—Agarra tus cosas, vete de mi casa y jamás vuelvas a pisar éste lugar otra vez porque no quiero verte más nunca en mi vida. Quiero el divorcio firmado mañana a primera hora.
Tres años de matrimonio echados a la basura. Y no habrá nada en la vida que vuelva a unir un amor manchado en el odio que ahora ve en el hombre frente a ella; quien sólo tiene los ojos inyectados en sangre y dolor.
Acaba de llegar de un viaje de trabajo directo a su casa, emocionada y feliz por contarle a su esposo una noticia que cambiaría la vida de ambos, sin saber que iba a encontrarse con todas sus cosas regadas en el suelo. Horrizada mira el alrededor.
—¿Qué está pasando aquí…?
—¿Qué haces en mi casa luego de lo qué has hecho?
La mujer, pálida y temblando, no entiende las palabras del hombre quien dice ser su esposo por más de dos años. ¿Qué está ocurriendo? ¿Por qué la trata de ésta forma?
—¿¡De qué estás hablando?! ¿¡Qué ha ocurrido, Declan?! ¿¡Por qué me tratas de ésta forma?! ¿¡Qué…?!
Se calla de golpe al ver cómo su esposo tira la mesa hacia un lado rompiendo todos los vasos de vidrios haciéndola gritar de susto y dando un paso hacia atrás.
—¡Declan!
—¿Qué haces aquí? ¿Quién demonios te dejó entrar? ¿Qué crees que estás haciendo al preguntarme qué fue lo que sucedió? Vete de mi casa y llévate tus cosas —Declan Morgan señala la puerta. Si no conociera a su esposo diría que ha perdido los cabales pero ha estado bebiendo, y lo más probable es que ahora esté ebrio, ¿Pero por qué…? ¿Cuál es la razón?.
Ella jadea de conmoción, comenzando a sentirse impactada por semejante palabras.
—Declan ¿Qué ocurre? ¿Por qué te comportas de ésta forma? ¿Qué fue lo que hice…? ¡Dime lo qué ocurre!
—Deja de actuar de esa forma enfermiza. Eres una mujer sin remordimientos, preguntándome qué cosa fue la que hiciste. ¿Estás escuchándote? Ayer mismo me decías que lo que había sucedido no fue un error ni Kieran te había seducido. Lo único que dijiste fue que nunca habías estado enamorada de mí sino de él—su esposo da un largo trago al whiskey amargo para cesar la rabia que lo consume por completo. Se limpia la boca con su antebrazo—, entonces te acostaste con mi hermano.
Y el rostro de su esposa cae en el terror, en la confusión y en la sorpresa que la palidecen por completo.
—¿Qué estás diciendo? ¡Eso no es verdad! ¡Yo no me he acostado con tu hermano! ¡Con nadie, Declan! Ni siquiera estaba aquí ayer porque apenas he llegado hoy a Londres. ¡¿Cómo se te ocurre una barbaridad como esa…?! ¡Y ahora cuando estamos esperando un…!
—No digas una palabra más —la detiene su esposo haciendo un ademán con la mano, cansado de sentir todo este dolor y discordia en su cuerpo—, no quiero oír tus palabras ni tu cinismo porque eso es lo único que tienes. Tu descaro ha sobrepasado los límites al venir aquí luego de decirme anoche con una sonrisa que jamás me habías amado, que sólo estabas conmigo porque te tocó casarte por simple órdenes de tu padre. Largo, lárgate…—su esposo se sirve otro trago desbordando el whiskey, perdiendo la cordura—, vete de aquí, Maylene…
—¡Escúchame! —toda la felicidad que había sentido Maylene se esfuma tan rápido que el cambio de emociones la toma desprevenida—. ¡Esto debe ser un malentendido! ¡Esa mujer no era yo! ¡No era yo! —y trata de acercarse—, Escúchame Declan.
—Te he dicho que te fueras —su esposo la observa sumergido en la locura de la rabia, por lo que Maylene se detiene de golpe—, vete. Sólo quiero que te vayas. El papeleo de divorcio quiero que lo firmes mañana mismo.
—No puedes hacer esto —Maylene entonces junta las manos con angustia—, esto no es verdad, tienes que creerme. ¡Tiene qué hacerlo! Yo te amo, yo nunca haría algo para engañarte, ¿¡Cómo podría engañarte si yo te amo, Declan!?
—¡Mentira! —finalmente Declan alza la voz. Sus ojos marrones obtienen ese dolor de un corazón hecho pedazos—, Deja de decirme mentiras y vete de ésta casa. Tú no me amas y ayer lo dejaste en claro desnuda y con una sonrisa al lado de Kieran. Te veías de lo más contenta, orgullosa de decir que lo amabas. Yo mismo te encontré en ésta cama. En ésta —su esposo señala la cama hecha añicos y un desastre—, te acostaste con mi propio hermano en mi propia casa, en mi propia cama. Vete —y el hombre se da la vuelta—, vete de aquí, con un demonio…
—¿¡Y le crees al primero que te diga esas cosas horribles de mí?! ¿¡Cómo no eres capaz de confiar en mí?! Soy tu mujer —Maylene se acerca a tomar su brazos, mientras sus lágrimas ya bajan por el daño de éste fatal encuentro—, ¡Mírame y dime que me crees!
Declan Morgan se zafa de su mano y es su turno de tomar la muñeca de Maylene y arrastrarla hacia afuera, mientras ella mira hacia atrás donde todos los recuerdos de aquel cuarto se queman con el fuego de un odio que nubla éste amor.
—Declan, por favor.
Él la suelta, y Maylene logra observar las cientos de fotos tiradas en el piso, y también un televisor donde se reproduce continuamente un vídeo de ella…besando…
A Kieran Morgan.
