbilo, la oscuridad despertaría.Sin aviso previo, la barrera comenzó a resquebrajarse.Uno de los músicos, acostado cerca del límite mágico, se detuvo al ver cómo un líquido oscuro, espeso como tinta y ajeno a toda pureza marina, comenzaba a escurrirse por las paredes de coral. Su aliento se cortó. Los dedos que antes danzaban sobre las cuerdas ahora temblaban en silencio.Sus compañeros lo imitaron. La música se apagó.Y entonces, el grito rasgó el aire como una espada: —¡La barrera se ha roto!El clamor se esparció como pólvora. Donde antes hubo carcajadas, ahora solo había gritos. Gritos ahogados por el terror, por la desesperación de quienes veían cómo la sombra negra comenzaba a infiltrarse en su mundo.Marabí
Los otros reinos comenzaron a agitarse como un océano antes de la tormenta. Las órdenes se esparcieron como un eco oscuro que no dejaba espacio para la duda: Archer debía ser encontrado. Y castigado.En el corazón del reino de Clifford, el rey Tyler se alzaba como un titán implacable y su voz rompía el silencio como un trueno en lo profundo.— No permitiré que Archer se burle de nosotros. Él desató el caos, y el caos no quedará sin castigo. Sus palabras eran espadas. Cada sílaba pesaba como una condena.Frente a él, un batallón entero de guerreros esperaba en formación. Tridentes listos. Mandíbulas apretadas. Ninguno se atrevía a respirar más de lo necesario.—Erlys, alista tu escuadrón. Partirás junto a las fuerzas especiales de Paradise. Que no quede rincón sin rastrear. Que no quede sombra sin quebrar.Ella no respondió de inmediato.Su mirada cortó el aire con más filo que cualquier arma. Asintió lentamente, y aunque sus labios permanecieron sellados, su aura hablaba por ella. Osc
La batalla había comenzado. Frente a los colosales monstruos marinos, Argos, el rey de Marabí, no podía permanecer inmóvil. Ver a su hijo luchar solo removía algo profundo en su pecho. Quizás el verdadero enemigo también estaría fuera... pero su hijo estaba ahí, y eso era razón más que suficiente para tomar las armas y unirse a la cacería.Dante, al ver la firmeza en los ojos de su padre, no dudó en seguirlo. Luchar junto a Archer no era solo un deber, era un honor.—Por favor, tengan cuidado —la voz de Leila resonó como una orden disfrazada de súplica. No permitiría ni una sola pérdida más.Apenas cruzaron el umbral de la barrera protectora, las criaturas se lanzaron sobre ellos con furia. No hubo tiempo para cerrar el paso. En medio del caos, dos aletas rápidas como sombras se deslizaron por la grieta abierta. Para cuando el escudo fue restablecido, ya era demasiado tarde: un par de ojos afilados observaban desde el corazón mismo del reino de Marabí.— ¿Archer…? —la mirada cortante d
Se precipitaron hacia el interior, moviéndose con la agilidad que solo poseían los hijos del océano. Dante fue el primero en cruzar la entrada, tras él, Archer y Ermys se deslizaron como destellos azules, seguidos de cerca por Argos. Tyler y Brandon cerraron la formación, sus cuerpos cortando el agua con fuerza contenida.Apenas el último hubo pasado, Leila cerró la barrera de un golpe seco. Una de las bestias, en su ciego afán por atraparlos, impactó brutalmente contra la superficie invisible, emitiendo un rugido desgarrador, el choque fue brutal que estremeció a todo el pueblo de Marabí.Desde los escondites, los sirénidos de Marabí comenzaron a emerger, sus siluetas etéreas flotando hacia la plaza real. Bajo la luz verdosa que filtraban los corales, los reyes, que horas antes habían descendido con rostros endurecidos y lanzas listas, ahora permanecían en un silencio denso, casi reverente. La marea de hostilidad había cedido; en su lugar, un respeto forzado se impregnaba en cada bur
— Hermano... Debes estar loco. ¿ Te das cuenta de a dónde nos estás llevando? A este paso vamos a perdernos en el bosque — gruñó uno de ellos, mirando con inquietud la espesura que los rodeaba.— Vamos, no seas aguafiestas. Confía es mi, se a dónde vamos — respondió su amigo con seguridad, aunque por dentro una duda helada le recorrió la espalda — o es creo — pensó, lanzándole una sonrisa que no lograba ocultar del todo su inquietud.—¡Oh, rayos! ¿Yo? ¿ Un aguafiestas? Por si no lo sabes, acabamos de dejar una fiesta en la cuidad, con música, licor y ... Amanda. Sí, Amanda. Es este preciso instante podría estar con ella celebrando el cambio de luna. Pero no, a mí brillante amigo se le ocurrió que un paseo nocturno por el bosque era una mejor idea, genial—El otro no respondió de inmediato. Sus ojos se clavaron en la silueta de la colina a los lejos, como si algo en ella lo llamara. Cuando habló, su voz sonó extrañamente seria:— Algo está pasando Dante. No sé que es, pero necesito segu
Un escalofrío le recorrió la espalda, no era solo el viento, ni la sugestión. Algo latía detrás de la roca. Algo agonizaba. Una energía antigua y sofocante se filtraba a través de la piedra, como un susurro desesperado, mientras tanto la tarde estaba desapareciendo, en su lugar un anochecer bañado por la luz de la luna llena se hacía presente.—Dante… —musitó Archer, con la voz repentinamente grave—. Hay algo detrás de la roca.Dante dejó de sonreír. Su expresión se endureció, como si su instinto de aventura se tornara en una certeza inquebrantable.—Entonces vamos.Ambos rodearon la piedra y la escena ante ellos desafiaba toda lógica.Allí, sobre la arena, yacía una figura inmóvil. Una mujer... No. Una sirena, aquellos seres mitológicos que solo eran reconocidas en obras y literatura de la antigua Grecia…No podían ser real, pero ahí estaba, era real.Su piel pálida brillaba bajo la tenue luz, su cabello rosa con tonos violeta caía en desorden sobre su rostro. Pero algo no estaba bien.