Reino de CliffordLos reyes, príncipes y princesas se hallaban reunidos en el Gran Salón. Allí, donde las estrategias más sombrías de guerra eran concebidas, los monarcas de Clifford tejían su contraataque. El conflicto contra Atargatis no podía postergarse más. Los tambores de guerra ya resonaban, y las alianzas habían sido selladas con los reinos del norte y del sur. Clifford era el único con la fuerza suficiente para detenerla.— Comandante Balthor, ¿cómo van los preparativos? ¿Has…? —la voz del rey se desvaneció de repente.Un silencio pesado cayó sobre la sala. La reina y la princesa heredera, Ermys, alzaron la mirada hacia él, pálidas. También lo habían sentido.La mirada del rey se volvió hielo: la misma que usó el día del juicio de Archer. La reina frunció el ceño, inquieta, sabiendo que los tiempos oscuros ya no estaban por venir… habían comenzado. Y los ojos esmeraldas de Ermys, antes nobles y brillantes, se encendieron con un fuego devastador.—Él ha vuelto —susurró ella, c
— Su Majestad — La voz de uno de los guardias lo sacó de sus pensamientos, interrumpiendo el torbellino de dudas que giraba en su mente.Brandon levantó la mirada, centrando su atención en el guardia real que se encontraba frente a él.— ¿Encontraron el paradero de Alan? — La pregunta salió con una intensidad contenida, una tensión sutil pero palpable en sus palabras.El guardia, Marcus, inclinó ligeramente la cabeza antes de responder.— No, Su Majestad, pero ha enviado un mensaje. Está volviendo a Clifford.El rey asintió lentamente, procesando la información, pero algo en su interior le decía que ese regreso no era tan simple como parecía. Algo no encajaba, algo permanecía oculto bajo las palabras.— Gracias. Excelente trabajo, Marcus. — La respuesta fue breve, pero su tono grave reflejaba una mezcla de agradecimiento y, al mismo tiempo, de preocupación. El guardia hizo una reverencia y se retiró con paso firme, dejando al rey de Páradise solo, nuevamente atrapado en la maraña de p
Reino de Marabí:Los reyes Argos Dumont y Leila ya habían comenzado los preparativos. No necesitaron mensajeros ni advertencias: lo supieron en cuanto sintieron una vibración antigua recorrer las aguas. El corazón de una madre, el instinto de un rey... ambos lo presintieron en el instante exacto en que sus hijos cruzaron el umbral del mar.Habían regresado.Pero no todo era júbilo.En la mente de los príncipes, las emociones se agitaban como una tormenta subacuática. Había ilusión, sí… pero también dudas.Volver al reino era como cruzar una puerta sellada por el tiempo y el miedo. Quizá sus padres los abrazarían con el alma, pero… ¿y el resto de Marabí? ¿Los recordaría con afecto… o con desconfianza?Maliza sentía el corazón latirle con fuerza. El solo pensar en volver al reino que la vio nacer la llenaba de una emoción que apenas podía controlar. Aquel paisaje se había borrado poco a poco de su memoria tras tantos años viviendo en Clifford, pero algo en su interior vibraba como si la
Frente a sus ojos, se extendía un paisaje que parecía arrancado de un sueño olvidado. ¿De dónde había salido todo eso? Archer, Dante, Alan y Maliza apenas podían parpadear, atrapados por el hechizo de lo que se desplegaba ante ellos.Al cruzar las puertas que custodiaban el ingreso al reino, una lluvia de perlas danzó sobre sus cabezas, y una corriente cálida los envolvió con la suavidad de un susurro ancestral. Trompetas de coral resonaron desde las alturas, mientras un coro de sirenas entonaba melodías tan antiguas como el mar mismo, envolviendo el aire en un halo de magia pura.—Woh… —fue todo lo que Maliza alcanzó a decir, hipnotizada por la calidez y esplendor de la bienvenida.—Esto es… impresionante —murmuró Alan, soltando una risa leve, casi incrédula, al contemplar la belleza desbordante que los rodeaba.Todo, absolutamente todo en el reino de Marabí, parecía vibrar con vida propia. Los corales, tallados con formas imposibles, resplandecían con tonos iridiscentes, y las perla