Se observa su cabello rubio largo ondulado caer en su hombro, sus uñas largas pintadas de rojo, y una sonrisa coqueta frente a ese hombre que rodea su cintura en una cafetería a plena luz del día.
—No —Maylene jadea, llorando—, esa no soy yo. No es posible. Yo no soy esa mujer.
Declan sigue bebiendo su whiskey, sin mirarla. Tiene su camisa negra arremangada con una mirada dañada en la rabia
—Toma un carro y sal de mi propiedad.
—¿Cómo es posible esto…? —Maylene se tapa los labios con horror mirando su propio reflejo en ese vídeo y en esas fotos donde aparece su rostro—, eso no es verdad. Esto no es verdad, Declan. ¡No soy yo!
—¡Maylene! —una voz se adentra al salón lujoso, y cuando la ve dirigirse hacia Declan la toma por sus brazos para jalarla hacia atrás—, ¿¡Qué haces aquí, Maylene!? ¡Mi tío está buscándote!
—Yo no sé cómo es posible esto pero esa mujer no soy yo. Tiene mi misma cara pero no soy yo. ¡Dios mío! ¡Tienen que creerme! —Maylene ignora por completo a la persona a su lado. Se trata de Mason; esposo de su cuñada, y primo suyo.
—Dile a ésta mujer que se vaya de mi propiedad —Declan toma su chaqueta del sofá, siendo su turno ahora de ignorarla—, no la quiero ver aquí cuando vuelva —y se dirige hacia la salida mientras los trabajadores de éste lujoso departamento se ocultan tras las puertas para que nadie los vea.
—¡Declan! —Maylene grita su nombre mientras lo trata de alcanzar entre la desesperación que toma forma cuando sus lágrimas se deslizan por su rostro. Aún así corre para alcanzarlo—, ¡Declan, no te vayas! ¡Escúchame!
Su esposo sigue caminando, con la mirada oscura sin una pizca de atención por lo que acontece a su alrededores y tampoco por las súplicas que provienen de la única mujer que ha puesto su mundo de cabeza.
Dolido, la ignora por completo. No hiere más en ésta vida que ser traicionado cuando se está ciego de amor, cuando perdidamente el amor consume de pies a cabeza hasta volverse desentendido de la vida porque la vida sólo existe por la persona que se ama. Declan Morgan sólo ama a una sóla mujer. Sin embargo, mirarla desnuda en los brazos de otro hombre llegó a ser tan devastador que hasta tuvo que sostenerse de la puerta.
Su corazón hecho añicos no volverá a ser el mismo que antes. Para él, el amor ha quedado a segundo plano y mucho más la mujer quien ruega por su perdón. ¿Cómo es posible que le haga esto? Si no fuese tan fuerte no dudaría en girarse, tomarla entre sus brazos y besarla, ignorando por completo lo que hizo.
Pero no sólo es cualquier hombre.
Es su hermano.
Lo engañó con su hermano delante de sus propios ojos y la humillación controlada por el mismo dolor explota.
Declan Morgan ha dejado de sentir por completo, llevándose a la tumba el amor tan profundo que sintió una vez por su esposa.
—¡Declan! —Maylene no puede seguir corriendo detrás de él porque su esposo se monta en el carro en medio de la noche lluviosa y se marcha, dejándola completamente a la deriva. Maylene se lleva las manos hacia el rostro, empapándose de la lluvia, rompiendo a llorar por el dolor y la angustia de no saber nada—, ¡¿Qué es lo que ocurre, por Dios?! —inevitablemente, su mano se va hacia su vientre.
Tocarlo ahora es quebrarse en mil pedazos.
Pero es en vano porque Declan no vuelve. Nadie responde a sus súplicas y para los ojos del mundo es la mujer que acaba de engañar a su esposo con su propio hermano.
Maylene regresa a la casa, desesperada, observando con extremo terror y confusión todo lo que sucede.
—¿Qué sucede, Mason? ¡¿Qué está pasando?! ¡Yo no soy esa mujer! —Maylene cae de rodillas entre lágrimas mientras Mason la sostiene, preocupado de igual forma—, ¡Yo no soy esa mujer, lo juro, Por Dios!
—Maylene —Mason le menciona con un deje de decepción en sus ojos—, engañaste a Declan de la forma más cruel, y ese hombre se ha vuelto loco. ¿Lo comprendes?
—No…—Maylene sollozo anonadada, negando—, No puede ser. Yo no lo engañé. ¡Yo no lo engañé…!
El noticiero, los periódicos, las redes sociales y todo medio de comunicación coloca en mayúsculas el último escándalo del siglo.
“MAYLENE DODSON ENGAÑA A SU MARIDO CON SU PROPIO HERMANO MIENTRAS DECLAN MORGAN PASA POR UNA DE SUS PEORES CRISIS DEBIDO A SU ENFERMEDAD.”
Maylene se tapa el rostro completamente destrozada mientras también oye otra cosa.
“¡Maylene DODSON admite que DECLAN MORGAN no sirve ni en la cama ni como marido!”
Esa mujer no es Maylene Dodson.
Alguien se está haciendo pasar por ella para destruirla y lo ha hecho.
¿Pero quién es esa mujer falsa en la pantalla que todos creen que es?
Nunca antes había sentido tanta pérdida.
¿Justo ahora?
Cuando la felicidad por saber esa noticia fue tirada lejos y sólo existe dolor. Fue el motivo para regresar a Londres al momento de saberlo.
Estaba a punto de decirle a Declan Morgan que…
Está esperando un hijo.
Un hijo suyo.
Porque está embarazada de ocho semanas.