Capitulo 3

Elias despertó sobresaltado, tendido en el frío suelo de su habitación. La pesadilla que lo había atormentado se desvaneció tan rápido como había llegado, dejándolo con una sensación de inquietud. Se incorporó con dificultad, sintiendo el frío del suelo contra su espalda. No toco la cama, simplemente se habia tendido en el suelo y se habia dejado llevar por el sueño. No era la primera vez que dormía asi , pues en su pasado le habían acostumbrado a ello. Sin embargo, esta vez, la dureza del suelo parecía acentuar su desasosiego.

Recordó vagamente haber sido conducido a esta habitación, una habitación que no era suya, a un lugar donde parecia no ser bien recidido.

Miró a su alrededor, observando los detalles de la estancia. Muebles antiguos, tapices bordados, una chimenea que nunca había sido

utilizada. Todo parecía tan ajeno, tan fuera de lugar. Se preguntó cómo haria para adaptarse a esto, La habitación, con sus muebles antiguos y sus tapices oscuros, le resultaba cada vez más extraña y opresiva.

Un suave golpe en la puerta lo sacó de sus pensamientos. Con lentitud, se levantó y abrió la puerta. Del otro lado se encontraba una omega, de baja estatura pero de una belleza delicada. lo miró sorprendida cuando abrió y

m****a, Elias se sonrojó en demasía al ser consciente de sus fachas.

Recién despertado y con la ropa de la noche anterior, joder, su aliento debía apestar-

La omega frente a él reverenció profundamente en un gesto de respeto, lo que lo hizo palidecer y Elias no dudó en devolverle el saludo, haciendo a la mujer mirarlo atónita, sus labios dudando antes de decir.

“Buenos días, Señor”, dijo la omega con una voz suave

¿Señor? Le habian llamaron señor ¿Que demonios..?

"La jefe Lee me ha pedido que le avise que el

desayuno está listo. Puede bajar cuando guste"

le dijo amablemente, con la voz demasiado aguda, con las mejillas sonrojadas igualmente.

¿Lee? Que hacia una Lee en...

Elias asintió, sintiendo una mezcla de nerviosismo y curiosidad.

"Es..Esta bien, pero podria cambiarme?, no quisiera llegar asi"

La omega solo sonrio, reverencio una vez más y cerro la puerta, Elias suspiro un poco nervioso, en serio no esperaba tal cosa, y la incertidumbre del no saber lo ponia ansioso.

Se dirigió al baño, donde se lavó la cara con agua fría. Al mirarse en el espejo, se vio a sí mismo como un extraño. Su cabello estaba revuelto, sus ojos oscuros y hundidos.

Ay, Elias Kim.

Había que admitir que lo importante no era la

imagen que estaba por dar en su primer día como inquilino en la realeza moderna de los Clark, por más atractivo que Kim Elias fuera, su apariencia no era algo de lo que se preocuparía luego de tener su vida en peligro durante tantos años.

Aunque había notado que incluso el personal se mostraba presentable y se suponía que él era un alfa de élite protegido por la líder.

Después de una ducha rápida y de ponerse la ropa más presentable que encontró en su maleta, salió de su habitación en busca de la omega que lo guiaria, pero ella no se encontraba afuera cosa que le parecio extraña, asi que por sus propios medios salio en busca del camino hacia el comedor.

Elias se sentía como un náufrago en una isla desierta. El palacio de los Clark era inmenso, un laberinto de mármol y cristal que lo dejaba sin aliento.

La suerte parecía sonreírle cuando se cruzó con una omega, una joven de mirada dulce y movimientos gráciles. Llevaba un uniforme impecable y se movía por los pasillos con una confianza que a él le faltaba.

“Disculpe,” comenzó Elias, rascándose la nuca. “Soy nuevo aquí. ¿Podría indicarme dónde está el comedor?”

La omega sonrió amablemente. “Claro que sí, señor Elias. Sígame, por favor.”

Mientras lo guiaba, Elias no pudo evitar sentir una mezcla de alivio y vergüenza. Por un lado, estaba agradecido de tener a alguien que lo orientara en este nuevo entorno. Por otro lado, se sentía como un niño perdido que necesitaba que lo llevaran de la mano.

La omega lo condujo a través de varias salas, cada una más impresionante que la anterior. Elias admiraba las obras de arte, los muebles antiguos y las alfombras persas, pero no podía evitar sentirse como un intruso en ese mundo de lujo.

Finalmente, llegaron al comedor. La mesa estaba repleta de manjares, y el aroma de la comida lo hizo sentir un poco de hambre. La omega le indicó su asiento y se retiró discretamente. Elias se sentó y miró a su alrededor. Se sentía solo y fuera de lugar, a pesar de la belleza que lo rodeaba.

Levantó su copa y dio un pequeño sorbo al jugo de naranja. Era un sabor familiar, pero en ese momento le supo a nostalgia.

Tanto tiempo que paso sin probrar un bocado decente, hizo que su mente viajara a cuando vivia con su familia en el bosque, en tranquilidad, nunca penso que esa felicidad seria arrancada de la manera tan cruel en que fue hecha.

Volvio a probrar algo de la mesa, pero esta vez una crema lleno su paladar de un sabor exquisito.

Le supo a gloria.

No supo en que momento, ya casi la mitad de los manjares habia sido devorado. Al cabo de un rato, Elias se quedó mirando su plato vacío, la soledad envolviéndolo como una manta pesada. El comedor, antes tan imponente, ahora le parecía triste y vacío.

Ya no sabia que hacer, asi que se dispuso a volver a su habitación, no queria volver a molestar a alguien para que lo guiara, quería volver por su propio medio. Se levantó y vagó por la mansión en busca del camino que lo llevara a su recamara.

Que tonto fue el no prestar atencion desde el principio, tal vez asi ni siquiero estuviera luchando por recordar el recorrido. Los pasillos eran largos y silenciosos, los cuadros en las paredes parecían observarlo con ojos curiosos.

Una escalera de caracol, elegantemente tallada en madera oscura, lo atrajo como un imán. Con paso cauteloso, comenzó a subir los escalones, sintiendo una mezcla de curiosidad y nerviosismo. Al llegar a la cima, se encontró en un amplio pasillo con varias puertas.

Decidió explorar el ala este, guiado por una corazonada. Al abrir una de las puertas, se quedó sin aliento. Era un estudio enorme, con libros apilados hasta el techo y un escritorio antiguo en el centro. Detrás del escritorio, dos mujeres lo observaban fijamente. Una de ellas, de cabello largo y mirada penetrante, era la líder. A su lado, una mujer más joven, con una expresión de desaprobación.

"¿Que hace aquí?"

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