La chica se zafó de su agarre de manera rápida, su tamaño la ayudaba a ser escurridiza. Por primera vez en su vida agradeció ser de baja estatura.
—Yo no tengo por qué pagarte absolutamente nada —le hizo un gesto altivo con la boca—. Al contrario; eres quien tiene que pagar por las cuatro cervezas que me has echado encima.
Edward pensaba decirle algo, y la agarró de nuevo por el brazo.
—¡¿Qué cojones está pasando aquí?! —se escuchó una voz firme.
—Esta chica me ha echado encima la cerveza —Edward la soltó, y se señaló su chaqueta de cuero, la camiseta y sus jeans desgastados.
—¡Tú te lo has buscado! —agitó la cabeza de un lado a otro, y tratando de soltarse de su agarre—. Además de que me echaste la bandeja encima, y no conforme con eso te burlaste de mí.
—Ya dije que lo sentía, no te vi —argumentó Edward.
—¡Basta! —dijo Henry, el dueño del lugar—. El señor es nuestro cliente, debemos ser cordiales.
Aquello lo dijo en un tono que le indicaba a la chica que mantuviera un poco la calma.
—¿Cómo resolveremos este problema? —Edward cuestionó enarcando una ceja hacia ella y colocando sus brazos sobre su pecho.
—El hecho de que sea un cliente, no le da derecho a atropellar a los que trabajamos aquí.
«¡¿Qué carajo dice esta chica?!»
Edward se cuestionó, pues era la primera vez en mucho tiempo que alguien se le enfrentaba de esa manera. Sin tener miedo de sus represalias.
—Ya te di una disculpa —bajo el tono de su voz— ¿Ahora que harás por mí?
—Lo único que puedo hacer por un terrible arrogante como este es lavarle la ropa —murmuró ella sin pensar que él tenía una buena audición.
—¡Perfecto! —exclamó él con una sonrisa, mostrando todos sus dientes como un tiburón—. Pero adicional quiero una cerveza bien fría; un suculento y jugoso trozo de carne con vegetales.
La chica emitió un jadeo de horror.
—De acuerdo, va por la casa —dijo Henry, y luego se giró hacia ella—. Alina, te encargas del desastre. Luego lleva al cliente hasta el área de lavandería.
—Pero, Henry…
—Nada de peros, chiquilla —su jefe levantó la mano.
—Perderé clientes —manifestó ella bajando la cabeza—, es una hora muy buena para hacer propinas.
—Eso debiste de haber pensado antes de echarme la cerveza encima.
Ella lo miró con caras de pocos amigos. Pero no podía hacer nada, la verdad era que había actuado de manera deliberada, le molestaba mucho que hicieran algún tipo de comentario por su estatura.
—¡Vamos cliente estrella! —exclamó con sarcasmo.
Lo llevó por un pasillo poco iluminado. A Edward no le pasó por desapercibido lo que decía su ajustado pantalón en la parte trasera: “MUERDE SOLO UN POCO”. Se leía muy tentador, se dio una bofetada mental, porque no entendía como una mujer tan insoportable como esa. Era imposible dejar de mirar.
—Así que tu nombre es Alina, ¿cierto? —él tenía que distraerse un poco, porque con cada paso que daba su trasero se contoneaba y le picaban las manos por darle un azote.
«¡Se lo merece!», se justificó.
—Ajam —fue lo único que ella le contestó de mala gana, y por encima de su hombro.
—Mi nombre es Edward —no entendió por qué estaba interesado en que ella supiera su nombre, y después resopló porque esperaba otra reacción de su parte.
—¿Y? ¿Qué haremos ahora? ¿Una entrevista? —se detuvo para enfrentarlo.
«¡Jodidas mujeres! Ni el diablo las entiende», se dijo.
—No eres muy amigable, Alina —negó con la cabeza.
—No tengo por qué serlo, solo cordial a la hora de ejecutar un trabajo y listo —se encogió de hombros.
—Entiendo —expresó Edward, porque era lo que generalmente hacía.
—¡Que bien!
—Dime una cosa, Alina —estaba curioso— ¿Por qué todas las chicas que trabajan aquí tienen mensajes subliminales?
Fue el turno de reírse de Alina, pues sabía que se refería a las frases en sus uniformes.
—Son ideas de Henry —respondió encogiéndose de hombros—, este es un lugar que trabaja veinticuatro horas. Por el día es una cafetería normal, y por las tardes es el único sitio de diversión de la ciudad.
—Lo dices como si fuera un pueblo.
—Es una ciudad muy pequeña, y cuando digo diversión hablo de presentación de talento en vivo. En realidad, nos visitan personas de los alrededores.
—Así que aquí nunca pasa nada —Edward soltó una risita.
