•ஐ[★]ஐ•
Ella le tomó de la muñeca, y le hizo una mueca de autosuficiencia.
—Crees que porque eres hombres tienes el control de todo, ¿verdad? —chasqueó los dientes— ¡Pobre chica! ¡Qué equivocada estás!
—Vaya genio que tienes, solo te estoy aclarando que no pasará nada aquí —Edward contestó ladeando la cabeza, y luego la miró como si la estuviera analizando— Al menos, no por mi parte.
—¿Y qué pasa si yo quiero que suceda? —cuestionó ella alzando la barbilla de manera retadora— ¿Qué pasa cuando una mujer dice lo que quiere? —negó con la cabeza— Cuando es segura de sí misma.
Edward chasqueó los dientes, pretendía decir algo. Pero Alina le interrumpió alzando una mano.
—Huirás, por qué te da miedo una mujer que sabe donde, como y cuando lo quiere —fue el turno de burlarse de él, sin saber que con ese gesto le estaba retando de manera descarada.
Edward le dio una sonrisa ladeada, y se relamió los labios. Entrecerró el rostro de Alina con sus grandes manos y antes de cubrir su boca con la suya respondió:
—Entonces estamos en sintonía, pequeña gata salvaje.
Con el solo roce de sus labios, fue imposible para Alina evitar gemir. El contraste de su cuerpo más grande, fuerte y caliente, con el suyo. Y aquellos carnosos y suaves labios, le hizo estallar las neuronas.
Edward era completamente demandante, lo supo cada vez que su lengua se enroscaba con la suya. Su mano grande y callosa la tomó suavemente de la barbilla, pero al mismo tiempo firme. Obligándola a que le diera más acceso a su boca, para llegar a cada uno de sus rincones. No había duda que él era un conquistador, por tanto; estaba pensando en explorarla cautelosamente.
Sintió el cuerpo de la joven temblar, cuando la tomó de la cintura y como si no pesara nada, la alzó y la depositó sobre la lavadora. En el instante que Edward supo que ella estaba cómoda, besó la punta de su nariz, y se acomodó entre sus muslos.
—Creo que ahora comienza la diversión —le dijo con voz gutural.
La volvió a besar, pero esa vez no profundizó el beso, dejándola con ganas de más. Descendió despacio hasta el cuello, le encantó su olor a coco y vainilla. Las manos le picaban por acariciar y tomar el peso de sus pechos firmes. Se sorprendió cuando ella por propia iniciativa comenzó a acariciar su paquete. Al principio un poco parecía un poco tímida, pero cuando él pellizcó con sus dientes el lóbulo de su oreja, Alina encontró su propio ritmo.
Edward se deslizó un poco más, hasta arremolinar su boca en uno de sus pequeños pezones duros como botones, por encima de la fina tela de blonda del sujetador. Haciendo que ella se arqueara un poco hacia él, pidiéndole con ese gesto un poco más de su toque y apretara con su mano la dura carne que estaba entre sus piernas.
Alina estaba poseída por la lujuria, por esa razón se soltó de su agarre y se bajó de la lavadora. Dejándolo un poco desconcertado, ya que pasó por su cabeza que se había arrepentido. Aunque quería de mostrarle que era una chica ruda como él, algo dentro de su ser le decía que no era cierto.
—Mejor aquí —le dijo extendiendo la mano y con una sonrisa traviesa.
Él no dudó en tomar su mano, y ella lo llevó a un sillón. Se arrodilló a sus pies.
—Tienes razón, por alguna razón muy extraña, estamos en la misma sintonía
Se inclinó un poco y con la punta de la nariz, acarició aquel mástil de carne, dura, caliente y sedosa. En ese momento solo pensaba en devorarlo de los pies a la cabeza. Puesto que un hombre como ese, no estaba a menudo al alcance de su mano.
«¡¿Cuál es tu miedo?! Si después de esta noche, nunca más lo volverás a ver», se dijo.
Dio un pequeño suspiro, y no supo el porqué, el saber de qué no lo vería nunca más, después de ese día le hizo sentir un dolor punzante en el pecho.
Se le secó la boca en el instante que observó una gota de líquido pre seminal en la punta de su eje. El deseo creció como una ola en ella, y con la punta de la lengua probó su esencia masculina. Una sola degustación no era suficiente, fue como si botón de la lujuria se activara en ella. Sin poder contenerse lo llevó completamente a las profundidades de su boca.
—¡Jooooder! —exclamó Edward con los dientes apretados, por el esfuerzo de controlarse ante aquella sensación exquisita. La agarró un poco fuerte del cabello, pero sin hacerle daño. Solo lo necesario para advertirle lo que podía suceder si continuaba tentándolo de aquella manera.
Sí, creyó que eso la detendría, pues estaba muy equivocado. Porque eso solo sirvió para que en Alina, creciera el gusanillo de a curiosidad por saber hasta donde podía doblegar aquel magnífico hombre acariciándolo con la lengua. Se ayudó su mano, y lo apretó un par de veces, maravillada de darse cuenta de que no cabía.
