POV. Aris.Ella levantó la vista, con el rostro contraído por la rabia y la impotencia.—Que eres un maldito desgraciado, eso fue lo que dije —espetó cambiando de táctica.Sí que esta mujer merecía toda mi maldad. — Compraste esta agencia solo para arrebatarme la oportunidad de alcanzar mi sueño más anhelado. Me enviaste aquel vestido… y luego le diste uno con el mismo diseño a Marina, únicamente para convertirme en el chiste de la noche y mofarte de mí. Y como si te pareciera poco, no apareciste en la celebración que se suponía que sería tu presentación.Remarcó la última palabra creando comillas con sus dedos.—Te equivocas —repliqué con una sonrisa arrogante—. Sí, compré tu vestido, pero no le di nada a Marina. Tal vez, como son gemelas, sus mentes se conectaron y por pura casualidad acertaron.Ella apretó la mandíbula y me fulminó con la mirada.—¡Al diablo Marina! ¡Al diablo tú!Dio un paso adelante y, con un movimiento repentino, golpeó mi escritorio con ambas manos.—Sin impor
POV. Maite.Estoy furiosa conmigo misma. ¿Por qué no le dije que sí? ¿Por qué no lo enfrenté con firmeza, reafirmándole que jamás estaría con un hombre como él? Pero algo dentro de mí no me dejaba. Algo que me desconcertaba y me llenaba de rabia. Había cometido dos errores imperdonables, y la frustración me carcomía. ¿Cómo pude exponer mis pensamientos en voz alta frente a Aris? Tanto que me esforcé en ocultar la verdad sobre mis hijos, y ahora era yo misma quien se la estaba entregando en bandeja de plata. Estoy segura de que entendió perfectamente que es el padre de Gianna y Gael. Y aunque intente convencerme de que no me importa su aversión por los niños, la verdad es que sí me molesta. No puedo sacarme de la cabeza la manera tan despectiva en la que hablaba de ellos, su tono repulsivo, y la frialdad en su mirada. Aún conservaba el video. Podría dárselo ahora mismo y desenmascarar a Marina de una vez por todas. Pero no quiero darle el gusto de aclarar completamente sus dudas.
POV. Maite.El ascensor tardaba demasiado en bajar. O tal vez no, pero mi desesperación hacía que cada segundo se sintiera eterno. Con el corazón latiéndome en la garganta, decidí no esperar más y me eché a correr por las escaleras. Subí como una loca, escalón tras escalón, con el aire ardiendo en mis pulmones. Javier me seguía de cerca, igual de agitado, pero completamente confundido por mi actitud frenética.Cuando por fin llegué frente a la puerta del apartamento de Leonardo, no me detuve a respirar. Golpeé la madera con los puños una y otra vez, con tanta fuerza que me ardían las manos. —¡Abre, maldita sea! — rugí, casi sin voz.La puerta se abrió de golpe y mi madre apareció en el umbral. Ni siquiera la miré. Si no que pasé de largo, empujándola mientras irrumpía en el departamento.—¡Leonardo! —grité, cruzando la sala —. Si dejaste que esa maldita de Marina les hiciera algo a mis hijos, juro por Dios que te mataré.El pánico me cegaba, mi respiración era un caos, y mis manos
POV. ArisMaite… Maite… Esa desgraciada no salía de mi cabeza. ¿Cómo se atrevió a abofetearme? ¿Cómo se atrevió?Habían pasado más de diez horas, pero el ardor de su mano seguía impreso en mi piel como una marca de fuego. Respiraba como un toro irritado, consumido por la rabia, y ni siquiera dos horas en mi gimnasio personal lograban calmarme.Llevaba rato entrenando con furia descontrolada, haciendo dominadas hasta que mis músculos ardieran, castigando mi cuerpo con la esperanza de que mi mente encontrara alivio. Pero nada.—Esta obsesión me está haciendo perder el norte —murmuré, soltando la barra con un suspiro brusco. Tomé una toalla y me sequé el sudor que me corría por la frente.—Aris, pareces otro hombre. Te veo y no puedo creer que seas el mismo de siempre —dijo Nikos al entrar sin previo aviso.No era normal que me viera pensativo. Lo sabía. Pero no iba a darle el gusto de admitirlo.—Dime que ya tienes la información que te pedí —exigí con voz firme, encaminándome hacia la