—Al contrario, pasa de todo —ella ladeó la cabeza—, en el buen sentido de la palabra.
Minutos después entraron al área de lavandería. Ninguno de los dos dijo nada, por un momento el silencio fue algo incómodo. Hasta que Edward comenzó a quitarse la ropa, y dejar su cartera encima del estante que estaba al lado de la lavadora.
—¡¿Qué crees que estás haciendo?! —chilló ella.
—No pensarás meterme dentro de la lavadora, verdad.
—¡Por supuesto que no!
—Vamos, quítate la ropa —le ordenó—. También está sucia, necesitas lavarla.
Alina lo miraba de pies a cabeza, en el instante que quedó solo en bóxer y con el pecho desnudo decorado en la parte izquierda con un tatuaje de colores que le rodeaba hasta el antebrazo. Era un dragón, estaba claro que el hombre debía pertenecer al ejército.
«¡Este hombre es descomunal!», se dijo.
Su pulso se aceleró, la boca se le secó y su respiración comenzó a ser más rápida. No entendió, porque hizo lo que él le pidió. Generalmente, no se seguía órdenes de extraños. Pero quizá quería demostrarle que no le tenía miedo, y también se quedó solo con sujetador y bragas.
El ambiente cambió, y la incomodidad que ambos sentían minutos antes pasó a ser algo más. No podía negarse que se sentían atraídos el uno por otro.
«¡No pienses en sexo!», se regañó mentalmente Edward.
«No muestres tu lado salvaje», pensó Alina.
Él dio un paso hacia ella y le levantó la barbilla, con voz un poco baja manifestó:
—Aquí no pasará nada que tú no quieras, pequeña gata salvaje.
•ஐ[★]ஐ•Ella le tomó de la muñeca, y le hizo una mueca de autosuficiencia.—Crees que porque eres hombres tienes el control de todo, ¿verdad? —chasqueó los dientes— ¡Pobre chica! ¡Qué equivocada estás!—Vaya genio que tienes, solo te estoy aclarando que no pasará nada aquí —Edward contestó ladeando la cabeza, y luego la miró como si la estuviera analizando— Al menos, no por mi parte.—¿Y qué pasa si yo quiero que suceda? —cuestionó ella alzando la barbilla de manera retadora— ¿Qué pasa cuando una mujer dice lo que quiere? —negó con la cabeza— Cuando es segura de sí misma.Edward chasqueó los dientes, pretendía decir algo. Pero Alina le interrumpió alzando una mano.—Huirás, por qué te da miedo una mujer que sabe donde, como y cuando lo quiere —fue el turno de burlarse de él, sin saber que con ese gesto le estaba retando de manera descarada.Edward le dio una sonrisa ladeada, y se relamió los labios. Entrecer
•ஐ[★]ஐ•—Ahhh…Fue lo que escuchó por parte de ella, después de un gemido que denotaba placer. Al empalarse dentro de su sexo, sin ninguna piedad.—Lo siento, no pude contenerme —Edward se excusó de la boca para afuera, porque lo cierto era que le había encantado su receptividad.Se quedó por unos minutos inmóvil, disfrutando del calor de su sexo. Sentir un placer como ese, debía estar prohibido. Notó la manera en que su cuerpo comenzaba a humedecerse de sudor, por el esfuerzo de tratar de contenerse. Ya que su intención era que ella disfrutara. No entendió el porqué era importante tal cosa para él.—¡Uhmm! —exclamó Alina, removiendo un poco sus caderas.—¡Quédate quieta! —no le quedó otra opción que azotar una de sus caderas de nuevo.Quedó maravillado cuando la sintió bajar sus hombros y arquear más su espalda, levantando un poco más su firme trasero. Escondiendo su rostro en el espaldar del sofá. Su cuerp
•ஐ[★]ஐ•Tres años después…Alina apretó los labios en línea recta, señal de su disgusto.—No puedo creerlo, de verdad —movió la cabeza de un lado a otro—. Esto se me hace muy injusto, señor Nicholson.—Lo siento, señorita Clark. Usted está en todo su derecho de estar molesta, y mostrar su indignación —la voz de su jefe sonaba comprensiva, mientras la observaba con uno de sus brazos sobre el escritorio antiguo de madera pulida, y con el otro debajo de su barbilla—, pero lamentablemente no podemos hacer nada.—¿A qué se refiere? —preguntó incrédula— ¿Cómo que no podemos hacer nada?—Son órdenes de arriba —chasqueó los dientes y se levantó de su sillón de cuero, y caminó hasta el ventanal que iluminaba la amplia estancia, y dándole la espalda, agregó con tono de desaprobación: —Aunque tengamos buenas intenciones, tenemos que seguir una serie de protocolos, y uno de esos es que ambos tenemos un jefe a quien ren
•ஐ[★]ஐ•No supo cuanto tiempo se quedó dormida, pero por la posición del sol debía de ser pasado el medio día. Se pasó la mano por el rostro.«¡Joder! Voy a perder el ciclo del sueño», pensó.Había pasado cierto tiempo en el cual ella se despertaba pasada después de las tres de la tarde. Aunque era solo en verano, las primeras semanas de clases las pasaba como un zombi, durmiendo en clases.Se levantó, se dio una ducha, y decidió buscar algo que comer. Lamentablemente, no había nada, así que tendría que ir al supermercado un momento. Pero primero pasaría por casa de Helen, tenía que informarle lo que estaba pasando. Sobre todo porque el ingreso del alquiler de su apartamento, era importante para su familia.Entró por la cocina, y se encontró con que Richard y ella estaban conversando. Aunque el hombre trabaja para una empresa constructora, cuando tenían mucho trabajo le daban tres días seguidos de descanso.