—¿Estás jugando conmigo? —siseó él, y Alina se removió en sus pies disfrutando el momento de hacerle perder el control.
Sin embargo; Edward terminó de apartarla de su virilidad. Masculló una maldición al escuchar un quejido de protesta por parte de ella. Estaba claro de que quería continuar disfrutando de su sabor. Con una mano apretó más su agarre en el cabello. Mientras que con la otra acarició su virilidad desde la punta hasta la base.
—¿Estás segura de que quieres esto? —preguntó con un tono de voz muy bajo e inclinándose un poco, para pegar su frente contra haciendo que el cuerpo femenino se estremeciera.
En respuesta, ella de nuevo sacó su húmeda, rosada y caliente lengua, para acariciar de nuevo la punta de su miembro. Alina quería retarlo, porque necesitaba que sintiera el mismo fuego que en ese momento estaba ardiendo en ella.
—Esto… —movió su cabeza de un lado a otro para sutilmente zafarse de su agarre del cabello, y llevar el dedo pulgar masculino a la boca para luego agregar:— Está bien para comenzar.
No dijo nada más, y bajó la cabeza para llevarle de nuevo hasta su garganta. Lo escuchó de nuevo mascullar una maldición con los dientes apretados. Alina continuó ayudándose con su trabajo manual, mientras que con su lengua acariciaba desde la punta de su eje en forma de seta hasta la base. Estaba narcotizada por su sabor y olor a hombre. Con movimientos circulares de su lengua se desplazó hasta sus testículos, que estaban calientes, sedosos y pesados. No pudo resistirse, los acarició con la punta y luego chupó de manera suave.
Edward se estremeció de placer, no había duda que la pequeña gata salvaje sabía cómo complacer a un hombre. Le gustó ver cómo su virilidad completa se perdía entre sus labios carnosos, y los ojos cerrados, completamente concentrada en darle placer.
—¡Basta! —exclamó, la apartó y se levantó del sillón.
La tomó del brazo y la levantó, haciendo que la frente de ella descansara en el espaldar de la silla inclinándola, para que le ofreciera ese gran trasero. Ella le sintió alejarse, su corazón latió más fuerte con tan solo de pensar en esa idea, pero no se atrevía a mirar.
—¿En dónde estás? —preguntó ella—. ¿Estás jugando?
—Shu… —dijo Edward mientras que se escuchaba como se rompía el empaque de un preservativo. Después acarició codiciosamente los redondeados globos, y le dio un azote que resonó en la habitación, luego agregó:— El tiempo de jugar se acabó, nena.
•ஐ[★]ஐ•—Ahhh…Fue lo que escuchó por parte de ella, después de un gemido que denotaba placer. Al empalarse dentro de su sexo, sin ninguna piedad.—Lo siento, no pude contenerme —Edward se excusó de la boca para afuera, porque lo cierto era que le había encantado su receptividad.Se quedó por unos minutos inmóvil, disfrutando del calor de su sexo. Sentir un placer como ese, debía estar prohibido. Notó la manera en que su cuerpo comenzaba a humedecerse de sudor, por el esfuerzo de tratar de contenerse. Ya que su intención era que ella disfrutara. No entendió el porqué era importante tal cosa para él.—¡Uhmm! —exclamó Alina, removiendo un poco sus caderas.—¡Quédate quieta! —no le quedó otra opción que azotar una de sus caderas de nuevo.Quedó maravillado cuando la sintió bajar sus hombros y arquear más su espalda, levantando un poco más su firme trasero. Escondiendo su rostro en el espaldar del sofá. Su cuerp
•ஐ[★]ஐ•Tres años después…Alina apretó los labios en línea recta, señal de su disgusto.—No puedo creerlo, de verdad —movió la cabeza de un lado a otro—. Esto se me hace muy injusto, señor Nicholson.—Lo siento, señorita Clark. Usted está en todo su derecho de estar molesta, y mostrar su indignación —la voz de su jefe sonaba comprensiva, mientras la observaba con uno de sus brazos sobre el escritorio antiguo de madera pulida, y con el otro debajo de su barbilla—, pero lamentablemente no podemos hacer nada.—¿A qué se refiere? —preguntó incrédula— ¿Cómo que no podemos hacer nada?—Son órdenes de arriba —chasqueó los dientes y se levantó de su sillón de cuero, y caminó hasta el ventanal que iluminaba la amplia estancia, y dándole la espalda, agregó con tono de desaprobación: —Aunque tengamos buenas intenciones, tenemos que seguir una serie de protocolos, y uno de esos es que ambos tenemos un jefe a quien ren
•ஐ[★]ஐ•No supo cuanto tiempo se quedó dormida, pero por la posición del sol debía de ser pasado el medio día. Se pasó la mano por el rostro.«¡Joder! Voy a perder el ciclo del sueño», pensó.Había pasado cierto tiempo en el cual ella se despertaba pasada después de las tres de la tarde. Aunque era solo en verano, las primeras semanas de clases las pasaba como un zombi, durmiendo en clases.Se levantó, se dio una ducha, y decidió buscar algo que comer. Lamentablemente, no había nada, así que tendría que ir al supermercado un momento. Pero primero pasaría por casa de Helen, tenía que informarle lo que estaba pasando. Sobre todo porque el ingreso del alquiler de su apartamento, era importante para su familia.Entró por la cocina, y se encontró con que Richard y ella estaban conversando. Aunque el hombre trabaja para una empresa constructora, cuando tenían mucho trabajo le daban tres días seguidos de descanso.