POV. MAITELas luces del camerino me cegaban mientras el equipo de maquillaje trabajaba con precisión sobre mi rostro. En ese espejo gigante veía a la mujer que había soñado ser toda mi vida. Estaba a punto de interpretar el papel más importante de mi carrera, el que me llevaría a la cima, al estrellato en Hollywood. Pero en ese momento, mi mente estaba a mil kilómetros de distancia.Un golpe suave en la puerta me hizo girar la cabeza. Una empleada, con una expresión tímida, se asomó.—Señorita Maite, esto es para usted.Con el ceño fruncido, tomé el sobre que me entregaba. Apenas cerró la puerta, lo abrí con curiosidad. Un pendrive cayó sobre mi mano.«¿Qué demonios será esto?», pensé. Sin darle demasiadas vueltas, conecté el dispositivo a mi laptop y lo abrí. Dentro había una sola carpeta con mi nombre. Mi corazón comenzó a latir más rápido.Un video. Al darle clic, la pantalla se llenó de imágenes explícitas. Me quedé sin aliento.—¡Dios mío! ¿Qué es esto? —jadeé, llevándome una ma
POV. MAITE.Ella, en lugar de enojarse, estalló en una carcajada, como si mi furia le divirtiera más de lo que le molestaba.—Ay, hermanita, no seas tan dramática. —Se quitó las gafas de sol y me miró con esa sonrisa cínica que siempre lograba desquiciarme—. Lo que quiero de ti es una tontería.—¿Qué tontería? —pregunté, aún más furiosa.—Solo necesito una noche —dijo, alzando un dedo en el aire como si estuviera pidiendo algo insignificante—. Una sola noche en la que te hagas pasar por mí.—¡Eso es imposible! —respondí, cruzándome de brazos y mirándola con incredulidad.Marina se inclinó hacia mí, con un brillo en los ojos que me puso los pelos de punta.—¿Imposible? Por favor, Maite. Eres actriz. ¿No se supone que eres la mejor en lo que haces? Esto es un papel. Una gran película, pero en la vida real.—No voy a hacerlo, Marina. Búscate a otra persona para tus locuras.—No hay nadie más que pueda hacerlo como tú. Recuérdalo embrión no deseado, solo tú puedes fingir ser yo —respondió
POV. Aris.El coche avanzaba por las intrincadas calles, pero mi mente estaba atrapada en un torbellino de dudas, planes y recuerdos amargos.Había llegado a Italia con un solo objetivo: destruir a ese hombre ruin que vendió a mi padre como si fuera una mercancía. En mis manos, los documentos que el investigador que contraté me había entregado parecían pesar más que el plomo. No los leía; no era necesario. Ya conocía cada palabra, cada detalle. Vittorio, el hombre al que aborrezco con cada fibra de mi ser, era un estratega despiadado. Protegía sus bienes con la precisión de un ajedrecista paranoico, cerrando cada brecha antes de que alguien pudiera siquiera vislumbrarla.Era el dios del engaño, un maestro de las apariencias, y su naturaleza desconfiada lo hacía casi intocable.¿Era justo usar a una chica para mi venganza? La pregunta me carcomía, pero el odio que sentía por Vittorio sofocaba cualquier remordimiento. Al fin y al cabo, ¿no era ella parte del sistema corrupto que él ha
POV. Aris.Nunca tuve la menor intención de conocer a Marina a fondo. Ella no era más que una pieza en mi tablero, un instrumento para alcanzar mis fines. Utilizarla y desecharla era el plan desde el principio. Sin embargo, con su cuerpo temblando entre mis brazos, había algo distinto en ella. Algo que no lograba descifrar.Era Marina, ¿quién más podría ser? Pero esa mirada… había algo en sus ojos que me hacía fruncir el ceño. No entendía qué, pero esa sensación me molestaba, me desafiaba. Entonces, de repente, ella tomó la iniciativa. Nerviosa, pero decidida, unió sus labios con los míos.Acepté su beso sin resistencia, recordándome que esto era solo parte de mi papel como el prometido perfecto, ese hombre amoroso que ella creía que era. Pero mientras sus labios acariciaban los míos, algo no encajaba. El sabor, la textura, incluso su manera de besar… no eran las mismas. Más allá de la confusión, me sorprendí disfrutándolo, mucho más de lo que quería admitir. Pero la inquietud persi