INTRANQUILIDAD: •ஐ[★]ஐ•Edward, durante la reunión con la ministra de asuntos gubernamentales de la isla en donde se encontraban, miró siete veces su teléfono móvil. Estaba realmente preocupado por haber dejado a su hija con su asistente. Quién debía estar ahí con él y no haciéndole de niñera, pero mientras solventaba los permisos de salida de la niña no podía hacer más nada. Tuvo que salir de emergencia a la isla Caykes, ya que estaba sobre el día límite para exponer su propuesta de negocios al gobierno de ese lugar. Todo se le había complicado, pues tener a Kate con él bajo el mismo techo después de tres años de disputa legal con los padres de su exesposa, era su prioridad. En ese momento no tenía dudas, si tenía que perder un negocio, pues así sería.Había presentado todos sus diseños, la proyección económica y se encontraba debatiendo el porcentaje
VUELO PRIVADO: •ஐ[★]ஐ•Se había quedado dormida alrededor de las dos de la mañana, pues el día anterior había tomado una la siesta, que sumado a la ansiedad de su viaje inesperado, la dejaron la noche en vela. Lo cual le permitió tomar su portátil y hacer la planificación para trabajar con la niña, como no sabía cuanto tiempo iba a permanecer en el lugar, lo hizo por quince días. Agradeció que Charlotte le llamó muy temprano en la mañana y le informó que su vuelo al caribe sería a las tres de la tarde, puesto que tenían que esperar que al avión le hicieran su respectivo mantenimiento. Eso le daba un poco más de tiempo de dejar listo lo pendiente. Sin embargo, el chofer se apareció dos horas antes.«La ventaja de ser un vuelo privado», se dijo cuando se subió al vehículo. En silencio se dirigieron hasta el aeropuerto, y en el trayect
CARA A CARA: •ஐ[★]ஐ•Edward se sentía un tanto inquieto, la emoción que sintió cuando vio a Kate no tenía explicación. En el instante en que ella lo había visto, corrió a su encuentro. Sin importarle arrugar su costoso traje hecho a la medida, la tomó en sus brazos y la alzó. —¡Mi princesa, qué grande y que hermosa estás! A pesar de que solo habían pasado dos días de que él tuvo que irse de viaje, no pudo evitar expresarlo. Para Kate parecía ser lo mismo, porque lo abrazaba con fuerza. Mientras dejaba caer su pequeña cabeza en el hueco de su cuello, al mismo tiempo que caminaban hasta el auto.Kate miró a los lados, como si estuviera buscando a alguien.—¿Qué sucede, cariño? —quiso saber Edward.—Alina viene en el otro vehículo —intervino Charlotte—. No te preocupes, Kate. Ella estará con nosotros cuando lleguemos a casa.Edward miró a
¡TRÁGAME TIERRA! •ஐ[★]ஐ•El rostro de Alina palideció, al mismo tiempo que abría mucho los ojos. Fue en ese momento, cuando quiso que la tierra se abriera y la tragara. Porque el hombre que rondaba en sus sueños todas las noches, desde hacía tres años. Estaba parado en frente de ella, y al parecer tan asombrado como ella. —¿Estás bien? La voz de Charlotte la sacó de su lapsus. —Eh, si lo estoy —respondió luego de un respiro. Caminó hasta donde su nuevo jefe se encontraba, de nuevo se sintió intimidada ante el tamaño del hombre. Solo esperaba que esa vez no se burlara de ella, por eso. —Mucho gusto, señor McLean —le extendió la mano.Edward entrecerró los ojos hacia ella, y puso los labios en una línea recta. —El gusto es mío, señorita…—Clark —apresuró a decir ella—, Alina Clark. Aunque estaba un poco cambiada, era obvio que su cará