INTRANQUILIDAD: •ஐ[★]ஐ•Edward, durante la reunión con la ministra de asuntos gubernamentales de la isla en donde se encontraban, miró siete veces su teléfono móvil. Estaba realmente preocupado por haber dejado a su hija con su asistente. Quién debía estar ahí con él y no haciéndole de niñera, pero mientras solventaba los permisos de salida de la niña no podía hacer más nada. Tuvo que salir de emergencia a la isla Caykes, ya que estaba sobre el día límite para exponer su propuesta de negocios al gobierno de ese lugar. Todo se le había complicado, pues tener a Kate con él bajo el mismo techo después de tres años de disputa legal con los padres de su exesposa, era su prioridad. En ese momento no tenía dudas, si tenía que perder un negocio, pues así sería.Había presentado todos sus diseños, la proyección económica y se encontraba debatiendo el porcentaje
VUELO PRIVADO: •ஐ[★]ஐ•Se había quedado dormida alrededor de las dos de la mañana, pues el día anterior había tomado una la siesta, que sumado a la ansiedad de su viaje inesperado, la dejaron la noche en vela. Lo cual le permitió tomar su portátil y hacer la planificación para trabajar con la niña, como no sabía cuanto tiempo iba a permanecer en el lugar, lo hizo por quince días. Agradeció que Charlotte le llamó muy temprano en la mañana y le informó que su vuelo al caribe sería a las tres de la tarde, puesto que tenían que esperar que al avión le hicieran su respectivo mantenimiento. Eso le daba un poco más de tiempo de dejar listo lo pendiente. Sin embargo, el chofer se apareció dos horas antes.«La ventaja de ser un vuelo privado», se dijo cuando se subió al vehículo. En silencio se dirigieron hasta el aeropuerto, y en el trayect
CARA A CARA: •ஐ[★]ஐ•Edward se sentía un tanto inquieto, la emoción que sintió cuando vio a Kate no tenía explicación. En el instante en que ella lo había visto, corrió a su encuentro. Sin importarle arrugar su costoso traje hecho a la medida, la tomó en sus brazos y la alzó. —¡Mi princesa, qué grande y que hermosa estás! A pesar de que solo habían pasado dos días de que él tuvo que irse de viaje, no pudo evitar expresarlo. Para Kate parecía ser lo mismo, porque lo abrazaba con fuerza. Mientras dejaba caer su pequeña cabeza en el hueco de su cuello, al mismo tiempo que caminaban hasta el auto.Kate miró a los lados, como si estuviera buscando a alguien.—¿Qué sucede, cariño? —quiso saber Edward.—Alina viene en el otro vehículo —intervino Charlotte—. No te preocupes, Kate. Ella estará con nosotros cuando lleguemos a casa.Edward miró a
¡TRÁGAME TIERRA! •ஐ[★]ஐ•El rostro de Alina palideció, al mismo tiempo que abría mucho los ojos. Fue en ese momento, cuando quiso que la tierra se abriera y la tragara. Porque el hombre que rondaba en sus sueños todas las noches, desde hacía tres años. Estaba parado en frente de ella, y al parecer tan asombrado como ella. —¿Estás bien? La voz de Charlotte la sacó de su lapsus. —Eh, si lo estoy —respondió luego de un respiro. Caminó hasta donde su nuevo jefe se encontraba, de nuevo se sintió intimidada ante el tamaño del hombre. Solo esperaba que esa vez no se burlara de ella, por eso. —Mucho gusto, señor McLean —le extendió la mano.Edward entrecerró los ojos hacia ella, y puso los labios en una línea recta. —El gusto es mío, señorita…—Clark —apresuró a decir ella—, Alina Clark. Aunque estaba un poco cambiada, era obvio que su cará
SIN APARTAR LA MIRADA: •ஐ[★]ஐ•Se supone que Edward, como el soldado que fue, estaba preparado para todo. Quizás era el tiempo fuera de las fuerzas, lo que lo hizo sentir de ese modo. Lo cierto era que por segunda vez en el día, y con diferencia de escasos minutos, Alina volvía a sorprenderlo, y a dejarlo sin palabras. En aquella mujer, lo que le faltaba de tamaño, le sobraba de encanto. Aquellas curvas bien formadas, con las carnes en donde deberían estar. Los firmes pechos redondeados con los pezones rosados le hicieron agua la boca por probarlos, y al bajar la mirada hasta su feminidad, desprovista de vello. Sintió de golpe un calor, que se concentró en el área de su entrepierna. Era obvio que Alina no se dio cuenta de que estaba como Dios, la trajo al mundo en frente de él. Apretó los dientes, y utilizó todo su autocontrol para no ponerla