En Marabí, la celebración por el regreso de los príncipes seguía viva como un fuego encendido. Risas, danzas y música llenaban cada rincón del reino. El ambiente vibraba con alegría, con esperanza, con el renacer de una era. Pero nadie imaginaba que, justo en medio del júbilo, la oscuridad despertaría.Sin aviso previo, la barrera comenzó a resquebrajarse.Uno de los músicos, acostado cerca del límite mágico, se detuvo al ver cómo un líquido oscuro, espeso como tinta y ajeno a toda pureza marina, comenzaba a escurrirse por las paredes de coral. Su aliento se cortó. Los dedos que antes danzaban sobre las cuerdas ahora temblaban en silencio.Sus compañeros lo imitaron. La música se apagó.Y entonces, el grito rasgó el aire como una espada: —¡La barrera se ha roto!El clamor se esparció como pólvora. Donde antes hubo carcajadas, ahora solo había gritos. Gritos ahogados por el terror, por la desesperación de quienes veían cómo la sombra negra comenzaba a infiltrarse en su mundo.Marabí
Los otros reinos comenzaron a agitarse como un océano antes de la tormenta. Las órdenes se esparcieron como un eco oscuro que no dejaba espacio para la duda: Archer debía ser encontrado. Y castigado.En el corazón del reino de Clifford, el rey Tyler se alzaba como un titán implacable y su voz rompía el silencio como un trueno en lo profundo.— No permitiré que Archer se burle de nosotros. Él desató el caos, y el caos no quedará sin castigo. Sus palabras eran espadas. Cada sílaba pesaba como una condena.Frente a él, un batallón entero de guerreros esperaba en formación. Tridentes listos. Mandíbulas apretadas. Ninguno se atrevía a respirar más de lo necesario.—Erlys, alista tu escuadrón. Partirás junto a las fuerzas especiales de Paradise. Que no quede rincón sin rastrear. Que no quede sombra sin quebrar.Ella no respondió de inmediato.Su mirada cortó el aire con más filo que cualquier arma. Asintió lentamente, y aunque sus labios permanecieron sellados, su aura hablaba por ella. Osc
La batalla había comenzado. Frente a los colosales monstruos marinos, Argos, el rey de Marabí, no podía permanecer inmóvil. Ver a su hijo luchar solo removía algo profundo en su pecho. Quizás el verdadero enemigo también estaría fuera... pero su hijo estaba ahí, y eso era razón más que suficiente para tomar las armas y unirse a la cacería.Dante, al ver la firmeza en los ojos de su padre, no dudó en seguirlo. Luchar junto a Archer no era solo un deber, era un honor.—Por favor, tengan cuidado —la voz de Leila resonó como una orden disfrazada de súplica. No permitiría ni una sola pérdida más.Apenas cruzaron el umbral de la barrera protectora, las criaturas se lanzaron sobre ellos con furia. No hubo tiempo para cerrar el paso. En medio del caos, dos aletas rápidas como sombras se deslizaron por la grieta abierta. Para cuando el escudo fue restablecido, ya era demasiado tarde: un par de ojos afilados observaban desde el corazón mismo del reino de Marabí.— ¿Archer…? —la mirada cortante d
Se precipitaron hacia el interior, moviéndose con la agilidad que solo poseían los hijos del océano. Dante fue el primero en cruzar la entrada, tras él, Archer y Ermys se deslizaron como destellos azules, seguidos de cerca por Argos. Tyler y Brandon cerraron la formación, sus cuerpos cortando el agua con fuerza contenida.Apenas el último hubo pasado, Leila cerró la barrera de un golpe seco. Una de las bestias, en su ciego afán por atraparlos, impactó brutalmente contra la superficie invisible, emitiendo un rugido desgarrador, el choque fue brutal que estremeció a todo el pueblo de Marabí.Desde los escondites, los sirénidos de Marabí comenzaron a emerger, sus siluetas etéreas flotando hacia la plaza real. Bajo la luz verdosa que filtraban los corales, los reyes, que horas antes habían descendido con rostros endurecidos y lanzas listas, ahora permanecían en un silencio denso, casi reverente. La marea de hostilidad había cedido; en su lugar, un respeto forzado se impregnaba en cada bur